Eres el Peregrino Número

Buscador de Temas del Camino de Santiago

martes, 25 de febrero de 2014

POR EL PASEO DEL MURO Y LA PLAYA SAN LORENZO (GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS) L'ARENA, EL PUENTE DEL PILES, EL TOSTADERU, CASABLANCA Y LA FRACASADA INVASIÓN DEL CARDENAL RICHELIEU

El Camino de Santiago llega a Gijón/Xixón por El Muro y La Playa San Lorenzo

Viniendo desde La Guía por El Molinón y el Parque Isabel la Católica, siguiendo la canalizada ribera del Piles, los peregrinos del Camino de Santiago del Norte entran en pleno casco urbano de la ciudad de Gijón/Xixón por el Paseo del Muro, frente al populoso barrio de L'Arena y se asoman La Playa de San Lorenzo o de San Llorienzo; la forma original del topónimo aparece ya recogida por el ilustrado gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos en una carta del 5 de diciembre de 1804 relacionada con la antigua capilla de San Llorienzo de la Tierra, vinculada a una antigua procesión marinera que pronto conoceremos, a San Llorienzo de la Mar. Inevitablemente los ojos se fijan, tal vez primeramente y antes que nada, en toda la extensión de este sector de la ciudad asomado al mar, que es un compendio de toda su historia...

La señalización del Camino de Santiago en dirección a la ciudad de Gijón/Xixón llegó a una bifurcación en El Puentín de La Guía: de allí el primer trazado oficial sigue por la Carretera de Villaviciosa y continúa por la Avenida de la Costa, jalonado con conchas doradas en el suelo. Es el trayecto que seguiría el viejo camín real costero que en sí mismo bordeaba la entonces pequeña villa gijonesa por el sur, recorriendo los arenales y dunas donde, en el siglo XVIII, se plantó arbolado contra las tormentas de arena que afectaban a la población

En 1836, durante la Primera Guerra Carlista, se levantó una inútil muralla con foso insalubre que cortó el crecimiento urbano durante 40 años, hasta que se derribó. Entonces la villa se hizo ciudad, extendiéndose en todas direcciones en un proceso que culminaría en la segunda mitad del siglo XX, al edificarse la práctica totalidad del espacio entre lo que fue dicha muralla y la desembocadura del Piles (y más allá), la de aquellos antiguos arenales y dunas

Por ello el viejo Camino, que tenía ramales que entraban en la antigua villa gijonesa, es en la actualidad un itinerario netamente urbano entre altos bloques de edificios al que se le ha buscado una alternativa adaptada a nuestros días, que es, desde La Guía, seguir la senda peatonal con carril bici que recorre las canalizadas riberas del río Piles y, por El Molinón y Parque Isabel la Católica, llegar al Puente del Piles y entrar en lo que es propiamente la ciudad por este su paseo marítimo de El Muro, que es el itinerario que proponemos en esta ocasión, recorriendo la extensa Playa de San Lorenzo o San Llorienzo (topónimo autóctono muy en desuso en la actualidad pero ya recogido por Jovellanos, como hemos dicho), bien caminando por el paseo o... por las mismas arenas, al menos a la bajamar...

A los peregrinos, sin duda les habrá de encantar este trayecto propuesto, algo más largo que el señalizado con conchas por la Avenida de la Costa, pero mucho más vistoso e interesante. No carece de rigor histórico, pues aunque existían otras entradas a la entonces pequeña villa gijonesa, muchos viajeros, desde La Guía o bien un poco más allá, desde El Bibio, seguían los caminos de los arenales para acceder a la población, que contaba para los romeros con su Hospital de Corraxos, nombre que se les daba a peregrinos, viandantes y vagabundos, el cual fue antecedente del Hospital de Caridad

En la actualidad, recalcamos, ha sido edificado todo el antiguo arenal que en la antigüedad se extendía por toda esta costa. Ya en el siglo XVIII se construyó un primer paredón para proteger la de aquella pequeña villa gijonesa, el cual fue ensanchándose por este frente costero al ir creciendo la ciudad, echándose abajo, por presiones urbanísticas, el proyecto de un parque-playa desechado definitivamente en los años 1940

La larga línea de edificios se extiende por toda la playa hacia un tómbolo o península de casas más pequeñas y cueto verde con acantilados; es el barrio antiguo o barrio alto, Cimavilla, con el Cerro de Santa Catalina y en lo alto L'Atalaya, con la gran escultura de hormigón de Eduardo Chillida Elogio del Horizonte inaugurada en junio de 1990 (a la derecha de la foto)

Destaca la silueta de la iglesia de San Pedro, que durante siglos fue la única parroquial de la villa gijonesa, reconstruida siguiendo el modelo del Arte Asturiano y del románico tras su destrucción en la Guerra Civil. Al fondo llaman la atención las enormes bombonas esféricas de La Campa Torres, de gas licuado, Les Bombones, al lado del castro astur allí existente y localizado, antecedente de la actual población, la mítica Noega de los geógrafos de la Antigüedad

A la derecha de San Pedro, el Club de Regatas, construido en el lugar de uno de los antiguos balnearios gijoneses y,  más anteriormente, una batería costera. A la izquierda vemos las arboledas del Campo Valdés, donde está el Museo de las Termas, subterráneo, en el que pueden visitarse las termas romanas allí localizadas en lo que fue un enclave portuario amurallado y ligado a la industria del salazón, al que se desplazó la población primigenia abandonando Noega, el castro de La Campa Torres

Al paseo de El Muro llegamos saliendo por el subterráneo, desde El Kilometrín, en el Parque Isabel la Católica, a la altura de la Escalera 15 de la playa, donde podemos asomarnos a ver la desembocadura del Piles, río que nacido de varias fuentes en la parroquia de La Collá, en Siero, baja por las parroquias gijonesas de Valdornón, Fano y Caldones, donde es conocido como El Ríu Muriel o Ríu Meredal, sigue por Granda, donde es El Ríu Caldones, y empieza a ser llamado Piles por la zona de Viesques y su unión con su principal afluente, el Peñafrancia

Hasta comienzos del siglo XX su desembocadura era un gran arenal y marisma lacustre con abundantes junqueras. A partir de 1907 y con la prolongación del muro que separa la creciente ciudad de los arenales (El Muro), el Piles es canalizado y se eliminan sus meandros. Más adelante y ya en la posguerra, se va culminando la desaparición de sus humedales construyendo el Parque de Isabel la Católica en su margen izquierda y, en la derecha y ya pasada dicha posguerra, la Feria de Muestras (Recinto Ferial Luis Adaro) y otros equipamientos, entre ellos el Parque Inglés (hoy Parque de los Hermanos Castro) 

En la desembocadura del río está El Puente del Piles, construido en 1914 con arena de las canteras de los alrededores de la ciudad y así sustituir a una pasarela de madera instalada en 1901 para evitar que la gente tuviese que pasar el río descalza en las bajamares, o sino dar un rodeo hasta el puente de La Guía, un par de kilómetros más allá, entrada tradicional, y salida, de la ciudad, por el este

Este nuevo puente fue la razón del trazado de nuevas carreteras en dirección a Somió y la zona este, la del Piles al Infanzón y la del Piles a La Providencia, haciendo de la otra ribera, en el barrio de El Pisón, de la parroquia de Somió, un gran centro de atracción, prolongándose el paseo marítimo y abriéndose bailes, merenderos y chigres, así como construyéndose algunas quintas

Allí los modernos hoteles edificados en la Finca los Rato, de la Casa de Ramón Rato, construida en 1943 pero que desapareció en 2003 al inaugurarse estos nuevos centros hoteleros que dan vista al río, son la continuidad de esta tradición turística, dando vista al parque y la concha marítima. El de la izquierda en concreto, es el Hotel Abba Playa Gijón, que fue el primero en inaugurarse, en enero de 2005. Así daba la noticia Hosteltur por entonces::

"La cadena Abba Hoteles ha incorporado un nuevo establecimiento en la ciudad asturiana de Gijón. El Abba Playa de Gijón abrió sus puertas el pasado sábado 22 de enero. El encargado de esta apertura fue Amador Recio Crespo, el mismo que abrió que hace dos años el Abba Fonseca, en Salamanca, y que posiblemente también se encargue de la apertura a finales de este año del Abba Triana, en Sevilla.El Abba Playa Gijón, es el hotel número 15 de la española cadena Abba Hoteles. Es un hotel urbano frente al mar y la playa de San Lorenzo, ubicado junto al Palacio de Congresos y la Feria de Muestras de la ciudad. Incorpora Wire-less en todo el hotel, y ofrece servicios como piscina, spa, gimnasio, zona verde, salones para convenciones y celebraciones, solarium, salón social con vistas al mar, 80 habitaciones con TV LCD; amplias zonas comunes y restaurante propio. El edificio, de diseño vanguardista, encaja perfectamente en el entorno y aprovecha la luz natural en todas las zonas. Es una figura de cristal, que parece estar elevada sobre el agua que le rodea. "

A su derecha vemos el vemos el Hotel NH Gijón, una de las construcciones más recientes en la margen derecha, inaugurado en 2009 y cuyas obras comenzaron dos años antes, como leemos en esta noticia de M. Moro para El Comercio del 15-10-2007:

"Las obras de construcción del que será el segundo hotel de cuatro estrellas de la Ería del Piles ya se encuentran en marcha. Desde principios de mes, una pala excavadora trabaja en los movimientos de tierra. Además, se ha procedido a delimitar el perímetro de la zona afectada por los trabajos, que lindan con el otro hotel de la zona, el Abba Playa inaugurado en mayo de 2005. 
La ejecución de este proyecto arranca de la mano de la aprobación definitiva del proyecto de urbanización de la zona, al que la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Gijón dio el visto bueno el pasado martes. 
Tal y como adelantó EL COMERCIO, la previsión del promotor avilesino Nacho Santiago, al frente de la sociedad ABI Samper, es que el nuevo hotel abra sus puertas durante la Semana Santa de 2009, aunque reconoce que «vamos algo justos» con los plazos. Y es que la actuación de la Ería del Piles sufrió algunos retrasos involuntarios. Al parecer, su tramitación se demoró a causa de las elecciones, lo que llevó luego a sus responsables a reajustar sus previsiones de apertura, que inicialmente se centraban en el verano de 2008. 
El establecimiento, cuya construcción conllevará una inversión de 12 millones de euros, tendrá dos plantas bajo rasante y otras dos en altura. Dispondrá de zona de cafetería, spa, gimnasio, cocina y tres salones polivalentes con capacidad para mil personas. 
El edificio tendrá acceso directo desde el exterior a través de una rampa para vehículos, otra peatonal escalonada y una escalera que tendrá continuidad en el interior del inmueble. En planta baja se situará la recepción. 
Las habitaciones ocuparán las otras dos plantas en altura. El hotel dispondrá de solarium, piscina y jacuzzi, que se ubicarán en la cubierta del edificio, con vistas a la bahía."

Al otro lado del río hay una buena banda arenosa, en El Tostaderu, donde más calienta el sol y es usual ver gente tomándolo en cualquier época del año, bien resguardada de los vientos. Por ejemplo, el 23 de diciembre de 2017, la periodista Olaya Suárez escribía para el periódico El Comercio el artículo "El Tostaderu es un auténtico lujo", relativo a los baños de sol invernales aquí practicados:

"Del Tostaderu al mundo. Eso sí, pasando por el gimnasio. Que la fama les pille preparados. Álvaro Cajigal está exultante de alegría después de que una foto que protagonizó haya sido elegida por la revista 'TIME' como una de las cien mejores del año. Su autor, el fotoperiodista Eloy Alonso, ha hecho que estos asiduos de la escalera 16 de la playa de San Lorenzo hayan visto alterada su rutina diaria -cuando el orbayu y la ciclogénesis lo permiten- debido a la gran repercusión de la pintoresca estampa del paisaje y paisanaje playu. 
Álvaro no está solo en la foto. Le acompañan sus compinches de sol y tertulia: Lerinia, Ana, Conchita, Pili y Selva. «Nos gusta más el Tostaderu en invierno, cuando el sol pega menos y hay mucho menos barullo en la playa. Estamos mucho más tranquilos y el sol pega igual...», explica Álvaro, que lamenta no tener tanto tiempo como sus amigas para disfrutar del placer de hacer la fotosíntesis a orillas del Cantábrico, incluso en pleno diciembre. Como ayer. «Ellas están jubiladas y tienen más tiempo libre, yo tengo que aprovechar las horas que no trabajo y aprovechar cuando sale un rayín de sol para bajar», dice este trabajador de un centro comercial. Tiene su rincón de esparcimiento cerca. Vive en el barrio de La Arena, más próximo a la escalera 10, pero no cambia el Tostaderu por ningún otro enclave. «Es la mejor zona de la playa. Si no pega el viento del Oeste es un lujo, somos unos privilegiados», considera. 
La expectación levantada con la fotografía -publicada incluso en medios de comunicación de Suiza- no ha hecho que alteren su rutina. «Antes mucha gente que paseaba por El Muro ya nos sacaba fotos, pero ahora desde que salió la imagen de Eloy, mucho más. Eso sí, la fama no nos va a cambiar», bromea. Ni la popularidad ni los consejos médicos para tomar el sol de forma moderada. «Vamos a morir todos, así que por lo menos que estemos contentos mientras podamos, eso sí, siempre hay que tomar el sol con protección, con crema solar», plantea Álvaro, que además del Tostaderu frecuenta a diario el gimnasio. 
A la pregunta de cuántas horas pasa al día en el centro deportivo, contesta con evasivas: «Muchas, bastantes, pero prefiero no concretar...», dice. Lo que sí está meridianamente claro es que esos músculos esculpidos son más de levantar pesas que de levantamiento de copa en barra fija. Pero para fijos, fijos, ellos. Los protagonistas de una de las cien mejores imágenes del año."

El Tostaderu tiene una franja de arena pero a su izquierda ya empieza la zona de El Pedreru, las riberas rocosas del mar, donde la gente autorizada para ello marisquea y también toma el sol, caminando con una bolsa o un calderu a ver si hay andariques, llámpares o bígaros. Es la Escalera 16, también glosada por otra periodista, esta Yolanda Álvarez y para La Nueva España, con Bañistas que buscan sol y encuentran piedras, artículo publicado el 18-7-2017:

"Es bien sabido que la escalera 16 de la playa de San Lorenzo acoge a los amantes de la playa que más quieren aprovechar los esquivos rayos del sol. A resguardo del viento, sin peligro de mareas, y con la orientación perfecta, el Tostaderu es el paraíso en Gijón de los amantes del sol. Sin embargo, este verano algunas quejas han empezado a disturbar el ambiente de la que muchos definen como la zona más apacible de la playa. 
Los usuarios habituales denuncian que este verano el Ayuntamiento ha desatendido una zona en la que "cada año" se aportaba arena para tapar las numerosas piedras de esta parte del litoraral asturiano, ganando así espacio para los bañistas. "Todos los años se rellena pero este no ha sido así. Es una zona que se aprovecha muchísimo, pero este año es puro pedrero. Es el rincón más apetecible a poco que salta un rayo de sol y el más descuidado. Así se lo he dicho al concejal Manuel Arrieta, pero no parece que vayan a hacer nada", cuenta Belén Vega, que lleva "casi 50 años disfrutando" de esa zona de San Lorenzo. 
Otra habitual es Mari Carmen Fernández porque "aquí aguanta mucho más el calor y podemos estar hasta última hora del día". Tiene claro que "este año está más animada la zona, pero hay muy poca arena, se ven todas las piedras y la gente a veces tropieza. Esto tenía que estar cubierto, pero toda la arena está al otro lado del río; esta zona este año está durísima. Y es una pena porque por aquí se está muy a gusto, es una parte de la playa muy tranquila". 
Por lo visto y oído ayer, la falta de arena es una queja unánime: "hay gente que viene mucho por aquí, incluso en invierno, nosotros somos menos habituales de la zona. Pero viéndola este año, lo que más destaca es que la arena es bastante escasa. Eso sí, el agua muy limpia" expresan Ángel de Arriba y Paqui Rodríguez, otros de los bañistas que se encontraban ayer disfrutando de la zona pedregosa de la playa. 
Carmen Amado también se define como una usuaria muy fiel al Tostaderu y asegura que "cada vez viene más gente y hay menos arena; a este ritmo al final no vamos a entrar todos, la gente no se puede tumbar porque hay piedras por todas partes. Yo la veo muy desatendida, se preocupan de cuidar la zona de la Escalerona y de esta, nada". 
Incluso para los que eligen el Tostaderu por su cualidad pedregosa, ven necesaria una intervención municipal. Como Javier Torrices: "siempre vengo por aquí porque prefiero estas zona de piedra a las de arena, pero sí se nota que este año hay muchísima menos. Se ven piedras que antes no se veían y muchos días escuchas a gente quejándose del tema". Y para sumar quejas, Belén Vega avisa que también la ducha de la zona funciona con deficiencias "y encharca mucho alrededor, con lo que aún queda menos arena seca donde tumbarse".

Este lugar, guarda una historia bastante desconocida que queremos contar: en 1635, cuando todo esto eran dunas y arenales, y en esta misma desembocadura del Piles, tuvo lugar la invasión proyectada por el famoso Cardenal Richelieu durante la guerra de Francia contra España, quien planeó adueñarse de esta plaza, entonces poco más que el actual barrio alto de Cimavilla, sobre la península de Santa Catalina, como parte de un frente de asalto costero mucho más ambicioso

Se presentó pues aquí una poderosa flota francesa, llegando a desembarcar en este arenal 600 soldados, aunque las malas condiciones de la mar aconsejaron su reembarque inmediato, "Por este acontecimiento se salvó Gijón de un saqueo y otro posible nuevo incendio", escribe el ingeniero y empresario Luis Adaro Ruiz-Falcó en el apartado El Puerto de El Libro de Gijón, recordando la destrucción de la ciudad en 1395 durante las guerras trastamaristas

Se trataba sin duda de un antecedente de la llamada Batalla de la Bahía de Santoña, de la que hablamos cuando visitamos Laredo, la cual supuso un aún más grave descalabro para los proyectos de invasión del cardenal Riechelieu, que pretendía mantener un frente permanente en la costa cantábrica

Como vemos, el histórico personaje, con razón o sin ella uno de los malvados por antonomasia en el acervo popular, no solamente peleó contra los tres mosqueteros de las novelas de Alejandro Dumas, sino que entabló guerras por toda Europa y llegó a fijarse en esta población, lo que también hizo que se fijaran otros. Tal vez no sea casualidad que en ese año de 1635 se realiza el mapa Vista de la Villa y Puerto de Gijón, de Fernando Valdés y enviado a Felipe IV

Los soldados de la alerta o pequeña guarnición local hicieron frente a aquel desembarco ordenado po Richelieu, pero si no llega a ser por la mar bravía sin duda hubiesen podido, dado su número y preparación, ocupar la plaza. Que luego hubiesen podido o no mantener esa posición posteriormente es otro asunto. Medio siglo antes, había sido el famoso Francis Drake quien había surcado estos mares, y se dice que fracasado en un intento de desembarco con lanchas en los entonces aún inmensos arenales gijoneses, que llegaban de aquí a La Campa Torres prácticamente. Sigamos con la lectura de Luis Adaro:

"En continua zozobra tuvieron que vivir los habitantes de Gijón durante todo el año 1586, temiendo un desembarco y un saqueo de los ingleses con motivo de la guerra. Se temía un ataque de naves de Francisco Drake, general de la Armada inglesa.

Por la costa merodeaban los navíos enemigos continuamente."

Más alegre invasión es la de, en este punto de la playa, las coloristas casetas de lona que se instalan en la temporada alta de baños, de muy vistosos colores variados y normalmente a rayas, policromía que resalta sobre el ocre del sable o arena, que por causa de los cambios de los usos playeros, han disminuido mucho en número de unas décadas acá. Esta es una noticia de 20 minutos fechada el 2-6-2008 y titulada Más de cien casetas multicolor ya decoran la playa de San Lorenzo:

"Las casetas permiten cambiarse o dormir una siesta a la sombra, a menos de 15 metros del mar. Alquilar una en verano (del 15 de junio al 15 de setiembre) cuesta 220 euros, más 95,3€ de tasa municipal. Para reservarlas hay que ir a la escalera 14 y hablar con el encargado"


El asunto también tuvo, tiene y tendrá sus alderiques o discusiones, antaño se consideraba a los usuarios de las casetas como de más categoría que los probes de la sombrilla y la toalla, pero todo ha cambiado en las modas playeras y en los tiempos del nudismo y el top-less el cambiarse de ropa o bañador guardados en las casetas no es tan habitual como en aquel entonces. También Demarcación de Costas impone su criterio para regular esta implantación, sobre todo cuando disminuye la superficie arenosa. El arenal de San Lorenzo ya luce su estampa veraniega con 125 casetas de playa publica Luján Palacios en La Nueva España el 7-6-2016 al empezar la temporada:
"Con el verano a la vuelta de la esquina, San Lorenzo cambia de aspecto. Las emblemáticas casetas que cada temporada configuran la cara más reconocible del principal arenal gijonés ya empiezan a estar listas para su uso. 
La playa contará este año con el mismo número casetas autorizadas: 125 en total. De ellas, 55 se corresponden al negocio de Manuel Díaz, quien ya concluyó la instalación de las pequeñas carpas de tela de raya de colores en la mañana de ayer. El resto, 70, son las destinadas a la Cocina Económica, que se instalarán hoy. 
Como en los años anteriores, la asociación de caridad mantendrá los precios por el alquiler de toda la temporada: 410 euros por tener un lugar en el que cambiarse y resguardarse del sol desde el inicio de la temporada de baños y hasta el próximo día 15 de septiembre, cuando serán retiradas. 
En el precio va incluido el permiso municipal, y el responsable de las casetas de la Cocina Económica, Juan Varas, advierte de que ya están casi todas completas. "Tenemos gente que las alquila desde hace 40 años, fijos que colaboran con nosotros desde siempre", asegura. Porque toda la recaudación que les queda libre una vez liquidado con el Ayuntamiento va destinada a los servicios que presta la Cocina entre cada vez más personas necesitadas de Gijón. Para los que prefieran el alquiler diario, en cambio, existe la opción de disponer de la caseta por un precio de 15 euros al día, con dos hamacas incluidas. 
Hay que darse prisa, porque aunque aún es posible hacerse con alguna de estas casetas, "quedan muy pocas", advierte Juan Varas. 
A partir de hoy, y con la previsión de buen tiempo para los próximos días, la playa se viste de colores para iniciar oficialmente el verano."


Al otro lado del puente, la carretera del Piles al Infanzón fue trazada entre 1910 y 1917 aprovechando un camino más antiguo que atravesaba La Ería'l Piles, al tiempo que se desechaba el proyecto para construir allí el nuevo cementerio de Somió por la oposición vecinal, según escribe el erudito geógrafo y urbanista Ramón María Alvargonzález Rodríguez en su libro Somió, la ciudad jardín de Gijón:
"El primer cementerio de la parroquia se localizó en 1851 junto a la iglesia, en una parcela reputada ya de pequeña en 1864. La percepción de sus reducidas dimensiones y, sobre todo, una ubicación que empezaba a resultar molesta para la colonia veraniega, fueron los factores determinantes para la petición, en 1905, de su erradicación por parte de varios concejales, uno de ellos vecino de Somió. Llegó incluso a realizarse un concurso para la adquisición de terrenos, con una oferta de varias fincas en las erías del Piles y de La Faza, que despertó la oposición vecinal"

En 1915 y dado que el gran benefactor Dionisio Cifuentes había donado unos terrenos, varios vecinos de Somió, entre ellos el párroco y el alcalde pedáneo, solicitaron de nuevo el cementerio en La Ería'l Piles, lo que volvió a despertar la oposición de la vecindad aquí residente, por lo que se decidió llevarlo al barrio de Candanal, al otro extremo de la parroquia. Es interesante el alegato, totalmente premonistorio, de los vecinos de las erías del Piles y de La Faza, que nos muestra Alvargonzález:
"La Avenida de Rufo Rendueles y el puente sobre el Piles dieron facilidades al pueblo para encontrar en aquella hermosa zona su paseo favorito. A nadie puede ocultarse que allí está el porvenir veraniego de esta villa, ni que la expansión de la misma se dirige rápidamente hacia tal punto; que la canalización del río contribuirá grandemente a su embellecimiento y que en plazo no lejano por la nueva carretera del Infanzón, que une a Gijón con Somió, y próximo al lugar donde se pretende emplazar el cementerio cruzarán tranvías que atraerán aún más población a aquellos sitios; en una palabra que las erías del Piles y de la Faza son la continuación de la avenida de D. Rufo Rendueles y en breve estarán pobladas de vistosos chalets que harán más deliciosos aquellos contornos"

El Muro fue prolongado desde El Puente del Piles a El Rinconín entre 1951 y 1958, para lo cual ya existía un proyecto desde 1942, obra del ingeniero de caminos Segundo de los Heros Sarasúa y que se puso en práctica tras ser reformado en 1950 adaptándolo a la nueva situación, dice Alvargonzález:
"... en él se propone la construcción de un muro de contención de análogas características al de San Lorenzo, sobre el que habría de continuarse el paseo marítimo. Reformado en 1950, este proyecto fue ejecutado a partir de la O. M. de 14 de marzo de 1951 por la que se autorizaba al Ayuntamiento de Gijón a "construir un muro en la margen derecha de la ría del Piles, aguas abajo de la carretera del Piles al Infanzón, con destino al establecimiento de un paseo y de la nueva calzada del camino provincial a La Providencia". Se construyó un paredón de mampostería concertada, ye el tramo inicial de 42 m. de la carretera provincial del Piles a la Providencia fue ensanchado a 12 m., y en la curva de Casablanca hasta 25. La entrega de las obras se produjo en 1958"

Por aquí, efectivamente, ya discurría desde 1916 otra de las nuevas vías que se abrieron con la construcción del puente, la carretera del Piles a La Providencia y se habían construido algunas casas y establecimientos de hostelería, uno de ellos, La Venta Cantarero, que se anunciaba así "(Al lado del Puente del Piles). Lugar delicioso. Se sirven meriendas y comidas", según recogen José Luis Carmona García y Luis Arias González en su obra Comer fuera de casa: tres siglos de restauración gijonesa


Otra cosa es el destino de un gran solar al lado mismo del cruce de carreteras a la izquierda del puente, para el que se aguardan usos urbanísticos nada menos que desde el año 1935, cuando Fernández Omaña esbozaba una ciudad-jardín para esa ribera marítima-fluvial. Su explanada se emplea como aparcamiento y es uno de los lugares donde se instalan los circos y otras atracciones


En Una ería lejana, el veterano periodista J. M. Ceínos nos ofrece en La Nueva España del 21-11-2010 un muy buen análisis de la situación urbanística de esta franja a lo largo del tiempo:
"A partir del 7 de agosto de 1901 los gijoneses empezaron a mirar con más interés hacia la parte oriental de la playa de San Lorenzo, incluso más allá del Piles, después de la inauguración de la pasarela de madera que permitía atravesar la desembocadura del principal río del concejo sin mojarse los pies. Toda la zona de la llamada Ería del Piles (que ahora el Ayuntamiento pugna por urbanizar), tierras «remotas» entonces del casco urbano, se abría para el esparcimiento ciudadano, lo mismo que para el residencial los amplios terrenos de lo que ahora es el barrio de La Arena. 
Por ello, no es de extrañar que el jueves 10 de octubre de 1901, en la primera página del «diario republicano» local «El Noroeste», cuyo director-propietario era entonces Ramón Álvarez García, se publicase un extenso artículo firmado por Faustino del Valle y González, en el que, bajo el título de «Grandes avenidas. Desde el coto de San Nicolás a la playa de San Lorenzo», su autor, ciertamente con mente preclara, explicaba: «dos son las grandes avenidas que debieran construirse (...) una a enlazar con el mencionado coto por la parte de los Campos Elíseos en su fachada principal (las actuales calles de Menéndez y Pelayo y de Ramón y Cajal) y otra que desde la playa fuera a terminar en lo alto del coto, en la parte donde está la posesión del general Suárez Valdés (es decir, las actuales avenida de Castilla y calle del General Suárez Valdés)». 
Hace ciento nueve años los gijoneses ya acariciaban el proyecto de alargar el Muro hasta la desembocadura del Piles y construir un gran puente en sustitución de la «provisional» pasarela. Y proseguía Faustino del Valle: «Realizadas las obras, centuplicaría de valor que hoy tiene la playa (...) Entonces -supuesta la construcción del muro y puente- veríamos surgir como por encanto preciosos chalets y hoteles en los terrenos próximos al mar, incluso en la vía de Piles (sic), y pocas o ninguna población reuniría tan excepcionales condiciones para pasar la temporada de verano». 
En 1914 se construyó el puente sobre el Piles que actualmente se está remozando y luego llegaron los años veinte y desde el Ayuntamiento se pergeñaron algunos planes, no ultimados, para convertir la Ería del Piles en una especie de ciudad jardín. Incluso en 1929, Gerardo Fernández, de la tienda de calzados La Maja, que estaba ubicada en la plaza del Instituto, propuso a los gijoneses la idea de hacer un gran paseo marítimo desde El Musel a La Providencia -incluyendo la construcción de un gran puerto entre el cerro de Santa Catalina y el cabo de Torres- y dedicar la Ería del Piles a zonas verdes para el esparcimiento ciudadano. 
La idea no pasó a mayores y sería en 1935, en plena II República, cuando el entonces arquitecto municipal, José Avelino Díaz y Fernández-Omaña, firmase, en el mes de mayo, un proyecto de urbanización de la Ería del Piles: casi 500.000 metros cuadrados de terrenos situados entre la carretera del Piles al Infanzón, al Sur, y El Rinconín, al Norte, con la mar a Poniente y una carretera a La Providencia por el Este. 
El arquitecto racionalista, que dos años antes había diseñado La Escalerona, proponía una urbanización basada en edificios «de planta baja y un piso», como máximo, «y sobre cualquier solar sólo podrá edificarse el 40 por ciento sobre el total de su superficie». O sea, una ciudad jardín articulada por una calle central «de 20 metros de ancho» y «diez secundarias de doce a quince» metros, como contó el diario «La Prensa» en su número del 31 de julio de 1935. La entrada a la ciudad jardín se haría «por una plaza circular de 80 metros de diámetro» a la altura de la unión con el puente del Piles. 
Pero no estaba entonces el horno para bollos y al cabo de un año estalló la Guerra Civil. No por ello se dejó de pensar en urbanizar los terrenos de la Ería del Piles. Así, el 10 de junio de 1937, en las páginas de «Avance», el «diario socialista de Asturias», que se tiraba en Gijón, capital republicana asturiana, se contaba, en la información municipal, que «de nuevo se ha vuelto a hablar en el Ayuntamiento del ensanche de la población por la parte del Piles (...) El paseo del muro de San Lorenzo, el puente sobre el Piles y la carretera a La Providencia son los justificantes de esta preferencia de dar el ensanche de la población por esta parte, ya que tales vías le dan un brillante acceso, que se completa con la carretera al Infanzón, la de La Guía a Somió y aún las calles de Pérez Galdós y Ezcurdia, todas las cuales convergen en esa zona, que tiene además una orientación muy hermosa por su aproximación al mar y a la campiña, bañada de continuo por el sol y al mismo tiempo protegida del ímpetu de las olas». 
También recordaba el autor de la información (que no lleva firma), que «en algún tiempo se habló de construir allí la ciudad-jardín, y aún creemos que existe este proyecto en el Archivo municipal sin que nada más se hubiera hecho, por tratarse de una obra de indudable costo». 
Y terminaba el periodista afirmando: «Hoy que muchos de los inconvenientes que antes existían pueden acortarse con el nuevo Régimen (sic), bueno será que la atención del Ayuntamiento se fije en esta zona para hacer de ella algo digno de una población moderna, adelantándose los técnicos municipales a trazar calles y líneas de construcción para evitar que la iniciativa particular lo haga por su cuenta sin sujeción a ninguna norma». No dio tiempo a las autoridades municipales republicanas a hacer nada en la Ería del Piles. 
Tras la contienda civil, el 8 de septiembre de 1945 se inauguró el Sanatorio Marítimo, el primer gran edificio levantado en la Ería gracias al filántropo Hermenegildo Alfageme, que en sus orígenes se dedicó «a la atención de niños enfermos y pobres con desviación de la columna vertebral, lesiones de cadera, tumores blancos, mal de Pott, parálisis infantil, procesos fistulares, pies zambos y tantas otras deformaciones congénitas propias de la especialidad ortopédica, para conseguir su rehabilitación». 
Cuarenta y tres años más tarde, recuperada la democracia, el 11 de octubre de 1988 comenzó la historia oficial de la urbanización de chalés adosados de El Rinconín, una de las mayores polémicas urbanísticas locales de los últimos treinta años, en la lejana Ería del Piles."

Discurría por allí entonces el primer tramo de dicha carretera del Piles a La Providencia, hecha entre 1916 y 1926, nos dice Ramón M. Alvargonzález, con proyecto del mismo ingeniero que hizo la del Piles al Infanzón, Jesús Goicoechea Solís, pidiendo la vecindad que se habilitasen rampas para bajar a recoyer ocle, algas de arribazón que la mar arroja a playas y pedreros, pues se usaban como muy buen abono

En 1994, al hacerse la continuación del paseo marítimo desde El Puente'l Piles a El Rinconín se abrió un nuevo trayecto alternativo para este primer tramo de carretera, un poco más al este, arrancando de la de L'Infanzón, detrás de las casas y establecimientos de ocio de esta parte de la vía, con gran animación todo el año y principalmente en verano, pues aquí estuvo la discoteca Parque del Piles, que fue de las más famosas de Gijón/Xixón

Todo empezó cuando en los años 1940, aún sin muro esta parte de la costa, los hermanos Garciablanco compraron la casa de Andrés Corujo e hicieron de ella el Restaurante Madrigal, después sala de fiestas. En 1948 pusieron comedor, ampliado en 1949 y 1953, buscaba su clientela entre los asiduos a los merenderos que podían llevar la comida, no la bebida de casa, pero también ofrecían con éxito buenos menús, como comprobamos en el libro de José Luis Carmona y Luis Arias González:

"En 1960 intentaba captar a la clientela que acudía a los merenderos de "se admiten meriendas", como el Casablanca, con este reclamo publicitario, toda una muestra palpable del cambio social, de la mejora económica y hasta del uso del lenguaje que se iba abriendo paso entre paellas muy presunta y lejanamente valencianas y la imparable moda de los pollos asados.: "o cargue con la merienda. Por 50 pesetas comerá usted en Madrigal: entremeses variados, paella valenciana, pollo asado con patatas, postre, pan y vino. Madrigal del Piles, el más popular de los merenderos"

Más adelante, cuando se prolongó El Muro, el local pasó a cabaret y cambió de nombre en junio de 1966 al del Parque del Piles con el que se hizo famoso, siendo célebres las amplias terrazas con aforo para 4.000 personas. Ampliado varias veces más, con nave exente para comedor en 1948, reformada y ampliada en 1949 y 1953, los mismos propietarios pusieron en marcha el Rocamar, reformado en 1964. Luego, ya en 2007, llegó el cierre de la sala de fiestas con una gran celebración para sus veteranos clientes. En Los últimos del Parque del Piles, describe Sandra Salazar cómo fue aquella última noche para La Nueva España del 23-4-2007:

"No defraudó. La última noche en el Parque del Piles prometía una fiesta de clausura a la altura del mito de la sala y sus seguidores hicieron justicia a su fama.

Dos mil personas acudieron a la última cita con la sala gijonesa, donde la promotora Love Joy organizó una sesión electro-tecno que se prolongó hasta las diez de la mañana. «Esperábamos que fuera brutal y lo fue», comentaba su organizador, Marino González, quien se sentía «muy satisfecho» al término de la fiesta.

Con un cartel muy familiar, desde el punto de vista de la cabina, los organizadores apostaron por un programa abierto a todos los públicos, con los DJ que han desfilado por el local desde que se convirtió en punto de encuentro de los amantes de la música electrónica. La alemana Maral Salmassi puso la pista patas arriba con temas muy rockeros y Eulogio, residente de la sala, ofreció una sesión especial frente a los platos. Monika Osmo, G. Khan, Jorge Sánchez, Mister Compango y Richi Risco, entre otros, animaron a un público que por última vez abarrotaba un local por cuyo escenario han desfilado artistas de primera línea como Julio Iglesias, Rita Pavone, Raphael o la misma Lola Flores.

Satisfacción general ante un cartel que resultó «flojo» para los menos, ya que según apuntó Héctor Gutiérrez «se echó en falta mayor presencia internacional». No obstante, el objetivo era disfrutar de la noche hasta que el cuerpo aguantara o como apuntaba su hermano David, «hasta que nos echen».

El local hizo honor a sus sesenta años de historia. No faltaron «viejas glorias» de la noche gijonesa, como Ana Farpón, que se mostró «encantada» con el clima que reinaba en la «boite». «Es un ambiente más "private", porque te encuentras con gente que ronda los cuarenta y que ha vivido muchas noches en el Piles», comentaba. Razón por la cual aprovechó para insistir en que «hubiera sido una buena idea celebrar una fiesta paralela, al más puro estilo sixty, por la vieja escuela». Opinión que compartió Natalia Rodríguez, que tras doce años viviendo el Parque del Piles tras la barra, además de no poder ocultar su pena por el inminente cierre del local, lamentaba que no se celebrase una fiesta «para la gente de mayor edad, que ha vivido la época dorada de la sala».

No más luces ni música. Pero una frase queda para el recuerdo: ¡qué noche la de aquel día!". 

Tras su cierre, la sala inspiró un concurso de ideas con el que la Asociación de Hostelería de Gijón rinde homenaje a su promotor, el empresario de discotecas y salas de fiestas Emilio Garciablanco del Val, mientras que abrieron sus puertas en sus instalaciones sucesivos establecimientos hosteleros. Muy cerca, en 1956, estando aún en marcha las obras del nuevo muro, construiría su casa de campo con parcela Juan García Hevia, según proyecto del arquitecto Pedro Cabello Máiz

De todas maneras, los primerísimos bailes y merenderos que se instalaron en esa franja fueron el Tetuán y el Casablanca, que recordaban a Marruecos, muy en boga de aquella dados los intereses españoles en el país, con su protectorado y sus relaciones con el protectorado francés, así como la guerra de África contra los rifeños (siempre fue normal poner en los negocios nombres de lugares que "apareciesen mucho en prensa"). El Tetuán y el Casablanca fueron fundados concretamente en 1909, tras el desastre del Barranco del Lobo, y existieron hasta los años 50. Volvemos a consultar Somió, la ciudad jardín de Gijón:

"El trazado de la carretera del Piles a La Providencia desde 1916 marcó el arranque de la ocupación del tramo costero más occidental de la parroquia por usos no agrícolas. A finales de la década de 1910 aparecieron al pie del tramo inicial de la mencionada vía con los evocadores nombres, consecuencia de la presencia española en Marruecos, de "Tetuán" y "Casablanca". Poco después, en 1925, Ramón Menéndez Medina construyó, también al borde de la carretera, una fábrica de jabón, trasladada desde El Llano (...). En 1929, pasado el puente del Piles y con una excelente perspectiva sobre la playa de San Lorenzo, Manuel Corujo Valvidares, a la sazón secretario de la Audiencia de Madrid y asiduo veraneante, construyó una casa de campo de trazas regionalistas. Finalizada la carretera en 1926, carecía de riego asfáltico y discurría en su tramo inicial al borde de un acantilado sin barandilla"

El Casablanca, ya no existe pero su memoria ha pervivido en forma de topónimo, fue fundado como el también extinto Tetuán a los pocos años de iniciarse las labores para abrir la carretera de La Providencia, siendo reformado en la posguerra. Parte del terreno de su antiguo merendero sirvió luego para ensanchar dicha carretera y el paseo:

"La prolongación del paseo marítimo hasta El Rinconín hizo que el Ayuntamiento adquiriese, en 1973, loa terrenos ocupados por la terraza y los aparcamientos de "Casablanca" para la ampliación de aceras y viales"

Luego vendría el Bella Vista, otro de los lugares emblemáticos del paseo, donde hubo un merendero cuyo traspaso compraron Salvador Álvarez y Zulima García González a su regreso de la emigración en América, abriendo sidrería y grandes comedores para bodas y banquetes en un tiempo en el que la gente iba dejando de celebrarlas en casa o en locales prestados, como nos informan también José Luis Carmona García y Luis Arias González en Comer fuera de casa: tres siglos de restauración gijonesa (1700-2000):

"Otro nombre que hay que añadir a esta relación de merenderos devenidos en restaurantes es el del Bella Vista. Antes de que Salvador Álvarez y Zulima González lo tomasen en traspaso en 1954, tras pagar las 350.000 pesetas, tras pagar 350.000 pesetas que consistían todos sus ahorros de antiguos emigrantes en Argentina, pertenecía a un tal señor Aretio, y aunque su mejor época la viviría a partir de la década de 1960, es ahora cuando comienza a cimentar su bien merecida fama, con unos comedores multitudinarios aptos para acoger los banquetes de bodas de todas las clases sociales que se atrevan a dejar la costumbre de los locales prestados y las casas particulares..."

En el antiguo merendero precisamente, a su izquierda, ha sido inaugurado un establecimiento de copas y comizas con grandes terrazas, el Ambigú, y a su derecha, una de las casas de ese tramo tan eminentemente hostelero-marítimo, es actualmente el Pura Vida Beach Club

Cuando falleció Estrella, la fundadora del Bellavista, La Nueva España del 17-1-2020 glosa su biografía y repasa la historia de la empresa:

"La hostelería gijonesa llora la muerte de Estrella García González, histórica dueña del restaurante Bellavista junto a su marido, Germán Álvarez. La empresaria falleció ayer a los 82 años tras sufrir el pasado lunes un ictus tras una intensa vida dedicada a su negocio, uno de los más populares de la ciudad. “Era una persona siempre dispuesta a ayudar a los demás”, destacan sus allegados. Entre sus empleados era conocida como “la jefina”. 
García, natural de la parroquia de Monteana e hija del popular taxista Genaro, El Condeso, se hizo cargo del Bellavista (en compañía de sus suegros y de su marido) en 1954. Entonces, era un chigre con merendero muy conocido entre los gijoneses desde su apertura, en la década de los años veinte del pasado siglo. El local pronto se le quedó pequeño a la familia. Por eso, se lanzaron a construir el actual edificio, habilitado para ofrecer grandes banquetes, que fue inaugurado en 1969. Una década después, sufrió una amplia reforma y adquirió un aspecto muy similar al actual. Álvarez y García llevaron las riendas del restaurante hasta 1992, cuando lo asumió en alquiler el ovetense José Manuel Lobato. Desde 2002, y también en régimen de arrendamiento, es responsabilidad del grupo Gavia."

Detrás asoma otro establecimiento señero: El Faro del Piles; Alvargonzález nos cuenta que fue construido en 1943 en un emplazamiento contiguo al merendero Casablanca y "objeto de ampliaciones y reformas en 1951, 1952, 1959 y 1967", mientras que Carmona y Arias nos dicen que fue abierto en 1952 por por Sabino Rodríguez Fernández y Servando Arias Corna, en lo que incide el historiador y  gastrónomo Luis Antonio Alías en su reportaje para El Comercio del 23-7-2020:

"Antes de llegar a la finca destaca la torre farera que pone el nombre y la guía, corona de un edificio de doble planta iluminado por grandes cristaleras. El interior se adorna con vidrieras, paredes forradas de madera y comedores asomados al acantilado de Los Mayanes, mientras el exterior abre terrazas bajo toldos, plátanos y tamarindos. 
Ahora todo es el mismo mundo, otrora quedaban los interiores reservados para comidas a la carta y banquetes, y el merendero exterior para largas tardes de fiambreras, juegos infantiles, escanciados y transistores. Sus fundadores, Sabino y Servando, dos indianos cubanos dueños de El Sitio, quisieron así crear un lugar que diera cabida a humildes y pudientes. Pocos apostaban, en 1952, por un lugar tan alejado, pero fue un acierto y dio cabida a bodas y convites de tronío. 
Cuando Joaquín lo cogió en 1994, los esplendores se habían venido abajo. Mariñán de Castiello, había entrado a trabajar de pinche con 15 años en La Carbayera de Granda, propiedad de familiares suyos, y siguió por Casa Pardo. Allí le surgió, recién cumplidos los 25 años, la oportunidad de restaurar y revitalizar este Faro tan arraigado y significativo y dio el paso, centrándose en mariscos y pescados individualizados, parrilladas, calderetas, arroces marineros, cucharas esenciales y unos menús que no desmerecen lo mejor de la carta. 
«Nuestras marinerías siempre son cantábricas, lo impone el paisaje, lo impone Gijón, y lo impone una clientela fiel que ya reúne a varias generaciones familiares compartiendo mesa», remarcan Joaquín y Adrián, su hijo y mano derecha, con orgullo. 
Y entre la brisa de la terraza y la brisa del lenguado relleno... ¡cómo mejoran estos tiempos tan imprevistos y difíciles!"

El restaurante es inconfundible con su característico faro en el tejado, que le da nombre y singularidad, dicen Carmona y Arias:

"Aún sigue enhiesta su pintoresca torre que imita la de un faro de verdad, en la más pura estética turisticoplayera; este peculiar rasgo arquitectónico marinero se había ensayado previamente en las instalaciones del Real Club de Regatas y del Náutico, quizás los dos locales más emblemáticos y referentes de los que se entendía entonces como hostelería estival de altos vuelos"


Y, en su propia página, hallamos este resumen de su evolución hasta nuestros días:
"Dos indianos cubanos dieron vida a un legado culinario que ha perdurado durante décadas.

Desde su apertura en 1952 por Sabino y Servando, este encantador restaurante ha sido testigo de innumerables momentos especiales y ha sido el escenario de bodas y convites inolvidables.

En 1994, Joaquín asumió las riendas del restaurante, llevándolo hacia nuevos horizontes mientras se centraba en los tesoros marinos del Cantábrico. Hoy en día, junto a su hijo Adrián, El Faro del Piles continúa su legado como un verdadero referente culinario en la región."

La parte más oriental de la playa fue la más tardíamente dedicada a los baños y a tomar el sol, antaño, cuando poco a poco prosperaba el acudir a los arenales, los balnearios, que eran la moda a finales del siglo XIX y principios del XX, se concentraban al oeste, que era donde estaba además la mayor parte de la población. Es más antes aún que a esta las gentes acudían a la antigua Playa de Pando o Mar de Pando, al otro lado de Santa Catalina, más resguardada, y que desapareció al construirse los muelles del Fomento y El Fomentín a partir de 1870. Allí se había bañado, muy a resguardo y con caseta sobre raíles del arenal al mar, la reina Isabel II en su visita oficial de 1858, poniendo de moda un incipiente turismo playero tras descubrirse divulgarse, a partir de 1830 principalmente, los beneficios salutíferos de los baños


Hasta entonces y con algunas excepciones las playas, y con ellas los ríos que ellas desembocaban, no eran consideradas lugares salubres, siendo donde se arrojaban los detritus de las poblaciones. Fue todo un cambio de mentalidad que de las clases más pudientes, las primeras que se enteraban de estos avances, fue pasando a las demás capas de la sociedad hasta que, con las conquistas sociales sucesivas, fue generalizándose, a la vez que, muy rápidamente, se acudió a las playas no ya con sus propiedades  medicinales como fundamento, sino como una manera de ocio, descanso, relax y vacaciones

En esta desembocadura se localiza el Arenal de la Salmoriera, donde el día 11 de octubre del año 1898 el vapor Sultán llevó a varar una ballena que había capturado, la industria ballenera hacía tiempo que había desaparecido de las costas asturianas pero ocasionalmente aparecen estos ejemplares, este formidable, de de 22 metros de largo y del que se sacaron, por cocción, 8.200 kilos de grasa

Fue numerosísima la gente que se presentó a ver aquel animalón, tanto es así que llegó a ser el origen de una célebre frase gijonesa: "vete a ver la ballena", que se dice cuando quiere cortarse la conversación con alguien y/o mandarlo a paseo, al igual que pasa con la expresión "vete a la playa", a la que se le añade a veces "vete a la playa a bañate", si el interlocutor no se da cuenta que le están diciendo que se largue, (y a despejarse la mente con un chapuzón). El suceso llegó a ser de tan hondo calado en la mentalidad colectiva que aún hoy no es extraño presenciar alguna discusión de chigre sobre si era ballena, roncual, o cachalote

Cuando la marea sube esta es la parte de la playa en la que aún queda una significativa franja de arena, pues una parte muy importante queda sumergida, incluyendo los pedreros, donde vemos, frente al Bellavista, las escaleras números 17 (a la izquierda) y 18 (a la derecha), en el saliente costero llamado El Mayán de Tierra, paso a las playas-pedreros de Los Mayanes, que veremos mejor según avancemos por El Muro

En aquel extremo costero se reconocen unos monolitos que recuerdan a los de una singular película: la gran estructura escultórica de cuatro enormes chapas de acero corten  que componen la obra Sombras de Luz del escultor Fernando Alba, cada una con agujeros redondos a manera de configuraciones distintas de planetas y representando las cuatro estaciones del año. Fueron instaladas en 1998 dentro de las últimas grandes reformas integrales de El Muro, llevada a cabo en aquella década. Esta es su explicación en Wikipedia:

"Está hecha de acero corten y se compone por un conjunto formado por cuatro grandes planchas rectangulares, de unos cinco metros de altura, que están dispuestas en posición vertical y se encuentran orientadas a cada uno de los puntos cardinales.

El autor buscaba jugar con las luces y las sombras, por lo que cada plancha ha sido perforada con círculos de distinto diámetro por los que penetra la luz, recreándose así distintas sombras en el suelo en función del momento del día.​

Debido a su ubicación, en un espacio al lado del mar Cantábrico, en 2020 fue necesario llevar a cabo su reparación, dentro de un plan impulsado por el Ayuntamiento de Gijón mediante el que se restauraron varios monumentos de la ciudad."

Popularmente es más conocida como Les Chapones y como no podía ser de otra manera su instalación en este enclave fue muy polémica y en parte sigue siendo, como casi todas las de la ciudad. Las gentes favorables aprovechan su estructura y huecos para sacar las más artísticas fotografías, con la mar, la ciudad y el paseo al fondo, pero al mismo tiempo sus desfavorables detractores son personas que se ríen o ponen mala cara por el aspecto "destartalado", ferruñoso u oxidado, que aparentemente presentan, sacando chistes fáciles de su pinta de "reconversión industrial" y naturalmente protestando "polo que costaron".  Sin duda buena parte del valor histórico, social y patrimonial de las estatuas de la ciudad es la polémica que generan y han generado buena parte de ellas desde el mismo día de su colocación. Una famosa confitería hizo un pastel inspirado en ellas

Además de las invasiones de Drake y Richelieu, hemos de constatar la de 1911, protagonizada por sapes o cangrejos negros de 1911, de la que el periodista y escritor Mauro Muñiz adjunta en El Libro de Gijón la coplilla que cantaba en el cuplé Ven y Ven la tonadillera, La GoyaAurora Purificación Mañanós Jauffret, por aquel entonces muy de moda y que actuaba en el desaparecido Cine Modernista...

      Tenéis una hermosa playa
     
 para aliviar vuestros males
     toda llena de cangrejos, mi vida

     peores que concejales  

El mismo autor nos habla de la invasión de medusas del año 1946, azuladas y hermosísimas, pero el que las rozase o tocase sufría de fuertes dolores, llegando a la paralización de la zona afectada, todo ello coincidía con los sermones contra la inmoralidad de las playas que desde el púlpito pronunciaba el Padre Portillo, Superior de los Jesuitas, lo que dio ocasión que estas medusas fuesen bautizadas como "el arma secreta del Padre Portillo".

Aunque el tramo de paredón de El Muro hasta el Piles se acabó de construir en 1914, el barrio de L'Arena, cuyo topónimo hace honor a su origen sobre las mismas arenas, creció muy poco a poco y su actual forma data de los años 1960. Anteriormente había algunos chalets, varias ciudadelas obreras y viviendas de planta baja muy humildes y populares, provistas de huertas y terrenos, en los que las galernas (antes de hacerse El Muro) ocasionaban estragos


Incluso había algunos establos, siendo célebre la corripia gochos de Pachín (pocilga de cerdos) ya en la parte más cercana al Piles, cuando hace siglo y pico dicho río no estaba aún canalizado, corripia o corral de cerdos que según relata el escritor Chema Vega en la revista La Arena de abril de 1996, arrastró al mar una terrible riada, contando su dueño que seguramente la mar brava se los llevó a La Habana, mítica "tierra de promisión" en aquellas fechas aún de miseria y emigrantes a ultramar


Entre las calles Manso, Doctor Aquilino Urlé y Marqués de Urquijo, donde estaba antes el Chalet de los Felgueroso, se construyó uno de los primeros grandes bloques de pisos en altura, con 264 viviendas y locales comerciales, proyecto de los arquitectos Juan Manuel del Busto y Miguel Díaz Negrete para Garmoré Inmuebles y Edificaciones S.A. 


A su izquierda, y donde la Avenida Rufo García Rendueles, que recorre esta fachada marítima de la ciudad, hace esquina con la Avenida Castilla, se levantó en los años 1970 este otro gigantesco donde anteriormente había otro chalet, el del marmolista Gargallo. Una fachada, esta, mira a la playa y otra al Parque Isabel la Católica (a la izquierda)


Dado su tamaño lo mejor, para sacarlo entero, es bajar a la playa. El mismo Chema nos dice que algunos de los primeros inquilinos de aquellos inmensos y para la época lujosísimos edificios del "Nuevo Miami" de L'Arena y en primera línea de playa fueron los ingenieros alemanes que trabajaban en UNINSA, con sus familias, sus hijas rubias que tanta admiración causaban entre la mocedad masculina. No obstante, pese a esta "nota romántica", lo cierto es que no pocos de los antiguos vecinos y vecinas del barrio hubieron de marcharse ante la presión urbanística del desarrollismo. Antes de ellos, con El Muro ya hecho, se habían construido también unos pocos chalets, desaparecidos prácticamente en su totalidad con las nuevas edificaciones


Ya en el año 1958 se quiso evitar la presión urbanística en este lugar tan llambión para construir, diseñando calles anchas y limitaciones en altura, pero quedó en nada pues en aquellos años del llamado desarrollismo las leyes eran totalmente permisivas, así hay en todo el barrio alturas que sobrepasan hasta más de 24 metros lo teóricamente regulado en un primer momento


Por esta razón ya en el año 2000 se convocó un concurso de ideas para un Plan de Fachadas con el que paliar su impacto visual, el cual entró en vigor cuatro años después, aunque las sombras proyectadas sobre El Muro y la playa son ya inevitables. Muy relevante es, en este aspecto, la entrevista que realiza La Nueva España al geógrafo Héctor Blanco a 17-7-2007 con motivo de una exposición al respecto:
"Es un experto en arquitectura contemporánea gijonesa, que estudia desde 1991. Licenciado en Geografía e Historia y diplomado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, el mierense Héctor Blanco (1970) es el responsable de la publicación «Muro de San Lorenzo» y de la exposición que cuelga en el Centro Municipal de La Arena, dos de las propuestas con las que se conmemora el centenario de las obras que permitieron completar el Muro del principal arenal de la ciudad. 
-¿Qué destacaría de su estudio y de la exposición sobre el centenario del Muro de San Lorenzo? 
-Hay un motivo central, que es el de recordar que hace cien años arrancaron los trabajos para completar el Muro. Lo que hemos hecho es analizar el contexto de la obra, los antecedentes, viendo cómo era la fachada gijonesa hasta ese momento, en 1907, así como el desarrollo de las labores y repasando todo lo que tiene que ver con ese espacio, el paseo y la avenida de Rufo Rendueles. 
-¿En qué ha cambiado el Muro en esos cien años? 
-Mucho. El impacto mayor ha sido, sin duda, la transformación de la fachada marítima de la ciudad, que pasó a ser un espacio de edificación muy denso. Las zonas públicas han mejorado, porque el proyecto inicial preveía 25 metros de ancho para la avenida de Rufo Rendueles y hoy tiene el doble. También se han liberado otros espacios, como el que está entre la calle Ezcurdia y la calle Cabrales. 
-Una opinión casi unánime afirma que el desarrollismo de los años sesenta del pasado siglo destrozó la fachada urbana del Muro. ¿Tiene solución? 
-El problema esencial es la altura de los edificios, algo que no tiene más solución que la demolición y que es imposible hacer. Es un problema muy acusado durante el invierno, por la proyección de sombra, que, creo, no tiene arreglo a medio o largo plazo. Lo que se está haciendo ahora es adecentar esa fachada y hacer los volúmenes menos agresivos. Queda por ver el resultado final, porque la obra acaba de iniciarse. Es una solución estética, pero no resuelve de forma global el problema, que, insisto, es de muy difícil solución. 
-La alternativa adoptada para el tratamiento de las fachadas ¿es la correcta? 
-Hay un saneamiento que dará a las fachadas un acabado más relevante. A raíz del concurso se plantearon varias soluciones, unas más audaces y otras más conservadoras. Como solución, ya que se está pudiendo materializar, puede ser buena. ¿Mejor o peor? Habrá que esperar a que se concluya una parte importante de la obra para ser más objetivos. 
-¿Qué distingue al paseo de San Lorenzo de otros espacios similares en otras ciudades españolas? 
-Su cercanía, que es ciudad, lo que le da un atractivo que valora mucha gente, incluidas personas que viven en otras ciudades marítimas. No todas las playas urbanas están tan próximas y son tan accesibles desde la ciudad."

A nuestra izquierda, la Avenida de Rufo García Rendueles está dedicada a este gijonés que, ocupando el cargo de subsecretario de Obras Públicas, favoreció notablemente la prolongación de este Paseo del Muro. Ya en 1913 y en su homenaje, se encendieron en el Puente'l Piles unas bombillas rojas con la leyenda Avenida de Rufo Rendueles, según relata el historiador y cronista oficial Luis Miguel Piñera en su libro Las Calles de Gijón historia de sus nombres


Antes que los actuales edificios elevasen sus siluetas hacia el cielo estuvieron, dice Chema Vega, "los fondigones", se trataba de huertas, unas con cultivos y otras abandonadas "onde los neños díbemos xugar al balón, a les casetes y vaqueros y indios y tamién a criar gatos, perros, palombes -que tomábemos prestaes del Parque Isabel la Católica- a falta d'una televisión que nos afatara un poco"


Donde ahora hay una fila de tamarindos estuvieron Les Pérgoles del Muro, grandes armazones y columnas que al final, cuando se las abandonó a su propia suerte, servían de vivienda a un célebre vagabundo o clochard muy presente aún en el recuerdo del vecindario y de muchas gentes que, como el historiador y gastrónomo Luis Antonio Alías iban al veterano Restaurante Topolino, abierto en 1967 en la esquina de la Avenida de Rufo Rendueles con la calle Doctor Aquilino Hurlé, en el edificio a nuestra izquierda, y al que le dedica una estupenda glosa en El Comercio del 22-7-2021:
"Cruzábamos por las Pérgolas, famientos tras horas de arena y olas, y cada plato combinado seducía. También las deliciosas tortitas con nata y caramelo o los cafés y combinados, del ron Marabú y gin Kiber (¡asturianísimos!) al Bacardí o Beefeater. 
Lo fundó Antonio Pérez Freije, emprendedor profesional como buen hijo de Los Oscos, que tras emigrar a Suiza y ver que los años sesenta imponían ya no cambios, revoluciones estéticas, volvió y abrió Topolino, nombre del histórico Fiat 500, revolucionario y colorido utilitario precedente del Seat 600. El primer pop, aquí yeyé, tomaba forma: barra americana, geometrías coloridas, atención pronta y muy profesional y soluciones prácticas y sabrosas para prisas veraniegas. 
Al llegarle la jubilación le relevó su hijo que, sobre lo hecho, remarcó la atmósfera clara, con maderas nobles, nichos de cerámica, pilares de teselas y cristaleras que dominan el paseo del muro, la arena y las olas. 
Los diarios menús de almuerzo y cena resultan tan demandados que fuerzan turnos, mientras el resto de la carta une mercado, temporada, tradición y toques rupturistas: anchoas con escalibada y crujiente de Peñamellera; pulpo a la brasa en aceite de pimentón, tacos de solomillo con crema de ibéricos, bastones de berenjena en miel de caña, medallones de rape con zamburiñas y salsa de oricios, bacalao cremoso del puerros, solomillo de ternera al oporto con foie... y una fabada redonda, sin olvidar pescados diarios y cortes de vacuno 
Permanecen numerosas fidelidades de padres a nietos, algo de lo que Antonio, desgraciadamente fallecido hace un año, se sentía orgulloso: Jorge demostraba ser un insuperable alumno y legatario."
El Muro visto desde enfrente

En los años 1950 un grupo de prestigiosos arquitectos: José Avelino Díaz Omaña, Miguel Díaz y Negrete, Juan Manuel del Busto, José Antonio Muñiz y Juan Corominas, elaboran un plan nuevo para El Muro, con aparcamientos, jardines y pérgolas, pero apenas una década más tarde aquel proyecto, hecho con criterios modernos y prácticos,  empieza ya a degradarse en un proceso que llegará hasta la reforma integral de los noventa


Es en este contexto cuando se derriban las pérgolas en 1982, tras echarse atrás una idea para habilitarlas como negocio de hostelería y casualmente, al poco, fallece su popular inquilino. Las palmeras y el diseño de las farolas, junto con los mástiles de las banderas, tan propio de aquellos momentos, emulaban una  mediterranización de esta fachada marítima pero no mejoraron la situación, así como tampoco los pasos subterráneos que hicieron que la Avenida Rufo García Rendueles se transformase en la práctica en una vía de circulación rápida en plena ciudad
 

Este paseo vivió décadas de deterioro hasta que en 1992-93 se emprende una remodelación integral diseñada por Diego Cabezudo, Jorge Martínez Sierra y Jorge Paraja, devolviéndole su buena y digna imagen, hay bancos, papeleras, pérgolas y se han plantado tamarindos, arbustos resistentes al salitre, a lo largo de toda su extensión. Iván Villar nos la explica en El Comercio del 10-4-2022:
"Cuando al inicio de la década de los 90 el Ayuntamiento de Gijón alcanzó un acuerdo con el Ministerio de Obras Públicas para abordar una reforma integral del Muro el organismo estatal puso sobre la mesa un anteproyecto con tres posibles alternativas. La primera mantenía invariable la anchura del paseo peatonal (12 metros), pero reducía el espacio para el tráfico de seis a cuatro carriles, habilitando dos calzadas separadas en medio de las cuales habría un gran bulevar de doce metros de ancho dotado de árboles, bancos y mobiliario urbano. Esta solución proyectaba además una glorieta en la intersección con la actual calle Juan Alonso (entonces General Camilo Alonso). La segunda opción también suprimía dos de los seis carriles que ocupaban los coches, aunque en este caso los cuatro restantes compartirían una única calzada al lado de los edificios, aprovechando el espacio restante para ampliar de forma considerable la zona de paseo. Como tercera posibilidad se planteaba la peatonalización total del tramo central del Muro, desde la calle Ezcurdia hasta Menéndez Pelayo. 
Tras analizar pros y contras de las diferentes opciones, y después de descartar propuestas adicionales como la construcción a la altura del martillo de Capua de dos carriles subterráneos en sentido hacia el este para evitar el rodeo por Marqués de Casa Valdés y Eladio Carreño, el 21 de febrero de 1991 la comisión municipal de Urbanismo dio su visto bueno a un proyecto que se situaba en un punto intermedio entre las dos primeras. El paseo peatonal se ensancharía, pero solo cuatro metros, y el tráfico pasaría de seis a cuatro carriles, distribuidos en dos calzadas, pero separados entre sí por una mediana ajardinada de cuatro metros y no por un bulevar. Entre los principales objetos de debate sobre la configuración de todo este espacio estuvo la conveniencia o no de incluir un carril bici. Aunque sí estaba contemplado en un inicio, finalmente el equipo de gobierno socialista lo descartó para no tener que limitar la ampliación peatonal y poder crear nuevas zonas ajardinadas. 
Junto a la nueva distribución de espacios, que conllevaba además la supresión de 400 plazas de aparcamiento, se pretendía también un cambio de la imagen del paseo para la que se querían recuperar algunos elementos históricos e incorporar otros nuevos. Volvieron así las antiguas farolas de dos brazos, aunque no las enormes pérgolas que habían sido construidas en los años 50 y derribadas en 1982. Sí se instalaron a la altura de cada paso de cebra enormes marquesinas de hormigón pensadas para dar cobijo a puestos de venta ambulante y quioscos de helados y, diseminados por el paseo, quince grandes parasoles de metal. Estos últimos, al igual que la mediana, serán uno de los elementos más distintivos del actual Muro que desaparecerán con la nueva reforma que prepara ahora el Ayuntamiento, después de 30 años frente al principal arenal de la ciudad. 
Con la gran reforma impulsada bajo la Alcaldía de Vicente Álvarez Areces, que arrancó en enero de 1992 y se dio por concluida en agosto de 1993, también regresaron al Muro los tamarindos y desaparecieron las banderolas de distintos países que tenían que ser renovadas casi cada año por los daños que les provocaba el viento. La obra incluyó la renovación de todo el pavimento del paseo a lo largo de 1,7 kilómetros, de 1,5 kilómetros de barandilla de fundición (respetando el diseño preexistente) y de 280 metros de balaustrada de hormigón. Se colocaron además fuentes, papeleras y 112 bancos. El coste de esa intervención integral ascendió a 871 millones de pesetas (5,2 millones de euros), de los que 570 millones fueron aportados por el ministerio."

Para aquella gran inversión el Ayuntamiento aportó su parte con los 175 millones de pesetas recibidos como compensación del naufragio del buque Castillo de Salas con sus más de 96.000 toneladas de carbón frente a esta bahía a principios 1986, como bien relata Javier Fernández Díaz para el periódico digital Mi Gijón del 12-1-2021:
"El 11 de enero de 1986 tenía lugar el naufragio del Castillo de Salas con sus 99.072 toneladas de carbón. El ancla del buque garreó, el agua inundó la sala de máquinas y la tripulación no pudo volver a arrancar motores. El barco quedó así a la merced del mar hasta encallar definitivamente frente al cerro de Santa Catalina. De esto han pasado ya 35 años, pero la historia sigue muy presente en la vida de los gijoneses. Aquel 11 de enero no solo se hundió un barco, sino que también comenzó una leyenda, la de las manchas de carbón que tiñen con frecuencia de negro San Lorenzo.
El gran peso de este granelero de 261 metros de eslora, 40 de manga y 14,5 de calado, perteneciente a la Empresa Nacional Elcano, hacía difícil su navegación ante una mar embravecido. Así, aquella mañana de 1986 el Castillo de Salas y las más de 99.000 toneladas de carbón que cargaba para la siderúrgica Ensidesa naufragaron en el Cantábrico. 
Los gijoneses acudieron durante días a ver el devenir del barco. Y el 15 de enero, después de varios intentos por sacarlo a flote, el buque terminó partiéndose en dos. Como consecuencia, en los días sucesivos la playa de San Lorenzo sufrió mareas negras de fuel y carbón. 
El 24 de enero la popa se hundió por completo. Y el 22 de febrero, tras días de vertidos, incertidumbre y protestas ciudadanas, la proa y cinco bodegas fueron remolcadas a alta mar y hundidas a 4.500 metros de profundidad a unas 40 millas al norte del cabo Peñas. 
El hundimiento fue calificado de negligente. Y en febrero de 1991 el entonces alcalde, Vicente Álvarez Areces, tomaba la decisión de que el Ayuntamiento se retirase de la acusación particular a cambio de una indemnización de 175 millones de pesetas. Poco más de un año después, el juez Lino Rubio archivaba la causa. 
El primer vertido apareció en agosto de 2001. Entonces, la playa de San Lorenzo se teñía de negro. El Ministerio de Fomento confirmaba que las manchas procedían de los tanques hundidos del ‘Castillo de Salas’. El 10 de julio de 2003, el ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, y la entonces alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, supervisaron la retirada de las 2.000 toneladas de chatarra de los últimos restos del buque. El trabajo se daba así por culminado. 
Sin embargo, las manchas de carbón en el arenal gijonés siguieron y siguen apareciendo. La culpa siempre se achacó al suceso de 1986, pero un informe de finales del 2020 del Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (Incar) señala que la procedencia del carbón que llega a la playa de San Lorenzo hay que buscarla en áreas donde hay miles de toneladas de carbón almacenado, como pueda ser El Musel. 
Durante años ha sido habitual culpar al naufragio del Castillo de Salas de las manchas negras que aparecen con frecuencia en el arenal, pero el informe del Incar recoge que las 198 muestras de carbón tomadas no corresponden, en su mayoría, con el que transportaba el buque. Acaba así una leyenda que se ha prolongado durante décadas."

Acercándonos a la Escalera 14 de acceso a la playa vemos, en las tremendas diferencias de altura, los efectos urbanísticos del desarrollismo de los años 1960 y 1970, con edificios que fueron construidos desmesuradamente en altura junto con otros que, bien por estar catalogados, protegidos o por otras circunstancias, se han conservado, más o menos restaurados y rehabilitados. Entre ellos reconocemos, a la izquierda, los del llamado Martillo de Capua, un conjunto "superviviente" de los inicios del Ensanche del Arenal que se hizo más allá de la demolida muralla de las carlistadas, ocupando terrenos de las antiguas dunas. Ahí llegaba El Muro primigenio, hasta el lugar de La Garita, así llamado por un antiguo puesto de vigilancia allí existente, y de allí vino, en 1907, hacia El Puente'l Piles


Seguidamente y a su derecha es la zona de El Náutico, descongestionada por el gobierno del Frente Popular durante la Guerra Civil que derribó varios edificios frente a La Escalerona, la escalera más grande de la playa, construida poco antes, en 1933 y donde estaba el balneario de Las Carolinas. Su planeamiento fue completado en la posguerra y tuvo diversas reformas a lo largo del tiempo. Entre los edificios de época conservados podríamos destacar el de el Hotel Alcomar, antigua Ferretería Vasco-Asturiana, con su intenso color rosa y, más a la derecha, hermosamente estilizado y con cúpula, el de El Varsovia, llamado así por el célebre pub de este nombre existente en sus bajos


A la derecha del Varsovia tenemos la Escalera 2, La Rampla o La Rampla la Pescadería, que es el edificio de grandes ventanales que la antigua pescadería municipal. Pero a su izquierda, y justo enfrente de La Rampla, tenemos el Colegio San Lorenzo, con su patio de recreo y pegado a él la Torre de los Jove Hevia con su Capilla de San Llorienzo, que le da nombre a la playa, cuya denominación autóctona, recogida en coplas y dichos populares, ha quedado muy relegada por la de San Lorenzo


San Llorienzo de la Tierra, de allí partía antiguamente una procesión marinera de lanchas hacia otra capilla dedicada a este santo, San Llorienzo de la Mar, que estaba en la Isla La Tortuga o La Fontica, frente al Cabo San Llorienzo, al otro extremo de la bahía. La forma original del topónimo aparece ya recogida por el prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos en una carta del 5 de diciembre de 1804 en la que, hablando del término asturiano enguedeyar desenguedeyar nos presenta este cantar propio de aquella celebración entre las dos capillas diciendo "ahí va su texto gijoniego":

                                                         Vengo de San Llorienzo de la Tierra
                                                         voy pa San Llorienzo de la Mar
                                                         enguedeyar, enguedeyar, enguedeyeme
                                                         nunca me pude desenguedeyar



Por su parte torre de los Jove-Hevia es una casona palaciega del siglo XVII, aunque con traza medieval en su alto torreón de planta cuadrada, cinco pisos de altura y almenas. Al lado está la calle Ventura Álvarez Sala, prestigioso pintor en ella nacido en 1869 y que falleció en 1912, años antes que se construyese esta pescadería en la zona donde antes estuvo el Mercáu del Adobu, de 1897, así llamado por vender principalmente carne de gochu (cerdo),  mercado que fue sustituido por una nueva plaza del pescado, la cual se construyó para darle el relevo a otra más antigua que no reunía las condiciones necesarias, del año 1860 y que arrojaba los vertidos a la misma playa cuando esta aún apenas era visitada para los baños de ola, pues como hemos dicho, la gente acudía a Pando, al otro lado del istmo que une Cimavilla con Bajovilla, como se denominaba documentalmente a la villa que crecía más allá de las murallas romanas


La antigua Pescadería Municipal, ahora dependencias del Ayuntamiento, destaca por su peculiar forma, con sus grandes ventanales, los arcos de su entrada, las columnas y escalera, obra proyectada por el arquitecto municipal Miguel García de la Cruz en 1922 y reformada en 1927, construyéndose entre 1928 y 1930 con mostradores para unas 25 vendedoras que disponían de su propio puesto, dotado de mostrador para vender pescado al peso y "marisco mayor", es decir, bugre (bogavante) y langosta


Y seguido a la Pescadería, el Ayuntamiento de Gijón/Xixón, del que vemos su parte posterior. Empezó a construirse en 1858 según proyecto del arquitecto Andrés Coello, terminándose en 1865, se trata del lugar en el que estuvo el solar de Casa José María Rato donde, en unas viviendas tiradas en 1778, aparecieron enterramientos del tiempo de los romanos. En un principio esta fachada, que mira al mar, estuvo porticada, pero solo por breve tiempo. Actualmente la porticada es la fachada principal, que mira a la Plaza Mayor, sita al otro lado y hacia donde se dirige el Camino, para pasar al antiguo puerto, ahora muelle deportivo


En este tramo de costa, que vemos ahora con marea alta, estuvo muy antiguamente el pequeño puerto de la antigua villa medieval amurallada, destruido y arrasado, como toda la población, en el terrible Asedio de Gijón de 1395, en las guerras trastamaristas. Uno de los primeros edificios reconstruidos tras el asedio fue el de la iglesia de San Pedro, aunque su aspecto actual obedece a las obras realizadas tras otra destrucción, la de la Guerra Civil


En el siglo XVII empezó a levantarse este tramo de paredón para proteger a la pequeña población gijonesa de las furias del mar. Antiguamente, a partir de aquí se extendían los arenales y en 1723 ya se quería poner un "fuerte y elevado muro" que protegiese a la villa de los rigores de "las fuertes avenidas del océano y la invasión de grandes masas de arena, aún más molestas que el mismo mar", muro que no pudo hacerse realidad, mejorando y ampliando el primitivo de Campo Valdés, hasta que Manuel Reguera González se encargara de dirigir las labores para un paredón hecho con los desescombros sacados de limpiar la dársena, obras rematadas en 1782


Con ocasión de las mismas el hermano de Jovellanos, Francisco de Paula, hizo grabar una inscripción justo donde esta obra arrancaba, bajo la cuarta cruz de piedra del calvario existente ante el Campo Valdés: "De la Casa de Dios, fuerza y adorno. Año 1775", y sería luego Gaspar Melchor de Jovellanos quien vería el potencial de toda aquella zona de arenales cuando proponía plantar, en su Plan de Mejoras,  todo un bosque de pinos con el fin de asentar aquellas dunas e impedirles su avance, ganando incluso tierras de pasto comunal


Más antiguamente hubo un asentamiento romano del que se conservan las murallas y las termas, descubiertas a principios del siglo XX en el famoso Campo Valdés, el paseo arbolado enfrente de la iglesia. Las primeras noticias que así lo mencionan son de 1654, aunque parece ser que no contó con árboles hasta algo después, cuando olmos, álamos y fresnos fueron sus especies primigenias. Luego los tilos sustituyeron a los negrillos enfermos, conforme también nos dice en sus obras el investigador Francisco Javier Granda Álvarez. En sus tiempos hubo pleitos entre palacio e iglesia por esclarecer la titularidad por entonces de estos terrenos. Ser lugar de tránsito hacia la iglesia de San Pedro y estar resguardado de los vientos del noroeste le hicieron uno de los más populares paseos de Gijón/Xixón, bodas y ceremonias se dan cita en este campo no demasiado alterado en su composición más esencial, con su gran explanada e hileras de árboles, bancos para sentarse, jardines...


Hubo una urbanización del Campo Valdés en 1967 y luego, en los años 1990, una intervención urbanística y excavaciones arqueológicas para crear el Museo de las Termas, la cual causó temor y cierta oposición entre el vecindario y algunos especialistas, asunto zanjado con la actual configuración del lugar, fruto de aquellas obras


Las termas de Campo Valdés fueron descubiertas casualmente en 1903 por el dibujante Nemesio Martínez durante unas obras de alcantarillado, realizándose luego excavaciones bajo la dirección de Calixto Alvargonzález con la colaboración de Julio Somoza y Alejandro Alvargonzález, quienes hicieron la memoria y plano de los hallazgos, volviendo luego a taparse. Tras la destrucción de la iglesia de San Pedro las termas volvieron a quedar a la vista siendo estudiadas por García y Bellido, pero hasta los años 1960 no se abrirían plenamente al público, habilitándose una sala para ello


La iglesia de San Pedro y las escaleras 0 (a la derecha) y 1 (a la izquierda). El templo actual fue construido entre 1945 y y 1955 según proyecto de Francisco y Federico Somolinos. Recuerda a la iglesia anterior, gótica y con elementos renacentistas, en su alta torre y en el pórtico neoclásico, aunque buena parte de sus características artísticas y arquitectónicas emulan el Arte Asturiano prerrománico y el románico


El templo antiguo había sido construido cuando la antigua villa medieval se recuperaba del total destrozo de 1395. Algunos documentos dicen que las obras comenzaron en 1410 pero diversos eruditos señalan la fecha como muy temprana y dudan de la autenticidad del escrito que así lo señala, optando por una edificación algo posterior en el tiempo, que además tardó bastantes años en acabarse


Por esa zona se han localizado y señalizado los cimientos la muralla romana que guardaba la primitiva población hasta su destrucción en 1395. Hoy en día se discute, a veces muy apasionada y acaloradamente, sobre el estatus que pudo tener durante el periodo imperial, desde una urbe amurallada, como por ejemplo Lugo -Lucus Augusti- aunque mucho más pequeña, a una salazonera. Sea como sea se sabe que tuvo un periodo de decadencia posterior muy largo, sin duda hasta que 1270 Alfonso X El Sabio le concede la Carta Puebla, aforando a sus habitantes, sus mercados y demás actividades comerciales, pesqueras, artesanas y administrativas


Una de las torres circulares de la muralla se hallaba detrás de la iglesia, justo enfrente de la actual Escalera 0 (a la izquierda de la foto). Realmente la numeración y las escaleras empezaban por la Escalera 1, pero en el año 2008 y por petición popular se hizo esta nueva para bajar directamente a esta parte del pedreru; es llamada La Cantábrica, como el antiguo balneario aquí existente antaño, adquirido en 1920 por el Real Club Astur de Regatas, que vemos aquí preciosamente, desde las terrazas y edificios centrales hasta las piscinas, donde estaba el balneario, club del cual se inauguró en 1922 el pabellón, embellecido por Juan Morán, siendo en 1930 Manuel del Busto el encargado de darle más empaque con nuevos añadidos. El club, aunque fundado en 1911 en el Casino de Gijón del Paseo de Begoña, intentó primeramente adquirir los terrenos para su sede en la antigua aduana del muelle pesquero, que se dedicaron finalmente a rula o lonja de pescado, habiendo entonces de instalarse momentáneamente en la calle Corrida hasta que apareciese un espacio más cercano al mar


Por fin se compraron en 1913 unos terrenos al pie de la antigua Batería de San Pedro, otra de las defensas artilladas de la ciudad, que allí se ubicaba en 1787, aceptando entonces el rey Alfonso XIII ser su Presidente de Honor, participando en las regatas de los años 1912 y 1913. Luego sus terrenos se ampliaron en dicho año de1920 con los del balneario de La Cantábrica


El Real Club Astur de Regatas, destruido en la guerra civil, se reconstruyó en 1942 con planos de los arquitectos Francisco y Federico Somolinos, siguiendo criterios del estilo racionalista, edificio aterrazado el de este nuevo pabellón de inspiración náutica que imita los existentes en San Sebastián y Vigo. Los vestuarios, abajo, son anteriores al conflicto. Más arriba es el gran edificio del Centro de Enseñanza San Eutiquio-La Salle, una de las muchas instituciones de Cimavilla, la de los baberos, llamados así por el característico hábito de los religiosos de la orden Hermanos de la Salle, que vinieron a la ciudad en 1904 para hacerse cargo del Colegio Comercial Hispano-Francés de San Ramón, con ocho hermanos que impartieron clase a 160 alumnos internos y 30 externos


En 1909 fallece soltero y sin descendencia el gran benefactor gijonés Eutiquio García-Sala y Jove Huergo, quien nombra heredero de sus bienes al párroco de San Pedro Don Ramón Piquero, quien invierte la herencia en traer a los baberos a Cimavilla, empezando a dar clases en el que fue la casa de García-Sala en la calle Trinidad y trasladándose luego aquí, dedicándose sobre todo a la enseñanza de los hijos de los pescadores. En 1914 el párroco Don Ramón Piquero muere y nombra heredera a esta fundación, creándose el Patronato de las Escuelas de San Eutiquio



Entre la Revolución de Asturias de 1934 y la Guerra Civil los hermanos dejaron sus colegios, a los que regresaron una vez finalizada la contienda. A pesar de los esfuerzos sufren una importante escasez de recursos que les hacen pasar situaciones de miseria, cayéndose su edificio a pedazos y teniendo diferencias con el párroco de entonces que quería implantar un servicio de cuotas a los alumnos. Por todo ello la escuela cierra en 1958 y en los baberos 1958 abandonan la ciudad, a la que regresarían en 1965 a los nuevos institutos creados por la diócesis en los barrios obreros de Roces y La Calzada, de los que llevarían dirección y docencia, instalando su comunidad en la Casa Rectoral de San Pedro



Mientras, la vieja escuela de Cimavilla es demolida y la Fundación emprende la construcción de un nuevo edificio, este, de cuatro plantas, que en 1965 será el Centro Experimental en la Modalidad Marítimo Pesquera, firmándose en 1967 un convenio con el Ayuntamiento para instalar en él la Escuela de Náutica y la Formación Profesional de esta especialidad. En 1968 se aprueba su actividad como Centro de Formación Profesional con especialidades de soldadura, calderería, tuberos, fontaneros, albañiles, delineantes, cocineras, camareros, secretariado, radio, televisión y otras según el Programa de Promoción Profesional Obrera. Habrá cursos de cualificación, reconversión y perfeccionamiento profesional, así como para obreros en paro por las mañanas y trabajadores tardes por la tarde. En los años 70 hay ya clases de FP1, automoción y electrónica, luego de secretariado y FP2. Los Hermanos de La Salle o baberos regresarán al lugar en el año 1976


Por allí y siguiendo el trazado de la vieja muralla, de la que vemos torre y muros recrecidos, el Camín de La Fontica-La Salle es la subida a La Talaya o L'Atalaya, antiguo mirador sobre el mar donde estuvo la desaparecida capilla de Santa Catalina y sus terrenos fueron fortificados cuando pasaron a ser propiedad del ejército hasta 1981, conservándose búnkeres, trincheras y emplazamientos artilleros. Allí se emplazó el mencionado Elogio del Horizonte de Eduardo Chillida, cómo no con sus polémicas desde el mismo día de su inauguración. Sigamos para enterarnos de todo ello la crónica que, titulada Las cicatrices del Elogio del Horizonte hace Damián Fernández Tomás para Mi Gijón el 10-6-2022:
"Corona Gijón desde 1990. Desde lo alto del cerro de Santa Catalina, bajo la sombra del Elogio del Horizonte, pueden verse los tejados de toda la ciudad. Desde las torres de Sedes, en Pumarín, hasta la cúpula de la basílica del Sagrado Corazón o la torre de la Laboral. Es ya un símbolo de la ciudad, un elemento indispensable del skyline gijonés. La historia es curiosa. El escultor vasco llevaba tiempo buscando un emplazamiento frente al mar en la costa atlántica europea. Pero debido a la importancia militar de las zonas que le atraían, nunca se llevó a cabo. Estuvo un tiempo, incluso, negociando su construcción en Francia, pero acabó siendo Gijón, con su cerro de Santa Catalina, quien acabaría enamorando al genio.
Han pasado treinta y dos años desde que se erigiera. El humor playo hizo presencia ya por aquel entonces y pronto lo rebautizaron como el váter de King Kong. Nunca se deshizo del todo del apodo, pero ya era parte de la ciudad. El monumento, construido en hormigón, es como un vigilante de la costa gijonesa. Pero los vigilantes, incluso los que tienen 10 metros de alto y 500 toneladas de peso, cumplen años y suman arrugas en su piel. El año pasado, incluso, unos vándalos decidieron tatuarlo con pintura de grafitti. Hoy luce limpio, pero la edad comienza a notarse. 
Algunas partes del Elogio se están descomponiendo. Trozos de hormigón que se han ido desprendiendo aquí y allá dejan a la vista su esqueleto de hierro, las barras que sostienen el gigante peso de la escultura. El clima y el mar no han sido benévolos con la obra de Chillida, pues la salitre, el agua y la intemperie raramente lo son con nada. En algunas partes, quizá, no sean demasiado preocupantes, pero en la parte superior comienza a descascarillarse como un plato de porcelana. Y un trozo de hormigón que cae libremente a diez metros de altura, puede acabar en desgracia. Más aún si tenemos en cuenta que el Elogio es uno de los principales reclamos turísticos de la ciudad y es habitual que los visitantes se acerquen a hacerse fotos a diario."

Por su parte, La Fontica es una antigua fuente existente en esta ladera E del cerro, fundamental para el asentamiento en lo que ahora es Cimavilla de la población que, en época romana, debió venir del antiguo castro de Noega, en La Campa Torres, puesto que sus aguas suministraron aguas a la naciente población y a sus termas. Antes de la extensión de la red de agua corriente el vecindario acudía a ella a por agua para casa y se decía que en ella se aparecían las xanas o ninfas asturianas, en la mágica mañana de San Juan


El castro de Noega estaba, y sus restos siguen estando, allí, en La Campa Torres, que también fueron terrenos militares, siendo su antiguo bunker actualmente el museo del parque arqueológico allí existente, justo a la izquierda del Faru Torres, el faro del Cabu Torres, que se alza a más de 8o metros sobre el mar, al borde de sus abruptos acantilados


A sus pies, en el puerto de El Musel, se distinguen los grandes depósitos de gas licuado de la regasificadora, una de las más discutidas instalaciones existentes dada su alta peligrosidad. Paralizada su puesta en marcha en 2012 tras su construcción, empezó a prestar servicio en 2023 a raíz de la crisis energética europea sobrevenida con la Guerra de Ucrania


El Puerto del Musel, el gran puerto de Asturias empezó a construirse a finales del siglo XIX luego de grandes controversias y disputas, incluso dentro de esta misma bahía, sobre el lugar más idóneo para hacerlo, decidiéndose al final construirlo al amparo de la gran y profunda ensenada natural protegida por el Cabo Torres, donde hace ya más de 2.000 años tenían su castro los cilúrnigos, antecesor inmediato de la actual población, donde algunos han querido ver la mítica Noega citada por los geógrafos clásicos y las Aras Sextianas, monumento en honor del emperador Augusto en la que sería la última frontera del Imperio Romano tras la conquista del territorio astur poco antes de nuestra era...


La comercialización del carbón procedente de la cuenca minera hizo pequeño el muelle local que, si bien tuvo ampliaciones hacia El Fomento y El Fomentín, ocupando la Playa de Pando, obligaron a buscar una localización más idónea, no sin, repetimos, numerosas discusiones sobre dónde hacerlo, pues había otros candidatos incluso en la misma ciudad (el Apagador o ampliación del puerto local), que llegaron a dividir a la población en dos bandos hasta que en 1891 se aprobaron las obras de El Musel, en 1892 se subastaron y en 1893 comenzaron, inaugurándose en 1907 y siendo ampliado sucesivas veces. Tras la guerra y la posguerra, la instalación de las grandes corporaciones siderúrgicas de UNINSA y ENSIDESA hicieron de él el puerto granelero más importante de España


Este es el Dique Príncipe de Asturias, proyectado con sucesivas reformas a lo largo de la década de 1960 y cuyas obras, dentro de una de las grandes ampliaciones del puerto, finalizaron en 1975 y permitieron a su abrigo construir un muelle de minerales para atender a los grandes bulkcarriers de más de 160.000 toneladas


Más lejos y más largo es el Dique Torres, el popularmente conocido como El Muselón, la última y también polémica ampliación a causa de los sobrecostes


Aunque son pequeños, los azulejos de color azul marino con la flecha amarilla confirman nuestro trayecto por todo este gran Paseo del Muro. Si tenemos oportunidad y nos apetece, podremos descalzarnos y caminar por la arena, mejor por la mojada, más compacta y donde no se nos hunde tanto el pie, hasta llegar, casi al final, al Ayuntamiento, que es donde el Camino deja la playa


Las barandillas blancas con su estilo gijonés son una de las singularidades de la Playa San Lorenzo que más se han imitado en otros paseos similares, pues en sí mismas son un icono pero no precisamente de los más recientes, y que no siempre estuvieron pintadas de blanco. Se instalaron a partir de 1915 durante las obras de prolongación de El Muro a cargo del prestigioso arquitecto y urbanista Miguel García de la Cruz


Otra característica, si bien desaparecida, como las pérgolas o, mucho antes aún los balnearios, fueron las banderas que, izadas en numerosos mástiles, jalonaban todo el paseo, siendo a veces un entretenimiento y tema de conversación saber de qué país era cada una. En Pérgolas, banderas y jardines, los antiguos "Muros" de San Lorenzo, Sandra F. Lombardía recorre en La Nueva España del 2-8-2020 la historia de esta travesía a la vez urbana y marítima. Este es su comienzo:
"Para defenderse de un mar no siempre amable, Gijón se hizo a la idea hace ya siglos de que tendría que convivir siempre con muros, diques y malecones que le protegiesen del gran azul. Y pese a que hablar del Muro forma parte de conversaciones cotidianas de residentes y turistas, su configuración, ampliaciones y desarrollos urbanísticos ha sido motivo de debate, como lo está siendo ahora, desde los años del prócer Jovellanos. La actual fase de peatonalización parcial del paseo, que prevé dejar un solo carril al tráfico, otro para bicicletas y un aumento considerable del espacio para peatones, supone el primer cambio estético en la fachada marítima gijonesa desde la instalación del carril bici en 2013 y su prolongación al año siguiente. Aunque el verdadero proyecto que reorganizó el paseo del arenal se remonta a 1992. Su diseño y enfoque se ha mantenido casi intacto desde entonces.
Jovellanos ya alumbró en 1782 una idea de Gijón que sigue vigente. Explica el historiador Luis Miguel Piñera que, en un plan de mejoras que el prócer presentó en aquel año, se planteaba ampliar el Muro, que por entonces llegaba más o menos hasta La Escalerona, y construir una barrera de contención más amplia para evitar que "los temporales del Cantábrico se adentrasen ciudad adentro". También proponía desecar las ciénagas que aún había en El Humedal y mejorar la apariencia general de la ciudad con más árboles en las carreteras de acceso. El Muro de San Lorenzo, si se entiende como tal el tramo "tradicional", que va desde el inicio de la calle Ezcurdia hasta el Piles, motivó varios proyectos que arrancaron ya en el siglo XIX, pero no se llegaron a concretar hasta el XX. El primero, prosigue Piñera, se remonta a 1889, bajo la autoría de Rodolfo Ibáñez, que planteaba "un muro de mampostería de 945 metros" de largo que nunca se realizó. Una década después, se elaboró el proyecto de Mariano Medarde de la Fuente, que era más ambicioso y buscaba ocupar más superficie. Los propietarios de terrenos afectados no se mostraron por la labor y la idea se frenó hasta 1905, cuando el nuevo arquitecto municipal, Miguel García de la Cruz, proyectó el plan definitivo del Muro con una longitud de 1.200 metros, una rampa, diez escaleras y el diseño de barandilla que es símbolo de la ciudad desde entonces."

Las casetas son otro emblema que, según los vaivenes del momento, se mantienen desde mucho antes incluso que se viniese a esta playa, su origen habría que buscarlo en las que hubo en La Playa Pando o Arenal del Natahoyo al menos desde 1840, también de lona. Luego, hacia 1860, aparecieron allí otras mucho más grandes y aparatosas, reservadas a los muy pudientes, existieron en La Playa Pando o Arenal del Natahoyo, algunas de las cuales, a imitación de la de Isabel II, disponían de raíles para acercarse al agua alejados de las miradas indiscretas


El apego por aquella playa fue tal, que aún empezadas las obras de los muelles de Fomento la gente seguía acudiendo allí, pero a partir de 1875 se hizo imposible, por lo que, pese al temor que dispensaba esta playa, más abierta al mar, la gente empezó a acudir a San Lorenzo, y con ellos sus casetas, que se hicieron más necesarias para muchos bañistas tras la desaparición de los balnearios. Dice Javier Fernández Díaz en Las casetas de playa, el emblema de Gijón del que disfrutó incluso Isabel II, en Mi Gijón del 29-5-2021:
"Concebidas en sus inicios como un pudoroso vestuario, enseguida se convirtieron e un verdadero club social, un punto de encuentro diario y soleado que reúne familias, amigos y vecinos. Casi 200 años después, Gijón ya no se entiende sin la imagen de estas casetas."

En la actualidad, los vistosos colores de las casetas, unidos a los de las sombrillas y toallas, son la alegre policromía que embellece la tostada y clara arena de la gran playa gijonesa por antonomasia, pues si bien la del oeste, fue digamos recuperada en parte en los años 1990, lamentablemente sin recuperar a la vez su nombre de Pando o del Natahoyo (se le puso "Poniente" a imitación de las mediterráneas) este es sin duda el arenal gijonudo por excelencia desde hace ya mucho tiempo 


Diversos elementos y complementos de la playa se han hecho imitando las casetas de lona, como por ejemplo los puestos de helados que se instalan en verano, tal que aquel, frente a la Escalera 18 y a un paso de Les Chapones o Sombras de Luz en El Mayán de Tierra, saliente rocoso urbanizado con la tercera prolongación de El Muro desde El Puente'l Piles a El Rinconín en la década de 1950


Les Chapones y, a la derecha, las terrazas del Ambigú en pleno verano. La marea alta oculta El Pedreru. La composición caliza de las piedras de El Muro delata su procedencia de las canteras cercanas, las que hubo en Roces (Los Caleros) y La Coría principalmente, según se dice


Ahora vemos mejor la composición y estructura de la escultura, con sus cuatro grandes chapas de acero corten agujereadas y puestas en vertical
Luján Palacios nos cuenta en La Nueva España del 14-6-2013 en "Chapones" de rechupete la historia de la confitera, Rosa la del Biarritz, que las "transformó" en ricas galletas:
"La afición por la bicicleta lleva a la repostera Rosa Vílchez a menudo a la zona del Mayán de Tierra, en el paseo marítimo, donde en el año 1998 el escultor Fernando Alba se afanaba en la colocación de sus complejo escultórico «Sombras de luz»«Les Chapones», en el lenguaje común de los gijoneses, una creación en hierro agujereado que por aquel entonces levantaba mucha controversia. Pero a Vílchez, propietaria de la confitería Biarritz de la playa, la fascinaron. Y de ello habló a menudo con el escultor, al que se encontraba casi a diario en sus paseos sumido en tribulaciones sobre la obra. 
Fue en aquel momento cuando Rosa decidió que tenía que hacer su particular homenaje a «Les Chapones», en formato dulce, como no podía ser menos. El resultado se ha materializado ahora, quince años después y «con más de dos años de trabajo acumulado»: la repostera ha conseguido elaborar un dulce a imagen y semejanza de las «Sombras de luz», una galleta de mantequilla artesana con ralladura de naranja o manzana, cubierta con chocolate con leche y chocolate negro y oxidada con cacao amargo, convenientemente agujereada. 
Un trabajo arduo, que llevaba años dando vueltas por la cabeza de Rosa Vílchez hasta que un día «llamé a Fernando Alba para pedirle permiso para usar su obra; le pareció bien y me puse a ello». Lo más difícil a la hora de idear el dulce fueron «las proporciones, me dieron mucho la lata, con muchas pruebas en papel y muchos cálculos matemáticos», explica la dueña de la confitería. Tanto que «un día llamé a Fernando Alba desesperada y acabó dándome las medidas exactas, que por supuesto no desvelaré», relata con humor. 
El paso más sencillo fue el de elaborar la pasta, porque «ya lo tenía muy claro desde el principio, tenía la imagen de lo que quería». «Les Chapones» ya se comercializan en el establecimiento, a un precio de 70 céntimos la unidad y 23 euros el kilo, empaquetadas con mimo de manera individual y con un pequeño texto explicativo de la obra original. Porque la idea es que, además de los habituales de la casa, «los turistas se la puedan llevar como un recuerdo de Gijón, porque no es un producto perecedero, dura varios días». 
De momento, la gente se sorprende al verlas, y «todo el mundo pregunta porque las reconoce, aunque comprar, con esta crisis, ya es otra cosa», apunta Rosa Vílchez, quien a sus 63 años, cerca de la jubilación, sigue inventando para mejorar el negocio. «Les Chapones» ya están registradas como marca y también en el Registro de Producto Industrial, «para que nadie me copie la idea», subraya su autora."

Visitaremos la Confitería Biarritiz un poco más adelante, pero no quisiéramos olvidarnos ahora del famoso Drugestore Playa que también abría sus puertas enfrente de las antiguas pérgolas, al lado del Topolino y teniendo a su frente al famoso camarero leonés Eustaquio Caballo Sánchez, Caballito"revulsivo de la hostelería gijonesa allá por los '70 y los '80" leemos en Gijón de Siempre"una de esas personas serviciales y detallistas con sus clientes de a diario y con los que no lo eran de a diario". También en El Muro tenía la Cafetería San Siro, había abierto poco antes del Caballito en el Paseo de Begoña y regentaba asimismo el Bar Benita de Marqués de San Esteban


Nos acercamos a la Escalera 14: foto mañanera con las casetas plegadas y nadie aún tomando el sol, solo unas pocas personas correteando por la arena húmeda de la franja más cercana al mar, en bajamar


Por la tarde el mismo lugar y con la marea subiendo. Nunca nos cansaremos de repetir que, para los no habituados, la diferencia de nivel del mar entre pleamares y bajamares en el Cantábrico es de unos cuantos metros, y ciertos días de ciertos meses especialmente más, lo que puede lugar a ciertos sustos, que no pocas veces tienen también tienen los "locales", uno muy habitual es que, despistadamente, te llegue el agua a la toalla cuando piensas que aún tardará en hacerlo. Entonces surgen gritos y carreras para poner a salvo las pertenencias


Arriba, las banderas gijonesas son las supervivientes de las numerosas y coloristas que antaño había en El Muro, las cuales a su vez sustituían a otros elementos anteriores, las farolas, que fueron repuestas en la rehabilitación de los años 1990. Volvemos a leer a Sara F. Lombardía:
"Otro símbolo fue el sistema de farolas que iluminaban todo el tramo y que en los años 70 se cambiaron por banderas, una modificación que tampoco pareció bien a muchos. El arquitecto Diego Cabezudo, de hecho, incluyó de nuevo las farolas en su famoso proyecto de 1992 (que ha pervivido hasta hoy en día casi intacto y que elaboró junto a Jovino Martínez Sierra y Jorge Paraja) porque recordaba verlas cuando él era un niño y las echaba de menos. "

Aquí tenemos otro detalle que imita a las casetas de San Lorenzo, los contendedores de reciclaje. Un modelo que ha sido incluso "exportado", nos informa en El Comercio del 29-7-2017 M. Moro con Gijón exporta al País Vasco las papeleras de San Lorenzo:
"Las características papeleras de recogida selectiva de San Lorenzo, con forma de caseta de playa, se pueden ver también desde hace casi un mes en el paseo marítimo de Zarautz, en Guipúzcoa. El municipio vasco le encargó a Emulsa la fabricación de 55 unidades con este diseño icónico que tiene patentado desde hace casi una década. Los contenedores vascos solo se diferencian de los gijoneses en que las rayas de las casetas son verticales e incorporan el logotipo del Ayuntamiento de Zarautz. 
Fue en el verano de 2009 cuando las playas gijoneses estrenaron el nuevo modelo de papeleras de reciclaje de aspecto marinero en sus arenales urbanos. En San Lorenzo se instalaron las que se han exportado al País Vasco, las del modelo de toldo o caseta de playa, mientras que en Poniente y en El Arbeyal tienen forma de boya. Estos contenedores se sitúan en la arena o en los paseos marítimos en función de la influencias de las mareas. Se diferencian por colores: marrón para los residuos orgánicos, azules para papel y cartón y amarillas para los envases. Las papeleras encargadas por Zarautz tienen también recipientes de color gris y verde."

En una de las farolas, el escudo de Gijón/Xixón resaltadas sus figuras e imágenes en dorado sobre el blanco, representando al "infante Pelayo" sobre el monte Auseva vencedor en Covadonga con la cruz en la mano derecha y la espada en la izquierda y, arriba, la corona

De Wikipedia: Sancho Panza XXI CC BY-SA 4.0

Este vendría a ser el escudo oficial que, con diferentes variaciones e interpretaciones ha llegado a nuestros días. Esta es su historia extraída de Wikipedia:
"El escudo de Gijón se lleva utilizando en su forma actual al menos desde el año 1649, en el que se tiene constancia oficial de su uso. En él se representa a Don Pelayo, aunque su figura ha sufrido variaciones a lo largo del tiempo. Así, en aquella época el rey astur vestía una armadura completa y celada, al uso del siglo xv. Hacia 1873 aparece una versión en la que Pelayo viste según la vestimenta habitual del siglo XVII. 
El Ayuntamiento pleno, el 2 de diciembre de 1949, acordó 
Primero, aprobar por unanimidad que el escudo de Gijón sea la efigie del Rey Pelayo con la Cruz de la Victoria; y segundo, que los elementos accesorios se sometan a votación, y al efecto se acuerda que la efigie del Rey Pelayo ha de llevar la Cruz de la Victoria en la mano izquierda, y la espada desenvainada hacia abajo en la mano derecha. Se acuerda que la Cruz ha de llevar báculo. 
Se solicitó entonces al artista gijonés Iván Fernández Candosa la realización del diseño del escudo aprobado, presentando este el actual escudo de armas, para lo que se inspiró en un cuadro de Federico Madrazo. 
En 1992 se encargó una imagen más moderna de la obra de Iván Fernández Candosa a la empresa Taller Gráfico Llanos Heredia, resultando el diseño actual, publicado en el "Manual de Identidad Gráfica del Ayuntamiento de Gijón". En dicho manual también se indica que el escudo que se debe de utilizar en la bandera de Gijón tiene que ser la versión polícroma."

Desde la Escalera 14, como desde todas las escaleras, tenemos una magna vista de la playa y la fachada marítima gijonesa, si bien, según avanzamos, con diferentes ángulos y nuevas perspectivas que nos permiten fijarnos en nuevos detalles


De momento, nuestro límite de visión oriental costero sigue siendo El Mayán de Tierra, con sus escaleras 17 y 18, el Bellavista y Les Chapones


A lo lejos, uno de los grandes barcos graneleros que es habitual ver en el horizonte, entrando y saliendo del puerto continuamente en su intenso tráfico portuario. No es inusual tampoco ver cruceros, un tráfico habitual en las últimas décadas, con alrededor de una veintena de escalas anuales y una cifra que suele ser superar la de los 30.000 viajeros


En un carguero precisamente, si bien mucho más pequeño y acorde con la época, llegó a El Musel la famosa espía Mata HariMargaretha Geertruida Zelle, en 1916, si bien sólo para ser recibida por dos miembros de la embajada francesa en Madrid que no eran sino agentes del servicio de contraespionaje francés, muy activo en la neutral España, como los de todas las potencias en conflicto durante la I Guerra Mundial, que se estaba desarrollando, siendo así interceptada en lo que fue el comienzo de su trágico final. Episodio estudiado por diversos historiadores, el cronista Joaquín Alonso Bonet le dedicó unos párrafos en Pequeñas historias de Gijón, publicado en noviembre de 1962
“Momentos después desembarcaba una mujer hermosa, de belleza exquisitamente cuidada que entraba en el orden de lo excepcional. Tenía 36 años, sombrero con gran pluma, abrigo de pieles oscuras y sombrilla, en la que se apoyaba continuamente. Era Margarita Zelle, que pisaba el puerto gijonés con muestras de fatiga y palabras de desagrado por las molestias de un viaje incómodo, a bordo de un buque sucio y lleno de mercancías, el primero, como la dijeron en Falmouth, que salía para España. Pese a todo lo cual fingió una sonrisa, más esta sonrisa, instantes después, se le helaba en los labios porque uno de los agentes, entre corteses genuflexiones, la invitó a hacerse una fotografía. No pudo reprimir un gesto de contrariedad, pero, al fin, hubo de acceder la bella viajera. A su lado y, sin duda, para dar autenticidad a la foto, se situó otro agente, de gabán, hongo y bastón”. Prosigue Bonet: “La dama pasó en Gijón unas horas, en compañía de aquellos hombres de la embajada, que la colmaban de atenciones y delicadezas propias de la galantería francesa. Por la tarde estaba con su ocasional cortejo en la estación del Norte y en el tren correo salían todos para Madrid. Este viaje, colmado de zalemas y cortesías, tenía todos los caracteres de una detención”

También, "nueva vista del Bellavista" en el que era, precisamente, el Nuevo Bellavista, así llamado tras la demolición del antiguo edificio en 1968 y reinaugurado en 1969, informan Carmona y Arias. Esta era su publicidad por entonces con motivo de su inauguración:
"El bar restaurante posee una amplia sidrería, un comedor amplísimo, elegante, señorial, una bellísima terraza (...) el comedor, por su amplitud, su situación, su amplitud y elegancia, es digno de todo encomio. Aquí existe un propicio escenario para la celebración de bodas, banquetes, reuniones sociales y familiares"

Más allá, crecen los matorrales en solares de antiguos merenderos y bailes, asomando al fondo la torre de el Sanatorio Marítimo, inaugurado en 1945 para acoger niños con poliomelitis (a partir de 1966 ampliado a menores con problemas síquicos) por iniciativa de la orden de los Hermanos de San Juan de Dios, en lo que por entonces era aún un espacio sensiblemente alejado de la ciudad. A su derecha asoma parcialmente un bloque de apartamentos promovido por la Caja Postal de Ahorros en la década de 1980 y, a la derecha misma de dicha torre, y también más cerca de nosotros, El Pery, sucesor de El Pericachu, sucesor en 1969 con Senén Piñera Rubiera del más antiguo Pericachu, que fue demolido en 1966 a petición del Ayuntamiento para la remodelación de esa zona


Ahora es, oficialmente, Las Terrazas del Pery. Allí estuvo también otro merendero, La Florida, recordado por el escritor y jurista Ángel Aznárez en su sección Vivencias de anteriores tiempos en La Voz de Asturias del 24-4-2022, del que extraemos lo siguiente:
"...La Florida, ya entonces esquelética de ladrillos, y teniendo detrás campos de berzas, de berceros o de verduleros. 
La Florida era merendero de mucha sidra, con asientos y mesas de cemento, de tapias o muretes viejos, como de cementerios abandonados, que helaban las tortillas, las empanadas y los dados del parchís. Siempre creí que para apreciar la belleza de lo que sea, no debe uno acercarse mucho; por ello, el Bella Vista, desde lejos, recordaba a lugares de glamour, y de cerca La Florida era probe, pero de lejos parecía tener lujosos mármoles como los de la Villa de Adriano, el Emperador. Lo que  de lejos puede ser una atractiva mancha o peca grasciosa, de cerca puede ser un lunar peludo.   
Siempre recordaré allí, en La Florida, a María Lourdes Molina Fano, jefa y señora, repartiendo instrucciones, y prima de otra Lourdes, la profesora, también apellidaba Fano (Lourdes Fano López), siendo ambas, como contaré después, muy importantes: Fano se apellidaba, de segundo, la primera María Lourdes y Fano se apellidaba, de primero, la segunda María Lourdes. Señalo con mucha pena que ambas ya fallecieron y que la memoria, que es lo que queda, también llamada «la recordadora», puede ser y es una palabra (Mnemósine), cálida como un bebé rosa, si se la guarda con caricias y cuidados. 
En aquel tiempo, María Lourdes Molina Fano vivía en Oviedo, en la calle Muñoz Degraín, aunque nacida en Gijón y casada con José Ramón Fernández Cuevas, y teniendo, en condición de empleada del hogar, a una burgalesa, llamada Adela, que preparaba insuperables «colocaos» con rosquillas de monjas a chavales con pantalones cortos. María Lourdes era mujer de letras y de números, reinando sentada junto a su mueble secreter, recordaba la homérica diosa Circe ante el telar, ayudando a su esposo, don José Ramón F.C. Y fue ella la que un verano tuvo la ocurrencia de que fuera su prima, mi profesora implacable, Lourdes Amelia, en Gijón, que daba clases en la calle Magnus Blikstad, la que me espantara las musarañas, asombros y despistes que tanto me asediaban, y que los frailes, rezadores al Beato Marcelino Champagnat, ni podían ni sabían.   
La «academia» de Lourdes Amelia Fano estaba en el segundo piso de aquella calle (Magnus Blikstad) números 25 y 27, con una placa en el portal en la que se podía leer: «Instituto Nacional de la Vivienda». Los alumnos y alumnas esperábamos, junto al portal, la llegada de la temida hora de comenzar la clase. En aquellos grupos había de todo: unas, que ya tenían novio formal, que lo más que tocaban era la cola de los pianos y llevaban como «misalitos» con tapas de nácar; otros hablaban de la actuación de Mari Trini, la de boca torcida, en El Jardín, el fin de semana; las restantes, como Elisa y su hermana, beldades siempre, junto a otras, de tobillos muy finos, presumían del propósito de su papá de llevarlas a la Opera, en el Teatro Jovellanos de Gijón, que entonces era casi como El Campoamor de Oviedo, sin necesidad de Divertia. ¡Qué importantes son los tobillos finos! 
 La profesora Fano vivió siempre en aquella «casa-escuela», no habiendo constancia de su voluntad de querer ir a vivir a Somió como tantas, de cementerio horroroso y encajonado, ni de haber adquirido derechos para el enterramiento en Deva, en su húmedo cementerio, cercano al merendero El Cruce, de tortillas excelentes. La Academia, en Magnus Blikstad, sin tarima o pizarra, era un salón enorme que miraba al patio de luces y a la cocina del otro piso en la misma planta; el domicilio de doña Lourdes era el otro segundo, el izquierda, viéndose aparecer de vez en cuando, en la cocina, a sus padres y al marido, el siempre bueno, paciente e ingeniero Pepe Campomanes."

Vemos, más allá de El Tostaderu, la cuesta de Les Caserías, otro de los barrios de Somió, de antiguas caserías rurales con huertas y vaquerías familiares, como dice el topónimo, actualmente edificado, como casi toda la parroquia, como zona residencial de chalets y viviendas unifamiliares en la cuesta a La Providencia, como se da en denominar popularmente a toda la colina al norte de Somió por la venerada capilla de esta advocación ubicada en su promontorio


Pasado El Puente del Piles, un poco más allá del Hotel Abba que fue antes el Chalet de los Rato, otra sala de fiestas marcó la juventud de varias generaciones, el Oasis, la discoteca de los mil y un recuerdos, como la llama la página 12 grados: el 26-10-2022 con motivo de un aexposición del fotógrafo Pablo Basagoiti a ella dedicada:
"Dice la costumbre que no desaparece definitivamente aquello que se va, sino aquello que se olvida. Mientras esté presente en la memoria de los vivos, sus historias sigan compartiéndose y su mención evoque sentimientos, aun carente de presencia física, ese algo continuará vivo. La discoteca ‘Oasis’ perdió su cuerpo y sobre sus cenizas se levantó el símbolo de un mundo nuevo. Hace 8 años que las palmeras de neón que anunciaban su presencia se apagaron por última vez para dejar sitio a la gigantesca ‘M’ amarilla de la hamburguesería McDonald’s, pero para la mayoría de los xixoneses la palabra ‘oasis’ sigue sonando más a una noche de fiesta que a una selva en el desierto. Los nacidos en el siglo XX, por haberla pisado. Las generaciones más jóvenes, por haber escuchado las anécdotas de aquel lugar donde surgieron amores, nacieron amistades y otras tantas se diluyeron en alcohol y bailes. Sea como sea, la finca de la carretera Piles-Infanzón seguirá conociéndose como «la del Oasis» (...)
Abrió sus puertas el 6 junio del año 1955. Aunque se denominaba ‘sala de fiestas’ por aquel entonces no hacía las funciones de discoteca, sino de club social, con restaurante e incluso competiciones deportivas. No obstante la pista de baile ya estaba presente y las tardes noches acogían conciertos de las promesas de la música española del momento. No fue hasta la década de los 70 cuando se convirtió en un local de fiesta y ocio nocturno. Sus casi 2500 metros cuadrados de terreno, una gran sala dividida en dos zona y su mítica terraza vivieron una época dorada en los 80 y 90 y sobrevivieron a los 2000 y ya, tras reinventarse como discoteca lowcost en 2012, solo duró 2 años hasta que el local fue cerrado y listo para ser demolido. Dentro de él, millones de historias. 
En los años 70 el empresario Emilio Garciablanco del Val tuvo una visión, convertir el local que regentaba en una discoteca. Siguió contratando a grupos que triunfaban en la época pero la juerga duraba un poco más, para ser exactos, solo se acababa después del amanecer. Luis Ángel Menéndez recuerda bien aquellos locos años 80 de su etapa universitaria en la que no se perdía un sábado de concierto en el Oasis. Cogía su bicicleta y pedaleaba hasta el local de los arcos árabes para ver a ‘Los Secretos’, ‘Burning’ o ‘Mermelada’. Cuando le llegó la mayoría de edad su hermano pequeño Eduardo se sumó a la fiesta cada verano. Del Oasis, al Jardín y al Tik, para estos hermanos aquellos fueron los años dorados de la noche xixonesa. Ya no queda ninguno de aquellos inmenso locales de la zona este de la ciudad que contaban con terrazas y diversas salas. El ocio nocturno se ha replegado en los al rededores del puerto deportivo, encajonado en locales pequeños y oscuros que los días de fiesta se llenan a reventar. 
Los más jóvenes ya no conocerán cómo eran aquellos salones de fiesta que tan poco se parecen a los que quedan hoy, pero la última generación que vivió el Oasis la recuerda bien. Cuando Alina García y Natalia Fernández empezaron a salir en los 2000 la música ya había cambiado y en la sala sonaban ritmos latinos y pistas ‘tecno’ pero el espíritu fiestero se mantenía. Pasaban la noche bailando hasta que sonaba el tema electrónico de los 90 ‘Yo lo que quiero es irme de fiesta’. El DJ la pinchaba siempre a la misma hora y ellas sabían que era el momento de volver a casa. Pero antes de que la fiesta terminara, las paredes de aquel local fueron testigos de cientos de romances. La propia Natalia Fernández no solo recuerda el Oasis como su primera discoteca, en aquella pista de baile conoció a su primera pareja y sellaron el encuentro con un beso. 
Uno nunca sabe dónde puede encontrar el amor y del 50 al 2014 muchos se tropezaron con él en esa misma discoteca. En los 80, María del Mar González iba allí todos los sábados por la tarde con amigas. Un día llegaron y estaba sonando música lenta, por lo que se sentaron y decidieron hacer una apuesta: salir a bailar con el primer chico que se lo pidiese fuese quien fuese. Y apareció Armando Pérez. Después de un bailoteo, invitó tanto a ella como a otra amiga a ir a tomar algo, y al despedirse, le preguntó si quería volver a verse con él al día siguiente. González dudó, pero finalmente aceptó la propuesta. Lo que no se imaginaba mientras miraba aquel chiquillo es que se convertiría en el hombre que casi cuarenta años después duerme a su lado. 
Conciertos, fiestas de facultades universitarias o incluso una alocada fiesta «erótica» con gogós y baños de barro en el 2006, en el Oasis se celebraron muchos eventos memorables, pero ¿cuál fue la mejor?. La respuesta es casi unánime, como si se tratase de un mandamiento, todos los que la vivieron dirán que fue, sin duda, la fiesta de la espuma. Cada verano en Xixón los jóvenes esperaban el día en que un gran cañón en la terraza del local iba inundándolo todo, dejando a los presentes empapados pero felices. «Cuando volvías a casa ‘pingando’ y aún con espuma y te cruzabas con gente a nadie le parecía extraño porque todos sabían de donde venías», recuerda Natalia Fernández. 
En 2012 Emilio Garciablanco del Val hizo la última apuesta por mantener vivo este histórico local xixonés, reconvirtiéndolo en una discoteca low-cost. A los dos años llamó a su puerta una oferta irrechazable. La cadena McDonalds estaba interesada en comprar aquel terreno que nunca volvió a recuperar el esplendor y la rentabilidad económica de las que había gozado durante en siglo pasado. 
Los jóvenes siguen siendo los mayores frecuentadores de la zona, pero ya no se acercan a la barra para pedir canciones, sino un combo BigMac de hamburguesa y patatas. Quizás entre las mesas de madera y los sobres de kétchup también surjan amores y recuerdos inolvidables en el nuevo local, pero tendrán difícil competencia con los que se forjaron en aquella institución de la noche xixonesa. «Es una pena que ya no exista. Creo que hizo historia en la ciudad», comenta María del Mar González. Eduardo Menéndez, aquel que los veranos seguía a su hermano en bicicleta, considera que hoy en día «no hay cultura de discoteca, porque todos los pubs que hay son como discotecas en miniatura, no es lo mismo». Comparte la misma opinión Alina García, de la última generación del Oasis, que observa cómo la gente ahora «prefiere moverse por los bares de una misma zona y no salir de esa zona de confort» y opina que una discoteca como tal si sería necesaria en Xixón. Lo mismo que su amiga Natalia Fernández, que cree que las fiestas tanto del Oasis como las del El Jardín tenían «ese aura especial» que solo una discoteca real puede conseguir."

Y de la Escalera 14 proseguimos la marcha por El Muro y la playa dando vista la la ciudad, la Villa y Puerto de Gijón, como escriben los "clásicos locales", la Villa de Jovellanos pues, según se dice, "Dios hizo la Playa de San Lorenzo y el resto Jovellanos"













































No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu visita y contribuir con tu comentario... Únete a la Página Oficial en Facebook para descubrir nuevos contenidos....Ultreia!