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domingo, 28 de septiembre de 2014

CAMINO DE LA ISLA POR LAS PLAYAS: MILENARIO PUERTO NATURAL Y SANTUARIO DE CULTO A MITRA (COLUNGA, ASTURIAS)


Playa la Isla (Colunga): enfrente El Peñón. A la derecha al fondo El Barrigón, más allá La Espasa (Caravia)

La Playa la Isla es un hermoso arenal del pueblo de este nombre, La Isla, puerta del concejo de Colunga por el litoral, que ya vemos desde el camín real en Caravia, camino de sus playas de Moracéi, El Visu y La Espasa, conformando todo ello una continuidad de bellísimos arenales que prácticamente pueden recorrerse andando en bajamares, como aquí vamos a plantear, proponiendo uno muy ligero desvío del Camino oficial que va a ofrecernos a cambio este impresionante paisaje marítimo

La Isla debe además su topónimo a un islote enfrente de esta su playa, llamado El Peñón, El Castiellu, El Peñón de les Ánimes o La Isla'l Moral, parte de un muy antiguo puerto que aprovechaba esta protegida ensenada, vigilada además antaño por castros, a los que siguieron asentamientos romanos, que trajeron el tan esotérico culto oriental a Mitra, así como medievales, con un castillo desde el que parece ser se gobernó el territorio de Colunga antes de concedérsele Carta Puebla y donde un viejo monasterio, el de Santa María de Tona, antecesor de la actual iglesia parroquial de esta advocación, cristianizaría aquel mitreo cuya cueva de rituales ha sido localizada, así como una estela, de la que se tienen noticias desde el siglo XVIII

La Isla (Colunga): el pueblo, la playa y El Peñón, El Castiellu o La Isla'l Moral

Si bien el Camino de Santiago oficial se dirige directamente a la villa de Colunga desde La Espasa, siempre hubo un ramal del mismo que, a la altura de Güeñu, se separa de este para tomar la ruta hacia La Isla por El Ramal, actual calle Francisco Carrillo, llegando desde la carretera N-632 casi hasta la playa: esto se debe a que en La Isla está el albergue de peregrinos público, si bien situado al otro extremo del pueblo, en Les Quintanes, cerca de la ensenada de La Güelga y de los acantilados de Güerres

Pero además, históricamente. por La Isla discurría un camino costero de relevancia, también usado por los peregrinos para ir a Colunga, donde estaba su hospital de acogida, o al puerto marinero de Llastres, el que también existió en la Edad Moderna una alberguería a ellos destinada

La Isla desde La Espasa, con La Punta'l Cuervu en primer término

Dado que el camino oficial entre La Espasa y La Isla es actualmente en su mayor parte un continuo trasegar por la acera de la N-632 que sustituyó a aquel viejo Camín Real de la Costa, vamos a proponer, para quienes deseen dirigirse a su albergue o pasar por el pueblo y descubrir su playa, pionera del turismo en este tramo de costa, continuar directamente desde La Espasa a La Isla yendo directamente de playa a playa. ¡PERO ATENCIÓN, ESTO ÚNICAMENTE ES FACTIBLE HACERLO EN BAJAMARES!, nunca siquiera con la marea alta, o subiendo, o cuando aún no lo suficientemente baja

Sin mayores complicaciones, y ayudados mejor por un bastón, en buenas bajamares, descalzos o en sandalias y mejor en verano, podemos pasar de La Espasa a La Isla por la zona de El Piñoble y El Barrigón luego de vadear aquí el Ríu La Espasa, que desemboca en esta playa de su mismo nombre

Bien es verdad que, un poco más adelante, hay, aún con la marea baja, un paso dificultoso, las rocas del pedreru de La Punta'l Cuervu, paso de El Piñoble al Barrigón y de allí a La Isla, pero esto puede evitarse subiendo a un pequeño paseo marítimo en el muro de contención existente a su izquierda

Ese muro es este, asegurando el acantilado de Entreplayas, urbanización por la que pasa el Camino oficial antes de salir a la N-632 por segunda vez desde La Espasa. Su paseo sigue la línea de árboles al pie de las casas y puede subirse a él por una escalera de peldaños


Tanteando a ver dónde se pone el pie y evitando resbalones y tropezones, muchos bañistas cruzan de un lado a otro el río, descalzos o con sandalias. Bien es verdad que para un peregrino, con su peso de mochila al hombro y sin duda con cansancio y muchos kilómetros a sus espaldas, no ha de resultar tan aparentemente fácil ni seguro, pues no conviene para nada ningún tipo de caída ni percance

Por eso, si no vemos muy claro el vadeo fluvial simplemente podemos usar el Puente la Espasa, con buena vereda peatonal al lado de la N-632, a la que subimos desde el paseo de la playa, y seguir el Camino de Santiago propiamente dicho 


Y así tras pasar el puente, volveremos a bajar al arenal y, ya al otro lado, continuaríamos hacia El Piñoble por la margen izquierda del río

Para ello, sin necesidad ya de ir más allá, dejaremos el Camino oficial y bajaremos por estas escaleras de madera, que encontramos nada más cruzar el puente, dirigiéndonos luego por un bello sendero de hierba pisada hacia aquel antiguo caserón: La Venta la Espasa, testimonio del antiguo camín real, que por aquí pasaba sobre un puente más antiguo, desaparecido, pero del que ocasionalmente aparecen porciones de sus cimientos


La Venta la Espasa es un robusto caserón de la centuria del 1500, de planta rectangular y tejado a cuatro aguas, con un hórreo, fechado en el siglo XIX y detrás un edificio de cuadra, posiblemente las antiguas caballerizas. Sus muros son de mampostería exceptuando las enmarcaciones de los vanos, puertas y pequeñas ventanas, dispuestos todos de manera irregular. Daba servicio a todos los viajeros hasta que cayó en desuso definitivamente con la construcción de la llamada carretera de La Espasa a Caravia en 1885, que relegó al Camín Real de la Costa como vía principal de comunicación. Si bien la geógrafa Josefina Gómez Mendoza comenta en su blog Veraneos asturianos de mediados del siglo XX: La Isla (Colunga), que aún conoció cierta actividad en este lugar:
"La bicicletas eran indispensables, no sé dónde las guardaban mis padres entre verano y verano. Se iba mucho a coger moras, y cuando llegaban las grandes mareas de final de agosto, íbamos muy pronto por la mañana, con los esguileros al lugar del Camarón, a las rocas entre el Barrigón y la Espasa. Con la fiesta de la Velilla, la virgen de agosto, nos traían a casa una capilla con una virgen, a mí me impresionaba bastante. A veces nos llevaban nuestras tías al rosario vespertino en la iglesia: allí como ya he contado, lo más llamativo eran los reclinatorios familiares, es decir grabados con el nombre de las familias a las que pertenecían. Con mucha más frecuencia íbamos al Barrigón y a la venta de la Espasa, donde se jugaba a los bolos."

Sin duda el más ilustre viajero que hizo parada y fonda en La Espasa fue el prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, que en plenas pesquisas en busca de yacimientos de carbón para la incipiente Revolución Industrial ya en marcha, comió y se alojó en esta venta el 27 de septiembre de 1790, plasmando sus impresiones en sus Diarios:
"A comer a la venta de La Espasa, sobre una playa ancha, llana y desierta. El cimiento de las piedras parece de carbón; por lo menos tiene todo el aspecto de tal. Buena mañana, rústica per buena comida. Salimos, grandes y deleitosos prados"

El atajo es un camino pisado en la hierba que se dirige hacia la venta el cual tiene varios ramales que desde él van a la playa: podemos emplear cualquiera de ellos para ir a La Isla por los arenales


Aquí mismo, nada más llegar abajo, ya podríamos tomar este primer sendero a la derecha y encaminarnos hacia la arena


Sobre La Venta la Espasa y la estancia de Jovellanos en ella el escritor Pablo Antón Marín Estrada recrea varias escenas en su serie Historias del Camino de Santiago para el periódico El Comercio, en concreto en su artículo del 28-11-2021 titulado La Espasa, parada y fonda para el viajero Jovellanos, que empieza presentando de esta manera al protagonista y su actitud, muy atento siempre con gran curiosidad a todo lo que veía y oía:
"Ilustrado. Se alojó en la venta junto a la playa a su vuelta de Covadonga y gustaba de conversar con los parroquianos para recabar información y tener así un mejor conocimiento del país"

La Venta la Espasa es en nuestros días una casería de ganado. Más allá del hórreo vemos el Camino de Santiago en su señalización oficial. Al desaparecer el viejo puente de La Espasa sigue la carretera hasta el primer cruce a la derecha, por donde vemos caminar a los peregrinos, quienes retomarán el trazado del camín real, más o menos conservado, entre las casas y apartamentos de Entreplayas, barrio de El Barrigón


Aquel viejo puente cruzaba el río por aquí. Hubo en realidad varios que se sepa a lo largo de la historia, pues solían quedar muy afectados con las crecidas del río en los temporales de invierno y el deshielo de las nieves del Puertu Sueve, donde nacen él y sus afluentes


En este estratégico lugar hubo una batalla durante la francesada entre las tropas napoleónicas y los soldados del famoso coronel Escandón (Salvador Escandón y Antayo), que mandaba el Regimiento de Cangas, siendo este su teatro de operaciones


Y es que estas playas eran lugar de desembarco de pertrechos que los ingleses suministraban a las tropas del coronel, quienes hostigaban con furia a los franceses. Resultado de aquella batalla es una famosa copla popular que dice:
El coronel Escandón
gasta canana de playa
que la ganó a los franceses
en el Puente de la Espasa

Playa de La Espasa, al otro lado del río es Caravia, viendo a lo lejos Peñaforada con La Punta Melín, que cierran por el E. este conjunto de arenales


Cuando Jovellanos se hospedó en esta venta venía de Covadonga, Sella abajo, subiendo la carretera del Fitu que no mucho antes habría sido condicionada por los vecinos de Colunga Caravia y Parres como vía principal hacia el interior, valles del Sella y Piloña, y de ellos a los puertos de la Cordillera Cantábrica, acceso a Castilla por las rutas de de la arriería. Sigue escribiendo Pablo Antón Marín Estrada:
"Al peregrino con imaginación no le costará mucho figurarse que la antigua Venta de La Espasa debió parecerse bastante a aquella Posada del Tabardo en Southwark donde Chaucer hizo encontrarse a sus romeros camino de Canterbury. Allí compartirían mesa viajeros jacobeos con arrieros, mercachifles, clérigos, mansoleas de Pimiango y tejeros de Vibañu. Se contarían historias como los personajes de los cuentos de Chaucer. Especialmente a última hora del día, tras la cena, mientras estiraban la velada con una cuenca de vino antes de acostarse. Por un detalle escatológico que apunta el propio don Gaspar en su diario podemos suponer que esa noche en la venta colunguesa pudo ser de las que se alargan voluntariamente para retrasar el momento de irse a la cama. Y es que, pese al elogio que le dedica a las viandas servidas, en las anotaciones de las jornadas siguientes desvela lo que parecen síntomas de una gastroenteritis que le dura, por lo menos, hasta Pion, donde repone fuerzas y se toma un zumo de limón: «Porque no he comido desde La Espasa»

La Venta la Espasa sería pues un enclave caminero muy importante no sólo para el Camino de la Costa sino también para el del interior, comunicando los puertos secos de la cordillera con los puertos húmedos del mar, el más cercano el de Llastres, que tuvo activo comercio antaño con media Europa, muy especialmente con el muelle francés de La Rochelle, popularmente La Rochela, al menos hasta la destrucción del antiguo puerto llastrín con la galerna de 1740. Pero sigamos el relato de Pablo Antón sobre la historia jovellanista del lugar:
"Esa noche Jovellanos comienza a sentir las primeras molestias intestinales y se ha quedado en una mesa de la fonda conversando con los otros huéspedes desvelados. Por sus escritos sabemos que le gustaba escuchar a los paisanos allá por donde fuere, le facilitaban informaciones que el ilustrado sabía aprovechar para un mayor conocimiento del país. Los parroquianos de La Espasa, como los de todas las posadas, eran gentes del camino, viajeros de distintas profesiones y procedencias que podían transmitirle a Jovellanos valiosas noticias de su interés. En todo caso, además de recabar posibles indicios de yacimientos hulleros, que es uno de los objetivos principales de sus viajes por el Principado, el gijonés amaba y cultivaba la literatura, de modo que no le disgustaría oír de boca de aquellos paisanos, además de gajes del oficio y opiniones sobre los precios del mercado, relatos de pura fantasía o de memoria sabrosamente aderezada. No es improbable que el mismo posadero se sentara con sus huéspedes a compartir historias y conocer otras para añadir a su repertorio. Tal vez esa noche les contó la de la isla sumergida que dio nombre a la localidad próxima a La Espasa. La recoge el erudito colungués Braulio Vigón en su 'Folklore del mar' y la emparenta con mitos atlánticos similares como el del hundimiento de la ciudad de Is en la Bretaña armoricana. Afirma que entre los marineros de Llastres existe la creencia en que entre la playa de La Griega y El Barrigón de La Isla -en la punta donde se afinca la Venta- con mar clara es posible vislumbrar bajo el agua las ruinas de una antigua ciudad y la isla en la que se asentaba. Los parroquianos lo oirían asombrados y también el propio Jovino al comprobar que hasta el mesón de aquella remota fonda hubiese llegado el mito de la Atlántida. 
Cuando el posadero terminó, le cogió el hilo un fraile toscano que peregrinaba a Compostela. Hablaba de ciudades y villas prodigiosas por las que había pasado. En algunas de ellas había visto más de un milagro, en otras toros de cuatro cuernos, en Carcasona la vara de Merlín. Los comensales le prestaron poca atención tras el relato de la ciudad sumergida. Alegaron cansancio y sueño para retirarse, no sin antes desearle al pobre fraile buen camino a Santiago."


Salimos a la arena. Cuando Jovellanos describía esta "playa ancha, llana y desierta" aún faltaban unas tres o cuatro décadas antes que, tras las guerras napoleónicas, los avances médicos descubriesen los beneficios salutíferos de los baños de ola, o de algas, como se les llamaba, para diferentes afecciones y enfermedades. Antes estaban considerados, como el sol, más bien espacios insalubres, sólo frecuentados por pescadores, a los que iban a parar las basuras de las poblaciones


Otro de los senderos, sobre la hierba y la vegetación dunar, que enlazan la playa desde el camino a La Venta. Otro escritor, Jorge Salvador Galindo, tiene su inspiración también en este lugar para narra una historia, Humor y memoria, si bien de carácter muy diferente. Forma parte de su libro Las croquetas del señor Keller:
"Hacía un frío de muerte. Las pulgas marinas saltadoras, tan aficionadas a la pirueta mongola, se congelaban en el aire y caían a plomo sobre la arena mojada. Tropezaban los cangrejos con sus propias patas y, tal vez achispados por los efluvios del mar, paseaban su curda como el borracho impenitente que se aproxima peligrosamente al derrumbadero. Pero esto no es lo peor, ya verán por qué lo digo.

Aquella tarde la playa de La Espasa, municipio de Caravia, se parecía mucho a un circo de animales fabulosos, un excéntrico bestiario de monstruos asimétricos pelín bobalicones. Y allí estaba, como contrapunto a todos aquellos fenómenos de la naturaleza más tarada, dibujándose bajo el sol del atardecer, aquella imponente maravilla. Pude contemplar a lo lejos, custodiando la verja que circundaba el dominio de una casa destartalada, la blanca figura de un majestuoso unicornio. Defendía aquella mansión de piedra y madera haciéndose fuerte con sus patas de antílope y con un larguísimo cuerno que brillaba sudoroso bajo el sol. A pesar de la lejanía y de mi incipiente miopía, podría decir, aquí y ahora, que aquella legendaria y formidable criatura era sin duda la protagonista de toda una mitología. Pero mentiría, ya verán por qué lo digo."

Y así continúa y este es el desenlace de la fantástica aventura con el mitológico unicornio de La Espasa en este "libro de humor, de eso no hay duda", como dice su autor, añadiendo que "Aunque tal vez lo más a resaltar es su condición de homenaje":
"A medida que me acercaba, la leyenda se desvanecía. Y, cuando ya estuve lo suficientemente cerca del animal, pude comprobar que la mitología había pasado a mejor vida o tal vez se escondía avergonzada tras el roquedal. El sol, la luz del sol, me había jugado una mala pasada. Lo cierto es que allí estaba: un burro renqueante, cojo de tres patas, desnutrido y tan feo como pisar un periquito con un zapato marrón. Aquel burro tenía tantas cicatrices en la cara que parecía recién salido de una reyerta de pandilleros. Sólo le faltaba la camisa rota y un cigarrillo entre los labios. Una de sus orejas había desaparecido y la otra, lo pensé en aquel momento y lo recuerdo ahora, parecía recortada a tijera por un elfo. En fin, y perdonen la expresión, era el burro más asqueroso que había visto en mi vida. Y he visto cientos, sobre todo últimamente.

Esa noche, con el inolvidable burro todavía lanzándome coces por dentro del cráneo, escribí El unicornio. Un relato en el que un traficante de animales fabulosos intenta vender a cierto torero un magnífico ejemplar de toro albino con un extraño cuerno entre los ojos. El toro, en mi relato, parece un unicornio, y tal vez lo sea, pero para saberlo con certeza hay que leer el relato y torear al toro. Al día siguiente recordé una maravillosa novela que compartía título con mi relato: la tercera del escritor aragonés Javier Tomeo, publicada por la editorial Bruguera, que además se había llevado en 1971 el Premio Ciudad de Barbastro. El unicornio me dio la idea. ¿Y si escribiera un relato por cada una de las novelas que publicó Tomeo, partiendo únicamente de sus títulos? ¿Y si además de un libro de relatos humorísticos convirtiera el texto en un homenaje encriptado para sus fieles lectores, que nunca fueron suficientes? ¿Y si consiguiera, en el mismo envite, que los libros de Tomeo se reeditaran y tomaran de nuevo las librerías? Como ven, mis intenciones eran modestas. (...)

 Aquello —lo de la playa y el burro, para entendernos— ocurrió algún día del mes de marzo de 2013, y lo recuerdo bien porque en abril viajé a Barcelona para celebrar Sant Jordi con los cuatreros catalanes de Pez de Plata. La tarde del día 22 había quedado con Javier, pero esa misma mañana me llamó para decirme que no se encontraba bien. Nos veríamos en otra ocasión. Javier Tomeo falleció dos meses después."

El camín real, tras cruzar el puente antiguo, seguiría desde La Venta a la izquierda, dirección oeste por las casas de El Barrigón de lo que hoy es la zona residencial de Entreplayas, a nuestra izquierda


Desaparecido o muy desdibujado su trazado originario, tal vez su sucesor sea un camino vecinal que comunica la playa con la urbanización al lado del tómbolo de El Piñoble (donde aparcan los coches), hacia el que se encaminan ahora nuestros pasos 


Si acaso no nos habíamos percatado antes, ya desde aquí podemos comprobar si la bajamar nos ofrece paso franco y seguro hacia la Playa'l Barrigón: si la línea de rocas del fondo, en el pedreru de La Punta'l Cuervu, afloran emergidas y libres de agua se podrá pasar. Sino podremos abandonar la empresa y tomar el citado camino a la izquierda, pues enlaza a pocos metros más allá con la ruta oficial


Esta es una foto en la que se divisa el roquedo casi cubierto por las aguas y azotado por las olas. En este caso no se puede pasar


No todo el mundo, es verdad, está familiarizado con el flujo de mareas del Cantábrico: las aguas cubren gran parte de los arenales en pleamares y se retiran notablemente en bajamares, dejando grandes superficies de arenal y pedreros descubiertas. Este es un fenómeno que se agudiza aún más con las llamadas mareas vivas, bastante frecuentes aunque las principales acecen en marzo y en septiembre-octubre


En esas bajamares es cuando las playas se comunican, sólo el río, bastante fácil de vadear normalmente, sobre todo en verano, así como las rocas de La Punta'l Cuervu (que pueden sortearse)las separa. Como hemos dicho en las entradas de blog dedicadas a los tramos anteriores del Camino, es en estas bajamares cuando los peregrinos, que vienen de La Beciella bajando a Moracéi y El Visu (las primeras por el este) por los prados junto a Peñafurada y La Punta Melín (al fondo de la foto), pueden venir caminando por la arena y vadear el río por algún lugar


Sino, ahí está el paseo marítimo, que entre vistosos tamarindos se dirige al Puente la Espasa, como hemos hecho nosotros para explicar todas estas opciones


Más allá, sobre una colina, el núcleo de El Visu-La Espasa conforma todo un enclave turístico de viviendas vacacionales y segundas residencias en su mayor parte, con pocos vecinos permanentes pero cuya población real se multiplica varias veces en verano. Más a lo lejos la Sierra del Fitu, prolongación de la del Sueve hacia el este y hacia el mar. Ahí destacan el Picu Gobia (538 m) y a su derecha el  Bustronci o El Cantiellu (534 m)


Esta pared de El Piñoble muestra bien a las caras los efectos de la erosión marina. Las partes más frágiles, de tierras arenosas y rocas blandas, van desmoronándose, a razón de algunos metros por siglo, haciendo retroceder al acantilado paulatinamente



Luego la acción pasa a la pared rocosa más dura, que suele ir siendo socavada por su parte más expuesta, la zona inferior, lo que también causaría la caída de las capas superiores a lo largo del tiempo


Las rocas del pedreru son, por tanto, recuerdos de lo que fue el acantilado y su retroceso. En bajamares quedan ocultas total o parcialmente, formando los peligrosos bajos o bajíos, más o menos cercanos a la costa pero a veces bastante mar adentro


Ya vemos algo de La Punta'l Cuervu, a la izquierda de su gran pedreru, así como parte del pueblo de La Isla, en concreto El Castru, que cierra su playa por el sector occidental y donde está localizado el castro astur que la vigilaba en tiempos remotos, pues en ella estaba el viejo puerto del lugar, partes delcual también se han hallado


Bordeamos pues la pared acantilada. Nunca es conveniente acercarse demasiado a ella por su inestabilidad. No es que vaya a desmoronarse sobre nosotros pero ocasionalmente pueden caer piedras


Todo esto se va cubriendo según sube la marea hasta hacerlo infranqueable. Tampoco es conveniente pasar cuando, al subir, empieza a subir. Aunque el agua no llegue ni a la rodilla a veces la corriente, sobre todo las de las resacas, puede hacernos caer y arrastrarnos o, si hay oleaje, también las olas pueden azotarnos con su ímpetu aunque parezca que se pueda pasar. En ese caso, insistimos, demos la vuelta y prosigamos por el Camino, en tierra firme


Algunos accidentes y naufragios, así como la existencia de cuevas, producto de la erosión, que se quedan sumergidas en pleamar, pudieron ser el origen de las leyendas de serenes o sirenas, abundantes en estas y otras costas, aquí recopiladas por el caraviense Aurelio de Llano. Bellas mujeres de cola de pez que en ocasiones, al igual que las de la mitología clásica, encantan con sus cantos a los marineros y estos dirigen sus naves hacia los escollos de estos acantilados, provocando su naufragio y desdicha


En otras de sus tradiciones legendarias presentan no obstante, como otros entes mitológicos, una faceta positiva, casándose con hombres que las desencantan y siendo además origen de algunas familias. Determinadas estirpes linajudas, como los Miranda de Asturias, incluso las ostentaron con orgullo en sus blasones



La arena forma un buen pasillo natural: al ser húmeda es algo más firme y mejor para caminar, por lo que aprovecharemos para pasar cómodamente


En principio mejor no andar sobre las rocas y evitarlas, sobre todo las que presentan superficies resbalosas, muy lisas y/o cubiertas de musgo. Es además muy fatigoso caminar por ellas para quien no esté acostumbrado, dado lo muy desigual de su firme, además de estar entre charcas y pozas, que para evitarlas hay que andar como en un campo minado


Hemos pues de ir tanteando: el pasillo arenoso sigue junto al acantilado, por lo que nos acercaremos a él prudentemente, no pegándonos a la pared y mirando bien arriba y abajo...


Este cuidado que hay que tener se ve compensado sin duda por el agradable tránsito por este pedral dando vista a un hermosísimo paisaje marítimo


Más a la derecha y alejada de la pared del cantil también vemos otra franja arenosa, tal vez se pueda ir también por ella


Sin embargo por aquí pasaríamos directamente al muro del paseo de Entreplayas, que nos lleva directamente, como su nombre indica, a la Playa'l Barrigón


Los dicho, vamos tanteando, viendo donde ponemos el pie, evitando pisar rocas resbalosas y mejor ayudados por un palo, bordón, cayado o bastón. Enfrente la charca de El Pozu Piñoble



Ahí tenemos las escaleras que suben al paseo arbolado allí existente y por las que vamos a subir, a no ser que prefiramos aventurarnos roquedo adelante, algo que no nos atrevemos a recomendar a nadie, máxime a un peregrino, cargado con su mochila y probablemente con bastantes kilómetros ya a sus espaldas. En su excelente blog de caminos costeros, el célebre montañero y senderista J.f: Camina nos señala en sus fotos el paso por esas rocas hacia El Barrigón y La Isla, por si tenemos curiosidad

Nosotros nos dirigimos al muro de Entreplayas y su paseo, pues además nos ofrece unas hermosas vistas desde lo alto de este bello paisaje costero

Al otro lado de estas casas va el camino que, desde La Venta la Espasa, enlaza con el oficial

Vemos pisadas, alguien más ha tenido la misma idea que nosotros. La escalera, como el muro, es de hormigón y vemos que su base está bien asentada y ha sido reforzada

Se ven también las oportunas reparaciones, a base de cemento-hormigón, piedra y ladrillos. En el segundo tramo, más alto dispone de barandillas para mayor seguridad

Subimos: fijémonos en la curiosa pared almenada del edificio de la finca de Entreplayas y sus grandes ventanales, todo ello a manera de mirador

Peldaños secos y sin musgo. A la derecha, un pasamanos en la pared también puede darnos más tranquilidad, agarrándonos a él si lo necesitamos

Y ya estamos arriba: tomamos el paseo a la derecha y continuamos ruta a la Playa'l Barrigón

El paseo es ancho y no suele ser muy transitado, verdadera atalaya sobre el mar. Este el el itinerario además de la Senda Costera del Arenal de Morís a la Playa la Griega, que recorre la costa de Caravia y buena parte de la de Colunga

Impresionante paisaje del pedreru: comprobamos que aún en marea baja, sería bastante problemático y cansino atravesarlo, salvo naturalmente a los muy avezados a brincar entre peñascos. Dice, el investigador Inaciu Hevia Llabona, en su trabajo dedicado a la toponimia de la Parroquia de la Isla'l Moral, que El Piñoble (o El Piñole)es un topónimo que revela al nombre del poderosos noble medieval Piniolo o Piñolo Ximénez y su mujer Aldonza o Ildoncia Muión, dueños de este territorio en la alta Edad Media

Algunas de estas rocas forman vistosas formas geológicas, algunas de ellas parecen ser restos de alguna construcción de incierto origen, pero que hacen pensar en antiguas pesquerías


No es este pedral realmente demasiado frecuentado, aunque algunos pescadores y mariscadores suelen verse. En verano siempre se adentra en él algún veraneante curioso con afán de explorar, pero recordemos una vez más que enseguida queda cubierto por la marea. Aquí el paso se estrecha, pero siempre hay un pasillo libre, aunque si somos varios tengamos que caminar en fila india



Seguidamente llegamos a este mirador, hecho a base de piedra y hormigón con columnas de ladrillo


Arriba, un buen balcón-mirador ante el mar, con La Punta'l Cuervu enfrente


Aquí hay unas escaleras y por tanto tenemos dos opciones: una sería volver a bajar, pues otra franja arenosa nos ofrece buen paso hasta la misma Punta'l Cuervu, la cual podríamos ganar por ese saliente rocoso amesetado que se alarga por su parte derecha y bajar a la Playa'l Barrigón. Hay además una cueva, Peñaforada, que comunica en bajamar con El Barrigón yes muy apreciada por los pescadores de la llobina (lubina, Morone labrax)


La otra es seguir por este paseo, que que hace aquí un bello sendero, y va a ser lo que vamos a elegir nosotros



Siempre al borde del muro, este sendero gira a la izquierda y se mete ahora en un precioso túnel vegetal formado por arbustos


A nuestra izquierda, otro muro, que nos separa de las casas. Siguiendo la sinuosidad del acantilado giro ahora a la derecha


Seguidamente un trecho recto, con el arenal debajo de nosotros. La verdad que es un trayecto precioso


Eso sí, a la derecha no tenemos ya ni muro ni barandilla, aunque sí mucho ramaje. Tengamos prudencia


Tramo más estrecho al final del muro, donde tenemos unas escaleras


Subimos por ellas, yendo a la izquierda...


Aquí se ensanchan un poco más, entre la pared y el terreno


Llegamos arriba y damos con el cierre de otra finca, con su puerta de acceso, muria de piedras y sobre ella postes y vallado


En la valla crece un seto cultivado: continuamos sin problema por este hermoso camino de hierba


Entre los arbustos, otra vista del pedral en bajamar. Sus formas alargadas recuerdan al flysch



A la altura del promontorio de La Punta'l Cuervu el camino realiza una curva a la izquierda. Los topónimos en base a cuervos son muy abundantes en la costa. Pueden deberse tanto al cuervo propiamente dicho, el cuervo grande o cuervo común, (Corvus corax) o al cormorán (Phalacrocorax). Para distinguirlos a veces se especifica al primero en Asturias como cuervu carniceru y al segundo cuervu cagón o cuervu cagalón, si bien más entre gente que conserva sus nombres populares


Y ya estamos de frente a la Playa'l Barrigón, a la que pronto bajaremos para continuar a la de La Isla, que vemos un poco más allá. La forma del promontorio rocoso que vemos al fondo separando las playas dicen pudo haberle dado este nombre


Es la zona de la urbanización Entreplayas pertenece al barrio o lugar también llamado El Barrigón. Es un espacio residencial de apartamentos, chalets, viviendas ocasionales y alguna quinta, en Fuentes, parroquia de Gobiendes. Esta parte del prado es también llamada El Cuervu, denominación del prado 


También conocida como Playa la Salmoriera (de sal, o salitre), esta playa tiene una longitud y una anchura que varían notablemente entre pleamares y bajamares y dependiendo del día y si hay maras vivas. De largo se estima de entre unos 230 a 150 metros y de 70 a sólo 8 de anchura. La arena mojada señala hasta donde ha subido la marea ese día


La arena es fina y de color tostado-dorado, con bastantes afloramientos rocosos en la parte que queda cubierta en las pleamares, cuando queda separada de la de La Isla como de la de La Espasa


En bajamares podemos caminar cómodamente por las arenas hasta su vecina de La Isla, que es la que cuenta en verano con salvamentos, duchas, baños, puesto de socorro, chiringuitos, alojamientos y otros servicios playeros


Con la marea baja una franja rocosa y arenosa comunica El Peñón con la playa. Parece ser antaño esta unión era un istmo permanente que cerraba el antiguo puerto romano y prerromano del que han aparecido cimientos de su muelle


Allí, en El Peñón, El Castiellu o La Isla'l Moral, la isla que da nombre al enclave, hubo un castillo de época altomedieval, propiedad del conde Piniolo o Piñolo Jiménez y su mujer la también condesa Aldonza Muñoz. Se hallaron restos de muralla con aparejo de cal y trozos de cerámica prerromana, romana y altomedieval del tipo a peine, tal y como nos señala el investigador Inaciu Hevia Llavona en su estudio sobre esta población: Parroquia de La Isla'l Moral, el cual es el número 104 de la colección Toponimia de la Academia de la Llingua Asturiana.


Tiempo atrás también hubo un castro astur, recinto fortificado localizado en un promontorio al lado de la actual población, llamado precisamente El Castru, entre La Garita y La Punta la Isla, cerrando por el oeste la ensenada, del que se extraía piedra procedente de sus milenarias edificaciones y defensas para emplearla en diversas construcciones vecinales


Todo ello revela ser un antiquísimo embarcadero prerromano que siguió en uso en época romana y medieval, con diversas estructuras portuarias y defensivas de las que han llegado numerosos restos a nuestros días. En el pueblo, el topónimo La Barquera es también revelador de los antiguos usos portuarios del lugar


Desde allí, una senda costera enlaza con la no muy lejana Playa la Griega recorriendo todo el acantilado de La Garita, La Punta la Isla, Güerres y La Villeda. Parte de ella, la de los acantilados de Güerres, es una de las posibles rutas que pueden emplear los peregrinos que pernocten en La Isla para proseguir hacia la villa de Colunga y de allí a Villaviciosa


El pueblo tiene tres partes definidas, un núcleo antiguo original, con hórreos, casas tradicionales y alguna casona antigua, y, seguidamente, una zona de chalets de época, casas de huéspedes y palacios de estilo montañés, construidos en los tiempos del incipiente veraneo playero, del que disfrutaban fundamentalmente las clases sociales elevadas por entonces


Ya en el famoso Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, de Pascual Madoz, recopilado entre 1845 y 1850 se glosaba las excelencias de La Isla como lugar de veraneo, lo que es muy a tener en cuenta dado que apenas habría dos décadas que se empezó a considerar beneficioso el aire de las playas y los baños de mar y sol:
"La situación de esta población marítima es la más cómoda y a propósito para baños de agua salada que tiene la costa (...); sus casas proporcionan a los bañistas la comodidad de entrar y salir en sus habitaciones con la ropa de baño; y sus campiñas recreos y deliciosos paseos"

Ahí está El Tarreru, en el paseo marítimo, donde unos grandes ocalitos, plantados con fines ornamentales hacia 1870, como era común en la época (más tarde llegarían los monocultivos masivos), nos ocultan el local social y el campo de la iglesia parroquial de Santa María de Tona, sucesora de un más antiguo templo monacal de un cenobio medieval. Allí, desde el siglo XVIII se sabe de una estela dedicada al dios Mitra, la única localizada en Asturias hasta el momento


En El Terreru está la rampa a la que vamos a llegar para, desde la playa, dirigirnos al centro de La Isla rumbo al albergue público de peregrinos, situado, como hemos dicho al principio, al otro extremo del pueblo, en Les Quintanes


Naturalmente hay en La Isla otros alojamientos, que aunque no orientados exclusivamente a los peregrinos sí que los reciben con gusto, algunos de ellos en primera línea de playa y en esta misma franja, la más recientemente edificada y donde hay también en verano, algunos chiringuitos: uno de ellos es el Marejada Hostel, antiguo albergue El Furacu, muy dedicado al mundo del surf, y otro el Hotel Bahía


Aquí vemos a algunas personas caminando desde El Barrigón a La Isla, tal y como vamos a hacer nosotros. Hay alguna roca en el arenal, separando ambas playas, pero no ofrecen mayor inconveniente. Este sería el pedreru de La Salmoriera propiamente dicho, que daría también a la playa otro de sus nombres. Para Hevia Llabona podría deberse a antiguas salazones de las pesquerías documentadas en La Isla en el medievo, o incluso anteriores, del tiempo de Roma, como una factoría de "garum"(salsa de pescado hecha con vísceras fermentadas muy empleada en la gastronomía romana) o "salsamenta" (salazón de la época)


"Playa informal con arena y rocas" describe Google Maps El Barrigón. En otras guías es incluida directamente en la de La Isla, con la que está comunicada. La geógrafa Belén Menéndez Solar en su famosa Guía completa de las playas de Asturias, dice así de ella:
"Sector levante de la playa de La Isla, de la que la separa un pequeño promontorio. Se encuentra abrigada de los vientos del Nordeste por ola Punta del Cuervo"

Sobre la playa y al borde de su pequeño y verde acantilado hay un par de casas con terreno ajardinado y varias fincas arboladas con especies exóticas y ornamentales


Es la zona de Entreplayas y Pinomar, que se prolonga hacia La Forca a lo largo de la carretera N-632, que está al otro lado y por donde sigue el Camino oficial hacia Colunga y La Isla


Una de ellas, de época, es especialmente llamativa con su torre en esquina, hermosa galería también esquinada, soportales y palmera, muy del estilo montañés tan preferido por munchos indianos: Los Llares


Entreplayas y "las coquetas y envidiadas playas de El Barrigón", como las llama también J.f. Camina en otro de sus caminos costeros. El Camino de Santiago discurre de izquierda a derecha al pie de las casas blancas del fondo que tapan parcialmente unas palmeras. Como vemos no estamos demasiado lejos de él


Aunque no somos nada partidarios de separarnos del Camino oficialmente señalizado, pues se supone este es el histórico o, al menos, el de trazado más aproximado al mismo, hay casos en los que, si este Camino de Santiago ha desaparecido con una carretera, o ha quedado muy transformado y edificado y existe un camino cercano y alternativo mucho más grato para caminar, nos atrevemos a recomendarlo, preferentemente en tramos no demasiado largos, como es este el caso


Para aquellos peregrinos que deseen ir a La Isla pues, creemos puede ser mucho más conveniente escoger esta ruta por primera línea de costa, siempre a la vida del mar, playas y pedreros, que seguir la monótona carretera general y entrar en en La Isla por el interior, pasando de largo estos hermosos parajes marítimos


Además, a diferencia del paso de La Espasa a El Barrigón por El Piñoble, que enseguida queda cubierto por la marea, el tránsito entre El Barrigón y La Isla suele quedar abierto más tiempo entre pleamares y bajamares


Y su pedreru, también a diferencia de los anteriores, tampoco ofrece gran dificultad, pues hay bastantes pasos arenosos entre las rocas


Caminar por la arena húmeda, más compacta y consistente, es mucho mejor que por la seca, pero no deja de ser un verdadero masaje para los pies del sufrido peregrino, que incluso podrá descalzarse para mayor comodidad, e incluso tumbarse y tomar el sol o zambullirse en estas aguas, en verano, con mejor temperatura y servicio de socorristas


Esa franja oscura son algas marinas de arrastre o arribazón, ocle, tradicionalmente empleado para abonar los campos, ahora más apreciado por la industria química, cosmética, farmacéutica, etc., e incluso la más innovadora gastronomía, si bien en la actualidad suele recogerse directamente mar adentro. De estas algas y de otros productos del mar escribe José Antonio Fidalgo, Cronista oficial de Colunga, lo siguiente en "Ocle" y "mexones", los otros manjares de la mar:
"Decían los antiguos en sus refraneros que «A buena fame no hay pan duru» y que «La fame ye la meyor cura pa los que comen mal».

Esto es lo que debió suceder a aquellas gentes, primeros habitantes de nuestras costas, cuando tuvieron la valentía de «enfrentarse a un horrible centollo o a un espinoso erizo de mar (oriciu, arcín, arancín o alezna)».

Hoy, con esto de la globalización y del intercambio de culturas, se están poniendo de moda LAS ALGAS MARINAS, que en su conjunto llamamos OCLE en Asturias, como ingredientes en muchos de nuestros platos y ya existen en nuestro país empresas acuicultoras que industrializan su cultivo en zonas litorales propicias para ello.

Galicia, región pionera en este asunto, acumula ya gran experiencia en tales cultivos y en Asturias, concretamente en Cudillero, también trabajan con ilusión en ciertas especies marinas. Tengo entendido que Lastres o Caravia tienen proyectos de cultivo de algas.(...)

Las especies más frecuentes en el mercado, ofrecidas como deshidratadas, en conserva o congeladas, son la kombú (laminaria), wakame (undaria o lechuga de mar), nori, hijiki, arame y palmaria.- Sus destinos culinarios son; sopas, potajes, ensaladas, pescados, carnes, revueltos…"

Y ante la pregunta "¿hay algas tóxicas?", prosigue Fidalgo, como buen maestro que es, impartiendo esta lección, a la que acompaña, cómo no, una suculenta receta, aunque no de algas, pues él no es,dice, entusiasta del producto, pero sí de otro, los mexones o anémonas:
"Las macroalgas no ofrecen peligro alguno en su consumo, basta que gusten; ahora bien, existen microalgas tóxicas que son huéspedes de moluscos bivalvos (mejillones, ostras, almejas,…) y con sus neurotoxinas causan molestias gástricas y neurológicas cuando se consumen «acoplaes a les cascarines».

A mi, personalmente, no me gustan las algas. Ahí les presento un guiso de garbanzos con bacalao y algas como si fuera un «pote de vigilia» donde el alga sustituye a las espinacas.

Yo lo probé y… digamos que bien.

En cambio, ¡eso sí! , soy un gran amante de las anémonas o «claveles de mar», tan frecuentes en nuestros pedreros, y que aquí, en Asturias, despreciamos.- En Andalucía, costa mediterránea y Baleares las denominan «ortigas u ortiguillas de mar» debido a su ligera acción urticante cuando se las toca con la mano y nosotros, en Colunga, las llamamos «MEXONES» por el chorro de agua que sueltan al apretarlas o aplastarlas."

En La Barquera destaca, en primera línea la casa, también estilo montañés y con torre de La Garita, también llamado El Xalé del Reló (Chalet del Reloj) por tener un reloj de sol en la fachada de dicha torre. A su derecha otra de torre cuadrada es La Quintana, más hacia el interior y hacia el centro del pueblo, en el barrio de este nombre. Se trata de una reforma del siglo XIX sobre una casona del XVIII de los Cutre


Justo a su izquierda pero muy tapada por los árboles es Villa María Luisa. Más lejos está La Colonia, edificio grande, blanco y cuadrado del que asoman las ventanas del piso superior y los tejados, con un cuerpo superior en medio, a cuatro aguas, y que como referencia podemos decir que está poco más allá del citado albergue público. Fue una residencia para estudiantes madrileños de primera enseñanza que acudían de dos grupos de unos 25 cada uno, uno en julio y otro en agosto


La citada geógrafa Josefina Gómez Mendoza comenta en las memorias de su blog que los niños de La Colonia iban a bañarse a la playa en la zona más cercana al pueblo, que era donde acudían también algunos vecinos, mientras los veraneantes se colocaban más bien desde allí hacia acá, hacia El Barrigón:

"De los recuerdos que tengo claros de aquellos primeros veraneos está la distribución de la gente en la playa. Hacia el Barrigón, siempre al este de una roca que divide la playa de la Isla en dos, nos situábamos las familias de veraneantes, en posiciones respectivas muy parecidas de un año a otro. En los años 50’ los bañadores de mujeres eran, claro, enteros y con un poco de falda. Había todo un ritual para cambiarse la ropa en la playa, quitarse el traje de baño que, entero y húmedo, era muy incómodo. Se decía eso de “¿me tapas?” para que otro estirara la toalla mientras te lo quitabas. Por eso nos llamaban mucho la atención los hábitos desenfadados de la familia Grande Covián: Paco Grande, el gran bioquímico y nutricionista, gran amigo de nuestros padres, era de Colunga, se cambiaba con toda naturalidad y sin ninguna toalla. Pienso que probablemente fue él quien llevó a nuestros padres a la Isla.

Del otro lado de la playa, pasado el Peñón hacia el pueblo, se colocaban los pocos lugareños que bajaban a la playa, o que tomaban baños de mar al menos a las mismas horas que los veraneantes. Y junto a ellos, estaban “los niños de la colonia”, niños de en torno a los diez-doce años, en grupos de veinte a treinta, que acudían por temporadas mensuales a la playa con sus profesores. No sé a qué hora bajaban por la mañana pero lo que sí recordamos es que les llamaban a comer colocando una sábana blanca en la torre o en la Atalaya donde vivían, en la cornisa occidental. Se iban de forma disciplinada."


Paco Grande o Paco Covián era ciertamente el reputado doctor nutricionista Francisco Grande Covián, natural de la villa de Colunga y que trabajó gran parte de su vida en Madrid y Estados Unidos, acudiendo a veranear a su tierra y recomendándosela a sus amigos de la capital, continúa diciendo Gómez Mendoza:
"Los Grande vivían también, como nosotros, en la Casa de las Flores de Madrid, ellos del lado de la calle Hilarión Eslava, mientras que nosotros dábamos a la calle Gaztambide. La madre Covián es la que era de Colunga (la casa sigue allí) y el padre había ejercido como médico. Grande estudió medicina y trabajó con Juan Negrín, su maestro, en los casos de desnutrición de la guerra y posguerra y luego en la que iba a ser la Fundación Jiménez Díaz. En los años 50’ se trasladaron a Minnesota (USA) donde desarrolló su carrera, convocado por el  también asturiano Severo Ochoa"

En cuanto a El Castru, el recinto castreño ubicado a la derecha del pueblo, podemos decir que hay en él señales de fosos y muralla, cimientos de cabañas circulares encontrados al labrar la tierra, localizaciones de piezas como un puñal de antenas de bronce, cerámica castreña y una pica de lanza de hierro


Esta parte estuvo habitada hasta la conquista romana, que es cuando se descubre un nivel de incendio, quizás producto de un ataque, aunque esto habrá de ser corroborado en su momento. Las únicas excavaciones arqueológicas reseñables hasta la fecha son las del erudito Aurelio del Llano en los años 1917-19


La senda costera sale del pueblo y bordea todo el promontorio de El Castru, pudiendo verse desde ella las defensas al rodear el promontorio. Parte de ellas eran naturales, el mismo acantilado, pero en tierra se alzaron muros, foso y parapeto. La parte alta de La Isla, barrio de La Talaya, estaría construida al lado de este dispositivo defensivo del baluarte


Hay en nuestros días un área de descanso, el merendero de La Garita, con mesas y bancos al lado de la senda y, en lo alto de El Castru, a unos 23 metros de altura sobre el mar, un hórreo. Se han recuperado, también al lado del sendero y sobre el cantil, unas trincheras excavadas durante la Guerra Civil para prevenir un posible desembarco de los nacionales dada la cercanía del aeródromo de Sales, al lado de la villa de Colunga


Ahí, entre La Garita y El Castru, está El Pastote, pedrero de grandes cantos rodados. Según una leyenda, La Garita era antaño tierra firme que cubrió el mar, donde aparece en bajamares una peña en forma de puerta que para algunos sería la razón del topónimo La Garita. Dice Inaciu Hevia Llavona en Toponimia de la parroquia de La Isla'l Moral:
"Pensamos que este topónimo viene de una peña señalada, grande, que se ve a la bajamar en el pedreru con un hueco en forma de puerta, por lo que parece una garita. Si bien, no rechazamos que pudiese venir también de alguna construcción que muestran los restos de murallas que quedan en esa parte, resto posiblemente de las fortificaciones costeras de los siglos XVI-XII e incluso de épocas anteriores"

Sobre el antiguo castillo de El Peñón podemos decir que figura entre los que cedieron en 1032 los condes Piniolo y Aldonza al rey Bermudo III a cambio de las tierras y bienes necesarios para fundar el monasterio de Courias, en Cangas del Narcea. Existe no obstante cierta confusión entre ambos emplazamientos, pues por ejemplo este también aparece mencionado como castro en este y otros documentos, el "Castro de La Isla"


Es muy probable que el castillo y su entorno fuesen anteriormente del padre de Aldonza, el poderoso señor Muño Rodríguez (o Munio Roderici), apodado El Can, fundador del monasterio de Santiago Caravia y cuyo coto fue el germen del concejo de Caravia, diferenciado del de Colunga en cuyo territorio figuró hasta que en 1215 Alfonso IX confirmó su cesión a la Iglesia ovetense hecha antes, en 1176, por Fernando II


Admirando el paisaje y el entorno, conociendo de paso también su historia, el camino sigue ente el acantilado y el muro de las fincas de Entreplayas


El otro Camino, el Camino con mayúscula, el de Santiago, está justo al otro lado de esta parcela, a nuestra izquierda, es decir, muy próximo


Más allá, ambos caminos tampoco se van a alejar mucho más uno del otro, uno irá por la playa y otro por la carretera, en paralelo. El de la carretera, insistimos, se dividirá en dos: el oficial irá a Colunga y el alternativo a La Isla


Dado que aquí nosotros iremos por la arena nos reuniremos con el segundo en la Plaza la Xunglar, frente al campo de la iglesia de Santa María de Tona, en el centro de La Isla


Esta escalera que baja a la playa comunica precisamente este paseo marítimo con el Camino de Santiago. Si por alguna razón quisiésemos retomarlo, habría que ir a la izquierda. Pero nosotros, recalcamos una vez más, optamos por la playa: bajaremos a la derecha


De la misma manera, esta es una buena opción para bajar a la Playa'l Barrigón desde el Camino oficial si por El Piñoble no vemos buen paso


Y es que, recordamos de nuevo, el paso de El Barrigón a La Isla suele permanecer más abierto y libre de aguas que el paso de La Espasa por El Piñoble


Aquí tenemos delante de nosotros esta estupenda bajamar que va a permitirnos continuar arenal adelante sin problema


La playa toda para nosotros, desierta, así nos la encontraremos gran parte del año, pero en verano se llenará de gente y a veces habrá que ir sorteando algunas toallas, sombrillas y castillos de arena


Estas fotos, por ejemplo, son en verano, pero aún muy temprano, tampoco vamos a tener problema de aglomeraciones. De todas maneras, aunque tiene bastante gente no suele llenarse tanto como sus vecinas de La Isla y de La Espasa, al menos no en bajamares 


Hay arena de sobra, por lo que vamos a ir hacia la húmeda, mejor para caminar, la cual forma un gran paseo marítimo natural


A la vez, ya vamos controlando por entre qué roquedos vamos a pasar hacia el otro arenal. La Isla tiene entre 650 y 800 metros de largo y una anchura también muy fluctuante según las mareas y quien nos lo cuente, pues dispone además de una pequeña superficie dunar junto a El Terreru


Como hemos dicho también, podemos descalzarnos, una gran bendición para los sufridos pies del peregrino que andarán por estas mullidas arenas de la costa de Colunga


De la misma manera podremos, descalzos, o sandalias, acercarnos a la orilla y caminar a la vez que remojamos los pies, una sensación muy placentera, un paraíso para el caminante, sobre todo ahora que ya tiene cerca el albergue...

Sobre la "desaparición" de esta Playa'l Barrigón en algunas guías e incluso en ciertas disposiciones oficiales, escribe el cronista Fidalgo en Playes, tabacu y otros cuentinos:

"Leo en la prensa de hoy que «en los arenales de Colunga, a partir de esta fecha habrá servicio de socorristas y entrará en vigor la acordada recomendación de no fumar en ellos». Es decir: playas sin humo y playas con socorrismo.

Bien, muy bien… Pero (y en los «peros» está el quid), en qué playas y qué «no fumar»?

Primera duda: En qué playas?

Tengo entendido que son Lastres, La Griega (en sus dos arenales de San Juan y de Colunga) y La Isla.

No veo que se citen otras como la de El Barrigón ( también conocida como La Salmoriera) ubicada al este de la de La Isla y en límite con el río Espasa"

A nuestra izquierda el acantilado, no muy alto, que se extiende de Entreplayas hacia los campos de Pinomar, La Forca y La Ferrán, cuyas fincas llegan, al otro lado, a la carretera, al norte de Les Viesques

Ya llegamos a la arena húmeda, bajando ligeramente por el arenal adelante camino de la orilla del mar o sus cercanías, arenales así descritos también por Gómez Mendoza en su blog:

"... las tres playas que interrumpen el acantilado de la rasa: de oeste a este, la de la Isla propiamente dicha con su Peñón que es lo que la caracteriza y que durante las mareas bajas queda unido a la playa por una lengua de arena; el paseo de la playa (el terreru) con grandes eucaliptos plantados hacia 1870, le sigue la pequeña playa del Barrigón y a continuación la grande de la Espasa, donde llega ramificado el río, y que el Piñoble divide en dos..."

Pisadas en la arena: una buena orientación para seguirlas de playa a playa. Magnífica vista lineal de La Isla ante nosotros, con su ribera formando una concha de ensueño, así glosada también por José Antonio Fidalgo, cronista y maestro, acompañado de unos versos de su amigo Xuan Xosé Sánchez Vicente:

"Cuentan los estudiosos que en tiempos atrás fue morada de un destacamento romano (no de una Legión) , cuya presencia testimonian diversos hallazgos de construcciones y una lápida en piedra , hoy conservada en el Museo Arqueológico.

LA ISLA, por su situación, clima y hospitalidad de sus gentes, fue desde hace años «lugar de veraneo». Antaño lo fue de gentes pudientes y adineradas; hogaño los es de visitantes y turistas de todo tipo condición; unos de veraneo estable, otros de veraneo semanal o quincenal.

Playa y praderío en proximidad ofreciendo descanso de arena, baño de mar o paseo de senderismo por «caleyes» cercanas al mar o por la sierra del Sueve.

Y allí, presidiendo el paisaje, el mítico PEÑÓN, pequeño islote cercano a la playa, al que se accede con facilidad en momentos de buena bajamar.

Xuan Xosé nos regala este poema:

PLAYA DE LA ISLA (dende´l Fitu)

«El buxu xerrón d´El Sueve, al pie, hacia lo alto.
Verdes camperes, blanques cases abriendo l´horizonte
hacia La Riera y Lluces.
Altos cantiles perfilando la mar camín de Llastres.
Y abaxo, tu , qu´acallantes la mar verde esmeralda
nel to cuellu,
ente la piel tostao del to areniegu brazu
y el rocosu pechu del to castru»

La hermosa mansión montañesa de Los Llares, que veíamos antes, y los árboles que engalanan su finca y las colindantes

En sus tiempos, esta pared del acantilado fue acondicionada para abrir un acceso de escaleras a la playa desde la casa

Un seto separa el jardín de la pronunciada cuesta que cae al arenal, donde un murete de piedra asienta el terreno, evitando corrimientos de tierra o argayos

A la izquierda, la otra casa sobre el cantil: El Espumeru, nombre de otro ente mitológico acuático asturiano, como les serenes que se aparecían en estas costas

Los espumeros, descritos como niños mofletudos y pequeños, aparecen, como su nombre indica, en las espumas de las olas, y por lo tanto en su cresta, por lo que estaríamos ante los verdaderos pioneros del surf

Cuando hay galerna o temporal, corren a refugiarse en estas cuevas de los acantilados, por lo que se dice que las nieblas marinas y las brumas no son sino multitud de espumeros agrupándose, buscando donde meterse o surfeando sobre las olas con sus mantos

La historia es muy bonita pero estamos muy posiblemente ante un mito elaborado por escritores románticos del siglo XIX que se extendió por ambientes eruditos y literarios. El etnógrafo caraviense, tan mencionado en este blog, Aurelio de Llano, quien recogió leyendas de serenes, nuberos, trasgos, xanes y cuélebres duce de ellos en Del floklore asturiano: mitos, supersticiones costumbres:

"Dicen que son espíritus del mar, tienen figura humana, de niño, danzan y juguetean entre las Olas y se resguardan de las tempestades en las cavernas de los cantiles... Yo nací a la orilla del mar y en mi vida oí hablar de los Espumeros, ni ningún aldeano sabe dar cuenta de ellos"

Se cuenta que habría sido el santanderino Tomás Cipriano Agüero quien primero los mencionó a finales del XIX. En 1877 escribe el también estudioso Gumersindo Laverde Ruiz al filólogo Marcelino Menéndez Pelayo lo siguiente:

 "¿Has leído en la revista de Mazón unos artículos de Canella Secades sobre 'Creencias populares de Asturias'? ¿Has visto lo que dice de los 'ventolines' y de los 'espumeros'? Pues sábete que todo esto tiene tanto de popular como yo de papa. Todo es cuestión de Tomás Cipriano Agüero y mía y salió por primera vez bajo la palabra honrada de este amigo y paisano, entonces cultivador fervoroso de la poesía, 'Álbum de la juventud' de Oviedo, en 1853, y de allí lo ha tomado, sin duda, no sé si de buena fe o a sabiendas de que era una superchería poética, el apreciable historiador de la Universidad de Oviedo"

Es por ello que, como dice el escritor y cronista José Ignacio Gracia Noriega en Las formas de la naturaleza"deben entenderse los escritos sobre mitología de Tomás Cipriano Agüero como recreaciones poéticas", siendo en el siglo XX especialistas como Ramón Baragaño los que reestudiaron y revisaron el tema. Pero ya habían corrido ríos de tinta y el mito se extendió. Ya en 1903 el catedrático Rogelio Jove y Bravofantaseaba con ellos así en Mitos y supersticiones de Asturias:

"Los Espumeros cierran la lista de los mitos del agua. Como los tritones, son espíritus del mar; como ellos pequeñitos, hermosos, juguetones, llevando también su trompa marina hecha de un caracol vacío; pero los Espumeros no son peces de la cintura abajo con aquellos, sino de figura humana, de niños, de silfos, de geniecillos mofletudos y sonrosados como los amorcillos de un cuadro de Wateau (sic) o de un techo de Boucher. Cabalgando unas veces sobre las crestas de las olas, revolcándose en las espumas de las rompientes, coronados de algas, sonando su trompa, van en la estela de los buques que parten o danzan entre las ondas delante de los que llegan. Pero nunca se alejan de la costa, porque tienen miedo a la tempestad. Apenas estalla, salen del mar envueltos en grandes mantos de polvo y de agua y se refugian en las cavernas que habitan en los cantiles o entre los peñascos amontonados en la playa, donde las sacudidas de las olas no los alcances. Esas nieblas que muchas veces vienen rodando sobre la superficie del mar a estrellarse en el acantilado, entre cuyos picos y cortaduras se desgarran en cien pedazos, no son tales nieblas, sino legiones de Espumeros envueltos den sus mantos y que buscan sus moradas"

"En los peñascos amontonados en la playa" pues, como estos, se refugiaban los diminutos espumeros, según Jove y Bravo, ayudados por otro ser que parece ser también fruto de la fértil imaginación de Cipriano Agüero, los ventolines (que de haber sido un mito popular en Asturias habrían de ser para bien ser ventolinos):

"Porque los Ventolines, aunque no son genios de las aguas, tienen más audacia que los Espumeros. Parécense a éstos en la figura, pero ni se coronan de algas, ni se zambullen en las olas; vuelan con las de gasa, como el Céfiro de la mitología pagana y con ellas pasan rozando las olas y levantando con su soplo esas neblinas blancas y transparentes, a través de las cuales suelen verlos los niños, porque solo a los niños se muestran. Otras veces vuelan tierra adentro, sacudiendo sus alas empapadas de rocío sobre plantas secas y las tierras quemadas por el sol, para refrescarlas. De noche penetran silenciosamente en las casas, y si alguna doncella enamora suspira por su amante ausente, cuando todos duermen, ellos recogen esos suspiros y a través del espacio los llevan al afortunado doncel. De los Ventolines, como de los Espumeros, nada malo se cuenta; son espíritus benéficos, dulces, hermosos"

Y por supuesto tendremos que mencionar a Tomás Cipriano Agüero, quien dice de ellos que son "más pequeños aún que los ñuveros" o nuberos:

"de día, por lo regular, están en la región del fuego; de noche, flotan en el espacio y a través de los rayos de la luna lógrase a veces distinguirlos. Los ventolines tienen en su acento una armonía inexplicable: llevan los suspiros de los amantes y aduermen a los niños en sus cunas... Y cuando lejos de nosotros un padre, un hermano o la mujer que amamos, en el lecho del dolor, exhala su postrimer suspiro, ellos, murmurando al borde de nuestra ventana, mienten un triste y prolongado suspiro"

Estamos pues ante unos mitos bellamente literarios pero no populares, entendiendo esto como no salidos de la tradición oral transmitida durante generaciones. Han pasado también a la poesía de autores como Francisco G. Prieto, Pachu'l Péritu, en La vida asturiana nun cientu de sonetos:

Son fíos de la mar como tritones

que salen esplumantes, vocingleros,

corriendo a más correr los esplumeros

na playa cuando rompen los cachones.


Metá neñinos y metá escamones,

corónense con ocle y van en cueros

llevando caracoles trompeteros

nes foles cuando arrinquen roncos sones.


Cuerren tres de los buques nes esteles

y dancen pela costa los donceles

formando niebla y a la oriella bruma.


Mas cuando ruxe'l mar enbravecíu

manque azote les peñes fiendo ruíu

salten ellos gritando ente la espluma

Los cachones, los peligrosos golpes de ola que hemos de evitar empleando este paso sólo en bajamares, sino, tomemos el Camino interior, el de la carretera 

Las huellas van a los mejores pasos entre estos afloramientos rocosos, aunque tampoco tienen mayor dificultad de paso

Ya pasando el peñascal vemos totalmente expedito el paso a La Isla, o más auténticamente La Isla'l Moral, que es el  topónimo original y antiguo de esta parroquia. Moral no tiene que ver, como se pensó en su momento, con moros (los antiguos, no necesariamente musulmanes o norteafricanos) ni con moras (fruto), sino con la raíz prerromana mor relacionada con piedras y murallas, dos elementos abundantes en La Isla, pues si bien el segundo ha desparecido, se conservan su memorias, sus señales, y hasta sus sus piedras, reaprovechadas para construir casas, cuadras, muros y caminos

Y por supuesto también la piedra de las paredes de los acantilados, que miran a El Peñón, aquí cubiertas de vegetación por las inmediaciones de La Forca, donde la tradición popular, recogida por Inaciu Hevia Llavona, aseguraba que algún señor de antaño, quizás de nuevo el famoso conde Piniolo, propietario de La Isla pasando el año 1000, tenía una horca para colgar a la gente, cerca del Cuetu Cambroña. Sin embargo el topónimo también puede referirse a bifurcaciones de caminos. Un pequeño arroyelo o regueru, llamado con burla El Ríu Cambroña, nace en la llamada Fuente Cambroña y desagua aquí, frente a El Peñón, tras un recorrido de únicamente unos 50 metros, por lo que los escolinos decían en la escuela que era "el ríu más cortu de la Península Ibérica"

Dice asimismo Llavona  que existen la creencia de que este Ríu Cambroña fuese un canal para lavar el mineral de las minas del Sueve que salía por este puerto en tiempos romanos y prerromanos, pues está en las inmediaciones de La Ferrán, donde se supone había, tal vez sólo por la coincidencia de palabras, fraguas o ferrerías "de los romanos". Es este contexto legendario, la citada Fuente Cambroña es también conocida como La Fuente les Xanes, lugar de aparición de estas ninfas de las aguas, origen de la leyenda de Can Cambroña, recogida por Aurelio de Llano y que plasmamos de la redacción de la Comunidad de noticias del Oriente de Asturias. Buscólu:

"Cuentan que allá en muy remotos años llegó a La Isla una familia procedente de Castilla, compuesta de matrimonio y tres hermosas hijas, que venían buscando el remedio para una anemia que consumía a la mayor de ellas. 
La fuente de Cambroña era tenida por entonces en mucho aprecio, por ser la única que conservaba la frescura de sus aguas aun en lo más ardoroso del verano. Allí se dirigieron un días las tres lindas muchachas. Después de aquietar la sed, se detuvieron para aderezar sus cabellos, mirándose en el espejo transparente de las aguas. Allí fue pasando el tiempo sin sentirlo, abstraídas como estaban por el murmullo de las aguas y la fragancia de las flores. 
Cuando decidieron retirarse, no les fue posible hacerlo. Habían quedado presas del encanto y sumidas bajo las aguas que antes las había fascinado. La noticia cundió; el sobresalto fue general y el desconsuelo de los padres intensísimo. Los doloridos padres hubieron de volverse a su región, dejando encantadas en Cambroña a sus tres hijas, que eran la alegría de su vida. 
Por el tiempo de la siega en Castilla solían desplazarse allá los hombres forzudos del norte. Su trabajo era muy estimado y la remuneración que recibían no despreciable. También los vecinos de La Isla tomaban parte anualmente en esta accidental emigración. 
Un año, durante su estancia en Castilla, los vecinos de La Isla se encontraron por casualidad con los desconsolados padres de las tres jóvenes encantadas. Después del primer intercambio de noticias, la madre se dirigió al que más confianza le ofrecía para encomendarle la delicada misión de rescatar a las jóvenes. Tendría que poner en práctica con toda exactitud cuanto ella le ordenara, conocedora como era de la fórmula del rescate. 
El día que los hombres de La Isla habían de regresar a su hogar, ella con lágrimas de sangre, amasó y preparó tres panecillos de cuatro picos, los entregó al vecino indicado, y le dió al mismo tiempo las instrucciones concretas para el feliz éxito en el asunto que poco a poco a ella la consumía. 
El compasivo vecino guardó con todo cuidado los tres panecillos en su saco, y en compañía de los demás segadores emprendió el regreso al pueblo. Llegado a su casa, se acostó para descansar del penoso viaje, no sin antes advertir a su mujer que no tocara nada de lo que en el saco se contenía. 
La curiosidad de la mujer no pudo resistirse mientras él dormía. Miró el saco, encontró los extraños panecillos, y acuciada aún más por la curiosidad, con la mano quitó a uno de ellos uno de los picos. ¡Cuál no sería su asombro al observar que del panecillo roto brotaba sangre! Atemorizada con el caso, colocó el pico roto en su sitio, y nada dijo al marido. 
Este, después del merecido descanso se dispuso a cumplir la misión que le había sido encomendada. Tomó los panecillos y se dirigió a Cambroña. 
Acercándose a la fuente, echó al agua uno de los panecillos, mientras pronunciaba, la fórmula convenida,: “Can Cambroña, toma el pan que te manda tu señora” Al momento el panecillo se convirtió en un caballo blanco, sobre el cual cabalgaba airosa la mayor de las tres hermanas. Liberada de su encantamiento, desapareció en veloz carrera en dirección a Castilla. 
Echó luego al agua otro de los panecillos, pronunciando las palabras: “ Can Cambroña, toma el pan que te manda tu señora” E igualmente se convirtió el panecillo en un caballo blanco, sobre el cual salió cabalgando la segunda de las hermanas entre destellos con que resplandecían sus preciosas joyas. Al instante, desapareció también por el camino de la primera liberada como ella del encantamiento. 
Seguidamente echó al agua el tercero de los panecillos, mientras decía las palabras desencantadoras: “ Can Cambroña, toma el pan que te manda tu señora”. El panecillo se convirtió como los dos anteriores en un caballo blanco, sobre cuyos lomos cabalgaba la más pequeña de las tres hermanas. Pero el caballo no pudo andar porque estaba cojo: era el que correspondía al panecillo herido por la mujer del labriego. 
Imposibilitada para huir, la desilusión se apoderó de la inocente joven, y en sus rosados párpados se asomó una lágrima más brillante que la aurora. Con forzada resignación la joven desdichada se sumió de nuevo bajo las mansas aguas de Cambroña, arrebatada por el encantamiento. 
No obstante pudo agradecer antes al labriego cuanto había hecho, y también le entregó una faja de color rojo con el encargo de que se la diera a su mujer. El buen labriego retornó a su casa, pasando a través de un frondoso bosque, que ocupaba gran parte de lo que hoy es arena suave de la Playa. 
Aquí se detuvo para recapacitar sobre las recientes emociones. Colocó la faja de color rojo colgando de una de las ramas bajas de un roble, y cuando se disponía a tomar tranquilo asiento sobre la verde alfombra, vió con espanto que el árbol dejaba de existir instantánea y estrepitosamente, consumido por una roja llamarada. 
Comprendió entonces la acción reprochable de su mujer, las pésimas consecuencias de la curiosidad femenina y el castigo que a su compañera de su vida iba dirigido. Pero al fin, se congratuló porque los designios malignos se habían cumplido en aquel árbol, librándose la mujer de perecer abrasada. 
Desde entonces un halo misterioso rodea a la fuente y al prado de Cambroña. No hace muchos años, era todavía un dicho común que en Cambroña, había un encanto. 
Cuando los vecinos pasaban por la calle de Eteldiz, lo hacían con temor. Y no falta quien asegura haber visto al otro lado de la carretera a una hermosa joven, llorando sus penas, sentada en la pasadera del prado de Juacón, donde se toma el sendero de la Ería que va hacia el molino y al monte Sueve. 
Era la más niña y la más bella de las tres hermanas, que espera en Cambroña al galán que la desencante."

Dado que El Castiellu o El Peñón es el islote mayor, se le da en llamar La Moral Grande ya que hay un afloramiento rocoso cercano más pequeño, y por lo tanto se le conoce como La Moral Chica

Es posible que, tras pasar el castillo aquí ubicado a la Corona en 1032, se gobernase desde él el denominado territorio de Colunga (que hasta 1215 abarcaría Caravia), pues en 1199 se encomienda su defensa al caballero Sebastián Gutiérrez, que en 1216 figura como tenente representante de la autoridad regia de Colunga y Leduas (zona occidental de Ribadesella/Ribeseya, al oeste del Sella) y en 1231 de Cangas y Colunga, pues Caravia habría sido declarado coto "libre y exento" de Colunga al confirmar Alfonso IX su cesión a la Mitra ovetense el año anterior

Más adelante, cuando hacia 1270 Alfonso X El Sabio, intensificando la creación de nuevas pueblas dependientes directamente de la Corona y autogobernadas, le otorga carta fundacional a la de Colunga, este castellano y su castillo ya no tendrían razón de ser, al menos administrativamente hablando, por lo que el centro neurálgico del territorio, pasará a la villa que será su capital, donde el vecindario, aforado, se regirá en juntas o conceyos

A la vez, no sería La Isla, sino Llastres, la población que se configuraría como el gran puerto del concejo colungués, con sus rutas comerciales y de pesquerías, sin olvidar la importantísima actividad ballenera, fundamento todo ello de industrias de salazón, escabeche, astilleros, tonelería y un largo etcétera, al unirse los caminos de la arriería terrestre con los de la marinería

Es posible que entonces, o algo después, el castillo fuese cayendo en desuso, al igual que el puerto, en beneficio de Llastres, aunque aún en 1557 eran incluidos los dos en el reforzamiento defensivo costero dentro de las guerras endémicas de esas centurias con los Países Bajos, Inglaterra y Francia. No olvidemos que durante la Guerra de Sucesión (1701-1714) Llastres fue cañoneado por barcos enemigos

Es posiblemente por aquel entonces cuando se recupere un cierto uso defensivo de El Castru y de vigilancia litoral, de ahí vendría el topónimo La Garita ahí existente, y es que en la real disposición de 1557 se ordenaba que los colungueses colaborasen organizando una milicia:

"cada vezino, según tuviere la hacienda y es costumbre en esta villa e concejo, recogiere armas y municiones"

Esta milicia local puso centinelas pues aquí en La Isla y en Llastres, al cargo de dos veedores o inspectores generales, Juan Alonso de Covián y Suero de Ribero, creándose además puesto de artillero en Llastres con una retribución de dos ducados y medio al mes

El Castiellu ubicado en El Peñón no estaba adaptado al combate de los tiempos de la pólvora, haciéndose innecesario, pues la batería de Llastres cubría con el alcance de sus cañones esta parte de la ensenada 

Así ocurrió por ejemplo en 1810 cuando los franceses ocuparon Llastres y con sus cañones para impedir el desembarco de pertrechos en La Isla por parte de los ingleses, para armar a las tropas del coronel Escandón, como hemos dicho antes

Colaboraba en estos desembarcos el jurista José Joaquín Isla Mones, natural del cercano pueblo de Lloroñi que más tarde ocuparía importantes cargos con la restitución del absolutismo de Fernando VII, llegando a ser alcalde mayor de Campo de Criptana (Ciudad Real) y de Dos Barrios (Toledo), hasta que un muy grave enfrentamiento y pleito con el poderoso conde de Altamira le obligó a retirarse a su pueblo, falleciendo en 1859

Cuando la playa caía en poder de los franceses eran estos los que desembarcaban aquí su logística, siendo entonces los de Escandón los que atacaban la playa para hacerse con ellos. En una de esas refriegas, donde se consigue un buen botín de armas, nace la copla de la canana de plata a la que hicimos antes referencia

En ese ataque, a las órdenes de Argüelles Rivero, un miembro de las tropas de Escandón, José Cortina, fue capturado por los franceses, enviado a Colunga y posteriormente fusilado al no confesar donde se habían escondido las armas

Joaquín de Argüelles Rivero, miembro de la familia Argüelles de Colunga, coordinaba la defensa colunguesa con el referido José Joaquín de Isla y Mones, jurisconsulto y escritor, de los Isla de Gobiendes, que sería el comandante de la Alarma local, estableciendo su cuartel general en la Casa de Loja, que era de su mujer Úrsula de Cobián, a medio camino entre La Isla y Colunga y cercana a Güerres. Colaboraban como personas de confianza el soldado Vicente Foyo Llames y el citado José Cortina, de Lliberdón, en cuyo lugar de Pedralba se había ocultado el armamento

Fuera de las órdenes de Escandón y oponiéndose a ser militarizados, hacían también la guerra por su cuenta en este teatro de operaciones un grupo de guerrilleros, al mando de los Frera-Conlledo, de Sales. Causaban a Escandón bastantes quebraderos de cabeza al no integrarse en su disciplina, pero entre unos y otros hostigaron a los ocupantes de forma tan constante que estos tomaron fuertes represalias, entre arrestos, palizas y fusilamiento, quemas de propiedades particulares y públicas, como eran el archivo parroquial y la propia iglesia 

Unos treinta años después, y tras los convulsos tiempos posteriores a la francesada, y aún a pesar de las carlistadas, el primer turismo llega a La Isla, aquellos veraneantes primerizos de los que ya hablaba Pascual Madoz, pioneros en Asturias de los recientemente en toda Europa ponderados baños de ola

El castillo de El Castiellu o El Peñón ya era sólo un recuerdo. Su otro nombre, El Peñon de les Ánimes recuerda, efectivamente, las muchas leyendas de islas de los muertos y de fantasmas del mar existentes en numerosas culturas y tradiciones de todo el mundo. Dice no obstante Hevia Llavona que el nombre se debe a que era costumbre "segar un carru pación" de la pradería llana de su cima para pagarle al cura misas de difuntos, aunque también recoge la cita del estudioso Constantino Cabal, quien la atribuye a los viejos temores causados por los gemidos de las ánimas

En las grandes bajamares veraniegas, sigue diciendo Hevia Llavona, se descubren filas de basa compacta, gris y clara, un limo en el que se reconocer restos de madera, posiblemente de roble, atribuidos, incluso por estudiosos, a una carbayera que supuestamente habría existido cuando El Peñón estaba unido a tierra


Tan arraigada estaba esta creencia que, hace tiempo, los propietarios de una finca junto a la playa colocaron un cartel de "Propiedad Privada" en lo alto de El Castiellu, considerando que era continuación de su prado. Lo cierto es que estos restos proceden de un muelle, de posible origen prerromano, cuando los minerales del Sueve abastecían a los hornos metalúrgicos del castro de La Campa Torres (Gijón/Xixón), poblado por los cilúrnigos, vocablo celta que quiere decir caldereros, eso es, metalúrgicos


Según historiadores y arqueólogos como José Luis Maya González, tras la ocupación romana formaría parte de una statio o angiportus, embarcadero de menor categoría que un portus, de la ruta marítima de Aquitania, que habría servido además, según los autores clásicos, para desembarcar tropas atacando la retaguardia de cántabros y astures en la conquista. Este fondeadero serviría para avituallamiento de una guarnición permanente alguno de cuyos legionarios puedo haber traído el culto mitraico del que enseguida hablaremos, pues dado era una religión salvífica era muy apreciada por los soldados, siempre en permanente riesgo


La existencia de guarnición, posiblemente uno de tantos destacamentos de la Legio VII Gemina con base en León (ciudad a la que dio nombre), revelaría no obstante que aquí había un puerto lo suficientemente importante para ello. Además de los minerales metalúrgicos se embarcarían mercancías de entidad, sin duda los famosos caballos asturcones tan apreciados en Roma, según la vasta literatura a ellos dedicada por los autores clásicos


Al otro lado, el castro de El Castru o El Castru la Isla, fue descubierto en 1894 por el erudito Braulio Vigón Casquero y excavado posteriormente, como hemos dicho, por Aurelio de Llano. El arqueólogo Eduardo Pérez-Fernández, en su página ArqueoAstur, expone diversas prospecciones posteriores sobre sus dimensiones, hallazgos de cimientos de cabañas, defensas, etc.


La Barquera, el final de la playa, a la izquierda de El Castru y entre La Garita y La Caleya l'Arena. Aquí es donde se halló alguna porción de la cerámica medieval con decoración rayada, llamada "a peine", datada entre los siglos VIII al X, es fácil que de una industria de salazones aquí existente por entonces vinculada a las pesquerías citadas en la documentación medieval. El topónimo se debe a que era donde se sobordaban o arrastraban las lanchas a tierra para resguardarlas

Cuando en el otoño de 1952 se estaban haciendo los cimientos de El Xalé del Reló o Xalé Don Torcuato, se encontró uno de aquellos magníficos puñales de antenas prerromanos, hecho de bronce, perdido al ser trasladado a Madrid supuestamente para su estudio. Pese a ello y según la descripción de quienes lo vieron, los especialistas calcularon una datación de entre los siglos VI-I antes de Cristo. La tradición popular, recogida por Hevia Llavona de un informante, diría que "É la tumba d'un militar, porque los romanos, a los militares, enterrábenlos con un puñal, y a los civiles con una copa"

Caminamos hacia L'Arena, la parte occidental de la Playa la Isla, acceso desde el arenal a la iglesia (oculta, como La Escuela Vieya, por los ocalitos) que vamos a emplear para ir al centro del pueblo. Hay varias dunas en la arena, normalmente seca, donde, aprovechando ese rellano, se celebraba la romería de La Velilla

Ahí estuvieron El Balneariu, antigua caseta de ladrillo de los tiempos los antiguos bañistas, y un bar o chigre de madera, El Cantábrico, también desaparecido

El camino que recorre la franja de terreno ante la playa, ahora asfaltado, es denominado tradicionalmente El Terreru, El Terrerón o El Tarreru, los dos primeros topónimos etimológicamente claros, donde empieza la tierra, pero el tercero no deja de sospechar Llavona en su razón en base a tarros, dados los abundantes restos de cerámica hallados en sea franja durante siglos, incluyendo toda clase de pocillos y ánforas

En algún momento entre los siglos XVIII y XIX El Peñón dejó de estar unido permanentemente a El Terrerón salvo en bajamares, pero dado que se han observado sumergidas porciones de piedras trabajadas de lo que fue el embarcadero existen leyendas de ciudades sumergidas a manera de pequeña Atlántida local

Es en estas bajamares cuando nos hacemos una idea de la estructura del antiguo puerto en lo que era, y sigue siendo, una muy resguardada concha Entre El Peñón y El Castru

El primer documento que se conoce relativo al castillo está fechado en 921 pero es una interpolación o falsificación dos siglos posterior del prelado ovetense Pelayo para el Liber Testamentorum, lo que no obstante denota su antigüedad, libro con el que pretendía algo parecido a lo que hoy llamamos inmatricular bienes, haciendo que antiguos reyes figurasen como donadores de numerosos enclaves a la Iglesia

Eso no quiere decir para nada que esos lugares antes de ser registrados por el obispo no existiesen, es más, probablemente estaba basándose en documentos anteriores, como el Parroquial Suevo, a la vez basado en organización administrativa romana y esta sobre la prerromana, de gens y gentilidades, En el caso de La Isla figura como Sacte Marie de Tona y el castillo como Insula de Tona. Lo habría otorgado a la Iglesia ovetense, recordamos, en la interpolación, el rey Ordoño II junto con otros muchos lugares del territorio de Colunga, que incluía por entonces a Caravia

Para unos el término Tona, desaparecido en el siglo XVII pero conservado en la advocación de la iglesia parroquial, tiene que ver con la divinidad Iupiter Tonans o Júpiter Tronante y para otros con el celta tonna con el significado de hueco o vasija para el líquido

No podemos olvidar que el cercano Sueve, antiguo Sove, debe su nombre precisamente a Iovis, Júpiter, padre de los dioses y de los hombres (pater deorum et hominum), simbolizado por el águila, el cetro y el rayo, pues lo es también de la tormenta, de ahí la veneración de Júpiter Tonante (Iuppiter Tonnans)

Emparentado con otras divinidades europeas como el griego Zeus, el celta Taranis o el germano Thor, diversos autores sospechan pudo cristianizarse en el culto a Santiago, llamado por Cristo Hijo del Trueno, (Boanerges) por su carácter, bien directamente, bien por las constelaciones de los hermanos Cástor y Pólux puestas por Júpiter en el cielo, cuyo emblema de la estrella pasó a la iconografía jacobita al representarse en el descubrimiento del sepulcro del apóstol. Asimismo, la Vía Láctea, popularmente llamada Camino de Santiago, (equivalencia en el cielo del de la tierra) es donde colocaría Júpiter esas constelaciones de Cástor y Pólux, los dióscuros, cuyo culto según el filólogo Américo Castro habría sido sustituido por el de Santiago

Puestos entonces a pensar, es posible que la cercana y coincidente advocación de dos templos tan antiguos e importantes como Santiago de Gobiendes y Santiago de Caravia guarden vinculación, además de con la ruta xacobea, también con el posible culto a Júpiter y a Júpiter Tonante que dio nombre a la montaña y, tal vez, a esta parte de la costa situada a sus pies

En Gobiendes, precisamente, hay noticias que se esconxuraba al nuberu con determinados rituales. La creencia popular de este ser mitológico, dueño de tormentas y granizo que se transporta en una nube, se posa en el Pienzu y decide donde arrojar rayos y centellas, no deja de ser otra evocación de aquellos antiguos "dioses caídos"

A la izquierda y pasada La Forca, El Chalet o El Xalé, otra de las mansiones históricas sobre estas playas, con su torre en esquina, de planta cuadrada, altos alerones y finca arbolada

Se trata de Casa Nespral, en lo alto del Cuetu Cambroña, el primero construido en la zona como chalet vacacional, hacia 1920. Fijémonos asimismo en su gran chimenea y en esa enorme ventana-mirador dando vista a El Peñón. Dice Hevia Llavona que en la falda del cueto está La Cueva Cambroña, que era tan grande que llegaban a entrar juntos dos vacas a beber a dentro, pues el agua de la referida Fuente Cambroña manaba antaño dentro de ella. En la actualidad ha quedado cegada por uno de los muros de la finca

El Peñón de les Ánimes o El Castiellu, al que en su recitado estudio toponímico de esta parroquia, el investigador Inaciu Hevia Llavona le dedica especial atención. Hacemos una traducción libre de su texto al castellano:

"El Castiellu: Peñón, roca lisa por encima frente a La Playa la Isla, a la que queda unido por el pedrero y una franja de arena en las bajamares. En su cima se conservan restos de murallas con aparejo de cal. Se han encontrado también cascotes cerámicos prerromanos, romanos corrientes y medievales del tipo "a peine", quizás de los siglos VIII a X. Además de esto, algún submarinista vio piedras planas y lisas bien escuadradas bajo el agua por la zona norte, quizás relacionadas a una leyenda existente sobre una ciudad allí sumergida. Todo esto muestra una construcción defensiva, que podemos en un principio vinculada al castro prerromano cercano y que se mantendría en época romana al final del embarcadero y también en el alto medievo, como torreón de vigilancia costera de la monarquía asturiana; y después como uno de los castillos del conde Piniolo, citado en el documento de permuta con Bermudo III ("Castro de la Isla", año1032). En el año 1199, todavía bajo poder real, fue encomendado al caballero Sebastián Gutiérrez. Por su forma de isla le dará nombre al pueblo, como cita ya el testamento de Ordoño II en 921 ("que vocatur Insula"). También se denomina El Peñón, El Peñón de les Ánimes y La Moral Grande"

El día 17 de agosto de 1967, a causa de un incendio en la pradería de El Peñón, salieron a la luz restos del viejo castillo, cimientos y estuco, según leemos en Castillos, palacios y fortalezas de Colunga, artículo de Vicente José González García publicado en la página de la Asociación de Amigos del Concejo de Colunga (AACC), que nos ofrece además este verso relativo al blasón del linaje de los Isla:

En campo excelente 

vi unas olas y tres flores

amarillos sus colores

De la Isla dice aqueste,

son las olas y las flores

SanchoPanzaXXI - CC BY-SA 4.0
 
Mismamente, el escudo del concejo de Colunga no deja sino de ser una adaptación del de los Isla, "erróneamente atribuido a los Álvarez de Colunga", dice el estudioso Omar Pardo Cortina. El cuervo nos recuerda a los topónimos a él relativos en esta costa y  los  patos que vemos abajo nos al mote de los de La Isla, coríos (patos), también coritos, según recoge el escritor e investigador Luciano Castañón en su Diccionario geográfico popular de Asturias:
Los coritos de La Isla
ya sabemos cuántos son:
veinticinco retorcíos
como cuernos de castrón.

Si la mar fuera de leche
y las piedras de borona,
los coritos de La Isla
llenaban la barrigona

La Isla, según Castañón recoge del acervo popular, era una referencia meteorológica, en este caso para bien y mal, comparándolo con Seloriu (Villaviciosa):

"Cuando suena la mar de Seloriu mete'l carru baxo'l horriu y cuando suena la mar de La Isla lava niña tu camisa"

"Si ruxe la cueva Seloriu, acoyi'l carru y güés sol horru; si ruxe la cueva La Isla, lava niña tu camisa"

Seguimos viendo las huellas en la arena de L'Arena, se acercan de nuevo a la arena mojada, como vamos a hacer nosotros, para cercarnos a la rampa de El Terreru

Desemboca, soterrado en nuestros días, en esta playa, el Ríu Llames, más bien un arroyuelo, a la altura de La Garita. Su topónimo tiene que ver con llama, llamargallamuerga, esto es, barrizal, lodazal, marisma, como la que se formaría en los terrenos llanos que atraviesa antes de llegar aquí. Ya se menciona en el interpolado testamento o disposición de Ordoño II en 921. También se le llama La Riega Llamas

Aquí está el Hotel Bahía o, como más es conocido, El Bahía, tal y como se nos informa en su misma web, al hablar de su historia:

"«El Bahía» como nos conocen en la zona, es un hotel pequeñito y sencillo en la playa de La Isla. Lo construyeron mis padres en 1987 y durante todos estos años nos hemos esforzado por mantenerlo bonito y acogedor. Ahora lo llevo yo, soy Isabel por cierto, que aún no me he presentado. Me he criado aquí, vivo aquí, es mi casa y por eso notarás que el ambiente es muy familiar y que muchos de los clientes forman parte de nuestras vidas desde hace años. Esperamos que tu estancia sea agradable y tranquila y que te quedes con ganas"

Y ahí está el Marejada Hostel"Destinado a peregrinos, amantes del surf y la montaña", como también leemos en su web, fue antes el histórico albergue El Furacu y ahora lo regenta el gran maestro surfista Ricardo Fernández Palomeque, director de la Escuela de Surf Marejada en La Isla, enfrente de la playa, donde también tiene su albergue, se inició en La Espasa en este deporte. Esta es parte de la entrevista que le hace el corresponsal Eduardo Lagar para La Nueva España publicada el 2-8-2022:

"Ricardo Fernández Palomeque nació en Oviedo hace 46 años y renació como surfista en la playa colunguesa de La Espasa. Fue cinco veces campeón de España de surf y llegó al número trece del ranking mundial. Dirige la escuela de surf Marejada, que tiene su centro de operaciones en La Isla. En La Espasa enseñan a surfear y en La Isla dan clases de paddle surf y de paddle yoga. Su mujer es profesora de yoga. Además, en la temporada baja asturiana, cambia de aires y abre el surfcamp que regenta en el sur de Senegal. 
"Nací como surfero en La Espasa. Desde los ocho años siempre veraneé aquí, en La Isla. Yo soy de Oviedo. Mis abuelos tenían una casa de veraneo en La Isla y mis padres se hicieron una. Ya cuando estaba terminando la carrera, que hice Administración y Dirección de Empresas, me quedé a vivir aquí, en La Isla. Hace ya más de veinte años que estoy aquí, con mi mujer y mi hijo, que tiene nueve años. Mi padre era médico y mi madre profesora, están los dos jubilados. No tenían nada que ver con ni con la empresa y ni con el deporte. Lo mío, digamos, fue una afición que nació de chiripa. Mis padres siempre me apoyaron pero yo sé que ellos hubieran preferido que fuera médico o trabajara en un banco. Pero yo estoy muy orgulloso y feliz por poder dedicarme a lo que me gusta. Hay mucha gente que eso no lo puede decir, que están en trabajos que no les agradan y tienen que hacerlos para comer".     
"Abrí en la escuela en 2003. Fui creciendo año a año. Ahora mismo, el surf es un motor económico fuerte de la costa en Asturias. Cuando empezamos éramos, creo, seis escuelas en toda la región. Era muy residual. Cada año casi doblabas la clientela. El surf es un deporte súperatractivo, todo el que lo prueba le gusta, se asemeja un poco al esquí. Cuando la gente ya vio que esto podría ser un motor económico pasamos de ser seis escuelas a no sé las que puede haber activas ahora. En Gijón debe haber unas diez. A nivel de Asturias seguro que hay una escuela por playa, por playa que haya olas, claro, y que no sea un rocódromo inaccesible".

Arriba, la gran panera de corredor y seis pegollos es también del albergue. Esa elevación se llama El Cuetín. A la derecha hórreo y chiringuitos. Detrás de El Cuetín, en La Ferrán, está la cueva de este nombre, también llamada Cueva'l Raposu, tal vez el mitreo o lugar del ritual mitraico, que en principio se realizaba en cavernas naturales

Otra soberbia vista del Sueve con sus mayores alturas. A su derecha El Picu Fontanielles (1.063 m), más a la izquierda el Picu Pienzu (1.161 m). A continuación El Cuetu les Duernes (1.059 m), El Picu Sellón (1.030 m) y El Picu Babú, de Los Cuervos o de Los Foyos (929 m). En las memorias de sus veraneos a mediados del siglo XX, Josefina Gómez Mendoza escribe así de sus impresiones de esta sierra en el conjunto de este paisaje:

"... percibíamos la sierra del Sueve como singular, la montaña meridional de la Isla, sin la más mínima conciencia de que formara parte de la rama litoral de la cordillera cantábrica. Pero lo es, un macizo de calizas antiguas, levantado por la orogenia alpina, que culmina en el Picu Pienzu, a 1.160 m. Apenas dista cuatro kilómetros de la costa, por lo que los ríos, el Libardón y el Espasa se despeñan por las laderas, solo se ramifican al llegar al llano."

Según nos acercamos a El Terreru vemos la la línea de edificaciones que se prolonga desde La iglesia, La Escuelina y La Retoral a lo largo de todo el paseo. Volvemos a pisar la arena seca

Tomamos como referencia los ocalitos, pues a su izquierda está la rampa a la que nos dirigimos, junto a la explanada herbosa y dunar del parque El Peñón, acondicionado como tal en 2010 y donde se celebraban las fiestas de La Velilla

Otro acceso a El Terrerón, más inmediato para nosotros, son las escaleras que hay enfrente del Marejada Hostel, que vemos detrás de esta gran roca que aflora en medio del arenal: La Moral Chica

Desde aquí tenemos otra muy buena vista de El Peñón y otros más pequeños peñascos que se extienden a su izquierda, hacia La Garita, El Peñón y La Peñina. Haí está El Pozu les Xulies, apreciado por los pescadores de esta especie piscícola (julia, Coris julis), de ahí su nombre. 

El Pozu les Xulies era además la zona donde acostumbraban a bañarse los mozos de La Isla, pues está en un lugar que cubre muchísimo. Recoge de un informante Hevia Llavona, "qu'en baxamar paecía que nun cubría ellí l'agua y resulta que dempués tapaba a ún, de pie y colos brazos estiraos p'arriba"

Otro pozu es El Pozu'l Castiellu, una cueva grande con dos entradas que perfora El Peñón de parte a parte. Es un muy llamativo resultado de la erosión y una de las características de El Castiellu, no obstante tiene fama de peligroso desde que se ahogase gente en él a principios del siglo XX

El Castiellu, como hemos dicho, también es llamado La Moral Grande, y tiene además de su costado noroeste una prolongación que queda cubierta por el mar en pleamares, llamada La Moral, siendo sus rocas, agujereadas por el mar, un excelente refugio de los oricios o arcinos, erizos de mar (Paracentrotus lividus), muy apreciados en la gastronomía asturiana

Zona de duchas, junto a las escaleras, desde donde disfrutamos de una maravillosa panorámica de esta concha, con La Barquera y La Garita ante nosotros, así como el pedreru de El Pastote y sus fincas, subiendo a El Castru


En la zona más pegada al paseo de El Terreru es donde suelen disputarse en verano los clásicos partidos de vóley-playa

Si nos apetece caminar un poco más por la arena de L'Arena, valga la redundancia, continuaremos unos metros más hasta la rampa, al lado del antiguo prau de la fiesta de La Velilla, actual parque El Peñón, a la sombra la ocalital

A nuestra izquierda, final de El Terreru, entre el Hotel Bahía y un chalet, está La Caleya Teldiz, hoy asfaltada, que es un camino que comunica la playa con la N-632 por el lado E., pasando al lado del legendario Cuetu Cambroña. El terreno para hacer el camino lo donó Enrique Hidalgo, en cuyo honor se le dedicó la calle

En esta parte de El Terreru hay algunos chalets con terreno, algunos aprovechados para campamentos de verano, como el Asturias Berlitz Camp, justo antes de La Retoral, cuyo tejado asoma justo al final de la rampa, a la izquierda de los ocalitos

En lo concerniente a las trincheras de la Guerra Civil en La Garita, hemos de decir que fueron descubiertas casualmente en enero de 2014 en unos trabajos de desbroce y limpieza llevados a cabo por personal del Ayuntamiento de Colunga en la senda costera. Se trata de pozos de tirador para uno o dos soldados. El corresponsal de El Comercio, Terry Basterra, aún conoció en 2014 la memoria de aquellas trincheras donde, tras la contienda, los críos y crías de La Isla jugaban al esconderite, e incluso a quienes se acordaban de aquella guarnición republicana, como la vecina Araceli Quesada García:

"Toda la vida pasamos por allí para ir a pescar. Recuerdo todavía que los milicianos tenían una caseta y nos decían que los Nacionales nos iban a llevar a los niños en un saco. También recuerdo los bombardeos en el Fito y que había un polvorín en Loja"


No obstante en La Isla no parece haber habido combates, el desembarco no se produjo y la población permaneció en la retaguardia republicana del Frente Norte hasta su caída final en octubre de 1937. Los bombardeos en El Fitu pudieron deberse a que hubo un último intento de establecer una línea de defensa en el Sueve tras ser desbaratada la del Sella


Si bien no hubo combates en La Isla, la vida fue, como en toda España, muy dura en la guerra y la posguerra. Esto se manifestó posteriormente, aunque del tema no solía hablarse o veladamente. Estos son algunos de los recuerdos de Josefina Gómez Mendoza al respecto, citando al doctor Manuel Vigil González-Cutre, veraneante habitual y autor de La Isla en el recuerdo:
"Dice Vigil en su libro sobre La Isla en el recuerdo  que, aunque era evidente que los niños pertenecían a familias de distintas ideologías, la convivencia era perfecta y a él sus padres nunca le habían prohibido la compañía de ningún otro niño, ni advertido contra nadie. Es cierto, yo tampoco tengo ningún recuerdo negativo: las pandillas de chicos y chicas, hijos de veraneantes, e incluso algunos niños del pueblo jugábamos entre nosotros sin ningún cuestionamiento ni prohibición, sobre todo en el porche de la iglesia, en el arenal, en el terreru, incluso a la entrada del cementerio (donde yo cumplí con el rito iniciático de encender un cigarrillo), o por la carretera hacia la venta de la Espasa. Los mayores se hacían novios o al menos tenían amistades amorosas durante el verano.(...) 
No creo que intuyéramos nada del pasado de aquel pueblo ni que supiéramos que la guerra civil había sido allí muy dura. Es como si aquel lugar no hubiera existido antes de que nosotros fuéramos. Además, en mi infancia no se hablaba de la guerra, en todo caso solo de lo sucedido a algunas personas. Según leo en el libro de Vigil, en la Isla en 1925 se había constituido una Junta de Vecinos alentada por el párroco y de la que formaban parte la maestra, el alcalde pedáneo, algunos concejales de Colunga como las Margolles, y algunas de la primeras familias asentadas, como los Caveda. El objetivo, “velar por la moralidad pública, la higiene pública y el mejoramiento y desarrollo de la cultura del pueblo” (Vigil, 2001, 42). Era evidente que existían escuelas públicas desde hacía tiempo, de niños y niñas, pero también una casa-cuartel de la guardia civil con guarnición, el del Horrón, precisamente instalado en la antigua escuela de niñas, cuartel que, bien pensado, resultaba desproporcionado para el número de habitantes. Yo creo que incluso estuve dentro de la casa-cuartel, y que tenía algún amigo hijo o hija de los guardias. De lo que no cabe duda es de que en los primeros meses de la guerra la iglesia fue quemada, y en 1938 reconstruida al ocupar las tropas “nacionales”  la zona oriental de Asturias. Entonces, uno de los maestros fue fusilado. 
Todo eso no lo sabíamos, ni nuestros padres, si lo sabían, nunca tuvieron el más mínimo interés en contárnoslo, al menos a mí. De lo que sí guardo (guardamos) una imagen imborrable es de un hecho que sucedió a finales de los años cincuenta: corrió la noticia de que había sido detenido un maqui muy peligroso, el Juanín; de que lo tenían en el cuartel y se lo iban a llevar en el coche de línea. En efecto, le llevaron andando por el ramal hasta la carretera: era un pobre hombre que apenas podía caminar y lo llevaban, colgando de los hombros, los dos guardias;  le habían dado, sin duda, una paliza. Se habló mucho de las fechorías que habría cometido. No en mi casa. Me parece que luego se supo que aquél no era el Juanín, aunque que coincide que el verdadero fue ejecutado por esas fechas. Este es el recuerdo más claro que yo tengo de la realidad de la guerra y de la represión"

Aquí dejaremos ya la arena de la playa para subir la cuesta de la rampa hasta donde nos habíamos propuesto llegar desde El Barrigón, yendo en dirección a la iglesia y al barrio de La Xunglar, donde enlazaremos con el camino, señalizado con flechas amarillas, que viene de desde la cercana N-632 por El Ramal

Vemos que aquí en esta franja se ha recuperado parte de la duna de la playa y su vegetación, que se extiende de L'Arena hacia La Barquera

La Isla estuvo realmente poblada desde mucho antes de la época castreña, los más antiguos hallazgos su hunden en las profundidades del Paleolítico: hachas de mano o bifaces, tal vez achelenses o musterienses, concheros asturienses, estelas anepigráficas, posiblemente neolíticas, túmulos megalíticos...

No es para nada extraño que aquellas antiguas civilizaciones de cazadores y recolectores se asentasen en la franja costera, pues buena parte de sus sustento vendría del mar, de ahí los famosos concheros, grandes montones de cáscaras de mariscos que en muchos casos y periodos parecieron ser la base, o una de las bases, de su alimentación, dada la ingente cantidad de materiales hallados


Y aquí, en infinidad de resguardas calas como fue esta cuando El Peñón era una península, aparecerían los pioneros de la navegación marítima, preferentemente de cabotaje, pero enseguida se emprenderían las grandes navegaciones atlánticas, tal vez primero siguiendo a los bancos de pescado que a la vez aprovechaban las corrientes marinas, luego estableciendo rutas comerciales y de contacto, tal y como ponen de manifiesto obras como la Ora Marítima, el Leabhar Gabhála o las leyendas de San Balandrán

Aquí tenemos El Peñón subiendo la marea, con su llastra o gran roca lisa siendo cubierta por las olas

Desde aquí tendremos además una gran vista del tramo de costa que acabamos de dejar atrás, viniendo por Caravia, vamos a repasarlo durante un instante

A lo lejos, los acantilados de L'Atalaya, La Beciella, Peñaforada, La Punta Melín... por donde venimos de La Tuerba L'Arenal de Morís

Más a la derecha, la Playa Moracéi con El Pozu les Pipes, la primera de esta serie de arenales que prácticamente puedes recorrer andando por la arena en las grandes bajamares

Siguen las de El Visu y La Espasa, las últimas de Caravia. Y aquí de frente El Piñoble y La Punta'l Cuervu, ya en Colunga

El Barrigón, ya más lleno de gente, de donde venimos ahora. Sigue habiendo buen paso a La Isla por el pedreru que las separa, por donde hemos venido

Sobre El Barrigón El Prau'l Cuervu y Entreplayas. Más en la distancia Los Duesos, en Caravia. Ahí la iglesia parroquial de Santiago atestigua el paso de peregrinos por el Camín Real, donde hubo una hospedería de romeros que en el siglo XVIII un texto atribuyó, sin más documentación, a los templarios

De ahí es la famosa estela de Los Duesos, datada en periodo de romanización pero con una decoración de formas y entrelazos claramente prerromana. Está expuesta delante de la iglesia de Santiago, donde estuvo anteriormente, sucesora del monasterio de esta advocación, otra de las fundaciones de Muio Roderici, El Can, padre de la condesa Aldonza y esta esposa del conde Piniolo

Los condes dueños de estos parajes, quienes los permutaron a la Corona a cambio de aquellas posesiones en el alejado suroccidente astur para fundar un nuevo monasterio...

En la lejanía, la alargada silueta de la Sierra del Fitu al E., prolongación de la del Sueve hacia al mar

El istmo de El Peñón visto desde El Terreru y la ribera llena de ocle. Dado que ya no se recoge para abono se retira con excavadoras periódicamente

Todo el arenal en su conjunto es un gran paseo de mar y arena, inolvidable de recorrer

Por eso pensamos que, apartándonos unos muy escasos metros en este tramo del Camín Real, muy transformado y casi todo él una carretera entre La Espasa y La Isla, ganamos bastante en placidez y paisaje si queremos optar por el paso de La Isla, hacia sus albergues y bellas playas

Recordemos además que nos estamos tampoco ideando una nueva ruta, La Isla figura como un tránsito caminero hacia Llastres y su puerto, empleado también por los peregrinos. Puede consultarse por ejemplo en el mapa desplegable (página 121) del libro del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) titulado Asturias concejo a concejo. Ribadesella, Caravia, Colunga (varios autores)

Ya estamos al lado de El Pastote, entre La Garita y El Castru, "pedreru de regodones grandes" nos dice Inaciu Havia Llavona, así como que es también el nombre de los prados cercanos. En 1942 se construyó en ese promontorio la Casa de Casares, para Julio Casares y Sánchez, miembro de la Real Academia Española (RAE), lexicógrafo y diplomático. De él habla también Josefina Gómez Mendoza:

"Casares, al final de la guerra, se compró el terreno del Pastote, al lado de la Atalaya, y allí pasaba las vacaciones con su familia desde 1942 hasta su muerte en 1964. Según cuenta su nieto, en la parte alta de la casa, tenía el académico un pequeño despacho en el que fue reuniendo las papeletas de su diccionario"

Y dejamos la rampa en El Terreru, donde se ha habilitado un paseo de entablado y barandillas que se dirige hacia los ocalitos, a un paso ya de La Retoral y de la iglesia

Caseta de los salvamentos, habilitada en verano. El paseo se dirige todo recto hacia La Xunglar y La Barquera 

J M G Valles, en su blog Árboles de Madrid, que también tiene un apartado para los de Fuera de Madrid, escribe así en Eucaliptos de La Isla (Colunga):

"Parecen esperar a que termine su digestión para meterse en el agua.

Y su espera se está haciendo un poco larga. Puede que nadie les haya dicho que los árboles “no hacen la digestión”.

Y menos los árboles forasteros. Porque los eucaliptos (“ocalitos non”) en Asturias son forasteros, al lado de robles, castaños, hayas y demás.

Ya, ya, diría el eucalipto si pudiera hablar, aquí me gustaría a mí ver a un roble con toda su alcurnia.

Estos viejos árboles, guardianes de la playa, son la única presencia arbórea (y casi vegetal) en el arenal. La vista pasa de ellos a la isla que da nombre al lugar y al pueblo y luego busca en la lejanía otras playas, otros pueblos, otros tiempos.

Testigos mudos

Sueños de gigantes

Compañeros"

Ante la playa, varios edificios notables, de alguno de ellos ya hemos hablado, de otros aún no. Eran mansiones de veraneantes de clase alta, construidas a lo largo del siglo XX en diferentes épocas y distintos gustos y estilos ya prácticamente desde la entrada a La Isla por El Ramal. Así nos lo explica Gómez Mendoza:

"En la playa de la Isla la más visible sigue siendo la de los Hidalgo del Banco Herrero: hoy el paseo del Terreru se llama Enrique Hidalgo. A todos ellos se unían algunos que tenían casas fuera, como los García Mauriño que vivían en Caravia. Con el tamaño que tenían las familias de entonces, hubo amigos y amigas de todas las edades, para cada uno de nosotros. Por el cantil, estaban las casas con mejores vistas sobre el mar, la Torre, la Atalaya, la Huertona donde veraneamos un año."

Vemos, más cerca, La Garita, El Xalé del Reló o Xalé de Don Torcuato, lo registra Llavona. Está construido en un estilo montañés de preguerra ya en plena posguerra (1953), lo que demuestra la mucha aceptación de esta arquitectura de torres en esquina, grandes alerones de los tejados y, acompañándolo, hermoso jardín arbolado

Construido en mampostería y ladrillo, se accede a él por una escalera de piedra casi sobre el mismo arenal, pues está elevado respecto a este. Cerrado por un alto seto, recorre esta lado un camino, también elevado sobre muro de piedra, que comunica con El Castru

Y por supuesto, en la fachada de su torre, de planta cuadrada y tejado a cuatro aguas, el reloj de sol. Esta tiene tres plantas mientras el volumen principal del edificio es de tres. Esta es parte de su descripción en el Catálogo de Recursos históricos y artísticos del concejo de Colunga, que encontramos en Buscólu. Comunidad de noticias del Oriente de Asturias:

"Planta rectangular con torre en esquina. El volumen principal  tiene dos plantas, mientras que la torre integrada en el edificio en el ángulo izquierdo, sólo destaca un piso sobre el edificio, tiene planta cuadrada y cubre a cuatro aguas.   

Planta baja  abre tres arcos de medio punto, que descansan sobre gruesos pilares, y forman un porche en esquina. La planta baja del edificio está revestida de piedra, el resto del edificio está cargado y pintado en blanco.

La torre en sus dos lados presenta idénntica estructura, planta baja ventana rematada en arco de medio punto, primer piso balcón con antepecho de hierro forjado y en el segundo piso triple arcada de medio punto. 

Flanqueando uno de los balcones aparecen dos escudos y sobre el orientado al mediodía un reloj de sol.        

En el resto del edificio se repiten los balcones y las ventanas en arco de medio punto. Todos los elementos decorativos pertenecen a la corriente historicista, las molduras en oreja que rematan los balcones, los escudos, todos realizados en piedra  artificial. 

El edificio se remata en alero pronunciado con canecillos de madera"

A la izquierda, separada por un muro de El Terreru, está La Retoral, la casa rectoral, dentro de La Llosa'l Cura. Más al fondo asoma la iglesia. Unas tablas tendidas en el suelo nos revelan que aquí está la Escuela de Surf Salaos121, de Nando Fonseca, entrevistado para la sección Pegados a la tierra de El Comercio por Gloria Pomarada:

"Cuando pasión y emprendimiento convergen nacen negocios como Island 121, un proyecto innovador que hunde sus raíces en la localidad colunguesa de La Isla. Allí lleva viviendo «toda la vida» su artífice, Nando Fonseca, un enamorado del surf que en su búsqueda continua de retos decidió expandirse del mar a tierra firme. «Intenté llevar los movimientos del surf al asfalto para los días que no había olas», cuenta. No lo hizo con los «patinetes convencionales» disponibles en el mercado, sino que aunando su otro hobby, la madera, comenzó a diseñar y fabricar «tablas imitando las de surf». «Fue ensayo error, el primer patín abrió a la mitad, pero di con la técnica», explica. El resultado son una tablas diseñadas para practicar ‘longboard‘, disciplina similar al skate que emplea patines de más longitud. Al alcanzar mayores velocidades, son idóneas para carreras o bajar cuestas.

Lo que empezó como afición hace cinco años, terminó convirtiéndose en proyecto empresarial, pues «a la gente le gustó y poco a poco, dentro de las posibilidades económicas porque la madera es cara, hice una remesa de ellos». En su taller de La Isla sigue desde entonces «fabricando según se va vendiendo», con diseños únicos y a través de un proceso totalmente artesanal. «Es laborioso, no es lo mismo que hacer algo en serie. La madera es de una sierra de bosques sostenibles y aquí hacemos todo: el diseño, la elaboración, el corte…», enumera. Incluso el último eslabón pasa por sus manos y él mismo se encarga de probar los ‘longboard‘. «Es una sensación diferente patinar con algo que hiciste tú. No es ir a una tienda y tener cuarenta iguales, esto es único y exclusivo, cada patín es diferente al otro y la gente que me encarga también puede venir a ver cómo se hace», destaca.

Siempre con la madera como protagonista, Fonseca ha ido ampliando su catálogo, que incluye ya creaciones como palas de playa, elementos decorativos de inspiración marinera, juegos de ajedrez o mobiliario. «Todo lo que se me va ocurriendo, me gusta complicarme la vida». Por ello está ya inmerso en una nueva meta, la de «dar el salto» a la venta por internet.

Los ritmos de su trabajo los marcan las estaciones, con la labor del taller concentrada en el otoño y el invierno, cuando las calles de La Isla se vacían del bullicio del verano. La intimidad de esos meses de temporada baja, entregados a la creación, dejan paso a partir de mayo a su otro negocio, la escuela de ‘paddle surf’ Salaos. Junto a su pareja, Tania Suárez, optó así por diversificar en 2017 y el experimento se ha demostrado incluso a prueba de pandemia. «No la sufrimos mucho porque el trabajo en el taller continuó y la playa en verano estuvo abierta», indica. En todo caso, la vocación de Salaos, con y sin covid de por medio, es la de ser una escuela de grupos reducidos y volcada en el medioambiente. «Hacemos actividades de ir a limpiar ríos porque con las tablas llegas a sitios que caminando no puedes», ejemplifica. La experiencia personalizada en el mar gana también adeptos entre los clientes, quienes «ven la costa desde otra perspectiva».

La suya, afirma con rotundidad, es la de seguir en La Isla, sin ánimo de perseguir macro negocios sin alma obsesionados con hacer caja. Porque tanto Nando Fonseca como Tania Suárez saben que trabajan para vivir y para hacerlo además donde y como quieren. «Tengo clarísimo que no me quiero marchar. No todo es lo económico, es la calidad de vida que consigues», sentencia."

Media docena de ocalitos de viejos y gruesos troncos se extiende en fila por El Terreru. Solamente aquellos que se plantaron con fines ornamentales son tan longevos. Especie de crecimiento rápido, se vio enseguida su utilidad para todo tipo de obras, especialmente construcción, entiba minera, postes, etc., y su exotismo desaparecido desapareció, más luego con los grandes monocultivos, que se extendieron por gran parte del Cantábrico, para la industria papelera

De frente, Villa María Luisa, cuyo origen está en otra más antigua construida en 1870 por el emigrante a Cuba, donde trabajó de panadero, Andrés Valle. Hacia 1920 sus herederos la vendieron a otro indiano, Andrés Vigil, que la transformó ampliamente. A su derecha, La Caleya l'Arena es el camino, ahora calle asfaltada, que comunica la Playa la Isla con el barrio de y casona de La Quintana (esta tapada por el árbol). A la derecha el prado de La Fazona, donde se ha edificado un chalet

Andrés Vigil acometió la construcción de un cuerpo prismático porticado en su lado este, mientras al oeste hace esta torre. El conjunto, construido en mampostería, ladrillo y sillar, es así comentado en el citado Catálogo de Recursos históricos y artísticos del concejo de Colunga:

"En las proximidades de la playa se alza esta muestra de estilo montañés. Se construyó en el año 1870 y posteriormente entre los años 1920-30 se le añadió un cuerpo longitudinal. 
La primera construcción se traduce en un volumen sencillo tradicional, prismático con tres plantas, alero de varias hileras de tejas superpuestas, cubre a cuatro aguas. 
El cuerpo que se le añade en los años 20-30 es longitudinal dando a la fachada una forma apaisada. En esquina una torre cuadrada de tres plantas y un cuerpo alargado más bajo de tan sólo dos plantas. 
Esta torre se localiza en  uno de los ángulos del edificio. Abre balcón volado en esquina en el primer piso, con repisa de piedra y antepecho de hierro sencillo.La puerta que se abre al balcón, tiene un dintel decorado en su parte alta en forma de frontón escalonado con un escudete liso, sin decoración, en el tímpano. El segundo piso de la torre esta perforado de ventanas. Esta torre de planta cuadrada se remata en una alero de madera muy saliente que protege las ventanas. Y cubre a cuatro aguas. 
El cuerpo longitudinal ,de dos plantas, con distribución simétrica de vanos, tres por planta. En la planta baja la fachada se abre en tres arcos  rebajados, muy amplios, formando un amplio  y profundo porche revestido de azulejos. En el primer piso en correspondencia con estos arcos se abren tres grandes vanos.  
El cuerpo longitudinal cubre a tres aguas, y la torre remata  en un gran alero muy volado de madera".

 

A su izquierda, entre Villa María  Luisa y El Xalé del Reló, y entre La Barquera y La Garita, La Casa l'Arena, también frente a la playa


De una de las ramas de los Vigil era el doctor Don Manuel Vigil González-Cutre, el citado autor de La Isla en el recuerdo, nacido en Villaviciosa en 1932, donde estudió en su Colegio de San Francisco para luego licenciarse en Medicina y Cirujía por la Universidad de Salamanca y doctorarse como oftalmólogo en Madrid. Leemos más de su biografía en Buscólu:
"Ejerció su profesión en Luarca y en Gijón donde residió hasta su muerte en Octubre de 2011 muy vinculado siempre al movimiento cultural de la ciudad a través del Ateneo Jovellanos. Ya casado, y con hijos siempre pasaba sus veranos en la localidad colunguesa de La Isla, a la que dedicó una preciosa obra: “La isla en el recuerdo”. 
El doctor Vigil – Manolo – nos dejó todo un legado de cómo ser una persona íntegra, de recto proceder y del valor intrínseco de vivir cada día, algo que refleja muy bien en “La Isla en el recuerdo” sin duda. Querido y admirado tanto por sus vecinos, como por sus amigos y compañeros de profesión, que siempre lo definieron como un hombre bueno, de exquisitos modales, trato cordial y sencillo que se les ofrecía tanto en su faceta como persona como en la de mano firme de cirujano. 
Católico convencido y profundamente religioso el doctor Vigil también supo plasmar sus inquietudes en un brillante trabajo documental: “La infancia de Jesús en el arte” en el que se pueden contemplar escenas puntuales de la vida del Niño en Nazaret en compañía de sus padres, ilustrados con hermosas reproducciones de cuadros de autores españoles y extranjeros, adornadas con eruditos comentarios"

Según avanzamos, un nuevo tramo de costa abarcamos con la mirada, más allá aún de El Peñón, un lejano cabo asoma al este, más allá aún de donde las últimas estribaciones de la Sierra del Fitu se desploman sobre la mar


A la izquierda de El Peñón y en la distancia, asoma La Punta la Sierra o Punta los Carreros, que guarda la ensenada de la Playa Vega, en Ribadesella/Ribeseya, El pueblo de Supermán, titulábamos en una de nuestras entradas de blog


Es muy posible reconocer en días claros y pese a la lejanía, el resplandor de su dorada playa. Sobre ella La Mortera y los altos de La Braña (165 m), otro hito del Camino de Santiago en Asturias que hemos dejado a nuestras espaldas 


No siempre fue fácil convivir con la presencia de bañistas para las personas más pudorosas. Si ya en 1925 el párroco y algunos vecinos constituyeron una junta encargada de "velar por la moral", poco éxito parece haber tenido, pues según Manuel Vigil en su libro, el cura aprovechó una misa de fiesta de concurrencia para proclamar lo siguiente:
“Hoy es el décimo domingo de Pentecostés y, aprovechando la coyuntura, os digo que cada día veo más mujeres ir a la playa en traje de baño, pero sin falda”

Tiempo ha, desapareció en La Barquera Casa Margolles, pegada a la misma playa. Posteriormente se construyeron otras. Varias sendas cruzan hacia el arenal por las dunas

De ahí hacia atrás sería el cogollo del pueblo de La Isla anterior a su expansión urbana hacia La Xunglar, El Ramal y El Terreru. Ahí vivían los vecinos de siempre, con sus hórreos, cuadras y caserías, de lo que continúa diciéndonos Gómez Mendoza:

"La Isla estaba habitada todo el año por no mucho más de veinticinco familias, lugareños que vivían casi todas de tierra, en general arrendada, y de ganadería propia. En el pueblo había casas con cierta historia como la de don Pedro Quirós, pero la mayoría eran bastante humildes, de piedra, con algo de adobe, casi todas con ventanas externas y algunas galerías y corredores buscando la buena orientación. Los hórreos eran, como acostumbran en esta parte de Asturias, externos, en la plaza del Horrón había varios. Las vacas iban de las cuadras a los prados por todo el pueblo, a veces les ponían hierba podrida y algas, y todo ello, junto con las panochas de maíz y las omnipresentes boñigas daban un suelo de textura y olor muy característicos."

Muchos de aquellos veraneantes eran empresarios o profesionales e industriales pudientes cuyo contacto con el exterior se basaba en una centralita situada al otro lado de la iglesia. Luego corrían las noticias a viva voz, cuenta asimismo Josefina Gómez Tabanera:

"Porque los recados en aquella comunidad se trasmitían de forma visual u oral de grupo en grupo; en particular los recados de teléfono que procedían de una centralita situada en frente de la Iglesia: “que avisen a fulanito…que avisen a mengana”. Así, en los años cincuenta cuando ocurrieron las grandes huelgas mineras, circulaba por la playa de boca en boca con cierto temor: “cerró la Nicolasa”, “cerró la María Luisa”, “cerró la Camocha”, en referencia a los pozos mineros, y algunos propietarios o vinculados al mundo minero se conmovían. También llegó de esta forma, el recado telefónico a nuestro padre cuando le nombraron para el litigio de la CHADE, la compañía hispano americana de la electricidad. Lo recuerdo bien, por lo misterioso que resultó para mí aquel nombre: pero también sin duda porque determinó un cierto cambio de nuestra situación económica"

Cruzamos a la izquierda, a La Escuela Vieya o La Escuelina, pequeño edificio de una planta que fue antiguamente la cuadra de la Casa Rectoral y se rehabilitó como escuela hacia 1901, estando en uso hasta que en 1950 se hicieron Les Escueles Nueves, al lado de La Colonia, auspiciadas por los fundadores de esta y construidas a su lado, el matrimonio de maestros benefactores, Francisco Carrillo y Lorenza Khoeler

Más allá, La Llosa'l Cura, que en verano se habilita para parking, y El Ramal, la entrada a La Isla desde la carretera general, por donde viene el Camino, señalizado con flechas amarillas, que se ha separado del oficial en dicha carretera en Güeñu. Lleva actualmente el nombre de Francisco Carrillo. Ahí están algunas de las casas de veraneantes más antiguas. Repasamos de nuevo los recuerdos de Josefina Gómez Mendoza:

"A la Isla se entra por el Ramal, hoy calle de Francisco Carrillo, que arranca de la carretera 632 que une Santander con Oviedo, en ese tramo Ribadesella con Canedo. Ahora está la autovía del Cantábrico. Hasta allí llegábamos en el autobús de “la Línea”, que en nuestra época no sé si era todavía Autobuses de Luarca solo, o ya ALSA. Al menos en nuestros primeros veraneos, cuando no teníamos coche, cogíamos el tren de noche en la estación del Norte, o Príncipe Pío de Madrid, que paraba en la estación del Campo Grande en Valladolid sobre las dos de la madrugada: nuestras tías vallisoletanas nos llevaban bocadillos y algo caliente, y seguíamos hasta Gijón. Nos encantaba ir en la baca del coche de línea, y coincidir, como era y se decía entonces, con paisanos, lecheras, y pescadoras. El autobús se paraba a la entrada del Ramal y hasta la casa que alquilaban nuestros padres, que estaba en el mismo ramal, nos llevaban los baúles y maletas en carros -recuerda María- y nosotros íbamos andando. En aquella casa de las García, en un pequeño cuarto con ventana al mismo Ramal, escribió nuestro padre, Emilio Gómez Orbaneja, su libro de derecho procesal y los Comentarios a la ley de Enjuiciamiento Criminal."

La Escuelina, actual Centro Social de La Isla, está en una esquina de La Llosa'l Cura, encima de su yacimiento arqueológico, restos de una villa romana y termas, destrozado en parte con las obras de saneamiento del año 2000. Existe tradición oral de hallazgos ocasionales, como una estela redonda con dos agujeros y otros, que han desaparecido. También popularmente se habla de una "piscina" para "baños de carquexa", una especie de algas, es decir, baños de mar

Pegada la muro de la escuela, una fuente. Más antiguamente hubo otras escuelas, las primeras de La Isla de las que se tiene noticia, en el barrio de L'Horrón, donde después se hizo el cuartel de carabineros

Aquí se unen El Terreru, La Barquera y La Xunglar, vamos a la izquierda la iglesia parroquial, al final de La Llosa'l Cura

La Iglesia y su campo, iglesia parroquial de Santa María de la Isla o Santa María de Tona, reedificada en 1770 sobre otra más antigua, sucesora del antiguo monasterio medieval de esta advocación, mencionada en 1613 como Santa María de Tonaula. Entre los años 1862 y 1870 aparecieron porciones, reaprovechadas para hacer paredes, de una piedra con inscripciones en honor a San Salvador (...Sci Sa(lv)atoris et Sci T(h)om(a)e templum), si bien se atribuye a que pudo proceder de otra iglesia, citada en 1873 en un escrito para la Comisión de Monumentos, que informa de un "templo bizantino", como solía denominarse al Arte Asturiano o "prerrománico" por entonces.Por otro lado, no se sabe de dónde puede salir el error de denominarla como San Juan de la Isla en algunos lugares, incluso en trabajos eruditos sobre los restos arqueológicos aquí encontrados

Ara de Mitra de La Isla. Universidad Carlos III Madrid

En esos tiempos de la reedificación de la iglesia en 1770, apareció, y estuvo empotrada en sus muros, la famosa ara de piedra arenisca con la inscripción dedicada a la divinidad oriental Mitra, de origen persa y cuyo culto de extendió por todo el Imperio Romano de una manera bastante similar a cómo lo hizo el cristianismo (con quien guarda ciertas coincidencias), por las principales vías de comunicación terrestres y marinas, a través de legionarios, comerciantes, esclavos, funcionarios a partir de ciertas poblaciones principales, como podría ser este el caso, existiendo no obstante cierta controversia sobre cuál o cuales de estos grupos sociales conformaría en La Isla sus fieles. El famoso epigrafista Emil Hübner la dató en el siglo III y su texto, tanto su escritura, traducción e interpretación, también está sujeto a diferentes versiones. Esta la hallamos en la página Mitra en Hispania:
Ponit Inv/icto Deo / Au(gu)sto. Po/nit lebien/s Fronto / aram Invi/cto Deo Au/ (gu)sto. F(ronto) Leveiu/s ponit, pr(a)e/sedente p[a]/[t]rem patr[um] / [c]um leon[ibus]/ M(onumentum) [h(oc)]. 
Lo erige para el Invicto Dios Au(gu)sto. Erige, de buen grado, Fronto el altar para el Invicto Dios Au(gu)sto. Fronto Leveius, erige este monumento presidiendo el padre de los padres con los leones.

Realmente fueron los romanos los que hicieron el mitraísmo, tras entrar en contacto con él a través de la frontera oriental del Imperio, mantuvieron ciertas apariencias como el mismo aspecto del dios con su gorro frigio y su vestimenta pérsica, pero lo transformaron en una religión esotérica con ciertos ritos altamente impactantes como el sacrificio del toro, exaltando, como en ciertas sociedades secretas, los valores de honestidad, coraje y arrojo personal, por lo que los militares eran especialmente atraídos por su culto

Además, lo mistérico de sus rituales reforzaba los rituales de la comunidad. El especialista Narciso Santos Yanguas, en su muy interesante trabajo El culto a Mitra en Asturias en el marco de los cultosorientales en la Península Ibérica, se nos informa que los fieles ingresaban en su culto tras superar un proceso iniciático, dividido según san Jerónimo en grados, que de menor a mayor categoría serían los siguientes: Corax (Cuervo); Chryphius (Grifo) según unos autores, o Nimphus (casado, desposado) según otros; Miles (Soldado); Leo (león); Perses (Persa); Heliodromus (Corredor del Sol); y Pater (Padre) (...)

"A este respecto, en la inscripción de La Isla se menciona tanto el cargo más elevado de la organización sacerdotal conectada con el dios Mitra (pater patrum), que se nos documenta aquí como pater patratum, como uno de los niveles intermedios de dicha estructura religiosa, el correspondiente a leo (león); en realidad no constituyen más que un exponente de lo que sería la jerarquización sacerdotal de Mitra en su conjunto, aunque nos dan pie para poder afirmar la existencia de una comunidad de creyentes en dicho territorio, que celebrarían los cultos de esta divinidad oriental. 

Quizás haya que conectar el arraigo del culto a Mitra en dicho territorio de Colunga con la presencia de una vexillatio (destacamento militar) asentado en dicho emplazamiento o en sus alrededores; ahora bien, este grupo de soldados no tendría que estar vinculado directamente con la legión VII Gemina sino tal vez en conexión con la escuadra romana del Cantábrico, cuya importancia arrancaría al menos de los años correspondientes a las guerras astur-cántabras. 

Entre los objetivos que cumpliría este ejército naval del Cantábrico, en el transcurso de la segunda mitad del siglo I y todo el siglo II, se hallarían los relacionados con la salida de los productos mineros, tanto de las minas de oro como de hierro, contando en este último caso el entorno territorial del mitreo asturiano con varios yacimientos próximos. Actualmente, frente a lo que opinaba Cumont, cuya tesis sigue García y Bellido, y de acuerdo con la cual el ejército desempeñaría un papel fundamental en la difusión del culto a esta divinidad, el colectivo militar constituiría sin duda uno de los grupos más adeptos de dicho dios, aunque sin ser en ningún caso ni el más representativo ni el más activo ni exclusivo en lo referente a la difusión de su culto por todo el Imperio romano."

La comunidad mitraica de La Isla es la única localizada hasta el momento en Asturias, parece que, como en otras parte de la Europa Atlántica, por alguna razón, no caló su culto entre los indígenas y sí en grupos procedentes de otros lugares asentados en enclaves de tránsito, como sería aquí el caso:

"En este sentido, mientras que en otras provincias imperiales, como Germania, por ejemplo, la epigrafía mitraica nos ofrece la presencia de indígenas, en las regiones que contaban con un sustrato céltico prácticamente no se da esta circunstancia, como es el caso de Hispania y Galia. 

De esta realidad parece concluirse que tal vez existiera un dios céltico, cuya vigencia en tiempos romanos continuaría siendo intensa, con unos cultos y funciones religiosas similares a los mitraicos; es posible que dicha divinidad pueda ser identificada con Lugus (Lug), asociado algunas veces a Mercurio, otro dios que para algunos investigadores hay que considerar en paralelo con Mitra. 

Hemos de pensar, sin embargo, que este papel lo pudo desempeñar alguna otra divinidad celta, como Esus, Cosus o Taranis, pero su difusión resulta mucho más débil que la de Lug por el territorio hispano; quiere decir esto que, aunque no se daría realmente un rechazo frontal por parte de los indígenas del Norte peninsular a los cultos de Mitra, se explicaría así la escasa incidencia de dicho culto en las regiones más celtizadas de la Península (en ese aspecto radica uno de los principales elementos que definen al mitraismo en territorio hispano: su escaso arraigo)."

Sin embargo, en el trabajo dedicado a esta estela por la citada página Mitra en Hispania (que cierto es,  erróneamente habla de "San Juan" de La Isla), se hace otra interpretación diferente dentro de los diferentes estudios hechos sobre el tema:

"...los mitraístas de la localidad están perfectamente organizados y Fronto busca un espacio de integración o empoderamiento en esa comunidad. La propia ausencia del teónimo Mitra hace aún más improbable la hipótesis fundacional. Fronto, nativo de donde fuera, podría ser un comerciante muy viajado e instruido que, en un momento de su vida, decide hacer una ofrenda en un mitreo que existía desde tiempo atrás. La intercomunicación marítima y viaria allí era notable, de modo que el origen del mitraísmo local ha de ponerse en relación con el contexto. Resultaría muy extraño que esa comunidad de astures decidiera revitalizar un culto que periclitaba en todos los escenarios con los que interactuaba, desde Finisterre hasta Aquitania; el lugar más cercano con culto mitraico es, precisamente, Burdeos, donde se documenta en el siglo II d.C., pero no hay certeza acerca de hasta cuándo perdura. Es decir, no se ve con claridad desde dónde habría “importado” Fronto el culto a partir de la segunda mitad del siglo III. Entre finales del siglo II y comienzos del III, en coincidencia con las inclinaciones religiosas animadas en la etapa final de los Severos, observamos una intensificación de la actividad religiosa relacionada con el Sol, Mitra, Isis, Serapis y otras deidades ajenas a los panteones locales tradicionales, contexto en el que debe integrarse el monumento del que nos ocupamos, al que no otorgaríamos una cronología muy posterior al año 200 d.C."

Dado que mucho antes que los romanos, los griegos ya habían entrado en contacto con las creencias orientales y sus culturas, por las que el mismo Alejandro Magno, conquistador del imperio persa, sintió fascinación, durante un tiempo algunos eruditos pensaron que en La Isla era la sede del acantonamiento de la Legio IV Macedónica, cosa absolutamente imposible por las fechas, al estar esta localizada en otro lugar, pero en ello incidió el cercano topónimo de la Playa la Griega, hasta que se comprobó que este viene etimológicamente del celta briga (monte o fortaleza), relativo al monte y castro de La Villeda, sobre el arenal

El culto mitraico de La Isla y cualesquiera otros hubiese fueron en algún momento posterior cristianizados. En 1938, mientras se reconstruía la iglesia tras la destrucción de la Guerra Civil, cuando fue quemada, se encontraron sepulcros de los antiguos enterramientos que se hacían dentro del santuario. Se sospechó podrían ser los de algún abad del antiguo monasterio de Santa María de Tona o de miembros de algunas familias principales con derecho a tener allí su panteón, como los Valdés del Palacio de Güeñu

Durante esas labores, los trabajadores sintieron el piso hueco bajo el crucero, excavaron con curiosidad,  y encontraron una especie de piscina, hecha de argamasa rojiza y con escalones para bajar y una estela con inscripciones de letras y números romanos. Al ser todo ello visto también por algunos vecinos, el párroco, según Hevia, Llavona, temeroso de que esto llevase a la paralización de las obras, mandó taparlo todo. Por la memoria de lo localizado se supone era una terma romana, dado que la argamasa rojiza sería el opus signum empleado para hacer sus piscinas, aunque al estar en un lugar sacralizado no se descarta fuese un baptisterio paleocristiano de rituales de bautismo por inmersión


El pórtico está cerrado por verja pero en el interior veremos tres paneles dedicados a las obras de rehabilitación de la iglesia en el año 2012

Aspecto general exterior e interior de este santuario, reconstrucción de posguerra de uno anterior, dieciochesco, que a la vez rehacía otro más antiguo y así sucesivamente...

Varios detalles de los trabajos en la cubierta, labor especialmente delicada 

Dos fotos de la iglesia anteriores a la Guerra Civil (a la izquierda) y otras con diversos detalles de problemas de humedades y demás inconvenientes que se acometieron en 2012

En la antigüedad se inhumaba a los difuntos en el interior del santuario o en su campo colindante (campo-santo). El primer cementerio propiamente dicho se hizo en el primer cuarto del siglo XXI en su lado occidental, al aplicarse la norma higiénico-sanitaria en marcha ya desde el siglo XVIII en ese aspecto. Más tarde se haría otro entre El Cuetín y la carretera N-632

Por todos los hallazgos localizados las tumbas del camposanto abarcarían un amplísimo periodo que comprendería desde los primeros rituales de inhumación paleocristianos tardorromanos hasta las edades Media (monasterio de Santa María de Tona), Moderna y el citado comienzo del siglo XIX

Portada de arco de medio punto y arriba óculo que da luz natural al interior de la nave


Si bien la famosa estela de mitra parece salir a la luz con las obras de 1770, la primera noticia de la misma es de 1794, cuando la localiza el ilustrado Francisco Caveda y Secades en el antiguo pórtico, donde también la reconocerá el pionero de la epigrafía asturiana José María Escandón y Lue en 1843. En 1880 el historiador Braulio Vigón la entregará al Museo Arqueológico de Asturias. En relación a los hallazgos de 1938, la Gran Enciclopedia Asturiana (tomo 8, página 240, voz La Isla) dice que "Al proceder a las excavaciones para levantar la iglesia actual "se descubrió un tesoro de antigüedades que no supo apreciarse"


A nuestra izquierda, La Llosa'l Cura, gran prado entre El Terreru, El Ramal y La Ferrán, que se habilita como parking playero durante los veranos. Ya citado por el filólogo Martínez Marina en 1800 como propiedad del párroco, donde este tendría sus huertas y cuadras. Parece que todo él forma parte del área arqueológica de La Isla, pues recoge de ello Hevia Llabona numerosos testimonios, algunos también avalados por el etnógrafo Alberto Álvarez Peña y, mucho antes, por el filólogo Emilio Barriuso


Según esto, hacia 1960, con motivo de las obras de la traída de aguas, aparecieron cuatro esqueletos, enterrados con losas de piedra alrededor, uno de "un caballeru que taba como sentáu", con los dientes muy blancos y los huesos bien conservados. Este informante afirma que los restos estuvieron guardados en cajas en La Retoral, que las calaveras se las llevó un encargado de obra "pa enseñar a los fíos". Después los llevó el juzgado para el Ayuntamiento "y non sé onde los enterraren".


Otra historia que recoge Llavona es la de que en La Losa'l Cura hay una muria enterrada en la que tropieza el llabiegu (arado). Tal parece que La Isla estuviese sobre una nueva ciudad de Troya y que sólo falta un nuevo Schiliemann que la saque a la luz


Al otro lado de La Llosa'l Cura, El Ramal, por donde viene el otro camino de La Isla ya separado del oficial, con el que nos uniremos en La Xunglar. Era antiguamente una caleya que seguía la orilla del Ríu Llames. Tras una donación del benefactor Luis Montoto fue ensanchada y se soterró el río


Por ella se construyeron casas para veraneantes, de vecindad y algunas quintas, además de varios chigres, alojamientos y comercios, luego llegaron algunos bloques de pisos. También estaban ahí La Fuente la Isla o del Ramal y El Llagar de García, que tenía chigre


Casa les García, donde pasó aquellos alegres e intensos veranos Josefina Gómez Mendoza, quien dedica a esta calle el apartado Veraneantes de los años veinte y de los cincuenta:
"En el Ramal estaban ya algunas de las casas de las familias que habían hecho de la Isla un lugar de veraneo desde los años 20’. Seguían luego, al terminar el ramal, por el arenal de la iglesia, la calle y plazas del pueblo, y volvían en bucle hacia por la plataforma occidental: en el propio ramal, los Vigil Fernández-Cutre, y  los Caveda, en el arenal la casa de los Vigil, de tipo  indiano, en el pueblo, los Fernández Nespral, Pérez Fontán,  Martínez-Hombre Argüelles, Margolles, Rivas etc… Otros habían llegado más tarde, pero en todo caso antes que nosotros, y eran ya bien conocidos y estaban bien integrados cuando nos instalamos, los Baigorri, relacionados por vía materna con el lugar (Escandón Careaga), los Jáuregui que llegaron por los anteriores, los Matamoro que fueron de los primeros en instalarse en la playa de la Espasa. Más tarde bastantes de ellos se fueron construyendo casas en la playa o en las carreteras. En la playa de la Isla la más visible sigue siendo la de los Hidalgo del Banco Herrero: hoy el paseo del Terreru se llama Enrique Hidalgo. A todos ellos se unían algunos que tenían casas fuera, como los García Mauriño que vivían en Caravia. Con el tamaño que tenían las familias de entonces, hubo amigos y amigas de todas las edades, para cada uno de nosotros. Por el cantil, estaban las casas con mejores vistas sobre el mar, la Torre, la Atalaya, la Huertona donde veraneamos un año"

Gente camino de la playa. Más allá uno de los bloques de pisos, Apartamentos Las Palmeras.

De frente, La Xunglar, antiguo terreno de marisma y juncos, como revela su topónimo, hasta donde llegaban antaño la arena y, en ocasiones, las olas del mar, actualmente rellenado y bajo el que el Ríu Llames pasa canalizado y subterráneo

Otro grande y viejo ocalito, este en el solar donde estuvo el primer cementerio de La Isla. Más allá las casas de La Barquera

Al otro lado de la calle, cerrada por verja, Villa María Luisa y sus jardines

Y su espléndida torre, que asoma entre el ramaje

Otra torre diferente era la que hubo más allá arriba, en El Picu la Torre, en lo alto de La Isla, fácil de identificar por otro muy viejo ocalitón. Allí existen viejos muros, foso y restos de construcciones que se dice son restos de otro recinto defensivo, de ahí su nombre, datado en época medieval

Se dice que desde La Xunglar hay una galería de acceso subterránea que discurre bajo el llamado Camín de la Torre, el cual sube hacia la antigua fortificación. Por él, según el decir de la vecindad, en el silencio de las noches se siente retumbar los pasos de la gente "como si estuviera hueco por abajo" y, al cavar alguna obra, parecen reconocerse estructuras abovedadas entre ladrillos y escombros, así como huesos que parecen de animales. Es posible que se tratase de algún túnel de escape o acceso del antiguo torreón

Y a La Xunglar, frente al Camín de la Torre, salimos nosotros, a la izquierda, para enlazar con el camino de El Ramal y continuar hasta el albergue de peregrinos en Les Quintanes

Placa de la plaza...

Al lado del Camín de La Torre hay dos casas: a la derecha Casa la Generosa, donde dice Llavona que estuvo el primer teléfono público del pueblo, a cargo de Casimiro, marido de Generosa y funcionario del Ayuntamiento después de la guerra. A partir de aquí pues, corrían las noticias por el pueblo y en la colonia de veraneantes. Mas adelante cedieron esta línea y era compartida con Casa Nespral, en lo alto del Cuetu Cambroña

A su izquierda es el Hotel The Island, antes La Xunglar. Antiguamente en este lugar estuvo Casa la Luisa, casa de corredor ya desaparecida, justo bajo El Picu la Torre. Tenía un murete de piedras rodeando su antoxana o delantera para evitar que entrase agua de les mareones o pleamares, que llegaba hasta aquí

A su izquierda, asoma un poco de la parte más alta de El Llagar de Pepe Duyos, que fue además uno de los más populares chigres de antes, hoy cerrado

Y por El Llagar de Duyos, también Llamado Casa Pedro Valle, continuaremos ruta hacia Les Quintanes tras unirnos, aquí con el camino de La Espasa a La Isla que viene por la N-632 y El Ramal





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