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viernes, 31 de enero de 2014

LA PLAZA DE JOVELLANOS Y SU MUSEO-CASA NATAL EN CIMAVILLA (GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS) LA MURALLA, LA TORRE DEL RELOJ, LA CAPILLA DE LOS REMEDIOS Y EL HOSPITAL DE CORRAXOS

 

La casa natal de Jovellanos, a la izquierda la capilla de los Remedios, del antiguo Hospital de Corraxos

Al norte del Campo Vadés y de la Plaza Mayor, por donde pasa el itinerario del Camino de Santiago en la ciudad de Gijón/Xixón, está la casa natal y familiar del ilustre prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, actual museo, así como, a su izquierda, la capilla de los Remedios, donde reposan sus restos, que fue capilla del antiguo hospital de peregrinos de esta advocación, más conocido como Hospital de Corraxos o peregrinos pobres, corazón todo ello del barrio o sub-barrio de su mismo nombre, el de los Remedios, uno de los dos que componen Cimavilla, que es a su vez el barrio alto gijonés origen de su villa y puerto, capital de concejo, ahora la ciudad más grande y poblada de Asturias

La Casa del Forno y sus terrazas

Enfrente, en la actual Casona de Jovellanos, actual hotel y sidrería, era la Casa del Fornu, llamada así por ser donde estaba el horno de la casona, perteneciente al ilustre linaje gijonés de Jovino, su apodo, y donde este fundó en 1794 el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, el Instituto Jovellanos, por lo que fue esta su primera sede

La muralla recrecida

Aquí se recreció con ladrillos, en base a los cimientos de piedra localizados, que aún pueden verse, el aspecto y forma que se supone tuvo la muralla romana-medieval destruida en el Sitio de Gijón de 1395 durante las guerras trastamaristas que ocasionaron la desaparición de la ciudad vieja

El Ayuntamiento, la Plaza Mayor y el Hotel Asturias

El Camino de Santiago cruza la calle Cabrales desde el Campo Valdés y va directo a la Plaza Mayor, al fondo de la foto, para pasar luego a la Plaza del Marqués y al antiguo muelle local que es hoy en día el puerto deportivo. Si quisiéramos visitar la casa natal y museo de Jovellanos, la recrecida muralla y la capilla hospitalaria de los Remedios habríamos de dejar el Camino momentáneamente en este lugar y subir a la derecha, frente a la fachada norte del Hotel Asturias, fundado como Hospedería El Laurel a principios del siglo XX por Manuel Meana Canal El Aldeanu, nacido en la parroquia rural gijonesa de Fano en 1884 y auténtica institución de la historia local


Aún muy joven, Manuel Meana Canal abrió el chigre (taberna sidrera) El Diablo en la cercana Plaza del Marqués, justo al otro lado del pasadizo del fondo, como hemos dicho. Tuvo gran éxito pero pronto lo vendió para comprar una parcela en esta Plaza Mayor, abriendo una modesta hospedería de sólo 15 habitaciones en sus únicas dos plantas a la que llamará El Laurel, cuyas hojas dibujadas en el techo de la recepción es lo que queda de aquellos primeros tiempos


Pero pronto, en 1922, hará una importante reforma, adquiriendo el edificio de la lado, donde ahora está la cafetería, pasando a llamarse Gran Hotel Asturias


 De esos comienzos existe una importante anécdota, un día un mozalbete entra a robar en el hotel, El Aldeanu lo sorprende y al recriminarle le pregunta porqué lo ha hecho, a lo que el rapaz le responde que por hambre. Impresionado, Manuel Meana le deja ir y no avisa a la autoridad. Años después, cuando se vea preso y castigado a trabajos forzados en El Musel tras el estallido de la Guerra Civil, el antiguo ladronzuelo será el responsable de la prisión en la que está y, al reconocerlo, lo librará de un inminente fusilamiento


Cuando pasó la Guerra Civil, en la que como vimos estuvo a punto de ser fusilado, Manuel Meana Canal, El Aldeanu, vuelve a ponerse al frente de su hotel, que amplía gracias a un préstamo de Baldomero Alonso, administrador del Conde de Revillagigedo, con el que se hace con un nuevo inmueble contiguo que mira al Campo Valdés, con unos 1000 m² que aprovecha para un gran comedor abajo y en los pisos varios salones, llegando a tener 80 salones y pasando a llamarse Hotel Asturias


El actual Hotel Asturias es pues, fruto de sucesivas ampliaciones a lo largo de su historia y es preciso decir que se hizo internacionalmente famoso por ser uno de los escenarios de la oscarizada película Volver a empezar de José Luis Garci, estrenada en 1982, la cual fue la primera película española galardonada con un Oscar de Hollywood (mejor película extranjera). Leemos en la página del hotel lo siguiente en relación a ello:
"Don Manuel Meana Canal (Gijón, 1888 – 1958) era natural de Fano, apodado «El Aldeanu», fue un hombre cordial y un auténtico relaciones públicas muy querido y popular en Gijón. Muy joven abrió en El Muelle la taberna de sidra «El Diablo», y a principios de siglo XX compró una finca de la Plaza Mayor estableciendo en ella la hospederí­a El Laurel, que con los años se transformarí­a en el actual Hotel Asturias.
Desde él, José Luis Garci contó las emociones de su regreso y nos hizo vibrar de tal manera que, cuando en 1982 envió su historia de vuelta a América en su rollo de celuloide, volvió a conquistarla en forma de Oscar de Hollywood a la mejor pelí­cula de habla no inglesa. El primero para España. Gracias Garci."

Durante la durísima posguerra y de acuerdo a sus convicciones, no quiso quedarse impasible ante la gran miseria padecida por muchas gentes del barrio y estableció un servicio diario de reparto de un plato de comida, un potaje, a los necesitados, el cual servía hacia las dos de la tarde, personalmente y ayudado por algún empleado, en la puerta posterior del hotel, que mira a la Plazuela de Jovellanos, tal y como leemos de una magnífica reseña biográfica que de él hace el periodista y escritor Ignacio Peláez en La Nueva España del 25-3-2018 y que también podemos encontrar en El Blog de Acebedo:
"Cada día, sobre las dos del mediodía, muchos eran los que hacían fila a la puerta del hotel. Allí salía puntualmente Manuel Meana, acompañado por alguno de sus empleados, para dar de comer a los necesitados, liderados por "La Perala", que se encargaba de contar platos y cubiertos al terminar. Una práctica que "El Aldeanu" comenzó tras el funeral de su esposa, al que acudieron varios mendigos a darle el pésame para sobrellevar mejor el luto. Incluso, dejó escrito en su testamento que el rito se siguiese llevando a cabo a pesar de su muerte.
Las crónicas de la época le definían como "un perfecto caballero, católico de sentimientos bien afincados; un español que jamás renunció a sus ideas y que tuvo la valentía de proclamar sus convicciones en las circunstancias más difíciles". Con esa carta de presentación se dejaba ver diariamente por la ciudad, dando muestra de que era trabajador. Siempre acudía él en persona a comprar la mercancía en la plaza del Sur. Allí reñía con las campesinas del concejo o bien por el precio o bien por la calidad del producto. Luego, en compañía de algún pinche llevaba las viandas que se servirían ese día. Alguno quedará en Gijón que le recuerde todavía hoy con dos pollos en la mano por la calle Corrida seguido de un carro con verduras y mantecas. 
Otra de sus anécdotas que perdura en Gijón se produjo merced a la incorporación de mobiliario francés para los aseos. Al final de la cadena de la cisterna en una empuñadura de porcelana estaba escrita la palabra "tirez", es decir, "tire usted" pero pocos o nadie lo hacían. De ahí que colgase un cartel en el baño que ponía "tirad del tirez". Tal fue su contribución a la historia de la city que hasta el Ayuntamiento -tras acuerdo ratificado el 9 de octubre de 2001- estimó oportuno darle su nombre a una calle situada en el polígono industrial de Somonte, con entrada por el Río Pinzales y salida por la calle de María González, "La Pondala". Otra mítica."

Al pie del hotel está el busto dedicado a José Miguel Caso González (1928-1995) el gran profesor jovellanista, que no deseamos que nos pase desapercibido. Catedrático de Literatura, la mayoría de su trabajo estuvo centrado en el siglo XVIII español y muy especialmente en la figura de Gaspar Melchor de Jovellanos, con la publicación de sus Obras Completas, así como numerosos artículos, libros y publicaciones sobre la biografía, la época, las ideas, los proyectos y la memoria del ilustrado asturiano del que tanto contribuyó a estudiar y dar a conocer a toda la opinión pública, en trabajos tanto divulgativos como eruditos


Puede decirse sin duda alguna que gracias a José Miguel Caso el jovellanismo cobra nueva fuerza, un impulso que le hace llegar al siglo XXI con la misma vitalidad e innovación que tuviera para los contemporáneos de Don Gaspar. Esta es su biografía extraída de la Enciclopedia de Oviedo:
"Nació en Cangas de Onís en 1928. Cursó el bachillerato en Gijón y Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Oviedo. Fue profesor ayudante en Oviedo (1954-1956) y en Madrid (1954-1956), donde enseñó Historia del Español en la Universidad Complutense. Trabajó con Menéndez Pidal y se doctoró en Madrid. Se doctoró en Lyon en 1960 tras tres años de estudio, obtuvo una cátedra de enseñanza media, ejerciendo primero en Ponferrada y después en el Instituto Jovellanos de Gijón, de 1962 a 1966. Ocupó la cátedra de Lengua y Literatura en la Universidad de Oviedo en 1963, y después estuvo en la misma cátedra en la Universidad de La Laguna, volviendo a Oviedo en 1968, donde ejerció durante tres décadas y fue rector entre 1973 y 1977. Anteriormente había colaborado en la Gran Enciclopedia Asturiana
A partir de 1971 se especializó como dieciochista y en 1972 funda el Instituto Feijoo (anteriormente Centro de Estudios del Siglo XVIII). Fue el primer presidente del Foro Jovellanos y está considerado como el mayor especialista en Jovellanos, siendo muy notable la edición de sus obras completas que estaba realizando desde 1984 y que quedó inconclusa a causa de su fallecimiento, que tuvo lugar en Oviedo el 11 de octubre de 1995. 
A los numerosos homenajes realizados en su villa natal se unió el Ayuntamiento de Oviedo, que tras previa solicitud del Instituto Feijoo de Estudios Asturianos, decidió homenajearle el 2 de noviembre de 1999 asignándole el nombre de una calle que desemboca en la de Vicente Vallina."

José Miguel Caso González nació en Sotu Cangues, un pueblo cangués muy cerca de Covadonga y por tanto, dentro del tema caminero que nos ocupa, en los últimos metros de la famosa Travesía Andariega Xixón-Cuadonga/Gijón-Covadonga. Estudió efectivamente en Gijón/Xixón el bachiller y la carrera de Comercio, licenciándose en Filosofía y Letras por la Universidad de Oviedo en 1951 con premio extraordinario. Entre 1952 y 1954 ejerce de profesor ayudante de Literatura Española en dicha Universidad y de 1954 a 1956 hace lo mismo en la Universidad de Madrid en la especialidad de Historia del Español


Trabaja en colaboración con Ramón Menéndez Pidal en el Romancero Hispánico y, en el periodo 1956-1960 tiene el cargo de Lector de Español en la Universidad de Lyon, de la que se va, después de opositar, para asumir la cátedra de Profesor de Lengua y Literatura Españolas en Enseñanzas Medias, labor que realiza en el Instituto de Ponferrada y en el gijonés Instituto Jovellanos


Se doctora en 1961 por la Universidad de Madrid con una tesos sobre el prerromanticismo de Jovelanos y en 1966 gana la cátedra de Lengua y Literatura Española en la Universidad de La Laguna, trasladándose al año siguiente de nuevo a la Universidad de Oviedo, donde fue Secretario General y Rector (el primero elegido por el Claustro)


Desde 1965 dirigió la Cátedra Feijoo, en la que fundó el Centro de Estudios del Siglo XVIII. Fue Vissiting Professor en las universidades de Maryland y California. De 1973 a 1977 dirigió el Instituto de Estudios Asturianos y fue Vicepresidente de Honor de la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII, publicando a lo largo de su vida más de doscientos libros sobre Historia y Literatura de España, destacando los relacionados con el romancero. El Cantar de mio Cid, Alfonso X El Sabio, el Lazarillo de Tormes, Cervantes, Calderón de la Barca, Valle Inclán y otros muchos, no dejando de lado la poesía asturiana de Caveda y Nava y Juan María Acebal, así como otros temas y asuntos relacionados directamente con Asturias. Aunque, recalcamos sobre todo ello destaca su dedicación a Jovellanos, su mundo y su obra


El busto, en bronce, es obra de Juan Martínez Rionda y fue instalado el 18 de diciembre de 1996, inaugurándose dos días después


De alguna manera es una señal que nos advierte de la cercanía de la casa natal de su amado Jovellanos, en la plazuela de su nombre y donde, enfrente, se fundó el primer Instituto Asturiano por él auspiciado, a un paso del antiguo hospital de peregrinos y a la que se accede luego de pasar la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe del Palacio Valdés o Colegio Santo Ángel


La capilla de la Virgen de Guadalupe fue construida en 1625 por iniciativa de Fernando de Valdés, capitán y regidor perpetuo de Gijón/Xixón, pegada a la torre del oeste del Palacio de los Valdés, empezado a construir en 1564 por su padre don Pedro de Valdés y Menéndez de Lavandera, Almirante de la Escuadra de las Indias, quien combatió en la Armada Invencible 


La obra del palacio se atribuye a la mano de Juan de Cerejedo el Viejo, pero el remate estaría a cargo del florentino Juan Battista Portiguiani, quien acudiría a las obras de El Escorial, en tiempos de Felipe II, donde conocería al Inquisidor General, el asturiano Fernando Valdés y Salas y esa sería la razón de su presencia aquí, confiriéndole al conjunto una traza netamente renacentista, en concreto en la fase final de este estilo, la manierista


Su estructura de dos torres simétricas con un cuerpo central sigue el patrón de muchos palacios asturianos de la época. El hacerlas almenadas ya no obedecía a una necesidad defensiva, ya que por entonces y con la plena extensión del uso de la pólvora esta se basaba más en baterías costeras fortificadas en promontorios y atalayas, pero sí de cierta ostentación medievalizante queriendo dejar patente la antigüedad de los linajes



El palacio pasó a ser fábrica de tabacos entre 1822 y 1844, antes de ser esta llevada al desamortizado convento de las Agustinas Recoletas de Cimavilla, sito al pie de L'Atalaya o La Talaya. Luego fue aduana y, a partir de 1880 el Colegio del Santo Ángel. Las primeras Hermanas de esta orden del Santo Ángel de la Guarda llegaron a España en 1864 y se establecen en esta villa en 1878, primeramente en la Plazuela de la Soledad de este barrio de Cimabilla y luego en la calle San Antonio y al lado de la Plaza del Sur, hasta que consiguen este inmueble en arrendamiento y se asientan en él dos años después


En cuanto a la capilla, esta es obra del arquitecto cántabro Pedro de Cubas de la Huerta, es también conocida como capilla de la Santa Cruz, es de una sola nave con bóveda de cañón y guarda en su interior imágenes del artista barroco gijonés Luis Fernández de La Vega. Al exterior, sobre portada de arco de medio punto, frontón triangular con un pequeño óculo


La capilla da paso a la Plazuela de Jovellanos, su advocación a Nuestra Señora de Guadalupe muestra las vinculaciones familiares de los fundadores con las Indias, en concreto con Nueva España, el México actual. Hay quien dice que se trataría de una de los primeros santuarios dedicados a esta Virgen en España


Al pasar nos fijamos en los detalles de esta parte del Hotel Asturias, abajo el comedor, arriba las habitaciones


Y en lo alto la 'H' de Hotel con cuatro estrellas en un frontón de motivos vegetales


Y en otro de características similares la 'H' y la 'A' de Hotel Asturias, superpuestas. De él encontramos esta reseña sobre su historia y características arquitectónicas en Central de Reservas:
"Este hotel, que abrió sus puertas como tal en el año 1946, tiene sus orígenes en una antigua hospedería del siglo XIX. Aunque hoy está totalmente renovado, conserva esa esencia regia tan característica de los edificios de antaño, con las barandillas de las escaleras de filigrana de hierro, techos altos, columnas, suelos de madera... que lo convierten en un hospedaje con encanto. Sus salones climatizados, con diferentes capacidades, están preparados para acoger actos y celebraciones de todo tipo, tanto familiares como de empresa. Su restaurante, situado en la planta baja y en donde se sirve menú del día, comparte protagonismo con la zona de bar, un rincón acogedor que mantiene la magia de los cafés de estilo literario. La decoración clásica de estas zonas nobles continúa en las habitaciones "tradicionales" del Hotel Asturias, dormitorios que, con su mobiliario de madera maciza y sus vistas a la Plaza Mayor de Gijón, hacen un guiño a los establecimientos hoteleros de principios del siglo pasado. Por su parte, las habitaciones "modernas" incluyen cómodos armarios empotrados, bañeras o columnas de duchas de hidromasaje, así como muebles de diseño contemporáneo."


El comienzo del artículo de Ignacio Peláez, puede ser un hermoso epitafio y semblanza de El Aldeanu, que guarda y mantiene su memoria en la ciudad:
"Su muerte corrió como la pólvora, de boca en boca, por toda una ciudad que se iba entristeciendo poco a poco con la noticia. Era un día 15 de mayo de 1958 cuando, horas después de que los rusos mandasen al espacio a el satélite artificial Sputnik 3, una larga enfermedad hizo claudicar a Manuel Meana Canal, "El Aldeanu", a sus 71 años. Había muerto un hombre cordial, trabajador, sincero, auténtico, generoso, popular y muy querido en Gijón. "Una verdadera institución" que en ese momento lograba pasar, con nombre y apodo propio, a la historia de la ciudad por ser el fundador del oscarizado Hotel Asturias y por haber alimentado a los muchos hambrientos que la posguerra dejó en Gijón."

Y entre el Hotel Asturias ya salimos a la Plaza o Plazuela de Jovellanos, con el tránsito de este nombre a nuestra izquierda, la muralla de ladrillos con sus torreones semicirculares y cuadrados, la Casona de Jovellanos, o Casa del Fornu, con la recreada, más que reconstruida, Torre del Reloj al fondo, encima de dichos torreones cuadrados que fueron los de la puerta principal de la muralla y, a la derecha, el Museo Casa Natal de Jovellanos, cuya visita es absolutamente recomendable y, asomando un poco a su izquierda, la capilla de los Remedios del antiguo Hospital de la Villa o de Corraxos, medio tapada por la Casa del Forno pero bien reconocible por su espadaña


En este también llamado antaño Campo de Jovellanos, plantó el ilustrado gijonés nueve árboles frente a esta su casa, en la que realmente solo vivió algunos intervalos de su vida, tal y como nos recuerda María Teresa Caso Machicaco en Un paseo con Jovellanos en el Gijón del siglo XVIII, publicado por el Ayuntamiento en 2011 conmemorado el bicentenario del prócer
"A lo largo de su vida Jovellanos no residió muchos años en su amada ciudad. La abandonó en 1757, con trece años, para estudiar en Oviedo. Después de dos breves estancias en ella en 1767 y 1782, en 1790, con cuarenta y seis años, regresó, permaneciendo hasta noviembre de 1797, cuando viajó a Madrid para hacerse cargo del Ministerio de Gracia y Justicia. Cesado al año siguiente, volvió Jovellanos a Gijón en el otoño de 1798. En 1801 fue hecho prisionero y conducido como reo de estado a la isla de Mallorca. En un breve y accidentado viaje, Jovellanos volvió a su villa natal en agosto de 1811 y, huyendo de los franceses, la abandonó en el mes de noviembre, falleciendo unos días después. En total, menos de veinticinco años de los sesenta y siete de su vida. 

Pero Gijón significaba para él un lugar seguro, un refugio, un verdadero hogar. Así lo confirman sus anotaciones del Diario, empezado a escribir en 1790, y su abundante correspondencia. Además, incluso estando lejos de Asturias y ocupado en asuntos de carácter nacional, Jovellanos piensa, proyecta e intenta llevar adelante distintas iniciativas para mejorar su ciudad natal y para alcanzar el progreso y el bienestar de sus ciudadanos. Así sucede, por ejemplo, con el Plan general de mejoras propuesto al Ayuntamiento de Gijón, escrito en 1782, o con los distintos proyectos que llevó adelante para la construcción de la carretera de Pajares. Incluso en 1804, prisionero en Bellver, Jovellanos redactó sus Apuntamientos para el Diccionario Geográfico-Histórico de Asturias, hechos, como él mismo dice, «deprisa, a hurtadillas, sin más socorro que la memoria». En ellos habla de su amado Gijón, dejando traslucir su cariño por la ciudad que lo vio nacer y el profundo conocimiento de su historia."

Según subimos plaza arriba hacia la casa nos encontramos primeramente con la muralla, o su recrecido en base a los hallazgos descubiertos casualmente durante las obras de un inmueble en 1982, como recuerda para el periódico El Comercio Marcos Moro en su artículo 40 años del hallazgo que dio un vuelco al origen de Gijón, publicado el 14-2-2022:
"El 11 de febrero de 1982 EL COMERCIO informaba a sus lectores de la suspensión de las obras de demolición en un solar de Cimavilla, detrás del Hotel Asturias, tras la aparición de un muro de traza antigua. El derribo de dos viviendas ruinosas del siglo XVI para construir apartamentos sacó a la luz unos restos que se protegieron de forma inmediata de la piqueta con la ayuda del por entonces jefe de la Policía Local, Isidoro Cortina. Fue un azar similar al de las obras de alcantarillado que dieron con las termas romanas en 1903. 
El estudio de aquellos primeros vestigios, que resultaron pertenecer a la puerta de entrada a la antigua muralla romana de Gigia, permitió comprobar que esos restos eran tan solo un pedazo de una fortificación mucho mayor sobre la que se había teorizado mucho y que, en aquel lugar, se conservaba bastante bien. 
La arqueóloga Carmen Fernández Ochoa, que dirigió las excavaciones de Cimavilla entre 1981 y 1995, asegura que ese hallazgo «permitió documentar que era romana con datos incontestables y la fecha de su construcción». Hasta entonces, explica la catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Madrid, los eruditos pensaban que «era más estrecha, de la época de Augusto, militar de la conquista..., pero con la aparición de esos restos se dio un vuelco al origen de Gijón con datos fehacientes o, dicho de otro modo, se pudo conocer el papel de la muralla en el contexto del origen de la ciudad».
De tipo tardorromano, la muralla de Gigia, situada en el actual barrio de Cimavilla, fue levantada mucho después del asentamiento total de Roma en Hispania. Entre la segunda mitad del siglo III después de Cristo y el primer cuarto del siglo IV, en el Bajo Imperio. Tenía 850 metros de longitud, entre 3 y 4,6 metros de grosor y pudo alcanzar los 10 metros de altura. Se extendía desde la actual zona de la iglesia de San Pedro hasta el muelle y estaba flanqueada por 16 torres semicirculares. La técnica constructiva emparenta a la fortaleza gijonesa con las murallas de Lugo, León y Astorga. 
Se mantuvo en uso hasta que la ciudad fue asediada e incendiada en 1395 en las luchas entre Enrique III de Trastámara y el conde Alfonso Enríquez. A partir de esa fecha los restos que se salvaron de la destrucción fueron usados para construir viviendas y palacios, manteniéndose en la actualidad restos integrados entre los edificios del barrio alto. Tras su descubrimiento en 1982 este importante monumento no se ha podido exhibir en algunos tramos por las dificultades impuestas por la topografía urbana, pero se arbitraron distintos modos de presentarla al público. 
En la zona oriental, junto al manantial de la Fontica, la muralla se ha reconstruido en ladrillo visto, un sistema proyectado por el arquitecto Francisco Pol que planteó la recreación volumétrica de la muralla en un material diferente al original del monumento. En torno a la iglesia de San Pedro y en la plaza de Campo Valdés, la muralla permanece soterrada y la señalización del trazado (anchura y trayectoria) se ha realizado mediante la colocación de pavimento con baldosas de diferente color a las empleadas en la superficie de la plaza y del paseo marítimo. 
También se pueden ver restos de la fortaleza en el interior del museo de las Termas Romanas de Campo Valdés y dentro del hotel-restaurante La Casona en la plaza de Jovellanos. En esta misma plaza, la muralla romana ha sido recrecida con ladrillo visto. La evocación de estos volúmenes se desarrolla a distintas alturas y dimensiones siendo las torres de la puerta y la reconstrucción de la antigua Torre del Reloj el eje sobre el que se vertebra el conjunto. Este 'modus operandi' muy discutido en su día dejó de aplicarse en las últimas intervenciones como se puede apreciar en la zona musealizada de la puerta principal, entre las calles de los Remedios y Recoletas, inaugurada en 2011."

Lo cierto es que, en contra de la opinión más extendida, la menos hasta ahora, no era realmente la mítica Gigia. Escribe de ello, en Gigia no es Gijón, apartado dentro de su artículo Gigia / Cea. ¿Vaccea o astur? Fon S. P. en su web Ástures:
"Supongo que hoy en día todo el mundo tiene claro que Gigia no es Gijón, a pesar de que si buscas en Google esta palabra, el primer resultado que sale diga lo contrario y que en la mayoría de las publicaciones científicas de Santos Yanguas de hace dos décadas así se afirme. El relativo parecido entre Gigia y Gijón así lo había hecho creer, pero este paralelismo no resiste el análisis lingüístico y ahora parece claro que Gijón proviene de Saxum, o Saxonem que aparece en las crónicas altomedievales como Gegione y posteriormente como Gijón. 
Tanto en los años 80, como en algunas obras de más de cien años antes, se propone una latitud meridional para este asentamiento. Parece que ubicarla en la localidad leonesa de Cea, en las inmediaciones del río homónimo, es lo más razonable amparándose en dos datos. 
Los argumentos están en la evolución lingüística de Gigia a Cea, bastante probable, y en la citada enumeración de asentamientos en este territorio de Ptolomeo, que la ubica entre las astures de Bergidum y Maliaca. 
Maliaca 10º 20′ 44º 
Gigia 11º 30′ 43º 45′ 
Río Bergidum 8º 30′ 44º 10′ 
De hecho estaría a la altura de Bedunia, bien localizada al sur de la cordillera cantábrica, por lo que la asociación con Cea es la más aceptada en la actualidad."


Si bien existe discusión sobre las características generales, tamaño e importancia del asentamiento aquí existente en época romana, la aparición de murallas revela que tuvo que ser un enclave ciertamente relevante y estratégico, con población que parece ser procedía en origen del cercano castro de La Campa Torres, sobre el puerto de El Musel, castro en el que algunos ven a la mítica Noega citada por los historiadores de la Antigüedad clásica, EstrabónPomponio Mela y Plinio, que estaría habitado por los cilúrnigos (en celta 'caldereros', dadas sus labores metalúrgicas), del pueblo de los luggones (textualmente 'hijos de Lug', deidad principal del panteón celta), una de las 22 gentilidades de los astures. Leemos al respecto en Wikipedia:
"En el actual concejo de Gijón ya existía un poblamiento astur; el castro de Noega, ubicado en la Campa Torres. Tras la finalización en el siglo I a. C. de las Guerras cántabras a manos del emperador Augusto, los romanos se asientan junto a los cilúrnigos en el castro de Noega, ampliándolo. Sin embargo, a partir del siglo I d. C. abandonan el expuesto emplazamiento y se asientan a los pies del cerro de Santa Catalina, actual barrio de Cimadevilla. No serían los únicos lugares del concejo con restos romanos hallados, destacando la Villa de Veranes. No obstante, el legado suele ser toponímico, con nombres como El NatahoyoJoveTremañes o Pumarín.

El poblamiento en la actual Cimadevilla no tendría un tamaño comparable a otras ciudades romanas en Españaaunque si tendría cierta relevancia regional y sería un núcleo terrestre en el que finalizaba un ramal de la Ruta de la Plata desde Astorga6​,y marítimo, al ser un puerto de las rutas comerciales del Cantábrico."

Sobre el recrecido efectuado de muros y torreones se han colocado unos muñecos que simulan monstruosos cuélebres o similares. o se construyó en los momentos de esplendor imperial sino cuando ya comenzaba la decadencia, tal y como sucede en otros muchos lugares como la ciudad de Lugo, en concreto entre los siglos III y IV, existiendo sin embargo una coyuntura económica favorable que permitió su erección:
"La buena situación económica del emplazamiento a partir del Bajo Imperio propiciaría la construcción de una imponente muralla entre los siglos III-IV, aunque sin considerarla como una ciudad militar ante la falta de más estructuras bélicas. Además, se tiene constancia de una fábrica de salazones existente a partir del siglo ii hasta bien entrado el siglo v así como de las termas de Campo Valdés, operativas desde el siglo II al IV."

Sobre si estamos ante una civitas romana o un puesto comercial e industrial portuario de cierta prosperidad e importancia ha dado pie a numerosas controversias, según seguimos leyendo en Wikipedia, voz Gijón romano:
"En 2023 se desata la polémica entre el Ayuntamiento de Gijón y un estudio de dos arqueólogos afines al Principado (César García de Castro y Sergio Ríos). En dichos estudios se cuestionaban las conclusiones extraídas tras las campañas arqueológicas de los 1980, minimizando al máximo la supuesta relevancia del asentamiento de Cimadevilla.​ En un paper previo de 2013 los mismos autores plantean conclusiones similares. Las áreas de cultura del Ayuntamiento defienden la existencia de una ciudad romana, no comparable, sin embargo, a otras grandes ciudades de la península."

Más arriba, sobre la que hubo de ser, recalcamos, entrada principal a la población intramuros, la Torre del Reloj, construida en 1572, se supone que sobre otro alcázar anterior, y que tras servir de Ayuntamiento y cárcel fue demolida en 1911, fue sometida a una reconstrucción no menos polémica. Leemos también en Wikipedia:
"La Torre del Reloj es un edificio del año 1572, ubicado en el barrio gijonés de Cimadevilla (AsturiasEspaña), que se reconstruyó el año 1989 en el mismo lugar con la idea original de que sirviera de museo y de mirador sobre la ciudad, sin tener ese uso actualmente.
Situada en un lateral de las 2 torres de acceso al asentamiento romano amurallado de Gijón, habiendo restos arqueológicos de la puerta de la muralla en la base. 
La torre original, de 1572, sirvió principalmente de cárcel hasta su demolición en 1911 ya que se había abierto la cárcel de El Coto. La torre, durante algunos años, había sido la sede del Ayuntamiento. Entre 1989 y 1995 la torre se reconstruye, bajo la dirección del arquitecto Francisco Pol, en una estética rodeada de polémica y pasa a tener un museo sobre la historia arqueológica de Gijón hasta su cierre en 2009. En la actualidad no tiene uso y ya se ha descartado el uso turístico como mirador."

Su color rosado, algo claro cuando le da el sol plenamente y más rojizo o fucsia en otras condiciones de luz, es motivo de que fuese llamado la Pantera Rosa o, en otro sentido, que el historiador y crítico de arte y literatura Juan Manuel Bonet titulase su semblanza de Francisco Pol, a su muerte, El arquitecto en su Torre Roja, publicado en el periódico ABC el 22-1-2021:
"De Gijón me llega, por alguien que sabe el aprecio que le tenía, la triste noticia de la muerte, el pasado 16 de diciembre, del arquitecto y sociólogo ovetense (afincado en Madrid) Paco Pol, una gran figura en el campo de la dinamización de los cascos históricos. A Paco Pol lo conocí a comienzos de los setenta, en el comité de redacción de un periódico mural de agitación que se llamaba 'La Brecha', y se pegaba, en plan dazibao, en los pasillos de las facultades, entre ellas la Escuela de Arquitectura, de la que él sería luego profesor. 
La gran pasión de Paco Pol fue la rehabilitación de los cascos históricos. La ciudad en que más huella dejó fue Gijón, donde intervino en Cimadevilla y su muralla romana, y en el cerro de Santa Catalina. Siempre que visito esa ciudad, me quedo admirado ante su Torre Roja, que forma ya parte de su skyline. Conocida como Torre del Reloj, la construyó sobre las ruinas de la primitiva, demolida en 1911. Un edificio metafísico, muy Giorgio de Chirico, muy 'Tendenza', muy Aldo Rossi, y hay que recordar la querencia italiana de Paco, enamorado de Venecia, Verona o Bolonia, incluida en este último caso su política urbanística PCI, que en su juventud elogiaba grandemente. 
Gijón le debe además el actual puerto deportivo, la reforma de la Plaza Mayor, y el encargo a Chillida del monumental 'Elogio del horizonte', que desde 1990 se alza frente al Cantábrico, en el mencionado cerro.  
Los ayuntamientos de muchas otras ciudades españolas contaron con Paco Pol. Entre otras, su Oviedo natal, donde construyó el Palacio de Justicia; Madrid, donde se le debe la reforma de la Plaza Mayor; Ciudadela; Cáceres; y la Ciudad Alta de Cuenca, donde dirigió los cursos de Patrimonio Histórico de la UIMP. Premio Nacional de Urbanismo, también obtuvo el del comité de medio ambiente de la OCDE, y en Italia, el de la ANCSA.  
Entre los obituarios que se le han dedicado a este arquitecto vitalista y de amplia cultura, con gran afición a la pintura, y que fue uno de los animadores del activísimo Club de Debates Urbanos, además de los aparecidos en la prensa del Principado destaca, en redes, el de José María Ezquiaga, que fuera decano del COAM, y que contó con él como vocal de su junta de gobierno.  
Dentro de poco saldrá una edición 'normal' de un libro póstumo de Antonio Bonet Correa, Santo y seña de Guillermo Pérez Villalta. Libro para el que me tocó hacer un trabajo de edición, y cuya prínceps salió en Menú, la benemérita aventura conquense de Juan Carlos Valera. En un apéndice final de fichas en bruto, por dos veces el autor hace referencia, en busca de paralelismos arquitectónicos a la obra del pintor, a Paco Pol. En la segunda ocasión pone sencillamente: «Torre Roja. Gijón. Paco»

En marzo de 2024 el Ayuntamiento anunciaba que encargaría un estudio dada la aparición de varios desperfectos. El final de su uso museístico por cuestiones de accesibilidad llevó a la torre a un largo periodo de languidez aunque siga siendo sede del Archivo Municipal con "8 kilómetros de joyas en papel", que es como titula Laura Mayordomo su artículo a él dedicado, publicado en el periódico El Comercio del 22-6-2023:
«Y tú, ¿sabes lo que pone ahí?» «Claro, es mi trabajo». El archivero municipal de Gijón, Eduardo Núñez, sujeta con mimo el restaurado primer libro de actas municipal que se conserva en el depósito de fondos históricos de la Torre del Reloj, ese que en su primera hoja ya menciona la existencia del archivo. Lo hace cuando «se compele al escribano a traer los libros de cuentas del Ayuntamiento para depositarlos en el archivo». ¿Y qué asuntos recogían los libros de actas del siglo XVI? «Lo mismo que hoy, acuerdos municipales, cantidades, presupuestos, impuestos...». Aunque hoy todas esas actas son ya electrónicas. 
En papel se conservan miles y miles de documentos, convenientemente custodiados en unas 28.000 cajas. Y ese primer libro de actas no es el escrito municipal más antiguo de los que se guardan en el archivo. Ese honor lo tiene una escritura notarial de 1507. 
De más atrás no hay nada, hace ver el archivero municipal refiriéndose al cuarto de siglo transcurrido desde que Alfonso X el Sabio otorgó a Gijón la calidad de Puebla, en 1270, hasta la fecha de ese acta notarial que es hoy uno de los documentos de mayor valor del fondo histórico del archivo municipal. 
En la Torre del Reloj, en Cimavilla -una de las cuatro sedes por las que se reparte el archivo-, se guardan otras 'joyas' en papel. Como el catalogado como 'número 1' de los ejemplares raros. Un libro impreso en 1560. Se trata del 'Factorum et dictorum memorabili libri', del que es autor Publio Valerio Maximo, y del que solo existen tres ejemplares en España, cuatro en todo el mundo, como acreditó en su momento la Biblioteca Nacional. El libro, un pequeño y grueso ejemplar de apenas quince centímetros de largo, con una anotaciones a plumilla en los márgenes con una caligrafía tan pulcra como diminuta, formaba parte de la biblioteca de Jovellanos y pasó al archivo -en aquel entonces a unos locales de la calle Rectoría- cuando la casa natal del prócer fue sometida a obras para convertirla en museo. 
La biblioteca del archivo municipal a la que Eduardo Núñez comenzó a dar forma desde su nombramiento como archivero en 1989 suma hoy cerca de 23.000 libros. «Una barbaridad, porque se trata de un fondo local», recuerda. Es decir, se ciñe a títulos sobre Gijón o relacionados de alguna forma con la ciudad. Y a esa cifra hay que añadir los 17.000 folletos, 5.000 carteles y 700 dosieres «pendientes de catalogación», añade. 
Bucear en los más de medio millón de documentos del archivo, en sus fondos bibliográficos, en sus archivos fotográficos, en sus colecciones -de lo más diversas, desde sellos y cuños administrativos, de los que se guardan más de 400, hasta matrices de imprenta, pasando por una colección numimástica que se acerca a los 3.000 ejemplares- es sumergirse de lleno en la historia de Gijón. En la que da cuenta, a través de los carteles informativos del propio ayuntamiento, de las carreras de velocípedos que se organizaban a finales del siglo XIX; o de los consejos sobre salud que se intentaban transmitir con los carteles que colgaban de las paredes de la Gota de Leche o el antiguo Hogar Maternal. 
Y como el archivo municipal es mucho más que el lugar donde se conservan actas de comisiones y plenos, también se guardan en él archivos de particulares -el del padre Patac es uno de ellos o, más recientemente, el del fallecido Francisco Prendes Quirós-, de empresas, instituciones y colectivos. Es el caso de los archivos del Gremio del Mar, de la Junta de Conservación del Puerto, de Astilleros del Cantábrico, de Almacenes La Sirena, del Cine Rivero, de la Mancomunidad Turística de las Siete Villas, de la Universidad de Cimadevilla o de la Escuela Universitaria de Trabajo Social. 
También se custodia la documentación de todos los planes generales y los planos de población de Gijón desde 1928 hasta la actualidad. Y el conocido como 'plano de Sanz', de 1850, el más antiguo que se conserva. 
Hace unos años, Núñez hizo el cálculo. Todo ese patrimonio se guarda en unas estanterías que, colocadas linealmente, sobrepasarían los ocho kilómetros de largo. Y para hacerse una idea de cómo están repartidos esos fondos, en la Torre del Reloj -que alberga el archivo desde el año 1995- solo se encuentra una quinta parte de todo ese entramado de armarios compactos y estanterías. Ya no hay capacidad para más. «Esto se quedó pequeño». En realidad, asegura el jefe del servicio de Archivo y Documentación del Ayuntamiento, «se quedó pequeño el mismo día de su inauguración».

Luego de la caída del Imperio Romano no se tienen noticias de esta muralla hasta avanzada la Edad Media, siendo un baluarte de importancia en los sucesivos asedios de la antigua villa y puerto en el siglo XIV, dentro de las pugnas de los condes de Noreña por el trono castellano


La destrucción definitiva de muralla y ciudad acontecieron como hemos dicho en 1395, cuando Alfonso Enríquez guardaba esta plaza, defendida hasta el último momento por su esposa la condesa Isabel de Portugal, frente a las huestes de Enrique III de Trastamara, quien ordenaría que de esta plaza fuerte no quedase "piedra sobre piedra". Cuando décadas después la población pudo ir reconstruyéndose se hizo de nuevo cuño, sin aprovechar estas defensas, cuyos arrasados cimientos sirvieron para construir sobre ellos los nuevos edificios, si bien algún elemento como la Torre del Reloj, fue reaprovechado


Según las siempre discutidas crónicas y previo pacto de exilio de la condesa Isabel para el abandono de la resistencia, los últimos defensores incendiaron los edificios de la población con las vituallas y enseres que albergaban antes de salir por mar. Después, al entrar el Trastámara, cansado ya de los asedios que repetidamente se producían en esta plaza, mandó arrasarla totalmente y hacer la yerma y despoblada derribando también sus murallas


De todas formas a lo largo del tiempo se mantuvo viva la memoria de la vieja ciudad y de sus murallas, ocasionalmente se sabía de algún lienzo o piedras que salían a la luz, además de algunos vestigios de los antiguos templos, casas y edificios principales, hasta que, a partir de los descubrimientos casuales de primeros de los años 1980, se decidió recuperarla, a veces con polémica por el método empleado y por la gestión de las obras y determinados planes, pero es lo que ha quedado a la vista con su enladrillado-recrecido


Tras la destrucción del viejo Gijón/Xixón, llegarían los tiempos de su reconstrucción en el siglo XV y, con ellos, los antepasados de Jovellanos. Aquí, un tal Laso García de la Vega, recibió del rey Enrique III, aquel que venció esta plaza a la condesa Isabel, esposa de Alfonso Enríquez, unos terrenos en este lugar, en agradecimiento a su fidelidad y ayuda en el asedio. Aquí había estado el alcázar del mismo Alfonso Enríquez y sobre él se hace una primera torre, la occidental, que su nieto Juan García de Jove (1460-1525), llamado El Fundador, reconstruiría posteriormente 


A continuación, en 1525 Gregorio García de Jove, El Viejo, amplía aquella primer torre-mansión en unos trabajos que duran hasta 1548, siendo la casona de los Jove-Labandera y Jove-Llanos, configurándola como un típico palacio señorial asturiano con sus dos torres (añade a la vieja la Torre Nueva, a la derecha) separadas por un cuerpo central con planta alta. Es el esquema de muchos palacios asturianos tanto urbanos como rurales, de ello nos hablan en la página del Museo-Casa Natal Gaspar Melchor de Jovellanos:
"La historia de esta construcción, uno de los edificios señoriales más antiguos de la ciudad, corre paralela al relevante papel de Gijón durante la Edad Media, muy especialmente en la guerra que enfrentó al conde de Gijón, el rebelde don Alfonso Henríquez, contra su tío, el rey Enrique III de Castilla.
La casa fue construida en el solar que Enrique III donó al comandante Laso García de la Vega, en reconocimiento a su apoyo durante la contienda que concluyó con el devastador asedio de Gijón. Su nieto, Juan García de Jove, apodado el Fundador (1460-1525), reconstruyó la torre occidental de la casa, la torre vieja, erigida sobre las ruinas del alcázar del conde Alfonso Henríquez, y Gregorio García de Jove, el Viejo († 1553), será quien dio al inmueble su aspecto actual al construir la segunda torre en la parte oriental y unir las dos mediante un frente de fachada de aspecto palaciego."

Aún en la mitad del siglo XVIII el padre de Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco Gregorio Jove Llanos de Carreño, reformó sus dependencias, con largos pasillos y 21 habitaciones. Aquí nació Gaspar Melchor de Jovellanos, hijo de esta larga estirpe, el 5 de enero de 1744, siendo su madre Francisca Apolinaria Jove Ramírez. Escribe de ello el erudito Javier Rodríguez Muñoz en su artículo Gaspar de Jovellanos: nacimiento y familia, publicado en La Nueva España del 31-10-2011:
"El 5 de enero de 1744 nació en Gijón un niño, hijo del matrimonio formado por Francisco Gregorio Jove Llanos y Carreño y Francisca Apolinaria Jove Ramírez. Le fueron impuestos los nombres de Baltasar, Melchor, Gaspar y María, pero el que prevaleció fue el de Gaspar, con el que firmaba y fue conocido en su época. El tiempo demostraría que ese hijo había sido un auténtico regalo de Reyes. Su padre, Francisco Gregorio, era regidor y alférez mayor de la villa y concejo de Gijón, además de hombre de talento e instrucción en las humanidades y buenas letras que versificaba con gracia y agudeza 
Su hijo Gaspar cuenta que «tenía tal ingenio para decir de repente, que era siempre la delicia y la admiración de todas las concurrencias». Su madre, Francisca Apolinaria, pertenecía también a la más rancia nobleza gijonesa y asturiana, pues era hija de Carlos Miguel Jove Ramírez, marqués de San Esteban del Puerto, y de Francisca María de Miranda Ponce de León, hija a su vez del marqués de Valdecarzana, uno de los más poderosos linajes del Principado. En realidad, pertenecían ambos esposos a la más antigua y encumbrada nobleza gijonesa y asturiana. 
«Mi familia», escribió Gaspar de Jovellanos en unas Memorias familiares redactadas en 1810, «era contada entre las nobles y distinguidas de la villa de Gijón desde los fines del siglo XV». Francisca Apolinaria era «señora de grande hermosura, virtud y dulzura de carácter». Los que conocieron a Gaspar de Jovellanos opinan que heredó de su madre su suavidad de maneras. Pese a sus muchos hijos, parece que Gaspar era el preferido de su madre, según se desprende del siguiente párrafo de una carta escrita por Tomás Menéndez de Jove a Jovellanos: «Su madre de V.S. está muy disgustada siempre que no escribe y quando lo haze... es muy especial la complazencia que tiene y entonces la zumbamos mucho por lo que le distingue de los demás hijos en los cariños». 
La larga nobleza de sus padres no era acompañada de similar fortuna, hecho que se vio agravado por la prolija descendencia que tuvieron. Heredero del mayorazgo de los Jovellanos, Francisco Gregorio tuvo que atender a la colocación primero de sus hermanos y, luego, a la de sus propios hijos. Por ello, escribe Gaspar de Jovellanos, su padre «vivió siempre una vida llena de cuidados, precisado a contraer algunas deudas para costear las asistencias que señaló a sus hijos en las carreras a que los destinó». Al hacer testamento en 1775, todavía no había podido pagar a sus hijas las dotes, por lo que encarga a su heredero, Francisco de Paula, que se encargara de ello. Murió Francisco Gregorio el 30 de noviembre de 1779. Francisca Apolinaria lo hizo en 1792. 
Gaspar Melchor hizo el número once de los hijos del matrimonio. Le precedieron Francisco de Paula y Petronila, que murieron siendo niños. A continuación, Benita, Juana, un mal parto, Catalina, Juan Bautista, muerto también en la niñez, Miguel, Alonso y Francisco de Paula. Después de Gaspar, aún nacieron Josefa y Gregorio. La temprana muerte de sus hermanos mayores hizo que Gaspar acabara heredando el mayorazgo de su familia, que transmitió al mayor de los hijos de su hermana Benita, Baltasar de Caso Cienfuegos y Jovellanos. Su hermana Benita fue una de las mujeres importantes en su vida. De ella escribió en las citadas Memorias familiares, que lo que la naturaleza agravió «en su figura, que es a la verdad poco recomendable, la favoreció en las dotes de su alma, que son de las más sobresalientes». Al ser la mayor, cuenta su hermano, se encargó muy pronto «del gobierno interior de la casa y el cuidado de sus hermanos pequeños». 
Otro de sus hermanos, Miguel, nacido en 1740, tuvo una vida trágica. Cuenta Gaspar de este hermano que se educó con el mayor cuidado, estudiando Humanidades. Cuando contaba 18 años «se apasionó furiosamente de una criada de singular hermosura que había en la casa, a quien llamaban La Encantadora por los muchos apasionados que tenía». Fue un enamoramiento desgraciado, pues sabedor de «que sus amores no podrían tener un buen término se apoderó de él una terrible pasión de ánimo, que al fin le condujo al sepulcro en la flor de los años». Falleció con 18, «de dolencia no conocida por los médicos, y no sin sospecha de que naciera de una pasión amorosa, ni satisfecha ni reprimida». Como era habitual en las familias de la nobleza, el hijo mayor heredaba el mayorazgo, es decir, la casa y todos sus bienes, y el resto de los hijos eran destinados, generalmente, a las armas o a la carrera eclesiástica. La salida de las mujeres era el matrimonio. Alonso y Francisco de Paula sirvieron ambos en la Armada. Alonso murió muy joven, cuando servía en aguas americanas, del vómito negro. Francisco de Paula tuvo que abandonar la Armada para hacerse cargo del mayorazgo y la dirección de la casa. 
Especial devoción y cariño sintió Gaspar por su hermana Josefa, que al quedar viuda muy joven optó por ingresar, contra el criterio de su hermano, en el convento que las Agustinas Recoletas tenían en Gijón, muy cerca de la casa familiar de los Jovellanos. Al enviudar, Josefa había pasado algunos años al cargo de la casa familiar en Gijón y, posteriormente, pasó a vivir en Oviedo con su otra hermana Benita, dando ya entonces muestra de un gran espíritu caritativo materializado en diversas obras de gran mérito. Era por entonces su confesor, Lucas Zarzuelo, canónigo de la Iglesia Catedral de Oviedo, hombre «de más celo y virtud que ilustración», según Jovellanos, que la indujo o animó a encaminarse al claustro. 
Le hizo desistir de esta idea su hermano, en un primer momento, pero, pasado algún tiempo, ingresó en el convento «súbitamente y con tanto secreto que, aunque avisado en el mismo día», escribe Jovellanos, «procuré estorbarlo por medio de una enérgica carta a su director». Pero cuando la escribía, ya su hermana estaba «cubierta con el velo a pocos pasos de mi casa». Tan decidida fue su resolución que, previamente, había ya distribuido todos sus bienes. Josefa falleció en el convento en 1807, tras una vida ejemplar. «En sus últimos días», escribe Gaspar de Jovellanos en las Memorias familiares, «fue afligida de una agudísima enfermedad, a que pudo dar causa la pena que le causó mi arresto y traslación a Mallorca, porque el amor que nos habíamos profesado había crecido y fortificado con el trato, siendo yo la única persona de quien recibía visitas en el convento y a quien recurría diariamente para ejercitar su ardiente caridad». Su último hermano, Gregorio, fue también marino y murió en un combate naval de la escuadra española contra la inglesa, en 1780."

La familia se mantenía pues sobre todo en base a un mayorazgo, institución patrimonial ligada a una familia, cuyo origen rastrea Rodríguez Muñoz en los mismos orígenes de la estirpe:
"La casa natal de Gaspar de Jovellanos ocupa el solar en el que se alzaba el alcázar del conde Alfonso Enríquez, el hijo bastardo de Enrique II de Trastámara, heredero del señorío de Gijón y de otros muchos bienes en Asturias, que a la muerte de su padre se rebeló contra su hermanastro Juan I y contra su sobrino Enrique III. Su última revuelta acabó en septiembre de 1395, tras un largo sitio, con la destrucción de Gijón. En 1397, el rey Enrique III donó a Laso García de Jove ese solar en premio a su apoyo durante las luchas con su tío. 
Un nieto de este Laso, Juan García de Jove (1460-1525), al que Jovellanos denomina El Fundador, reconstruyó la denominada «torre vieja». Una segunda torre, la «torre nueva» (la situada a la derecha, según se mira a la casa desde la plaza), fue levantada en el segundo cuarto del siglo XVI por Gregorio García de Jove El Viejo (muerto en 1553), quien también construyó el cuerpo central palaciego que une ambas torres, dando a la casa la configuración que mantuvo hasta el siglo XX. Esta casa, solar de la familia, aparece vinculada al mayorazgo fundado el 17 de abril de 1548 por el citado Gregorio García de Jove y su mujer, María González de Bandujo, incluyendo además la plaza que había delante de ella. Tal y como entonces estaba configurada la casa, se mantuvo a lo largo del tiempo, hasta nuestros días, aunque diversas reformas se fueron operando, que afectaron particularmente a la distribución de los espacios interiores y a la disposición y tamaño de las ventanas. El padre de Jovellanos, Francisco Gregorio, tuvo que reformar la mitad de la casa, seguramente para acomodar a tan amplia descendencia. Ya en el siglo XX, se hicieron ampliaciones en la torre vieja para la construcción de una casa. 
El Gijón en el que nació Gaspar de Jovellanos era una pequeña villa que tenía por entonces 3.108 habitantes. El puerto era su principal activo y de conseguir medios para la construcción de un nuevo muelle se encargó el padre de Jovellanos, como regidor alférez mayor que era de la villa. Dice al respecto Jovellanos: «Hacia los años de 1748 le comisionó la villa a la corte para solicitar de Su Majestad la construcción del nuevo muelle, y con su eficacia y talento consiguió cuanto pretendía, siéndole deudor aquel puerto y toda la provincia de una obra tan importante a su felicidad».

En esta torre nueva vivió Jovellanos a su regreso durante los años 1790 y 1797, al cederle su hermano mayor, Francisco de Paula, que como hemos visto, había dejado su carrera militar para hacerse cargo de casa y mayorazgo, como le correspondía al ser el primogénito, las habitaciones del segundo piso, que Jovellanos adaptaría a partir de 1793 según sus necesidades, despacho, dormitorio y habitación para su secretario José Acebedo Villaroel. Escribe de aquel momento María Teresa Caso Machichaco:
"Mandó hacer una nueva escalera para subir al cuarto de la torre, y decoró este con papel pintado:«Elijo un fondo anteado, una cenefa plomo claro con listas azules, estatuillas color de naranja, jarroncitos color de chocolate, con su friso o zócalo de claro oscuro, jarrones de lo mismo para sentar sobre él y rodapié de mármol», anota en su diario."

 «Es un cuarto lindísimo» –escribe a su amigo González de Posada– «con bellas vistas al mar y al mediodía». 

Allí en la fachada están los linajudos blasones de la estirpe


De la casa familiar, Caso Machichaco repasa también sus fases de construcción desde sus orígenes hasta los tiempos de Jovellanos:
"Construida entre los años 1525 y 1548 por orden de Gregorio García de Jove, ampliando la sencilla casa-torre del siglo xv erigida por Laso García de la Vega sobre las ruinas del alcázar del conde don Alfonso Henríquez, la casa de los linajes Jove-Labandera y Jove-Llanos contaba con dos torres, estrado y otras dependencias ordenadas alrededor de un pequeño patio. El padre de don Gaspar, Francisco Gregorio Jove Llanos, había hecho a mediados del siglo XVIII una importante reforma del primitivo edificio. Con muchos tabiques, largos y lóbregos pasillos conducían a las veintiún habitaciones del piso principal. La zona de servicio se localizaba en la parte trasera, mirando a la calleja de Las Cruces, y la escalera principal, en el ángulo suroccidental del patio, era de dos tramos partidos por un descansillo.

Otra escalera que partía de la primera planta llevaba al segundo piso de la torre oriental o torre nueva. Para subir a la torre vieja había dos: una exterior y otra interior, más pequeña, que arrancaba de la zona de la cocina. También había un establo-cochera y un pequeño trozo de huerta cerrado con tapia."

Años más tarde en 1798, tras ser nombrado Ministro de Gracia y Justicia para ser cesado a los ocho meses, Jovellanos regresó, pues habiendo muerto su hermano ese mismo año le tocaba a él ahora hacerse cargo de casa y patrimonio: 
"En octubre de 1798, vuelve Jovellanos a Gijón desde Madrid, después de ocho meses ocupando el cargo de ministro de Gracia y Justicia. En agosto ha fallecido su querido hermano Francisco de Paula: 
Nada me ocupa de cuanto dejo atrás, pero me llena de amargura la falta de mi hermano que tanto contribuía a la felicidad y dulzura de mi vida en tiempo más venturoso. Su sombra virtuosa se me representa en todas partes, y empezando a venerarle como el espíritu de un justo que descansa, casi no me atrevo a llorar sobre sus cenizas.
La vieja casa está vacía. Sus habitaciones, adornadas y reformadas hace años, le parecen a don Gaspar frías y oscuras. Rodeado de criados, se siente cansado, enfermo y solo. Para aliviar su melancolía, sale a dar un paseo, a ver cómo están sus amados árboles, a comprobar cómo van las obras que dejó empezadas el año anterior. Enseguida empiezan los amigos a saludarle, y don Gaspar camina con paso firme, cada vez más firme, por las queridas calles de su ciudad natal."

Entonces ocupó las habitaciones del piso principal de esta torre, con salón y cuarto de chimenea para animadas veladas y tertulias, lecturas y partidas de cartas, adornándolas con buenos cuadros y complementos:
"... a su regreso del Ministerio de Gracia y Justicia, Jovellanos emprendió de nuevo obras de acondicionamiento. Su hermano había fallecido y las necesidades de don Gaspar habían aumentado. Ocupó entonces las habitaciones del piso principal de la torre nueva y un cuarto de chimenea que situó en el antiguo salón, dividido ahora en tres piezas: salón propiamente dicho, cuarto de chimenea y habitación de acceso a la torre vieja. En el cuarto de chimenea se celebraban tertulias, lecturas en voz alta y partidas de cartas. Colgó varias pinturas que había traído de Madrid, colocó varias estanterías para sus libros y se embellecieron los techos con plafones y las paredes con rodapiés. Desde el cuarto de chimenea se accedía a sus habitaciones privadas: el estrado –biblioteca y gabinete de trabajo–, la alcoba y el vestidor. El cuarto de la torre seguía siendo el lugar preferido para trabajar en los días de verano."

En el medio de esta Plazuela de Jovellanos una placa circular, de las colocadas en su bicentenario, recuerda aquel su regreso en 1798 para ponerse al frente de la hacienda familiar tras una vida llena de vaivenes, sigue escribiendo María Teresa Caso Machichaco:
"Gaspar Melchor de Jovellanos nació en Gijón el 5 de enero de 1744. Hijo de padres hidalgos, estudió primero en Oviedo y después en Ávila y Alcalá, en cuyo colegio de San Ildefonso se doctoró en Cánones (1763). En 1768 fue nombrado por el rey alcalde del crimen de la Real Audiencia de Sevilla, ciudad en la que permaneció diez años, en los que entró en contacto con el círculo esencial de la Ilustración española a través de su amigo Pablo de Olavide. Ascendido en 1774 a oidor de la misma Audiencia, en 1778 fue nombrado alcalde de Casa y Corte, trasladándose entonces a Madrid. En la capital de España se le abrieron todas las puertas, ingresando sucesivamente en la Sociedad Económica Matritense –de la que llegó a ser director (1784)–, en la Academia de la Historia, en la Española, en la de Cánones y en la de Bellas Artes de San Fernando, siendo nombrado consejero de las Órdenes Militares en 1780. Cuando en 1790 quiso ayudar a su amigo Cabarrús, que había sido encarcelado, Jovellanos fue desterrado a Gijón con el pretexto de que tenía que visitar las minas de carbón de Asturias, para lo que se le había designado el año anterior. En Gijón permaneció hasta 1797. Fue uno de los períodos más fructíferos y felices de la vida de don Gaspar. Concluyó el Informe en el expediente de Ley Agraria, y la Memoria sobre los espectáculos públicos; fundó el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, inaugurado en 1794; trabajó en el proyecto de la carretera de Oviedo a León y realizó diversos viajes por el norte de la Península, que dejó anotados en su Diario, empezado a redactar en 1790. Nombrado embajador en Rusia e inmediatamente ministro de Gracia y Justicia en 1797, fue cesado ocho meses más tarde. Jovellanos regresó entonces a Gijón..."

En ella se lee la frase que escribió nada más volver:
"He echado sobre mí el cuidado de esta casa, que me vio nacer, y el del Real Instituto Asturiano, que con tantos desvelos hemos fundado"

Efectivamente, aquí está la antes citada Casa del Fornu, construida sobre la misma muralla. En ella fundó Jovellanos una de sus máximas ilusiones: el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, del que fue esta su primera sede, aportación de su hermano Francisco de Paula, ya que era de su propiedad personal


Más de cien años atrás, una antepasada de Jovellanos, Juana Jacinta Ramírez Valdés, esposa de Francisco Jove Llanos, propuso a las monjas Agustinas Recoletas, que estaban negociando con el Ayuntamiento y fuerzas vivas, bastante infructuosamente, asentarse en esta villa, que lo hiciesen en esta casa y así en ella se establecieron, entre 1668 y 1679, mientras se construía su convento unas calles más arriba. Leamos a María Teresa Caso Machichaco:
"El monasterio de la Santísima Trinidad y Purísima Concepción, de Madres Agustinas Recoletas fue fundado en 1668 por los tatarabuelos de don Gaspar, Francisco Jove Llanos y Juana Jacinta Ramírez de Jove Valdés. La construcción de la casa se inició en 1670 en el Campo de la Atalaya y es la única orden religiosa establecida en la ciudad. El hermoso edificio, de estilo barroco, fue construido por el arquitecto Ignacio de Palacio y la iglesia se consagró en 1684. En un primer momento, hasta que se terminó la obra, las madres agustinas fueron alojadas en el mismo edificio que ahora ocupa el Instituto, frente a la casa de los Jovellanos que, además, «cediéronles parte de su huerta para la edificación del nuevo monasterio; sustentáronlas hasta su traslación a él y aun concurrieron a su dotación con otros muchos vecinos y devotos».

Precisamente en la Casa del Fornu fallecería la priora fundadora, María de Santo Tomé, recién llegada desde su convento en Llanes, el de la Encarnación, actualmente Hotel Don Paco, que vimos en el centro de la población, pues el Camino pasa al lado, y que también fundó esta religiosa poco antes, en 1662


Tal y como leemos en Historia del Real Instituto de Jovellanos (ahora en su cuarta sede, en la Avenida de la Constitución):
"El Instituto surge como primera idea en Gaspar Melchor de Jovellanos, para la creación de unos estudios de náutica y mineralogía, enseñando además matemáticas y física, con el nombre de Real Instituto Asturiano"

En la fachada de la Casa del Fornu una placa, colocada por el Ayuntamiento el 6 de enero de 1947, conmemora haber sido esta la primera sede, para lo que hubo de bregarse bastante tiempo pues los estamentos académicos ovetenses, capital y ciudad universitaria, no veían con buenos ojos aquellos auspicios de Jovellanos de enseñanzas náuticas y mineras fuera de la capital y sus colegios y claustros


Por fin, por Real Orden de Carlos IV enviada por el marino Antonio Valdés, secretario de Estado del despacho universal de Marina e Indias, el 12 de diciembre de 1792 se ordena la creación de este instituto en esta villa, aceptándose la propuesta de establecerlo en esta casa y del que sería Francisco de Paula el primer director, siendo inaugurado solemnemente el 7 de enero de 1794. En esa misma fecha Jovellanos escribía, exaltado de júbilo:
"Estoy cansado e inquieto, pero muy feliz. El estruendo de las salvas de artillería me ha despertado muy temprano, así que, entre la zumba de anoche, que duró hasta bien tarde, y el madrugón de hoy, apenas he dormido. No me importa. La emoción de lo que nos espera me da fuerza sobrada. Bajé a desayunar y rápidamente subí a vestirme y prepararme. Pero no quiero dejar de anotar todos estos sentimientos que me inundan. 

Recuerdo hoy con especial emoción el discurso que leí hace ya trece años en la Sociedad de Amigos del País. Ya entonces empezó a bullir en mi cabeza la idea del establecimiento que hoy inauguramos. Recuerdo cómo hace siete años le expuse al Gobierno en el informe minero la necesidad de crear en Asturias una escuela de mineralogía. Recuerdo el grueso expediente que remití en 1791 en el que proponía de nuevo la creación de un centro de estudios de mineralogía y de náutica. Recuerdo, sobre todo, cómo lloramos Paula y yo hace dos años al recibir la noticia de que Su Majestad se había dignado crear la Escuela de Matemáticas, Física, Química, Mineralogía y Náutica y lo orgulloso que me sentí cuando, unos meses después, recibió mi querido hermano aquellas palabras de gratitud del Rey en las que ponderaba su patriotismo. ¡Cuán cierto es, que buscamos con celo el bien de nuestro amado Gijón, de Asturias entera y, con ello, el progreso de toda España! Ese desprendimiento, esa búsqueda de la felicidad pública –que sabemos que nace en la individual y florece de ese modo después en todas las acciones de un Estado− es algo que otros, de espíritu menos generoso que el nuestro y de luces más cortas no van a perdonarnos. Ya hemos sentido en estos últimos meses algún que otro zarpazo de la envidia… Pero dejemos las bajezas y subamos a la alegría de este momento. 

Repito ahora lo que escribí el año pasado, cuando me llegó la Real Orden aprobando la Ordenanza: ¡Vítor! E insisto: ¡Vitor, vítor y vítor! ¡Cómo me gustaría que todas mis gentes estuvieran aquí para disfrutar conmigo de este día! Que todos juntos pudiéramos reír y llorar, y sentir, al unísono, la emoción que a mí me embarga. Pero tengo que serenarme, pues no conviene que nadie crea que me fallan las fuerzas y me supera la vanidad… No. Mi Instituto, y, sobre todo, mis alumnos, mis queridos hijos, son ahora lo más importante. 

¡Qué buen día el de ayer! ¡Qué alegría en todos los gijoneses! Prepararon con esmero la celebración y toda la villa estaba hermosa, llena de bullicio, música y fiesta. Desde las doce de la mañana no hicimos sino dar las gracias: a Dios, al Rey, al buen ministro que tanto nos ha ayudado, a todos los que se han unido a nosotros para ver hecha realidad aquella ilusión. Y lo hicimos rodeados del aprecio general y de la generosidad de un pueblo que nos ama y al que amamos. 

En compañía de Paula, de los diputados y del resto de los invitados, salimos de casa al anochecer y fuimos testigos del magnífico espectáculo. Todo Gijón iluminado, precioso. El muelle, con el bergantín de Rodríguez que parecía una antorcha, la calle Corrida, la de San Antonio, todo lleno de luminarias. Y sobre todo el Instituto, con transparentes colgados en sus ocho ventanas. Hubo Te Deum, baile en la plaza, alegría y felicidad. Y ahora, aunque ha amanecido el día oscuro y frío, bajaré a saludar a todos los que se han congregado para acompañarnos en la ceremonia de inauguración. Ya por la noche, seremos más de trescientos. Y bailaremos, de nuevo. Y reiremos."

Jovellanos daría clases de Gramática, pues las enseñanzas prácticas de náutica y minería serían ampliadas a las Humanidades, surgiendo ideas de enseñanza de Economía, Música, Comercio, Astronomía, Historia y Geografía:
"De todos ellos, Jovellanos pondría en práctica la enseñanza de la geografía histórica. Pero aunque no los lleve a cabo él mismo, tales enseñanzas se harán realidad, en algún momento a lo largo de la historia del Instituto."
La idea era, además, que con el tiempo se pudiesen ampliar las materias y que alumnos que quisiesen cursar estudios no relacionados con la mina y el mar pudiesen hacerlos aquí sin necesidad de ir a la Universidad de Oviedo


La Casa del Fornu además de sobre la muralla, que puede serse también desde un suelo de vidrio en el interior, está sobre otros restos de notable antigüedad, romanos, como toda la plaza en su subsuelo, donde hay localizado un aljibe localizado en 1985 con motivo de las excavaciones en la muralla y que, según Wikipedia"No sería excavado parcialmente hasta 1991, donde se aprovecha la urbanización de la plaza. Queda entonces, un depósito cuadrangular de unos 22 metros de longitud"



Seguimos viendo, bien diferenciados el recrecido y las partes originales de este yacimiento, excavado desde su descubrimiento bajo la dirección de la arqueóloga Carmen Fernández Ochoa hasta 1992



Estos son los restos que aparecieron, casualmente, en una obra de un inmueble en 1982, no obstante siempre hubo partes, porciones, señales y detalles a la vista, el propio Jovellanos escribe de ellos, pues aparecían hasta delante de su casa, siendo examinados por su hermano:
"Una porción muy visible del cimiento de esta muralla empieza a descubrirse en la parte de la montaña o cerro de Santa Catalina, que cae sobre la concha oriental del puerto, al frente de la nueva batería de San Pedro, que la defiende. Un poco más arriba de este punto existe todavía el conducto de una antigua fuente que aún destila alguna agua y hoy llaman la Fontica. El cimiento de la muralla corre descubierto en línea recta con dirección norte-sur hasta el osario de la iglesia parroquial, perdiéndose en el gran murallón que la defiende del mar por esta parte y en la misma dirección. En este punto (que cae ya sobre el mar y playa de oriente), volvía el cimiento para correr esteoeste, y en él, a lo que se pudo colegir de varios restos de obra antigua que aparecieron pocos años ha con ocasión de rellenar un hundimiento acaecido ante la misma iglesia, había al parecer una torre, que probablemente era la de Villaviciosa, de que se hablará después. De allí, atravesando un terreno que en escrituras del siglo xvi, que he visto, se llamaba “los prados de Tristán de Valdés”, y donde se fundó después la magnífica casa de los señores de este apellido, corría en la citada dirección por la plazuela de Jovellanos, donde aparecían poco tiempo ha restos harto grandes del muro. Aún se ven algunos en un ángulo de la casa que hoy ocupa el Instituto Asturiano y muchos más en la del antiguo consistorio. En este punto existe actualmente una de las antiguas puertas (aunque, al parecer, renovada) y a uno y otro lado de ella, grandes trozos de la muralla antigua, con un lienzo o cortina harto elevado de una de sus torres, cerca y frente de la del Reloj de la Villa. Siguen descubiertos los vestigios por la espalda de la casa de los marqueses de San Esteban y de su colegiata, aparecen en el costado de las primeras casas de la calle de la Artillería, guardando constantemente la dicha dirección este-oeste, y allí se pierden, hasta que vuelven a aparecer en el sitio llamado La Garita, que es el extremo occidental sobre el mar. Es de creer que aquí terminaba la muralla [...]. También lo es que, en la altura y hacia el este de la montaña, hubo alguna alta torre, ora fuese parte de la antigua fortificación, ora edificada después. La razón es porque todo el suelo que ocupaba la población hacia esta parte conserva en el día el nombre de La Talaya (aunque reducido a prado y tierras de labor), y en escrituras de fines del siglo XV le he visto yo nombrado “las cuadriellas de la Atalaya”, nombre que no le puede venir de otro origen. Parte de estos vestigios fueron examinados hacia el año de 1784 por el comendador don Francisco de Paula Jovellanos con motivo de allanar la plazuela que está delante de su casa."

Conseguir la Real Orden de Carlos IV para fundar el Real Instituto de Náutica y Mineralogía en terreno gijonés no fue, recalcamos, tarea fácil, Jovellanos emitió informes favorables a fundar aquí este instituto, así como su estructura de asignaturas, profesores y financiación, aportando esta casa familiar, y el proyecto fue bien visto por el Consejo de Estado pero no así en la capital asturiana, que como decíamos temía ver perder protagonismo a su universidad 


Jovellanos se decantaba por esta su villa natal, dado que, habiendo de escogerse entre Oviedo/Uviéu, Muros de Nalón o Gijón/Xixón, argumentaba que el lugar más ideal era este último, ya que para técnicas marineras el concejo ovetense carece de mar y Muros de Nalón está en una ría que previamente habría que hacer navegable. Además el estilo de enseñanza era más científico, propio de las ideas de la Ilustración, que el escolástico característico de las universidades de entonces


La universidad ovetense, por contra, planteó que en Gijón/Xixón no había de aquella universidades, colegios, bibliotecas ni materiales con los que sí contaba la capital, que había una buena carretera entre ambas poblaciones, y que ni Jovellanos, ocupado en infinidad de asuntos, ni su hermano, delicado de salud, iban a poder hacerse cargo del Instituto, del que sus maestros, al ser seglares, decían podrían caer en la dejadez y perjudicar la enseñanza. 


La diputación de Asturias y el Ayuntamiento ovetense abundan en estas opiniones y manifiestan además la ubicación de la ciudad en el centro de la región y ser residencia de la nobleza. Fue Antonio Valdés y Fernández Bazán quien, desde su cargo (formó parte del Ministerio de Marina, Consejo de Estado, etc.), logró que el Real Instituto Asturiano se crease aquí según la propuesta de Jovellanos y fuese ayudado para ello en lo que fuese menester por los citados Ayuntamiento y Universidad


En 1797 se inicia el proyecto de un nuevo instituto, más grande, sito algo más al sur, en la zona de expansión urbana de la población, el ahora conocido como Antiguo Instituto Jovellanos (Centro de Cultura Antiguo Instituto), cuyas obras terminaron en 1807, sito en la calle que llevaría el nombre de Jovellanos, al lado de la Plaza del Parchís (actual sede de la Fundación Municipal de Cultura y Universidad Popular). De esta manera recrea Machicaco una visita de Jovellanos al mismo desde su casa con su amigo de paseos, don Petris:
"Hoy, 7 de abril, ve don Gaspar desde la ventana del cuarto de la torre el magnífico arco iris nacido después de la tormenta y oye llegar a don Petris, que viene a buscarlo decidido a dar su paseo diario una vez que ha dejado de llover. Los dos amigos salen de casa dispuestos a contemplar el mar desde lo alto del cerro de Santa Catalina. Atravesando la plaza, dejan a su derecha la Casa del Fornu, en la que se ha instalado provisionalmente la sede del Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía. Inaugurado el 7 de enero de ese mismo año, es el proyecto más querido de Jovellanos hecho, por fin, realidad. Hacía varios años que lo tenía en mente y han hecho falta muchas gestiones en la corte y sortear muchos problemas en el Principado para llevarlo adelante. Por eso el día de la inauguración, al dirigirse a sus vecinos decía don Gaspar, emocionado:

Y vosotros, gijoneses míos, privilegiados en la vecindad de este Instituto, guardaos de alimentar con él vuestro orgullo. Considerad que no para vosotros, sino para todos los asturianos se ha levantado aquí este monumento a las ciencias, y que cuanto más cerca estáis de él, tanto es mayor vuestra obligación de honrarle y defenderle. Poned a logro esta ventaja y fundad en ella un título al amor y al aprecio de vuestros hermanos. Sea de hoy más la hospitalidad vuestra primera virtud. De do quiera que vengan, recibidlos en vuestros brazos, abridles vuestro corazón, y formad con ellos un solo pueblo animado por el amor a la sabiduría. Ojalá que, llamados todos igualmente a su participación, sea ella un vínculo de fraternidad firme y eterno, que extinga para siempre los ruines partidos que dividen vuestros ánimos y los reúna en una sola voluntad, en el solo designio de trabajar por el bien de la patria

El Instituto era un centro moderno. No existía en toda España una institución similar, pues aquí se daban la mano instrucción y utilidad. La enseñanza práctica y científica que recibían los alumnos buscaba la formación de técnicos en mineralogía y náutica, capaces de trabajar en la marina real y mercantil y en la explotación de las minas de carbón asturianas. Pero tenía también un fin último: «Difundir por el mismo Principado los conocimientos útiles en beneficio de la educación noble y popular y de la pública ilustración». Por esta razón, los planes de estudios iniciales fueron ampliándose hasta abarcar también las humanidades." 

Por fin en 1964 se inauguró el tercer instituto de esta saga, el actual Instituto Jovellanos, más al sur aún, en la Avenida de la Constitución, que continúa la tarea de la enseñanza iniciada por Jovellanos adaptada a los nuevos tiempos. En la actualidad, aquí, en el primero, reina el bullicio y la animación dentro y fuera y, arriba, las antiguas aulas dejaron tiempo ha paso a cómodas habitaciones


Vuelto pues Jovellanos en 1798, no estaría tampoco aquí mucho disfrutando de su casa y ciudad, pues vivía desasosegado, sabiendo que sus enemigos, poderosos, maquinaban contra él dentro del proceso de reacción desatado contra la política de la Ilustración, siendo detenido aquí en su casa en 1801, sorpresiovamente, como relata su amigo y biógrafo Ceán Bermúdez en sus Memorias para la vida del excmo. señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos, y noticias analíticas de sus obras:
"encargaron la prisión al regente de la Audiencia de Oviedo, don Andrés de Lasaúca, ministro de probidad y de buenos sentimientos; pero los términos en que estaba concebida la orden le obligaron a ejecutarla con rigor. Sorprendido el señor don Gaspar en su cama, antes de salir el sol, le hicieron vestirse y que entregase sus papeles. Todos se pusieron en dos baúles, excepto los del archivo de su casa, y se remitieron a la secretaría de Estado. Se le prohibió el trato con sus amigos y parientes, que deseaban verle y consolarle, y sólo se le permitió el preciso con algunos criados, para disponer lo que había de llevar en el viaje y prevenir lo conveniente al arreglo de su casa. Estuvo encerrado en ella el día trece, presenciando el acto de sellar su selecta librería, y antes de amanecer el día catorce le sacaron de Gijón, dejando a sus habitantes anegados en lágrimas y penetrados de gran sentimiento, especialmente muchas familias pobres a quienes socorría y dejó mandado siguiesen socorriéndolas a su costa. Fue conducido con escándalo y escolta de tropa sin entrar en Oviedo, hasta León, y le depositaron en el convento de los religiosos recoletos de San Francisco. Sin comunicación ni aún de los parientes que allí  tenía por espacio de diez días, esperando nuevas órdenes de la Corte. Al cabo de ellos, le condujeron por Burgos, Zaragoza y otros pueblos a Barcelona, sin permitir que nadie le hablase en el camino, a pesar de que lo solicitaban personas respetables y condecoradas compadecidas de su inocencia, que le estimaban por su buen nombre y opinión. Le hospedaron en el convento de la Merced con el mismo rigor y privación de trato y allí se despidió con lágrimas de Lasaúca, que le había acompañado en el coche, admirado de la grandeza de ánimo con que había sufrido unas vejaciones que no había podido evitar; y después le embarcaron en el bergantín correo de Mallorca, habiendo llegado a Palma, capital de aquella isla, antes de mediodía, fue llevado a la antesala del capitán general, y recibidas sus órdenes, le condujeron inmediatamente a la cartuja de Jesús Nazareno, que está en el valle de Valdemuza, distante tres leguas de aquella ciudad; y entró en el monasterio el día 18 de abril a las tres de la tarde y a los treinta y seis de un viaje largo, molesto y vilipendioso"

Su presidio será un duro golpe para sus proyectos pero sin embargo el nuevo Real Instituto empieza a funcionar en 1804, si bien las obras continuarán hasta 1807, un año antes de su liberación gracias a los cambios políticos acaecidos con el Motín de Aranjuez. Releemos una vez más a María Teresa Caso Machichaco:
"...Gijón significaba para él un lugar seguro, un refugio, un verdadero hogar. Así lo confirman sus anotaciones del Diario, empezado a escribir en 1790, y su abundante correspondencia. Además, incluso estando lejos de Asturias y ocupado en asuntos de carácter nacional, Jovellanos piensa, proyecta e intenta llevar adelante distintas iniciativas para mejorar su ciudad natal y para alcanzar el progreso y el bienestar de sus ciudadanos. Así sucede, por ejemplo, con el Plan general de mejoras propuesto al Ayuntamiento de Gijón, escrito en 1782, o con los distintos proyectos que llevó adelante para la construcción de la carretera de Pajares. Incluso en 1804, prisionero en Bellver, Jovellanos redactó sus Apuntamientos para el Diccionario Geográfico-Histórico de Asturias, hechos, como él mismo dice, «deprisa, a hurtadillas, sin más socorro que la memoria». En ellos habla de su amado Gijón, dejando traslucir su cariño por la ciudad que lo vio nacer y el profundo conocimiento de su historia."

Sin embargo, se produce la invasión napoleónica y ha de tomar partido, decidiéndose alzarse contra el ocupante mientras no pocos de sus conocidos abrazaban el bando de José Bonaparte, representa a Asturias ante la Junta Central y no podrá regresar hasta agosto de 1811, habiendo de marchar al llegar noviembre ante otra incursión francesa en Asturias. Morirá en ese su último viaje, por mar, rumbo a Cádiz, tras desembarcar en Veiga (Puerto de Vega, Navia) a causa de un temporal. Escribe de nuevo Ceán Bermúdez:
"La certeza de no haber franceses en Asturias, el deseo de descansar en su casa de tan repetidas fatigas y el buen temple de la costa en aquella estación calurosa movieron al señor don Gaspar de Jovellanos a no detenerse por más tiempo en La Coruña y salió de allí el 27 de julio. El viaje por tierra fue algo penoso y largo, pues duró nueve días, pero el ansia de llegar al término le hizo tolerable. Desde que entró en el Principado se notó la alegría de sus habitantes, que crecía al paso que se acercaba a Gijón. Entró en esta villa el 6 de agosto antes de mediodía, cuando no le esperaban; y dirigiéndose a la iglesia parroquial, el pueblo que le reconoció se avanzó en tropel y algazara al caballo en que iba montado y le apeó de él. Mientras estuvo postrado ante el altar del Ser supremo, haciendo una devota oración y dándole gracias por verse en el mismo templo en que había sido regenerado y en el que descansaban los huesos de sus padres, se aumentó el concurso extraordinariamente con la noticia de su llegada, y alborozado le llevó en volandas a su casa, gritando: Viva el padre de la patria, viva el bienhechor de esta villa y de toda la provincia. Sonó en el momento un repique general de campanas, se disparó la artillería de la plaza, se empavesaron todos los buques del puerto y se encendieron aquella noche muchas hogueras en las plazas y calles, con iluminación en las casas de todo el vecindario. ¡Triunfo consagrado a la virtud y al amor patrio, después de una larga y penosa ausencia de tribulaciones; y aunque pobre y humilde, más justo y más glorioso que los vanos y ostentosos, levantados por el orgullo y la tiranía a los rapantes conquistadores, después de haber abatido la humanidad y desolado las provincias! ¡Triunfo venturoso, capaz de enternecer a los mismos que fraguaron sus desgracias!. Al entrar en su casa se encuentra con los jueces y regidores de la villa y con los parientes y amigos que le esperaban con los brazos abiertos, y los estrecha con los suyos, derramando copiosas lágrimas sobre el pecho de don Pedro Valdés Llanos, compañero inseparable en los paseos, que daban juntos, en tiempos más felices, por aquellas deliciosas playas."

La casa no tuvo posteriormente excesivas variaciones pero sí alguna importante, la de mayor envergadura, la de la torre vieja o de la izquierda, la cual tenía un solar que la separaba de la capilla de los Remedios, que fue del Hospital de la Villa, el cual fue edificado entre los años 1846 y 1854 por iniciativa de Gaspar González de Cienfuegos-Jovellanos, haciendo en ese solar una casa de vecindad


Dicha casa iba a ser añadida a posteriori, en el año 1921, a la torre vieja, dividiéndose este palacio familiar entre los herederos de José González de Cienfuegos-Jovellanos: una sería dicha torre vieja con su añadido y otra la torre nueva con el cuerpo central


Esta parte del cuerpo central con la torre nueva (derecha) va a ser adquirida por el Ayuntamiento en 1943, efectuándose diversas intervenciones desde 1968 para fundar el Museo Casa Natal de Jovellanos, inaugurado el 6 de agosto de 1971, con salas dedicadas al gran ilustrado, el dormitorio y enseres, objetos relacionados con su vida y obra, al igual que la salita; otras son salas de pintura asturiana de los siglos XIX y XX, así como piezas de buenos escultores, todo fruto de donaciones entre las que destacan las de Carmen y Severo Ochoa, con obras de Dalí y Goya, la familia Paquet, el pintor Nicanor Piñole, o Lledó Suárez, entre otros. Así nos lo describen en Wikipedia:
"Abierto el 6 de agosto de 1971, el museo guarda la colección artística municipal que fue trasladada desde su antigua ubicación en el antiguo Instituto Jovellanos. 
El principal objeto del museo es según su acta de fundación: «(...) en la ilustración de la sociedad a través de la historia y del arte, a partir de un método riguroso y científico que une a la sensibilidad del gusto por lo artístico objetivos concretos en documentación, investigación, conservación, educación y difusión de sus colecciones».1 
Por este motivo el museo no es sólo una colección de obras de arte, sino que también desarrolla otro tipo de obras, como son talleres didácticos, visitas guiadas, conciertos o conferencias. Además de estas actividades existe también una biblioteca especializada en el insigne ilustrado, siendo además la sede oficial del Foro Jovellanos. 
Dentro del museo se pueden ver dos partes diferenciadas: 
-Las salas dedicadas a este insigne gijonés, en las que se muestra la obra y aspectos de la vida de Jovellanos. La primera representa una salita y la otra el dormitorio. En estas dos habitaciones se pueden encontrar objetos y enseres de la vida cotidiana pertenecientes a Jovellanos. 
-Las salas muestran pinturas asturianas de los siglos XIX y XX, obras de escuelas europeas entre las que destacan la escuela flamenca y holandesa. En la planta baja del museo, se pueden encontrar obras de artistas asturianos pertenecientes al siglo xix, como Dionisio Fierros ÁlvarezJuan Martínez AbadesVentura Álvarez SalaLuis Menéndez PidalNicanor PiñoleMariano Moré y Evaristo Valle. En la primera planta encontramos a los pintores asturianos del siglo xx, como son Joaquín Vaquero PalaciosAlejandro MieresAdolfo BartoloméAurelio SuárezOrlando Pelayo o Antonio Suárez, entre otros. Se encuentra también en este piso la obra de escultores como Amador RodríguezCésar MontañaJoaquín Rubio Camín, Luis Acosta, Francisco FresnoPelayo OrtegaMelquiades ÁlvarezÁngel GuacheBernardo Sanjurjo o Juan Gomila, por nombrar a los más destacados. 
Ha realizado proyectos de arte contemporáneo que rebasan el ámbito de su espacio expositivo, creando así un vínculo con el espacio público de Gijón en su conjunto. Cabe destacar el desarrollado con el artista Paco Cao bajo el título Usted misma. 
Entre las donaciones hechas al museo cabe destacar las de: 
Carmen y Severo Ochoa: contiene obras de Salvador Dalí, grabados de Goya y una colección de piezas precolombinas. 
Familia Paquet 
Nicanor Piñole 
Lledó Suárez: consistente en obras de las escuelas flamencas e inglesa."

Este es el cuerpo central, entre las torres, acceso al Museo Casa Natal de Jovellanos, con portada de arco de medio punto y arriba, en el piso alto, un largo corredor de forja. Esta es además la sede del Foro Jovellanos, otra de las entidades que se esfuerzan en transmitir la obra, el pensamiento y el espíritu de este asturiano insigne, "Fundación creada para estudiar y difundir los pensamientos de Jovellanos y hacerlos útiles a la sociedad de hoy", manifiestan en su web


No está de más recordar a Jovellanos en uno de sus regresos al hogar más felices, antes de los tremendos sinsabores vividos a partir de su cese ministerial, casi coincidente con la muerte de su querido hermano mayor, Francisco de Paula, el presidio y el regreso truncado, esta su llegada del año 1782, cuando escribía así, lleno de inquietudes y deseos de actividad:
"Gijón, marzo, 1782 Mi querido amigo: ¡Ya estoy en casa! La alegría de todos los que me esperaban, y sobre todo de mi buena madre, ha sido inmensa. La mía, sabe Ud. que la mayor de todas. Después de tantos años de ausencia, volver a pisar el umbral de este viejo ca - serón ha sido como un bálsamo para mí. ¡Y qué regocijo en todos mis parien - tes y amigos! Vinieron a visitarme y a agasajarme, me regalaron, comimos, charlamos, jugamos, reímos, todo en perfecta y santa paz. Ahora, cuando llevo ya una semana entre estas piedras que me confortan y me protegen, le escribo para que sepa que no he olvidado a mis gentes de allá, que sigo empeñado en sacar adelante todos los proyectos de los que hablamos el último día en Sala - manca y que sé que me esperan allí con la misma fuerza con la que me quieren detener y retener acá. 

Nada más llegar me empeñé en recorrerlo todo de cabo a rabo, observando, como siempre hago, su estado, su situación, sus necesidades, para tratar de extender también las soluciones que encuentro a todos esos problemas. Usted sabe que esta es una pequeña población, dividida en dos partes fundamentales: Cimadevilla y Bajodevilla, ambas entre playas y continuamente azotadas por los vientos y las arenas. Sabe, porque hemos tenido la feliz oportunidad de recorrerlo juntos, que el extenso y hermoso arenal de San Lorenzo es tan grandioso como incómodo para la villa, pues las dunas, que se extienden hasta tierra adentro, hacen muy difícil la vida de mis pobres paisanos, obligados a luchar con todas sus fuerzas con ellas. Y hemos hablado muchas veces de que Gijón se halla hoy día en situación de aumentar considerablemente su comercio y su industria y, por tanto, su población.

Es por ello que me he propuesto trabajar en una proposición exponiendo todos los adornos y arreglos que considero necesarios para que mi patria llegue a ser, algún día, la maravilla de Asturias. Sus ventajas estarán apoyadas, además, sobre cimientos que no podrá socavar ni destruir la envidia. 

Mientras tanto, busque Ud. la ocasión para visitarnos, que aquí estamos todos esperándole con los brazos abiertos. Si así fuera, si tuviéramos la feliz oportunidad de recorrer juntos estos parajes, podría explicarle con detenimiento cuáles son mis planes y cómo quiero llevarlos a cabo. No se haga Ud. el remolón y dese una vuelta por esta tierra que le espera, como yo mismo, con ansia. Y mientras tanto, guárdese y reciba el abrazo de su tierno amigo. 

Gaspar."

Y así vamos hacia la capilla los Remedios por la calle del mismo nombre, viendo la torre vieja a la derecha y la casa anexa, pegada a ella y a dicha capilla a mediados del siglo XIX para viviendas de vecinos por Gaspar González de Cienfuegos-Jovellanos, unida al empezar la segunda década del siglo XIX a esa torre


Además de ser santuario del Hospital de la Villa u Hospital de Corraxos o peregrinos pobres, luego Hospital de Nuestra Señora de los Remedios. La capilla fue sede del Gremio de Labrantes y Mamposteros, que eran los oficios significativos de esta parte de Cimavilla, Los Remedios. La otra parte, la occidental, que vendría a dividir la calle Vicaría, sería el barrio de Pesquerías, el de La Soledad, el barrio de pescadores y pescaderas por excelencia, mirando al viejo puerto local


La familia Cienfuegos-Jovellanos tenía el privilegio de acceso a la capilla sin salir de su casa y en ella, como hemos dicho, reposan actualmente los restos del ilustrado tras bastantes avatares luego de su inhumación en Veiga, Puerto de Vega, un poco al norte de Villapedre, paso de este Camino de Santiago del Norte, en el concejo de Navia 


En cuanto al que Jovellanos llamaba Espital de los Corraxos, podemos saber de su construcción, o mejor dicho reconstrucción sobre otro anterior, por una lápida de mármol con una inscripción que decía "Esta casa de ospital se caio el año 1598 cuando fue la enfermedad de la peste  y los vecinos desta villa la volvieron a lebantar y hacer de nuebo a su costa el año 1600", según publica el investigador Pedro Hurlé Manso en su estudio a ella dedicada, fijando en ella también su atención el historiador Julio Somoza


Nada parece saberse del origen del hospital anterior, solamente podríamos suponer que sería construido con la reconstrucción de la población en el siglo XV y que fácilmente estuvo desde el principio vinculado a los Jovellanos y antecesores 


Tampoco sería descabellado pensar que, antes de la destrucción de 1395, y como prácticamente todas las pueblas medievales, habría existido un hospital de pobres y peregrinos, tal vez al menos desde 1270, cuando Alfonso X concedió la Puebla de Gigión, documento de repoblación y aforamiento del lugar y sus habitantes, que protegía sus actividades comerciales, pesqueras, artesanales, etc. de las apetencias señoriales, haciéndolo centro de un territorio o alfoz, germen del actual concejo


Un privilegio que no obstante durará poco pues la puebla volverá a la órbita señorial en 1295, como premio a Rodrigo Álvarez de las Asturias por sus cambiantes fidelidades en las guerras al trono de Castilla, lo que sería el germen de, exactamente cien años después, su arrasamiento tras una serie de asedios que culminarían con Enrique III, dado que la plaza fuerte y amurallada fue siempre empleada por "los belicosos herederos de la Casa de Noreña" como baluarte para sus disputas a dicho trono


La capilla sería, como parte del hospital, también reconstruida en 1600. Aquel Hospital de la Villa o de Corraxos sería algo parecido a lo que hoy en día entendemos como albergue de transeúntes, relacionado primeramente con los peregrinos que iban a Santiago por el Camín Real de la Costa, pero destinado al final tanto a ellos como a personas necesitadas, mendigos y vagabundos


El hospital pasaría a llamarse de Nuestra Señora de los Remedios en el siglo XVIII y sus ingresos procedían de la Justicia y Regimiento, las arcas municipales, pues estaba a su cargo. También se recibían donativos de la vecindad. El aspecto actual de su fachada obedece a la rehabilitación efectuada en 1950


El hospital propiamente dicho era el edificio a la izquierda de esta su antigua capilla, totalmente reformado hace mucho para vivienda. Se sabe que prestó servicio hasta 1818, cuando desaparece integrado en el nuevo Hospital de Caridad, fundado por Nicolás Ramón de Sama, cura párroco de San Pedro (la única parroquia religiosa de la villa por entonces) en la calle de los Moros, que aunque ya operativo desde 1807 vio su actividad truncada por la francesada o invasión napoleónica, retomándola en 1817


En 1836 acontece un nuevo cambio hospitalario cuando se crea un nuevo Hospital de Caridad fundado por testamento de Juan Nepomuceno Cabranes y que estaba en la manzana de casas que ocupaban lo que hoy son los Jardines del Náutico, por entonces en las afueras mismas del casco urbano, tal y como comentábamos cuando pasábamos por allí recorriendo el Paseo del Muro

 
Pero de este del Espital de Corraxos, de la Villa o de Nuestra Señora de los Remedios, el que conoció Jovellanos, escribe el insigne gijonés, que lo conoció, y de sus moradores, lo siguiente:
"En Gijón  a los pelegrinos y advenedizos llaman corraxos y el hospital que antes fue alberguería de estos vagabundos, cuando su oficio era devoción de moda, llamaban en mi niñez el espital de los corraxos. No sé, si lo mismo en el interior del país: pero el origen de esta palabra puede interesar en todo caso. El nombre latino coraxus distinguía en lo antiguo un monte, un río, y unos pueblos situados hacia el Euxino y la antigua Iberia, y este nombre y el del Ebro, ó Ibero, prueban que de allí vinieron algunos pueblos á establecerse en las orillas de aquel río. Si, pues, fueron tentados de seguirle, subiendo á su origen, cátelos V. en Reinosa, y á la vera de Asturias. ¿Sería que alguno se hubiesen internado por el oriente de esta provincia, y que el nombre de corraxos, que se les dió primero, se extendiese después para significar á cualquiera peregrino o advenedizo, como hoy llaman franchute a todo extranjero desconocido que viene rodando por allí?"

Etimológicamente, independientemente de la posibilidad esbozada por Jovellanos, el nombre de corraxos se extendió a todos los peregrinos que iban a Santiago y la palabra parece estar relacionada con corros, pequeñas cercas o cabañas circulares de piedra, o tal vez con coritos, que tiene diversas acepciones: personas desnudas, personas vestidas con harapos de pieles o cuero, o personas de tez oscura, bien por raza o bien por sus condiciones de vida


Estos corraxos solían recibir alguna limosna antes de partir por parte del Ayuntamiento. Así se sabe que en 1649, según las Actas Municipales, de los napolitanos de la Orden de San Pablo, don Juan, sacerdote, y don Francisco, posadero, que...
"viniendo de romería del Señor Santiago, cayó enfermo Don Juan, en el Hospital de esta villa, y no pudiendo seguir adelante, por habérseles acabado el caudal que traían, y para que consigan su jornada, se les socorre por vía de limosna"

Ciertamente existieron en la época muchos pícaros y "peregrinos profesionales" que se buscaban la vida así, pidiendo limosna por los caminos, de villa en villa y albergándose en estos hospitales, donde al menos por una noche tenían derecho a cama, lumbre y algo de comida. Término este el de hospital que en este contexto tendría más que ver con "hospedar" que lo que hoy entendemos como centro sanitario, aunque es verdad que podían disponer de alguna cura "de cuerpo y alma" y algunos cuidados los lisiados o enfermos

Arriba, la pequeña espadaña dispone de dos huecos para sendas campanitas, estudiadas por el musicólogo Julio Sanchez-Andrade en su libro Campanas y campaneros del Arcipriestazgo de Gijón, por el que sabemos que una campana, la de abajo, mide 36 cm de altura por 38,5 de diámetro con la inscripción "JHS MARIA Y JOSE EN 1871", mientras que la de arriba tiene 30 cm de altura y 32,5 de diámetro con la epigrafía "JHS MARIA Y JOSE AÑO DE 1854". Aparecen ambas con una cruz en el medio y tres líneas paralelas que las circundan, por lo que piensa este autor que la grande, posterior a la pequeña, sea una copia ampliada de la misma. Están mecanizadas desde 1999 y "son de tamaño pequeño, de poca potencia sonora, y de timbre agudo, aunque tienen un sonido nítido y agradable."

La portada, de arco de medio punto, viene a ser idéntica a las de la casa de los Jovellanos


Al entrar, hay primeramente una antesala una verja de madera cierra la nave de la capilla, que el día que vinimos nos encontramos abierta. Todo el conjunto forma parte de las restauraciones y rehabilitaciones efectuadas en el templo avanzado el siglo XX y tras la Guerra Civil


Es templo de nave única, dividida en tramos, con cubierta de madera, y su capilla mayor presenta un arco de medio punto. Allí se venera a la patrona, Nuestra Señora de los Remedios, que realmente comparte patrocinio del santuario con dos santos que vemos al entrar en sendos pedestales colocados en lo alto de la pared, uno a cada lado y frente a frente


A la derecha, San Cipriano, obispo de Cartago, de ahí que se le represente con su hábito, báculo y mitra, además de con un niño bebiendo, pues es santo milagroso contra vicios como el alcoholismo


A la izquierda San Roque, un santo muy vinculado a las peregrinaciones y a la enfermedad, pues fue peregrino a Roma y atendió a los apestados, contrayendo él la enfermedad


Con su hábito peregrino, enseña las llagas de los apestados, que le lamía y curaba un perro, el famoso perro de San Roque, que suele acompañarle en su iconografía, pero no aquí, que lo hace el ángel. En otras imágenes le acompañan incluso los dos y en otras aparece el santo solo. De San Roque, y de Santa Catalina, se sabe existieron sendas imágenes en la desaparecida capilla de la segunda advocación, que hubo en lo alto del Cerro de Santa Catalina, las cuales, al venderse dicha ermita en "cuatro onzas de oro", según Víctor Labrada, pasaron no a esta sino a la de la capilla de la Soledad, destruidas en la Guerra Civil


Acercándonos al altar, a la derecha, están desde 1940, los restos de Jovellanos. Enfrente, una puerta lateral tal vez tenga que ver con el acceso interior al antiguo hospital de peregrinos


Sobre ella, un cuadro del Ecce-Homo parece rememorarnos las penalidades de Jovellanos en la etapa final de su vida


Y es que el cuadro se halla de frente a su mausoleo, cuyos restos están depositados dentro de una hornacina. Como nació el el 5 de enero de 1744, víspera de la festividad de los Reyes Magos, fue bautizado, de socorro, como Baltasar Gaspar Melchor María de Jove-Llanos y Ramírez, en el seno de una familia de antiguo linaje local aunque sin gran fortuna. Estudió de niño en esta villa y luego fue a la Universidad de Oviedo en 1757 a estudiar filosofía y luego, como protegido del obispo, marchó a Ávila a recibir enseñanzas eclesiásticas, graduándose en Derecho Canónico en la Universidad de Santa Catalina en Burgo de Osma y logrando la licenciatura en la Universidad de Ávila en 1763. Un año más tarde estudia en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá.


Tras sus estudios se presenta a concurso para una cátedra de Decreto de Alcalá y a una canonjía doctoral en Tui, pero sin éxito, en cambio a sus 24 años es nombrado magistrado de la Real Audiencia de Sevilla, siendo Alcalde del Crimen, y se traslada a la ciudad, en la que permanecerá más de una década, hasta 1778


En ese periodo conoce al intendente Pablo de Olavide, intelectual muy seguido por las élites culturales sevillanas y gran apasionado de las corrientes de pensamiento francesas que traerían la Ilustración. Jovellanos lee a MontesquieuVoltaire y Rousseau, y estudia inglés para leer a YoungMilton y Macpherson, así como conoce las ideas jurídicas del italiano Beccaria. Escribe su tragedia Pelayo en 1769 y el drama El Delincuente honrado en 1773, traduce el canto primero del Paraíso Perdido de Milton, orientando a jóvenes poetas que le piden consejo, como Meléndez Valdés. Fue además uno de los fundadores de la Sociedad Patriótica Sevillana en 1775 


En lo más estrictamente personal sabemos de uno sus primeros amores, Enarda, que pese a ser amor correspondido se acaba con la macha de ella de Sevilla en 1769, y posteriormente otra mujer a la que llama en sus versos Galatea. Su biógrafo y amigo Ceán Bermúdez plasma así a Jovellanos en aquella época...
"de estatura proporcionada, más alto que bajo, cuerpo airosos, cabeza erguida, blanco y rubio, ojos vivos (...) era generoso, magnífico, y aún prodigio de sus cortas facultades, religioso sin preocupación, ingenuo y sencillo, amante de la verdad, del orden y de la justicia: firme en sus resoluciones, pero siempre suave y benigno con los desvalidos, constante en la amistad, agradecido a sus bienhechores, incansable en el estudio, y duro y fuerte para el trabajo"

Uno de sus amigos sevillanos, el Duque de Alba, le consigue un buen traslado e Madrid, en la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y participa en las tertulias del influyente asturiano Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez, el Conde de Campomanes, fiscal del Consejo de Castilla, a quien ya había conocido en sus estudios en la capital, quien le encargar varias tareas que Jovellanos cumple especialmente bien. Luego formará parte del Consejo de Órdenes Militares, será miembro de la comisión que crea el Banco de San Carlos y de la junta de Comercio de la Sociedad Económica Matritense, de la que será director en 1784. También sería miembro de la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Real Academia Española


En Madrid escribe su Elogio de las Bellas Artes en 1781, y en 1782 durante un viaje a León, representando al Consejo de las Órdenes Militares, comienza sus Cartas a Ponz, en las que elogia su tierra asturiana. Asimismo sus Sátiras a Arnesto aparecen publicadas en El Censor en 1786 y 1787, así como el Elogio a Carlos III en 1788 y la Epístola del Paular. Entre su trabajo y la escritura viaja por gran parte de España, redacta informes y memoriales, pero busca tiempo para polemizar con otros autores, responder su enorme correspondencia y asiste a tertulias como la de Campomanes


Era ya uno de los máximos protagonistas de la Ilustración en nuestro país, truncada reinando Carlos IV, llegado al trono en 1788, a causa de la Revolución Francesa dentro de una gran convulsión política en la que el secretario de Estado, Conde de Floridablanca, intenta contrarrestar cualquier peligro de expansión de las ideas revolucionarias francesas e impone una férrea censura. Dentro de ese contexto su amigo el financiero Francisco Cabarrús, es acusado de malversación de fondos del Banco de San Carlos, y es procesado y encarcelado. Jovellanos le defiende y esto causa la ruptura de relaciones con Campomanes y provoca que sea enviado a Asturias en 1790 como comisionado del Ministerio de la Marina en lo que se considera un destierro preparado por su enemigos de la corte para alejarle de Madrid, plasmando en sus Diarios la amargura de su situación


Desde su ciudad natal Jovellanos viaja por Asturias, Cantabria y el País Vasco estudiando las perspectivas económicas de los yacimientos de carbón y su explotación para la industria, presentando nueve informes y proyectando una carretera carbonera para darle salida comercial a la hulla extraída en la Cuenca del Nalón por esta villa. Nuevos viajes le ocuparon en Salamanca encargándose de las reformas de los colegios de las Órdenes Militares, impulsando además las obras de la Carretera de Asturias y Castilla, que no llegaría a ver culminada por la falta de fondos


En 1794 crea su famoso y fundamental Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía para que formase a los jóvenes en los grandes pilares económicos asturianos por entonces, la minería y la navegación, buscando la enseñanza de estas ciencias junto con las humanidades y las nuevas técnicas científicas, huyendo de los planes de estudios escolásticos tradicionales y aplicando en los ellos las ideas ilustradas, lo que le granjeará diversas enemistades. En 1795 acaba su Informe en el expediente de la Ley Agraria y en 1796 la Memoria sobre los espectáculos públicos encargada por la Real Academia de la Historia


Los cambios políticos del nuevo secretario de Estado Manuel Godoy, cuando España se hace aliada de la Francia de la Revolución, hace que, respaldado por la Corona, cambien la tornas en la corte. Se repone moralmente a Cabarrús en 1793, que a instancias suyas y tras un carteo de Jovellanos con Godoy comenzado en 1796, sea Jovellanos nombrado embajador en Rusia en noviembre de 1797, cargo que no llegará a ocupar pues en pocos días será llamado a otro cargo más importante, nada menos que Ministro de Gracia y Justicia, celebrada grandemente por sus vecinos y sus partidarios, si bien Jovellanos, sorprendido y temeroso escribe en sus Diarios:
"haré bien y evitaré el mal que pueda; dichoso yo si vuelvo inocente; dichoso si conservo el amor y opinión del público que pude ganar en la vida obscura y privada"

Intentó reformar la judicatura y mitigar el poder de la Inquisición, cargo en el que solo duraría nueve meses, saliendo el 15 de agosto de 1798 solo once días después del fallecimiento de su hermano Francisco de Paula y casi al tiempo de un intento de envenenamiento. No es de extrañar que Francisco de Goya le representase este año con el que posiblemente sea el más famoso y conocido retrato de Jovellanos, con gesto notablemente atribulado ante una mesa llena de papeles y con uno en la mano derecha mientras que con la izquierda apoya la cabeza teniendo el codo apoyado a la vez en dicha mesa, cara de cansancio, ojos muy fijos y abiertos que miran con nostalgia y una actitud que parece no exenta de resignación...


Tras tan gran quebranto se recupera en el balneario de Trillo (Guadalajara),  regresando después una vez más a su casa natal, proyectando la creación de una Academia Asturiana, dedicada al estudio de su historia y lengua, de la que recopiló 200 fichas de léxico, con sus Instrucciones para la formación de un Diccionario bable. Ocuparía eso sí el cargo de Consejero de Estado y desde Asturias cumpliría el encargo de varias comisiones, escribe sus Diarios, relatando sus vivencias y pensamientos, junto con su desilusión y ansiedad. Sin embargo sigue mejorando su Instituto casi sin apoyo oficial y muy criticado por ciertos sectores del clero y la administración. Colabora además en el Diccionario Geográfico e Histórico de Asturias encargado por la Real Academia de la Historia...


Los nuevos aires políticos dan pie a una reacción en toda España que persigue con destierros, procesos y detenciones a los reformistas e ilustrados de renombre con cargos o que los hayan tenido. Su sustituto Caballero le odiaba grandemente y, junto con otros odios en la misma Asturias y el clima general de represión, serán el detonante de la sorpresiva detención de Jovellanos ordenada en marzo de 1801 al regente de la Audiencia de Oviedo Andrés de Lasaúca quien, parece que con hondo pesar, hubo que aplicarla con todo el rigor que se le exigía. Así, poco antes del amanecer del día 13 de aquel mes se presentaron las autoridades en su casa, haciéndole vestirse y entregar sus papeles, prohibiéndose el contacto con parientes y amigos, solo pudiendo entrar a verle algunos criados a ayudarle en lo que necesitaba para el viaje, saliendo al día siguiente en medio de una gran consternación general, principalmente acusada en las familias pobres a las que socorría, dejando mandado que continuasen asistiéndoles en su ausencia



Con escolta de tropas y aparatosidad es llevado a León sin entrar en Oviedo/Uviéu, siendo alojado en el convento de San Francisco, donde tampoco pudo ser visitado por los parientes que allí tenía durante los diez días de su confinamiento en el lugar. Luego llegaron órdenes de llevarle a Mallorca vía Burgos, Zaragoza y Barcelona, sin que nadie pudiese hablar con él salvo sus guardianes. En Barcelona estuvo en el convento de la Merced y allí se despidió con lágrimas de su amigo Lasaúca, impresionado por su entereza ante la adversidad. De allí embarcaría a Palma de Mallorca siendo trasladado a la cartuja de Jesús Nazareno en el valle de Valdemuza, a donde llegó el 18 de abril tras este largo y penoso trayecto, tal y como nos narra su biógrafo Ceán Bermúdez.


El 5 de mayo del año siguiente es llevado al Castillo de Bellver, donde estará preso seis años, se agravará su salud y se hará notablemente religioso. Pudo comprarse al menos buenos libros, que leía con avidez pese a sus cataratas, y muebles de lujo para su presidio pues conservaba su sueldo de ministro. Escribió sus Memorias histórico-artísticas de arquitectura, iniciadas en 1804, incluyendo en ellas su Descripción del Castillo de Bellver, considerada uno de los textos más importantes de la literatura prerromántica europea. Había incluso un plan para liberarlo de su amigo el político e hispanista ingles Lord Holland pero no se llevó a cabo



En 1808 es liberado tras el Motín de Aranjuez y llegada al trono de Fernando VII pero rechaza un cargo en el gobierno de José Bonaparte, con la invasión napoleónica, representando en cambio a Asturias en la Junta Central, junto con el  Marqués de Camposagrado, junta fundada en Sevilla como gobierno de resistencia tras la invasión francesa para hacerse cargo de los asuntos legislativos y ejecutivos, formado por representantes de las juntas formadas en diferentes provincias españolas


La entrada de las tropas napoleónicas en Andalucía obligó a la Junta Suprema Central a establecerse en Cádiz, cayendo por desavenencias políticas y creándose una regencia con reglamento redactado por Jovellanos y Martín de Garay pero, dado el clima hostil hacia los diputados liberales, varios, entre ellos Jovellanos, han de abandonar la ciudad. Jovellanos decide regresar a Asturias, libre de invasores por aquellas fechas, con su amigo el Marqués de Camposagrado, embarcando ambos el 26 de febrero de 1810, si bien a causa de una galerna su barco arribó al puerto de Muros en Galicia el 6 de marzo. Allí su ánimo se derrumba al enterarse que los franceses habían vuelto a entrar en Asturias y el día 8 escribía así a Lord Holland:
"la primera noticia que nos dieron fue la de estar Asturias ocupado por los franceses. Un rayo del cielo no habría herido más fuertemente mi corazón. No ciertamente por el entero naufragio de mi pobre fortuna, sino porque siempre me había consolado en tantas desgracias como llovían sobre mí: ya no tengo ni bienes, ni libros, ni hogar, y ni siquiera tengo patria, que tal nombre no quiero dar a una pequeña porción de país donde ni se defiende con rabia y furor la libertad, ni con justicia y gratitud el honor y el decoro de los que tanto han trabajado por ella"


Durante sus meses de estancia en Galicia le hallaremos escribiendo su justificación política en Memoria en defensa de la Junta Central. El 27 de julio, aprovechando una retirada del ejército napoleónico de Asturias, embarca rumbo a casa, donde es recibido con alegría, pero un contraataque francés le obliga a volver poniendo rumbo a Cádiz. Enfermo de pulmonía fallece en el asturiano Puerto de Vega el 28 de noviembre de 1811, donde su barco había buscado refugio, también a causa de la tempestad, siendo enterrado allí ante la imposibilidad de llevar su cuerpo de momento al cementerio de la Visitación en su villa natal


El 24 de septiembre de 1814 sus restos son exhumados y al día siguiente una comitiva los trae de vuelta para ser enterrado en un nicho del citado cementerio de la Visitación, si bien 28 años más tarde, en 1842, son colocados en la Capilla de las Ánimas en el interior de la iglesia de San Pedro


En 1936, en los trágicos avatares de la destrucción de la iglesia durante la Guerra Civil, el escritor Emilio Robles Muñiz, Pachín de Melás, se presenta en el Ayuntamiento y consigue permiso de su amigo el alcalde Avelino González Mallada para sacar antes, y acompañado de dos municipales, la caja mortuoria de Jovellanos y su lápida, que primeramente estuvo en la Cámara de Comercio o de Altos Estudios Mercantiles, luego en el Instituto Jovellanos unos meses y, en 1940, en la casa familiar hasta que el 3 de febrero de 1978, tras restaurarse esta capilla, son traídos aquí


En su epitafio leemos:
"Aquí yace el Exmo Sr. D, Gaspar Melcho de Jovellanos, magistrado, ministro, padre de la patria, no menos respetable por sus virtudes que admirable por sus talentos; urbano, recto, integro, celoso promovedor de la cultura y de todo adelantamiento en su pais: literato, orador, Poeta, Jurisconsluto, filosofo, economista; distinguido en todos los géneros, en muchos eminente: honra principal de España mientras vivió, y eterna gloria de su provincia y de su familia, que consagra a su esclarecida memoria este humilde monumento R.I.P.A.

Nació en Gijón en 1744 - Murió en Puerto de Vega en 1811"

Al lado, una pequeña imagen del Santo Niño del Remedio da paso, del sepulcro de Jovellanos al altar de la Virgen de los Remedios, advocación mariana extendida a partir del siglo XIV por Europa y posteriormente por América, vinculada en sus orígenes a los Trinitarios u Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, fundada por San Juan de Mata y San Félix de Valois y aprobada por el papa Inocencio III en diciembre de 1198. De este lugar escribe el historiador Luis Antonio Alías en su libro El Camino de Santiago en Asturias. Itinerarios lo siguiente:
"Tras la continua casa de los Cienfuegos, construida en el siglo XIX a expensas de la torre de poniente, está la capilla -arco de medio punto de grandes dovelas, dos ventanitas superiores, espadaña de un arco- de Nuestra Señora de los Remedios, último reposo de los restos de Jovellanos. Es lo que que queda del hospital de los Corraxos, de los Remedios o de la Merced, fundación para peregrinos (se supone que Corraxos significaba vagabundo o transeunte pobre) probablemente medieval. Ocupaba la casa siguiente a la capilla -esquina oeste de la manzana- y se sabe demolido el año 1598 a causa de una peste y reconstruido dos años después"

Nos dice Alías que la Virgen de los Remedios "fue la patrona del gremio de los canteros y su imagen preside, en el mes de septiembre, las fiestas de una zona del barrio al dividir Cimadevilla, tradicionalmente, festejos, devociones y rivalidades entre las cofradías de los Remedios y la Soledad"


El gran cronista Víctor Labrada dedica, a quien fuera alma mater de la fiesta de los Remedios, Ceferino López, allá por los años de entresiglos XIX al XX, todo un capítulo, Cuando el verano declina, de su biblia playa titulada Al aire de Cimadevilla, que queremos plasmar aquí y que comienza de esta manera:
"A Ceferino López; el que fuera
campanero mayor de San Pedro
y alma de la fiesta de los Remedios.

Si volvieras a levantar cabeza, amigo Cefero, estamos seguros que pasarías, al igual que nosotros, una terrible congoja, al ver en qué quedó convertida tu fiesta de los Remedios; la que un día fuera envidia de las demás y orgullo del gremio de labrantes y canteros."

Pasa seguidamente Labrada a recordar a la tahona del padre de Cefero, sita a escasos metros de la capilla:
"De la tahona de tu padre, el "Moreno", aquel "santu varón" que viera con lágrimas en los ojos, cómo las llamas arruinaban en unas horas, el total esfuerzo de toda una vida dedicada a suministrar, moler y cocer, con "les Rites, el Páxaru, les Quincianes" aquel "panchón" que sabía a gloria y por el que nos peleábamos los "rapazos" del Prado de don Gaspar; apenas si había tres mal contados pasos entre aquélla y los Remedios."

Y a continuación quiere describirnos todo el entorno, parte del cual hemos visto ya y parte veremos al salir, desde la casa de Jovellanos a otros palacios y la cárcel de la Torre del Reloj:
"Y ¡qué marco!, Cefero: La casona de los Jovellanos, con sus lustrosos poyos. La de los Navas. Las vetustas de los Rendueles, Cienfuegos, Cruces y Laviadas. El caserón del viejo hospital de peregrinos. La capilla, la torre del reloj, cárcel y oscuro túnel. La tahona. El palacio, capilla y Campo de los Valdeses. La tienda de don Julián y el chigre de Primo. El viejo cuartel de carabineros y el famoso corredor que conducía a la casa de los carceleros, sería, de existir en estos tiempos, en el que el turismo impera, con la valiosa aportación de la iglesiona marinera y el calvario de piedra, el verdadero exponente de lo que fuera el Gijón de nuestros antepasados, en su parte señorial y de pecheros, metiendo entes marco, claro está, el palacio del Marqués de San Esteban del Mar, la Casa del Juez y el Convento de Agustinas Recoletas"

Es ya el momento de hablar de la renombrada fiesta de los Remedios, consoladora de peregrinos y patrona de gremios, lo primero, haciendo repicar las campanas de la capilla, las que acabamos de ver en lo alto de la espadaña, "cuando el verano casi agonizaba", es decir, ya en septiembre, cuando se celebran las fiestas, con sus preludios de voladores, los cohetes:
"Tal parece que aún te estamos viendo, repicando desde el campanil de los Remedios, en aquella pequeña lengua de bronce fundida en lejanas tierras. Luego salían de tus manos, camino hacia el azul, los gruesos voladores, preludio del próximo acontecer.

Si hoy vinieras, estamos seguros que nos reunirías nuevamente a tu alrededor para decirnos con tu calmosa y persuasiva voz, la que tantas veces habíamos oído de los labios. Oid "Cuando el verano casi agonizaba, celebrábanse en Gijón las fiestas de los "gremios". Primero la de los carpinteros o de la tabla. La segunda, la de la Consolación de los zapateros o de la correa. La tercera, la de los Remedios, de labrantes y canteros. Y la última la de la Soledad, del gremio de mareantes y pescadores. La más ruidosa era la nuestra, la de los labrantes por ser también, por aquel entonces, la más rica."

Así transcurría pues en aquella época lo que hoy llamaríamos el programa de fiestas de Nuestra Señora de los Remedios:
"Ocho días antes, a las siete en punto de la tarde, escuchábanse una docena justa de cohetes, anunciadores de la novena a la que concurrían muchas vecinas y señoronas que no eran del barrio, pero que sentían gran devoción por nuestra virgina.

El sábado, víspera de la fiesta, al sonar la primera campanada de las doce del día, salían de todas las obras en construcción, cientos de disparos, tratando de hacer la competencia a los miles que se lanzaban desde el muro de las cruces, en dirección al mar. Los canteros no trabajaban hasta el lunes por la tarde.

En la playa, descalzos y con "les alpargates colgaes del cuello", cientos de "rapazones" corrían para disputarse "les vares de les xiraldes".

Al atardecer de este día, tanto en el Campo de Valdés, como en la subida a la capilla y plazuela de los Jovellanos, veíanse mesas y bancos, patas arriba y tablas sujetas con refgodones, que "acutaben sitiu" para puestos de azucarillos y aguardiente, de dulces y frutas.

Adosados al viejo caserón, donde naciera Don Claudio Alvargonzález, el héroe de Abtao, ocupada años antes por la mueblería de la Pascuala, colócanse los caballitos, únicos que entonces conocíamos, porque eso de los carruseles es muy moderno.

Los operarios del Ayuntamiento levantaban los mástiles para las banderolas y blancas tulipas, al mismo tiempo que preparaban las cuerdas para la iluminación verbenera, pero los "farolitos" de papel, no los colocaban hasta el mismo domingo por temor, muy justificado, a que desaparecieran las velas que se colocaban dentro."

Llega entonces el domingo, el día de la fiesta mayor de la Virgen de los Remedios, otra jornada de sonoro estruendo anunciando romería:
"El día de la fiesta era también de mucho ruido. Voladores de palenque a la misa de comunión. Voladores al azar. Voladores antes de la procesión, en la procesión y después de la procesión.

Las mesas de afamadas dulceras -yo era un terrible "llambión"-, tales como "les Rites" y otras, estaban repletas de "tablillas, crucetas y amargos". Las mejores compradoras eran aquellas señoronas de abolengo, que llegaban a visitar a la Virgen y llevaban a sus casas algo obligado, tal como aquellas típicas golosinas.

Por la noche, bailoteo a los acordes de una sección de la Banda o del Bandín. Fuegos artificiales, a todo pasto. "Fijaibos si estábamos ricos, que dejábamos todos los años un fuegu artificial pa regaláilu a la Soledad"

Los de la Soledad, los de la otra fiesta y zona de Cimavilla, los pescadores, acudían cómo no a estos festejos de sus vecinos, pero como los de los Remedios, como hemos visto, no trabajaban hasta el día siguiente, lunes, por la tarde, no tenían tantos problemas a la hora de comenzar su jornada laboral, que para los marineros comenzaba pronto:
"Después de las dos de la madrugada, cesaba todo ruido y los cuerpos, unos cansados y bajo los efectos del alcohol los más, se retiraban cantando a descansar. Y como los de la Soledad acudían como avispas a la miel, el lunes no podían salir "les lanches" a la mar, por falta de tripulantes.

Cuando "los rapazos de lancha" llamaban: "¡Manolo, a la mar, que yes el últimu!" recibía, cuando las recibía, contestaciones un tanto pintorescas de las que voy a dar alguna muestra.

¡Non me levanta ni la grúa el Gobierno!

¡Hoy pa tí el quiñón!

¡La mar, pa los pexes!

¡Non surdo en ocho días!

¡Quedé en seco, llama a otru!"

Acaba Víctor Labrada, al final de su semblanza a Ceferino López, lamentando con nostalgia cómo habían cambiado ya, allá por 1971, las fiestas de los Remedios y de la Soledad, dirigiéndose así a su amigo:
"Querido Cefero: Toda aquella policromía del día de los Remedios, quedó convertida, gracias al progreso, en una serie disparatada de absurdos. Y lo malo con ser mucho, no es sólo eso: la Soledad, de la que tú también fuiste gran admirador, nos está dando ciento y raya a los de los Remedios.

Hoy no ayuda nadie. Ni los canteros, ni los ricachones y mucho menos el Ayuntamiento. Si acaso, las gentes sencillas del barrio, aquellas que aún guardan, como un tesoro, lo poco que queda de las fiestas tradicionales.

Ya te decimos al principio de esta charla que te dedicamos: Para ver lo que se ve, vale más que no levantes cabeza.

Gijón está perdiendo el gusto a lo que fue suyo de toda la vida, a lo que para ti era verdadero gozo: a la tradición de sus mayores."

Enfrente, "La plazuela de los Remedios figura en los Libros de nacimientos de 1862 y la suponemos situada frente a la capilla". escribe el Cronista Oficial Luis Miguel Piñera en su libro Las calles de Gijón, Historia de sus nombres. Enfrente, la calle Arzobispo Valdés Salas fue la antigua Travesía Recoletas, nombre que mantiene una calle paralela, lo que dio lugar a no pocas confusiones:
"En la actualidad esta calle, de escasa longitud, tiene un extraño trazado debido a las obras de recrecido de la muralla romana. Además, la placa de Travesía de Recoletas no se retiró en 1941, cuando se aprobó el nombre del arzobispo, con lo que prácticamente todos los habitantes de Cimadevilla seguían llamándola por el nombre antiguo. La confusión aumenta cuando vemos callejeros como, por ejemplo, el incluido en el padrón de habitantes de 1960 con la denominación de travesía de Recoletas para la corta calle perpendicular a Recoletas y Arzobispo Valdés, que desembocaba frente a la capilla de los Remedios. (...)

Trataremos de aclarar el asunto. El 7 de agosto de 1941 desaparece oficialmente la travesía de Recoletas para convertirse en Arzobispo Valdés, pero al no desaparecer la placa, lo que sucedió fue que en realidad la travesía se bifurcó, llamándose con el nombre nuevo a la vía así conocida hoy y manteniendo el de travesía de Recoletas otro tramo. En consecuencia, por eso aparecen en planos, incluso recientes, las dos calles: Travesía de Recoletas y Arzobispo Valdés."

Recoletas es pues la que baja a la derecha de esta casa, en cuyo bajo veremos más porciones de la muralla y otras antiguas construcciones cuando tomemos dicha calle, enfrente de la  la Residencia albergue universitario, que es ese llamativo edificio de placas de colores en la fachada, sito al pie de la Torre del Reloj, de la que hablábamos antes y a cuyos pies vamos a pasar, camino de la Plaza Mayor, donde retomaremos el Camino de Santiago



La Residencia Universitaria, como también se la llama, aunque no es un albergue de peregrinos, sí los admite con gusto, por lo que puede ser una buena opción para hospedarse en pleno barrio de Cimavilla, en pleno casco histórico gijonés


A nuestra derecha, en lo que fue el Hospital de la Villa, de los Remedios o de Corraxos, está la casa natal del arquitecto Miguel García de la Cruz, del que mucho hemos hablado en nuestro deambular por El Muro, pues fue el artífice de su ampliación desde La Garita (Martillo de Capua) hasta la desembocadura del Piles entre 1907 y 1914, a la vez que autor de otros numerosos proyectos constructivos en la ciudad y en toda Asturias


Una placa en la fachada nos recuerda la antigua existencia de este Hospital de la Villa, el cual fue derribado definitivamente en 1837, cuando el Hospital de Caridad de Juan Nepomuceno Cabranes, que lo sustituyó, ya más encaminado a socorrer a necesitados que a romeros jacobitas, había sido inaugurado


En el nuevo edificio nació, el 10 de marzo de 1874, el arquitecto Miguel García de la Cruz y, en 1923, abría sus puertas en sus bajos un famoso restaurante, Casa Zabala, culinario templo veterano de la gastronomía y la historia gijonesas, fundado por el vasco Antonio Zabala, patrono de barco de Fuenterrabía, quien acudía con frecuencia al muelle gijonés con motivo de la costera del bonito


Cuenta la historia que Zabala se enamoró de una moza de Cimavilla, Sofía, y, con ganas de recalar definitivamente en puerto, decidió adquirir el edificio surgido sobre el del antiguo hospital puso aquí su negocio de comidas, donde antes estaba la taberna de Calixto el Mirlo, tal y como dicen José Luis Carmona García y Luis Arias González en Comer fuera de casa: tres siglos de restauración gijonesa (1700-2000)Aquel primer chigre que sucedió a Casa Calixto pronto tuvo fama por su buen hacer, el cual sería heredado con el tiempo por su hijo y su nuera, Guillermo y Lupe, y a continuación por la hija y el yerno, Amparo y Andrés. 
"Cuatro generaciones después seguía abierta y en manos de la mismo familia tras la profunda remodelación y modernización que se hizo del local en 1992. Zabala trajo a Gijón la cocina vasca de pesquería y su propia originalidad en los fogones, compartida por Sofía, su esposa. El público del Zabala anterior a la guerra estaba integrado a partes iguales por los vecinos del Barrio Alto y por un buen puñado de exigentes conoissurs, tanto locales como visitantes, que se extasiaban con recetas como la cabeza de merluza guisada, las angulas, el bacalao al pilpil, la merluza en cazuela, el congriu con arbeyinos o patatines, los chipirones rellenos, la merluza en salsa verde, el besugo a la espalda -denominación que, según la familia Zabala, inventó el conocido escritor local Ludi- , con fideos o al ajo arriero, la ventresca a la brasa, la purrusalda, el cabracho y los chuletones; algunos de estos platos se han asimilado como auténticas especialidades locales atemporales"

Efectivamente, Casa Zabala fue restaurada en 1992 dentro de las obras de restauración integral del barrio alto y es célebre por su cocina tradicional, especialmente la más marinera, llegando la cuarta generación familiar con el cocinero Guillermo Mori Zabala. El mencionado historiador Luis Antonio Alías, magnífico gastrónomo, le dedicaba este artículo en el periódico El Comercio el 19-1-2015:
"Pasó la costera del bonito y con ella las ventriscas que aquí aprendimos a venerar. No importa. La última Caldereta de don Calixto sabe aprovechar lo mejor de cada mes.
Pasó el bonito pero los besugos, las chopas, los salmonetes, los reyes, los congrios o las merluzas siguen llegando y propiciando que las chimeneas echen humo y aromas, si bien ahora el humo escasea por los combustibles limpios y los potentes filtros, mientras los aromas pescaderos del Barrio Alto apenas pasan de leves: nada que ver con aquellos sólo adecuados para olfatos curtidos de antaño, cuando en patios y cantiles tripas y desechos retozaban al sol con la fábrica de hielo aportando punzadas de amoníaco. 
Ya entonces, Casa Zabala ejercía de paréntesis donde llenarse los pulmones con bálsamos de mar limpia. Contaba un extendido rumor cómo los loteros y fisgaores, antes que convocara la rula a golpe de campana su retablo de compradores, apartaban discretamente los mejores lotes para una docena de restaurantes gijoneses, carbayones y madrileños, aquellos que no querían ni podían permitirse el más mínimo desdoro en sus piezas servidas enteras y verdaderas, y pasadas lo justo en plancha u horno: dar al paladar la verdad desnuda exigía coimas y mediaciones. 
Casa Zabala aparecía siempre entre ellos. También Jockey, señalaba Nicieza Noti, uno de los grandes cronistas que tuvo el barrio, sin que los presenten acertaran a saber donde estaba un sitio con nombre señorito. 
La cosa es que Jockey cerró y Casa Zabala sigue felizmente abierto desde 1923. Actualmente, su cuarta generación respeta la tradición heredada sin frenar las innovaciones dictadas por los tiempos, la formación, la imaginación y la demanda, que un panchu, un cabracho o un golondru no vestían ayer las galas, ni recibían las consideraciones, de hoy. 
Esa capacidad de conservar, respetar y ofrecer el propio legado, unida a la virtud complementaria de abrir campos e incorporar técnicas, merecieron la última Caldereta de don Calixto, un reconocimiento doblemente justificado para quienes tantas calderetas prepararon según la receta del vecindario, pescadores de cabotaje y altura que sobre la cubierta de los barcos guisaban esencias cantábricas. 
La ventrisca de bonito y el besugo a la espalda, bien lo sabe quien bien conoce el anecdotario grande de la gastronomía asturiana, salieron de aquí. Recordemos brevemente la historia mil veces contada y escrita por EL COMERCIO o por Lonely Planet: en la segunda década del pasado siglo un patrón de pesquero guipuzcoano, Antonio Zabala, se enamoró de Sofía, guapa moza de Cimavilla. Deseoso de una vida a pie de hogar, adquirió Casa Calixto en la antigua ubicación del hospital de Caridad, primero de la villa bajo la vecindad y protección de la Virgen de los Remedios. Puesto el chigre, ambos popularizaron las dos pericias citadas y otras que Antonio trajo aprendidas de su Fuenterrabía natal. 
Casa Zabala nació humilde en sus acomodos, no en su cocina. Las mesas tapadas por mantelinos de cuadros, los bancos corridos y las lámparas de globo se llenaban con comensales de toda procedencia ansiosos de pescados a lo Zabala. El hijo y la nuera, Guillermo y Lupe, heredaron el negocio, el compromiso y los sabores, para, a su turno, entregarlos a la hija y el yerno, Amparo y Andrés, que vistieron de gala el viejo local. 
Actualmente le toca a Guillermo mantener la antorcha en alto. Yalto la mantiene. El otoño aporta a su carta salteados de setas salvajes, boletus en aceite de ajo y perejil, perdiz con verdura, lomo de venado a la plancha arropado por puré de castañas, espuma de carajillo con crema de nueces... 
Y mientras haya ingredientes de confianza plena seguirá la crema densa y picantina de andaricas, la ensalada de pulpo con verdurinas, la lubina sobre crema de trigueros, la merluza frita al estilo de madre y maestra Amparín, o el goloso rabo de buey guisado, un clásico de Zabala muy anterior al ascenso social de la casquería. 
Y por supuesto ventriscas. Pero faltan nueve meses, un parto. No importa, sobran razones para esperar. Además los oricios pronto nos aliviarán con yodo y corales el hierro de la vida."


Casi 4 años después, el 15-11-2018 y también para El Comercio, la periodista Jessica M. Puga da noticias de nuevos cambios
"Casa Zabala, sinónimo de productos de la mar, lleva unos días con las persianas bajadas y las comunicaciones cortadas. Al frente del negocio, testigo del inexorable paso tiempo por llevar abierto desde 1923, estaba ahora la cuarta generación, con Guillermo Mori a la cabeza. Miles de oricios y bocartes, así como kilos y kilos de ventrisca han salido de sus cocinas en estos casi cien años que el negocio lleva presidiendo el barrio alto de Gijón, Cimavilla. Su historia ahora continuará con algunos cambios. Según parece, el negocio seguirá siendo hostelero, pero propiedad de otra persona."

Abre entonces el Antiguo Zabala y Luis Antonio Alías, con su buen hacer, vuelve para realizarles el preceptivo reportaje y glosa, publicado en mismo diario el 9-5-2019:
"Casa Zabala cerró; un golpe para Cimavilla y para Baxovilla. El Antiguo Zabala abrió, la pérdida deja de serlo y el universo playu, tan despojado de identidades desde que su territorio pasó de barrio casi independiente de pescaores, pescaeras, cigarreras y farolillos rojos a 'casco viejo tope chic', minimiza su continuo desvaimiento y decoloración. 
El cierre fue consecuencia del retiro de Guillermo, sin duda buscando menos ajetreos y sujeciones: un saludo cariñoso, justo merecedor de la Caldereta de don Calixto y frecuente colaborador de Yantar; seguro que pronto reaparecerás con toque y delantal tras otras encimeras. 
Guillermo ejercía de cuarta generación. Cocinero sólido y aperturista, con experiencia y ciencia, combinó el recetario de taberna y el de vanguardia. Detrás están su madre Amparo y su padre Andrés, que renovaron el local. Previamente lo llevaron y encumbraron Guillermo y Lupe, hijo y nuera de los fundadores. Y acabando por el principio, el título inaugural corresponde a Antonio Zabala y Sofía, el patrón de bonitero guipuzcoano que, enamorado de una rapaza de la calle Las Cruces, decidió quedar, formar hogar, adquirir la entonces llamada Casa Calixto, montar comedor, iniciar dinastía y enseñarnos a valorar las ventriscas de bonito -despreciadas por grasientas y mantecosas, asómbrense- y el besugo a la espalda en vez de horneado o asado churruscado. 
Echado el cierre el 1 de octubre, a cinco años del centenario de su fundación, pasaron y pesaron unos cuantos meses sin trasiegos por la puertina de los festines saludables, y mucho antes del Hospital de los Corraxos, primero de Caridad que tuvo Gijón con la Virgen de los Remedios por patrona. Pero hace mes y poco, el paisaje veterano del barrio alto se compuso nuevamente dentro de su general cambio: Casa Zabala pasó a Antiguo Zabala con Eduardo Vigón de propietario. 
A Eduardo le antecede su excelente labor en La Playa, primera línea y esquina de Tazones, secular edificio marinero con una terraza pequeña y disputada. Sus arroces sueltos, al dente, intensos, cautivadores, muestran el cuidado que pone a la hora de preservar legados culinarios de importancia: el heredado de Carmen y Nardo en este caso. 
Nacido en Villaviciosa, con familia llagarera cuyo apellido centra etiqueta -Sidra Vigón- pasó de camarero a cocinero de escuela y título. Luego practicó por el Cantábrico de Venta las Ranas, el Roxu o el Panduku: «Abrí un local propio en Tazones, el Mar-bella, y aprovechando la jubilación de sus propietarios, cogí la Playa, donde llevo ya 15 años; al surgir la oportunidad de adquirir Casa Zabala, no dejé que escapara; encierra mucha historia y mucho nombre», comenta. Y añade que es respetando sensibilidades y significados hondos por lo que «el nuevo Zabala pasa a llamarse Antiguo». 
La carta respeta tradiciones y presente, la raíz gijonesa y los nuevos vientos tazoniegos: ensalada de xarda, milhojas de bacalao, arroz con bugre, paella de marisco, fabada, pescados de lonja en su naturalidad (espalda, horno, sidra y sal) y mariscos también en su naturalidad; el no pescadero (¡qué pecado aquí!) dispone de paletillas y entrecotes. 
Quien recuerda las visitas infantiles a la casi humilde sala de mesas juntas y mantelinos a rayas, después salón revestido con las elegancias propias de quien colecciona las más altas calificaciones de guías y gurmés, agradece poder seguir pidiendo y saboreando un arroz blanco con calamares en su tinta igual de rico que hace sesenta años."

Atento siempre a novedades, Alías realiza también una semblanza del antiguo Hospital de Corraxos el 30-9-2021 con motivo de otra visita al nuevo propietario del Restaurante Antiguo Zabala, Eduardo Vigón Pérez, y al chef Pedro Santos García:
"Gijón, rica y poblada, resultaba paso apetecible para muchos peregrinos jacobeos. Y el Hospital de los Corraxos les proveía de pan, leche, lecho y cura. O entierro. 
Los siglos pasaron, el hospital se trasladó y el vacío lo cubrió una taberna, Casa Calixto, que adquirió un bonitero guipuzcoano, Antonio Zabala, nacionalizado playu por amor a Sofía, una rapaza de la calle Las Cruces. Corría el año 1923. Ellos nos enseñaron a valorar las ventriscas de bonito (despreciadas por grasientas, asómbrense) y el besugo a la espalda, que solía hornearse o freírse. Ellos y otras tres generaciones hasta que Guillermo, la cuarta, decidió echar el cierre. 
Entonces llegó Eduardo Vigón, de sidra Vigón, de La Playa tazoniega y de otros muchos proyectos y realidades, dispuesto a mantener y continuar la historia: «Es para respetar significados por lo que el nuevo Zabala pasa a llamarse Antiguo», señala. Tal cumple Pedro, el chef, que sigue las enseñanzas del fundador, Antonio Zabala, y las suyas adquiridas, como hijo de hosteleros, en casa propia y en Las Delicias, la Ciudadela de Víctor Ramón, o aquí mismo cuando Yantar reconoció con La Caldereta de don Calixto una trayectoria pronto centenaria."

A la izquierda es la calle Vizconde de Campogrande (vemos también Campo Grande), título nobiliario del villaviciosino Plácido Jove y Hevia, director de la Compañía Arrendataria de Tabacos, empresa púbica española fundada en 1887 y encargada de la gestión del monopolio estatal de fabricación y venta de tabacos, que en 1945 pasó a llamarse tabacalera. Y es que por aquí se va a la antigua Fábrica de Tabacos, cerrada en 2002 después de marcar la impronta del barrio durante casi siglo y medio, cuya fachada principal en la Plaza de Arturo Arias vemos al fondo, El Campu les Monxes, pues dicha industria tabaquera, la de Les Cigarreres de Cimavilla, se estableció en el desamortizado convento de las Agustinas Recoletas, cuya historia contábamos hace un momento. Leemos en Wikipedia:
"La plantilla estaría formada por mujeres debido a que la fabricación del cigarro era un proceso manual que no disponía, en un inicio, de maquinaria industrial, por lo que se necesitaba una gran masa laboral barata. En 1890 se contabilizan a 1935 mujeres y 50 hombres trabajando en la fábrica, un número alto de operarios con relación a los menos de 40 000 habitantes de todo el municipio.​ El gran número de plantilla femenina desarrolló la figura de «cigarrera», de gran interés etnográfico y feminista por su implicación en el mundo laboral y en la lucha del movimiento obrero. En 1903 las cigarreras, (Les cigarreres en asturiano), convocaron la primera huelga femenina en Asturias, secundada por la fábrica textil de La Algodonera, de La Calzada y con plantilla femenina. En la fábrica convivían niñas con ancianas (al no existir jubilación alargaban al máximo su vida laboral) y se distribuían según especialización. Constituyeron una parte fundamental de la vida urbana del barrio de Cimadevilla."

La calle era también llamada La Fábrica, El Callejón de la Fábrica o La Fábrica Tabacos y Luis Miguel Piñera nos da noticia en su libro dedicado al callejero gijonés de una queja en el periódico local El Liberal, de fecha 8 de noviembre de 1892, relativa "al mal estado del «Callejón de la Fábrica de Tabacos», donde se entremezclan cigarreras que salen o entran del trabajo con carros de mercancía y tildando de ignorantes o gentes con «sobrada maldad» a quienes consideraban posible el acceso por el Práu de don Gaspar o la calle de la Vicaría, ambas «extremadamente pendientes». Allí se cruza con la calle Rosario, dedicada a la antigua cofradía de esta advocación, más conocida por La Naval por la batalla de Lepanto. A la izquierda son las terrazas de El Veleru y a la derecha las de El Trébole, a la izquierda las de El Veleru, otros dos referentes gastronómicos en Cimavilla. Leamos lo que dice de el primero Luis Antonio Alías en El Comercio del 15-2-2015:
"Hace ahora quince años abría El Veleru sus ventanales y su vistosa terraza escalonada en una casona remozada de la calle del Rosario. Si el interior, con bajo y barra de chigre y alto de comedor sereno, recuerda la taberna que allí mismo hubo desde los tiempos del pirata Arripay, la exterior tarima esquinada que tiende sogas y vence desniveles, deja clara su condición de feliz ocurrencia. Otra de Juan Iglesias El Pegollín, que con catorce años entró de lavaplatos en La Zamorana para pagarse un viaje y acabó enrolado de hostelero vocacional fuera de grumete o de patrón. 
En su haber figura la citada casa de los hermanos Méndez y otras escuelas del calibre de Casa Justo, Tino el Roxu o el Marsol;luego, como lo segundo, combinando mando y buen trato, abrió El Pegollín, chigre que le apoda, y adquirió El Alleranu. 
Sólo con estas dos referencias ya se aseguraría un lugar en la nunca escrita historia de la restauración gijonesa. Recientemente, nos recordaba Janel Cuesta el «arroz con bugre y oriciu» que creó y con el que cosechó elogios y laureles, y el reparto gratuito de centollos entre sus clientes, una promoción que colapsó la entrada y la calle de El Alleranu. 
Y llegó El Veleru con Fernando Viñuela de cocinero, otro gijonés que sin ejemplos próximos eligió dedicarse a las sartenes, cazuelas y besugueras cuando durante una prolongada estancia londinense encontró trabajo en un restaurante griego. Que Inglaterra despierte y arraigue vocación culinaria resulta poco habitual, pero ocurrió. Al retornar, Fernando hizo la carrera en la Escuela de Hostelería de Gijón y practicó por restaurantes de Canarias y Cataluña. 
Y, por el que hoy nos ocupa, formando con Juan una pareja laboral que rompió la década de la burbuja: Juan se dedicó a la construcción con el fin de ayudar a su padre, y Fernando abrió La Viñuela, una vinatería de muy grato recuerdo. 
Ahora, acabado el ladrillo y gravemente heridas las aventuras empresariales solitarias, una sucesión de oportunas casualidades les devolvió donde lo dejaron: «Entre ellas, que José Ignacio Pajares, propietario y rehabilitador del edificio y del local, anima y colabora con una imprescindible generosidad», señalan. 
El Veleru ofrece guisos tradicionales con el mar por principal entorno y tema, con estricto respeto elaborador si la receta forma parte de las canónicas (fabada, fabes con almejes, callos, arroz con pitu caleya, cocochas de bacalao al pil pil, lomo de bacalao con pisto, pescados de rula a la sencillez) y crea e interpreta el repertorio propio cuidando puntos y mixturas para que la sabrosa armonía final cautive. Puro Fernandos way. Pruébense aquí los pimientos del piquillo rellenos de carne y salsa de foie, los canelones de pitu caleya, el crujiente de manitas de cerdo con perlas de manzana o el lomo de pixín con cigalas. 
Los arroces se admiran visualmente antes de desatar la gula el particular de bugre y oricios, el negro, el del señoritu y pulpos, calamares y chipirones al estilo playu y al estilo Viñuela recogen la sabiduría en cefalópodos que atesora el barrio. 
También hay caracoles grandes de hierba y planta, una delicatessen injustamente olvidada por los asturianos actuales que prefieren los bígaros de mofu y alga:pídanse, que con un vinín se reza el Ángelus. 
En fin, el reencuentro, el reinicio, la ilusión, la seriedad y la inventiva auguran un brillante porvenir a El Veleru en la Cimavilla actual, tan necesitada de mantener y hermanar las máximas exigencias y calidades con el carácter isleño, pero abierto, alegre y convivencial que la destaca y singulariza."

Y pasamos ahora al de la derecha, al Trébole, el que está a continuación de la entrada principal a Casa Zabala o Antiguo Zabala, también en la calle Vizconde de Campogrande, del que Alías publica su reportaje el 30-11-2017:
"El Trébole está en Cimavilla, y eso cuenta. En el propio corazón del barrio alto, donde La Soledad y Los Remedios separan cofradías y festejos. Además ocupa el bajo de una antigua casa que da entrada, esquina y fachada a la plaza Les Monxes o de Arturo Arias, aplanando el desnivel de subida con una terraza entarimada frente a la ruinosa Fábrica de Tabacos, antes convento de las Agustinas Recoletas.

En verano –o en el veranillo que nos acaba de traer San Martín– y trasladados o jubilados pescadores, pescaderas y cigarreras (también flamencos y suripantas) el barrio alto vive de hostelería y recuerdos.

Y si por su ubicación El Trébole merece calificación de pintoresco, que mira para el primer hospital de Gijón (el de los corraxos) y la Torre del Reloj, su interior pone maneras de chigre esmerado:cajas sidreras dentro de los tabiques, frentes forrados de troncos de árbol, mobiliario claro, bodega de cristal, imagen de bosque verdeando el techo… 
Los ofrecimientos guardan fidelidad al barrio que hasta anteayer vivió de la pesca, la rula y los saladeros: el pixín amariscado o la lubina en salsa de oricios dejan huella;los frescos pescados del día a la espalda salen abundosos de migas, aceite y ajada; los centollos y ñoclas provocan oralidades apasionadas... 
Carnes rojas y cachopos de cecina miran tierra adentro (vacas había pastando pacíficamente por el Cerro entre tendales y vareas de colchones) y los arroces o los potes de roca y cuadra nos escalecen de noroestes y galernas. 
Los platos salen ricos y abundantes, condición imprescindible de güela recogedora del trébole la noche de San Juan. Y quien les da la gracia, Juan José, posee carrera meritoria. Candasín, nieto e hijo de los propietarios del ya desaparecido restaurante Miramar, se hizo cocinero con la naturalidad de quien crece a pie de fogón para luego tomar título en la escuela gijonesa, y alta práctica al lado de Nieves en las Delicias, Víctor en el Bellavista, David en La Tabla o Roberto en La Pondala: «Luis Alberto, de Casa Fermín, me habló del Trébole y aquí llevo unos cuántos provechosos años», comenta. 
Y los lleva bajo la gestión de Natalia, una mierense que desde la adolescencia se dedicó a dos artes tan diferentes como el servicio de sala y la natación, el salvamento y el socorrismo, de la Cuenca a Ibiza, de Ibiza a Gijón y de Gijón a Valladolid: a su mucho encanto personal une, por lo tanto, la posibilidad de realizar una maniobra de Heimlich si fuera preciso".

Por aquí vería Jovellanos en 1793 a su querida hermana PepaJosefa de Jovellanos, renombrada poetisa, salir, ya con el hábito de monja, a la clausura del convento de las Recoletas cuya fundación auspiciaron sus tatarabuelos. El prócer intentó persuadirla que no lo hiciera, luego lo recordaría en sus Memorias familiares:
"El canónigo dignidad de Oviedo, don Lucas Zarzuelo, sujeto de más celo y virtud que ilustración, hallando los progresos que su hija de confesión hacía en la virtud y creyendo conducirla a mayor perfección en el claustro, le inspiró o, si nació de ella, le fomentó el deseo de retirarse a él; y como si no hubiera abandonado el mundo la que sólo veía en él las miserias y aflicciones de sus prójimos para socorrerlas y consolarlas, o como si pudiese haber una virtud más sublime que la caridad, que es la mayor, y la fuente de apoyo de todas las virtudes cristianas, acordaron que tomase el velo en el convento de religiosas Recoletas de San Agustín de Gijón, situado en terreno de mi casa y contiguo a ella. [...] Pero pasado algún tiempo, fuese que no pudo reprimir la vehemencia de su deseo, o que su director la indujo a ejecutarle, ello es que lo verificó súbitamente y con tanto secreto, que aunque avisado en el mismo día, procuré estorbarlo por medio de una enérgica carta a su director; ya cuando yo la escribía estaba mi hermana cubierta con el velo a pocos pasos de mi casa. Tan decidida fue su resolución, que antes de venir al convento había ya distribuido todos sus bienes entre sus parientes más necesitados. [...] Su vida en el convento fue ejemplarísima. Falleció en él en 1807 en olor de santidad, y su sólida virtud, unida a su extraordinario talento, después de haberle conciliado la veneración de sus hermanas y de todo el pueblo, dejaron en pos de sí una memoria que durará entre los moradores de Gijón. [...] El amor que nos habíamos profesado había crecido y fortificado con el trato, siendo yo la única persona de quien recibía visitas en el convento y a quien recurría diariamente para ejercitar su ardiente caridad; y sería yo muy ingrato a su tierno cariño si escribiendo las memorias de mi vida no consagrase a la suya estas pocas líneas, regadas con mis lágrimas."

En esta plazoleta entre las calles Vizconde de Campogrande y los Remedios está, frente a nosotros, la Casa de Nava, de principios del siglo XVIII, mandada construir por Pedro Álvarez de Nava, según unas fuentes, y según otras por D. Pedro José de Nava-Palacio durante el último tercio del siglo XVII


La Casa de Nava o de los Nava es de un estilo muy sobrio propio del barroco tardío, se estructura en base a un bloque de planta cuadrada con fachadas de huecos simétricos y poca ornamentación. Estamos ante "una construcción austera pero como porte de nobleza", como la definen en El Gijón que me gusta, donde añaden que es "Un tipo de casona similar a tantas asturianas, en las que los elementos más destacables son la balconada central, los grandes aleros y el escudo". Por su parte, en la web del Consejo Consultivo del Principado de Asturias, aquí ubicado actualmente, podemos leer:
"Se trata de un edificio cúbico de tres plantas en disminución ascendente, en el que se aprecian rasgos estilísticos propios del Barroco, tales como la tendencia a acumular elementos en el eje central, con una puerta adintelada de moldura gruesa que inicia la forma de orejas quebradas; dos balcones con voladizo común en la primera planta y otros dos –custodiando el escudo familiar– en la segunda; así como el patio central de la planta baja, situado en el hueco de la antigua escalera, rodeado de pilastras y columnas. 
Otros elementos a destacar son la sillería del bajo y la de las cuatro esquinas a modo de pilastras. La fachada se remata con una cornisa de papo de paloma y voladizo a base de tres filas de teja."

Ilustre nacido en esta casa fue el escritor dieciochesco Cesáreo Nava Palacio, quien tradujo del inglés varias obras, como la Historia de la vida y viajes del capitán Jaime Cook (James Cook) de Andrew Kippis, editada en Madrid por la Real Imprenta en 1795, así como el Derecho Marítimo y varias obras en francés. Se ocupa de su biografía el historiador Julio Somoza y ejemplares de sus libros los hallamos en la Biblioteca de Asturias, los fondos bibliográficos de la Biblioteca de El Escorial y el Archivo Nacional


Y es que, efectivamente, tras ser vivienda esta casona solariega pasó por diferentes usos: en 1903 hubo a un tiempo cuatro escuelas, la nacional, la municipal, la del Pósito de Marineros para hijos de pescadores y la de la Sociedad de Cultura e Higiene de Cimavilla


La Asociación Popular de Cultura e Higiene tuvo, desde principios del siglo XX y hasta la caía de Gijón/Xixón en poder de los nacionales más de diez sedes en los barrios gijoneses. Sus actividades eran, además de impartir clases, celebrar conferencias, ofrecer educación sobre ornato e higiene, funciones teatrales y encargarse del mantenimiento de una importante Biblioteca Circulante. Leemos en La Asociación Popular de Cultura e Higiene de Gijón (1903-1937) lo siguiente:
"Gijón es en los primeros años del siglo XX un hervidero de sociedades culturales de diverso pelaje ideológico. Pero hay una que sobresale especialmente; en primer lugar por ser propiamente gijonesa sin apenas ramificaciones en otras ciudades; en segundo lugar, por aglutinar la higiene y la cultura como sus dos focos de actuación; y finalmente por su carácter marcadamente solidario, con la práctica de la ayuda mutua. 
Son las Sociedades de Cultura e Higiene, cuyo principal impulsor fue Francisco Suárez Acebal. Dentro del amplio movimiento de sociedades culturales obreras que florecieron en Asturias en los principios del siglo xx, la de Cultura e Higiene se asentó fundamentalmente en Gijón (existieron también centros en Infiesto, Navia, Laviana, Quintes, Ciaño, Langreo y en El Entrego), con secciones hermanas en los diversos barrios del municipio entre las que no existían vínculos jerárquicos sino una relación de fraternidad y colaboración. De ello da cuenta este libro. 
La Asociación Popular de Cultura e Higiene de Gijón se fundó en el año 1903 y con el paso del tiempo abrió más de una docena de sedes en diversos barrios."


En la posguerra se habilitó un comedor para niños pobres abierto en 1942, pero en 1945 su estado de ruina era tal que se recomendó su clausura. En 1953 se habilitó para Juzgados y Magistratura, hasta que en los años 1980 fue sede de la Universidad Popular y luego de la Fundación Municipal de Servicios Sociales:
"En 1950 se acometió una reforma integral para acondicionar el inmueble con el fin de albergar los Juzgados de Primera Instancia, los Juzgados Municipales y la Magistratura de Trabajo. Debido al mal estado que presentaba, sólo se pudieron aprovechar las paredes del inmueble, invirtiéndose en su rehabilitación más de un millón de pesetas de la época. En 1953, tras la finalización de las obras, se cedió el uso al Ministerio de Justicia.

Durante la década de los 80, la Casa de Nava albergó aulas y talleres de la Universidad Popular. Más tarde, mientras tenía lugar la reforma de la Casa Consistorial, se convirtió en la sede provisional de la alcaldía. Hasta la cesión de su uso al Principado de Asturias, era la sede de la Fundación Municipal de Servicios Sociales, y albergaba la Oficina Municipal de la Llingua, las oficinas del Jardín Botánico y las áreas de Planificación y Evaluación, Patrimonio y Gestión de empresas."

Desde 2005 y por acuerdo del Ayuntamiento con el Principado de Asturias es actualmente sede del Consejo Consultivo de esta institución, para lo que hubo de ser reformado el interior:
"El 12 de mayo de 2005, el Gobierno del Principado de Asturias, aceptó el derecho de uso del inmueble como ubicación de las dependencias del Consejo Consultivo del Principado de Asturias (decreto 40/2005), acometiendo la última reforma, dirigida por la arquitecta Dª. Verónica Durán Sela. Se modificaron tabiques y se eliminaron falsos techos, se rediseño la escalera para hacer hueco a un ascensor, se recuperó una galería de madera existente en el diseño original y, finalmente, se añadieron servicios de climatización y telemática para dotar al edificio de los medios necesarios para el funcionamiento de una oficina moderna. 
El 27 de mayo de 2007, en un acto protocolario que contó con la asistencia del Presidente del Principado de Asturias, de la Presidenta de la Junta General, de la Alcaldesa de Gijón, de otras autoridades regionales, locales, y de representantes de otros consejos consultivos, se inauguró la Casa de Nava como nueva sede del Consejo Consultivo del Principado de Asturias."


El blasón solariego de los Nava, con yelmo, está en el piso alto. Observemos también el tamaño de los alerones del tejado. De los Nava gijoneses sabemos que hay noticias ciertas desde el año 1600, de cuando se conserva un documento por el que un tal Bartolomé Nava se casa con María Costales. Es posible que se tratase de uno de los linajes que se asentaron en la villa cuando esta fue reconstruida tras el asedio de 1395 o no mucho después


Muestra una torre una serie de jaqueles, cuadrados ajedrezados (jaquel viene de, término ajedrecístico 'jaque') a manera de escaque y, sobre él, un yelmo, cerrado y con tres rejillas, por lo que sería de caballero. Al mirar a la izquierda denotaría bastardía, según los cánones heráldicos habituales, sin embargo se trata de una interpretación nada rígida pues a la hora de hacerlos se desconocían los significados de la dirección del yelmo y otros detalles, imperando el gusto de quien lo encargase. A ambos lados del yelmo una banda muestra una leyenda, a la izquierda pone, LA VIDA TIENE COMPAS y a la derecha LA HONRRA NUNCA JAMAS (sic)


No sabemos si la torre representada tendría que ver con la Torre del Reloj que, como dijimos, fue reconstruida en 1989 en base a lo que fue la del año 1572 derribada en 1911, cuando se trasladó a El Coto la que aquí había y, a la vez, sería erigida sobre más antigua aún


Fue Ayuntamiento hasta 1680 y disponía de un reloj que daba la hora a la población, con un relojero responsable de su perfecto funcionamiento, luego pasó a ser la cárcel. El traslado de los presos se efectuó a la de El Coto en 1909, saliendo todos de aquí en comitiva, a pie y encadenados, con una bolsa con sus enseres y algunos hasta con los gatos con los que convivían a manera de mascota, atravesando la ciudad y saliendo a despedirles, como si fuesen de viaje, sus amigos y familiares, mientras iban camino de inaugurar las nuevas dependencias carcelarias


En cuanto al albergue universitario situado a sus pies y del que ya hemos hablado antes es preciso decir que su disponibilidad para los peregrinos es en verano, cuando los estudiantes no tienen clases, si bien el resto del año puede consultarse. Son habitaciones de dos plazas con literas


Por aquí baja la calle Recoletas, uno de los caminos que subían a su convento y por donde vamos a encaminarnos nosotros a la Plaza Mayor, retomando el Camino de Santiago. Este entorno que recorremos al salir de los Remedios era el que Víctor Labrada en su libro Al aire de Cimadevilla llama La Rinconada del Moreno, el de la tahona, el padre de Ceferino López, Cefero de la capilla de los Remedios...
"Conocí este bello rincón con el sugestivo nombre de "Rinconada del Moreno", sin duda porque en aquel lugar del que nada queda, y aún hoy no soy a comprender su derribo, había una recatada y baja tahona, propiedad de un santo varón, por sobrenombre "El Moreno" que, según expresión popular, era reflejo fiel de la famosa imagen de San Pedro del paso de las Lágrimas de la vieja y casi olvidada Semana Santa Gijonesa.

Tal me parece estar viendo aquel hombre enjuto, de espesa barba negra y reluciente calva. Fuí tantas veces a su tahona; metí en ella, tantas veces también, la leña cortada y el perfumado "rozu" con que caldeaba su pequeño horno, y le ví manejar tan repentinamente aquella larga pala de madera, que aún es el día de hoy que, cuando paso por lo que era amplia plazoleta para mis pequeños juegos, me paro por un momento para recordar al hombre que, por cada pan de grandes cantos como montañas que mi madre me enviaba a comprar, me daba como obsequio una sabrosísima y diminuta galleta tan dura como los mismos regodones de la angosta bajada de la Cárcel.

No conocí a nadie que pueda querer tanto como yo aquel acogedor rincón de Cimadevilla, colocado en la puerta pina de la vieja y carcomida prisión, desembocada en aquel oscuro túnel que nosotros atravesábamos con una exhalación para llegar a las arquerías conistoriales y ver, frente a la botica de Ureña, cargados de policromados tarros, las botas y zapatos de Noreña (vulgarmente llamados "del cordel") colocados sobre gruesas telas de saco, que vendían una mujerucas vestidas con amplias sayas negras, manteletas de atrevidos colorines y rico pañuelo de seda que anudaban a la cabeza de una manera que a mí me llamó siempre la atención"


Esta calle Recoletas donde estuvo La Rinconada del Moreno vendría a seguir el viejo camino de entrada y salida de las murallas de la población astur-romana y medieval, cuyo recrecido y hallazgos arqueológicos veremos al bajar:
"En aquella rinconada del "Moreno se centraba para nosotros todo el Gijón de entonces: nuestros juegos, nuestras reuniones infantiles y pequeñas guerrillas, nuestras travesuras que rumiábamos en el escalerón de Bibiana, situado al otro lado de la mansión de "Peñespardes" el de la gruesa verruga y que poseía una endiablada mula que era una verdadera máquina de lanzar "pilancos"; todo giraba alrededor de aquella plazoleta que guardaba con avaricia la risa cantarina del viejo panadero.

De allí partían nuestras correrías. De aquella rinconada, a la que hacía esquina el chigre de Calixtos y las casas de Nava, Cruz y Rendueles con sus señoriales entradas y vetustos corredores, salíamos veloces camino del Campo de Valdés, de los "Poyos de don Pepito" y de la plaza del Conde, hasta la rampa de la Barquera, para volver raudos hacia el cuartel de Carabineros, las tahonas de las Bernardas y del Relámpago y subir más tarde, agotados, al feudo de "Manín" y el famoso escalerón de los Remedios.

Allí fue donde Paco Arias, al servicio de "Pepe el chocolatero", organizó la primera carrera pedrestre del barrio alto, entregándonos pomposamente, como premios, unas etiquetas que llevaban prendidas en las telas de la tienda mixta de Pedro Balseiro y que señalaban el principio de los precios fijos en los comercios del Aguila, la Rusquella, el Globo, Rollán, Juan Vals, Benigno Piquero y la Bola Dorada.

Un día el horno del "Moreno" fue pasto de las llamas. Las gentes hicieron cuanto pudieron por salvarlo, pero era tan viejo y tenía sus maderas tan resecas y la tenada tan cargada de "rozu", que de nada valieron las "ruedas de calderos" y los esfuerzos de todo el barrio. La tahona quedó reducida a cenizas y la barba del "Moreno" empezó a blanquear como los albos paños que envolvían en las toscas maseras aquellos esponjosos "panchones" que él amasara para nuestro deleite y nos vendiera a noventa céntimos la pieza de dos kilogramos. Días más tarde, una nueva tahona nacía en los bajos de la casa de don Pancho, en la empedrada y sombría calle de las Cruces, pero el padre de Puri, Cefero y Elosia, el "Moreno" de la rinconada, el hombre que había sido todo un símbolo en una época del viejo Gijón, se fue consumiendo en el recuerdo de aquel destartalado horno que, recostado en la antigua cárcel, buscaba las sombra de la esbelta y cuadrada "Torre del reloj"

La Rinconada de la Cárcel, se moría el mismo día que el viejo "Moreno" dejaba de existir..."

Ahí tenemos, por ejemplo, uno de los torreones cuadrados de dicha puerta que, como era bastante habitual, disponía de una defensa reforzada en base a una torre-castillo intramuros, por eso, antiguos cronistas quisieron ver en la construcción más primitiva, la torre anterior al siglo XVI, parte del castillo en el que pretendidamente se asentó Don Pelayo tras expulsar de aquí al gobernador bereber Munuza, una tradición legendaria pero que parece ser la razón por la que este rey está representado en el escudo de Gijón/Xixón, por lo menos desde 1649 que se sepa, y aunque su dibujo tuvo grandes variaciones en todos estos siglos, la figura de Pelayo sigue siendo protagonista absoluta del blasón de ciudad y concejo


Y aquí nos asomamos al espacio arqueológico localizado en el subsuelo de la casa que veíamos al salir de la capilla de los Remedios, una de las partes que se han dejado a la vista, pues prácticamente sino toda, sí gran parte de Cimavilla se yergue sobre la población precedente arrasada en 1395


Vemos muros de piedra, bastante bien perfilados. Al fondo, un croquis nos indica qué es, o era, este lugar realmente


Además del texto explicativo pertinente vemos abajo dos planos. A la izquierda el trazado de la muralla y nuestra situación actual. Como vemos se extendía en forma de U y no estaba cerrada circularmente abarcando el norte pues allí aprovechaba la población la defensa natural de los acantilados. A la derecha vemos que estamos exactamente en la que fue la puerta principal, la cual tenía a los lados, por el interior, dos casetones, posiblemente para el cuerpo de guarida y, hacia afuera, los citados torreones de planta cuadrada. Se trata de una reconstrucción hipotética, como aquí mismo se señala y arriba se nos indican sus características, una foto antigua anterior a su destrucción y su reconstrucción


Además de muros, paredes y pavimentos aparecieron en las excavaciones restos de cerámicas romanas y medievales, vidrios de la época, la clásica terra sigillata, ánforas y diversos descubrimientos, algunos ya reseñados como los aljibes y cimientos de casas, y otros de los que hablaremos según avancemos por este barrio alto


Más allá hay un solar cuyo campo arqueológico ha sido dejado también al descubierto. Si bien arrasada, como toda la antigua puebla, en 1395, la muralla tuvo partes a la vista durante mucho tiempo, de las cuales escribieron numerosos cronistas, así como de los episodios del asedio y de la memoria que se mantenía de la población anterior al asedio


Aquí otro panel incide en la forma hipotética de esta puerta con sus torres del este y del oeste, el paseo de ronda de la muralla y sus torreones semicirculares. En base a dichos antiguos testimonios y partes que se mantuvieron en pie, los estudiosos sabían de esta puerta tal y como llegó a los tiempos de la demolición de la cárcel vieja (Torre del Reloj)


Son estos pues restos del viejo habitáculo del cuerpo de guardia, destinado al personal que realiza las labores de vigilancia y control de accesos, un elemento común a las murallas, castillos, torres fortalezas y algunas casonas señoriales de relevancia


La Torre del Este. Abajo a la derecha la calle Recoletas sigue hacia la Plaza Mayor. Un poco más allá, donde estuvo otro de los antiguos ayuntamientos, el sucesor del de la Torre del Reloj y antecesor del actual, se encontró, al proceder a su demolición en 1867, un tramo del pavimento del camino de entrada y salida a esta puerta de la muralla, el cual se dirigía hacia el Monte Begoña, actual paseo, pero se supone que se abría un abanico de caminos en varias direcciones


La Torre del Oeste, fijémonos en los contrafuertes, traspasar el umbral de la muralla sería casi como un túnel, dado lo grueso de sus muros que llegaron a soportar en 1395 los bombardeos de las bombardas de Enrique III, la llamada Bombarda de Gijón, testimonio del incipiente empleo de la pólvora en la baja Edad Media, la cual transformaría la estrategia militar a partir de entonces


La Torre del Oeste. Al fondo, sobre los tejados de las casas, vemos unas almenas, son las del Palacio del Marqués, que dan al otro lado a la Plaza del Marqués, paso de la Plaza Mayor al puerto deportivo. Allí se halló la fábrica de salazones de época romana (vuelta a tapar tras las excavaciones) que hacía de este enclave un importante centro comercial, dada la importancia vital de la sal para la conservación de los alimentos, especialmente los pescados


El palacio empezó a construirse en 1705, bajo dirección de Francisco Menéndez-Camina Carreño, alrededor de una torre bajomedieval gótica (la oriental, esta que vemos) del siglo XV (es decir, posterior pues a la destrucción de 1395), acabando los trabajos en 1721. La mansión pasó a los condes de Revillagigedo en 1899, razón por la cual también se la llama Palacio Revillagigedo


En la pared del recrecido de ladrillos de la Torre del Oeste una placa nos informa también de que estamos en lo que fue la puerta principal de la muralla romana y la estructura de esta


La Torre de Este y la salida de la muralla, por aquí estaría a continuación el foso, que se pasaría sobre una rampa a manera de puente levadizo, "como de ve en las películas"


Aquí a la izquierda arranca la calle Arzobispo Valdés Salas, la de la confusión con esta de Recoletas. Entre esta casa y la torre reconocemos la parte posterior del Hotel Asturias, donde Manuel Meana Canal, El Aldeanu, daba de comer a los pobres de Cimavilla en la posguerra


Nosotros seguimos por esta rampa enlosada todo recto calle recoletas abajo. Arriba, más altos que la torre oriental del Palacio del Marqués o de Revillagigedo son los Edificios del Serruchazu, bloques de pisos levantados durante las décadas del desarrollismo que afearon gran parte del urbanismo gijonés. Fueron llamados así porque un concejal de urbanismo propuso, allá por la década de 1980, darles "serruchazu", es decir, quitarles plantas y hacerlos más bajos, serrándolos como si fuesen un tronco o tabla. Al final no se hizo pero sí se les aplicó, como a tantos otros, un plan de fachadas para paliar en lo posible su impacto visual


Esta es la terraza del Palace, bar y restaurante que vemos poco más abajo. A la derecha reconocemos bien la picuda torre de la colegiata de San Juan Bautista, que fue capilla del Palacio del Marqués, Marqués de San Esteban del Mar


Esta parte posterior era la huerta del palacio donde, durante las excavaciones de la muralla, apareció la famosa estela de los cilúrnigos, la de los pobladores de Noega, el castro de La Campa Torres, establecidos aquí en el siglo I d. C., tras la conquista romana

Estela de Medugeno o de los cilúrnigos. Red Digital de Colecciones de los Museos de España

Se trata de una estela funeraria de arenisca dedicada por un tal Medugeno a él y a su hijo Rutilio, muerto a temprana edad, la cual, según la transcripción y traducción de la arqueóloga Carmen Fernández Ochoa
MEDUGENUS . CESAR
ONIS . SIBI . ET . F . RUT
ILIO . ANNORVM . XV 
EX. GENTTE . CILUR
NIGORVM
(Medugeno, hijo de Cesarón, (dedica esta estela funeraria) para él y su hijo Rutilio (que falleció a los) quince años de edad , de la gens de los Cilúrnigos)

Su nombre se conserva aquí y en el fuerte de Cilurnum, actual Chesters (no confundir con Chester) en Northumberland, Inglaterra, cuyo nombre se supone se debería a la existencia de cilúrnigos defendiendo el Muro de Adriano frente los pictos de la actual Escocia, protegiendo el territorio britano en poder de Roma enrolados en la Ala II Asturum, unidad de caballería de unos 500 jinetes astures allí acantonada, que aunque con el tiempo recibiría el aporte de soldados de otras procedencias, conservaría este nombre


Esta es la parte posterior pues del palacio y de la colegiata, de los que hablamos ampliamente en la entrada de blog dedicada a la Plaza del Marqués, sita al otro lado, por donde pasaremos camino del puerto deportivo


Allí asoma también con su esquinada torre estilo montañés y su veleta, la Casa Paquet, del año 1918, otra de las numerosas obras del arquitecto Miguel García de la Cruz, el nacido en la casa que sustituyó al Hospital de Corraxos y donde luego abrió Casa Zabala


De Casa Paquet, consignatario de buques de origen francés y razón de la famosa frase local "Paqué vive nel Muelle", cuando alguien pregunta "¿Pa qué...?" referido a cualquier cosa, también hablaremos, pues además de su interés artístico y arquitectónico fue protagonista de hacer de él un malogrado intento de hacer el tan ansiado y tan pospuesto albergue público de peregrinos en el casco urbano de la ciudad


Contemplamos ahora sobre nosotros la fachada principal de la Torre del Reloj, la que tiene el reloj que le da nombre. El antiguo fue muy importante, pues daba ala hora a la población, antes incluso que existiese el de la actual casa consistorial, colocado en 1863, dos años antes de que acabasen sus obras


En aquellos tiempos en los que no había relojes de pulsera y los carrillones y similares eran costosos de tener y mantener por particulares, estos relojes públicos eran en muchos casos fundamentales para tener una referencia horaria y de tiempos para todo tipo de asuntos. Antes, con suerte, tal vez las campanadas de algún sacristán en la parroquial de San Pedro o alguna capilla cercana podrían dar alguna idea del transcurrir del tiempo


El erudito etnógrafo Alberto Álvarez Peña recoge en su libro Mitos de Xixón la historia de Xuan de la Torta, que buscó durante años un tesoro guardado por un xigante que se dice estaba bajo esta torre, donde se contaba que guardó la condesa Isabel su pertenencias al salir de la ciudad sitiada (recordemos que su marido Alfonso Enríquez estaba fuera buscando apoyos) tras su pacto con Enrique III


Según la leyenda, el xigante salía a las doce de la noche mágica de San Xuan a respirar aire fresco, momento en el que había que preguntarle por el tesoro. Un día, Xuan de la Torta lo consiguió, eran monedas y joyas de oro, las cuales vendió en Madrid, haciendo de su familia una de las más ricas de la villa en el siglo XIX


Cuesta abajo, pasamos junto al Palace, "Un bar de barrio para pasar el día", dice de él acertadamente Jessica M. Puga en otro de sus artículos para El Comercio, este publicado el 25-3-2023:
"El Palace es el nuevo proyecto que se suma a la oferta hostelera asturiana. Ubicado en Cimavilla, el barrio marinero de Gijón, y en un edificio histórico pegado al Palacio de Revillagigedo, el lugar «es un bar de barrio», lo define Borja Cortina, «un lugar de momentos y no de etiquetas». Él firma la carta líquida, para la que ha optado por coctelería internacional, diferente a la que propone en su casa madre, Varsovia.

El planteamiento es que los clientes entren «y tomen lo que les apetece o, simplemente, lo que va surgiendo». Un espacio de 240 metros cuadrados repartidos en tres plantas y distribuidos en pequeños salones y dos terrazas permite pasar el día aprovechando diferentes ambientes. Dice Cortina que El Palace mantiene la esencia de bar de barrio al que iban abuelos, padres y nietos en diferentes momentos.

El proyecto parte de la iniciativa de cuatro socios -Borja y José Antonio Cortina, Rubén Nomparte y Guillermo Rodríguez- que han hecho posible la actualización del espacio y escogido al cocinero Ricardo Sotres, al frente del restaurante El Retiro, en Pancar (Llanes), para confeccionar la carta. Su propuesta va acorde al espacio, distendida para atender a lo que le apetezca a cada cliente en el momento. Hay muchos clásicos para compartir, desde steak tartar a pimientos rellenos de bacalao, tacos de carrilleras y croquetas, pasando por platos de la mar y de la huerta."

A la izquierda, sigue de frente todo hacia abajo nuestro trayecto sin dejar la calle Recoletas hasta la Plaza Mayor, que empezamos a ver, aunque solamente un poco, al final de la bajada


Aquí nos cruzamos con la Travesía Jovellanos que va a la plaza de este nombre, de donde venimos nosotros. En esta esquina, a la derecha, está la entrada a la sidrería Plaza Mayor


Viendo al fondo la los soportales de la Plaza Mayor, pasamos frente a otra de las casonas palacio solariegas de Cimavilla, la Casa de los Ramírez de Jove, del siglo XVI, sede del Colegio de Arquitectos y que está considerada una obra maestra del arte renacentista en Asturias


En esta foto que le da plenamente el so admiramos mejor su fachada gran principal, hecha enteramente de piedra de sillería. Tiene tres plantas, siendo la baja, que da a un cruce de calles, la de mayor altura, con puerta de arco de medio punto


Arriba, en el primer piso, había un balcón central, sobre la portada, y otros dos laterales. El segundo piso viene a ser un ático o sobrecubierta con solamente dos pequeñas ventanas. En medio y a un nivel más bajo que estas, se sitúa el lugar para el escudo de la estirpe. De los Ramírez de Jove pasó a los Jove-Hevia, Vizcondes de Campo Grande, Suárez Infiesta, quien acometió una profunda restauración, y Suárez Pola, siendo adquirida en 1991 por el Colegio de Arquitectos de Asturias para hacer de esta casona su sede y realizar actos culturales. En 1995 se convocó un concurso de proyectos de restauración que ganaron los madrileños J. F. Sánchez y J. A. Sanz entre casi un centenar de participantes


De frente a esta fachada podríamos salir ya a la Plaza'l Marqués, al pie de la torre oriental del Palacio Revillagigedo, donde está la sidrería Casa Fernando, a la que Alfonso Mateos, en su blog Gastronómico La Llingua Llambiona, le dedica esta buena reseña el 4-10-2010:
"La mayoría de nosotros ya habremos sacado del armario un calzado un poco más abrigado, y más acorde con el tiempo que se nos avecina. Aún así y gracias a eso del cambio climático, este pasado sábado pude disfrutar de una cosa que no había hecho en todo el verano. Cenar en una tranquila terraza de Cimavilla con una temperatura estupenda y como no, una buena compañía, que no todo lo son los sitios donde comemos, ni lo que comemos. Digo lo de tranquila, porque no es habitual ni encontrar sitio ni que si lo encuentras puedas estar tranquilo. Pero el mes de octubre parece que no invita a cenar en las terrazas, y seguramente tampoco la crisis que nos bombardea a todas horas. 
El caso es que cenamos en la sidrería Casa Fernando, situada en ese espacio que quizá hace siglos fuera agua y separase a Cimavilla del resto del actual Gijón, entre el pozo de la barquera, en la plaza del Marqués , y la casa de los Ramírez de Jove, actual colegio de arquitectos. Pertenece a nuestros queridos amigos Leti y José, y quisimos acercarnos a conocerlo. 
No se trata de un gran local, y tampoco estamos hablando de una de esas neosidrerias que podemos encontrar hoy en Gijón, donde en vez de calamares a la romana te sirven delicias del mar en crujiente de trigo. Tampoco es por el contrario una sidrería de barrio con serrín hasta en los baños y con un olor incierto. Se trata de lo que yo creo debería de ser un típica sidrería de Gijón. Lo digo sin ser yo precisamente un gran amante de las sidrerías, y sin menospreciar las anteriormente comentadas, pero esta es la ventaja de tener un blog, jeje. Es un local con más de cincuenta años de antigüedad donde poder tomar algo tranquilamente y donde sabes que la carta vas a encontrar lo que a todos nos gusta." 
Nosotros concretamente pudimos probar, la ensalada de la casa, bastante completa, pastel de cabracho, con un cesto repleto de panecillos, no soporto que te los den contados, media de croquetas caseras, muy buenas, chipirones afogaos (muy salados para mi gusto), navajas, y de postre una especie de tarta de la abuela, que estaba deliciosa. No penséis en la tarta de la abuela de siempre, ya que se trataba de una especie de tarta de queso de dos pisos, uno de flan o similar y otro de chocolate. Cuesta explicarlo la verdad, pero muy rica...."


Pero para no perdernos nada nosotros continuamos de frente hasta los soportales, pasando al lado del Bar Inn, a nuestra derecha y al que sigue el Restaurante Entreplazas a la derecha con la sidrería El Centenario a la izquierda, de los que hablamos en la entrada de blog correspondiente a la Plaza Mayor, paso del Camino a la Plaza del Marqués por el pasadizo que hay a continuación, al comienzo de los soportales, y de ahí a la derecha


















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