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miércoles, 3 de septiembre de 2014

SEARES Y LA HISTORIA DE LA SEARILA (CASTROPOL, ASTURIAS): UN DRAMA ROMÁNTICO REAL EN EL CAMINO NORTE HISTÓRICO (4)

A Casúa o A Casoa, palacio de La Searila en Seares, visto desde el camino (Castropol)

Vilar

Los peregrinos que caminan por el trayecto oficial del Camino Norte en Asturias que va a Vegadeo/A Veiga, han salido de  Vilavedelle, en la parroquia de Seares, concejo de Castropol, por El Souto, la parte alta del pueblo, siguiendo el viejo camín real del que aún queda memoria del paso de viajeros y diligencias. Ahora llegan, por A Cruz de Vilar, a Vilar y Río de Seares, todo en bajada y caminando en dirección sur

Este camino, llamado aquí El Caleyón dos Lobos es antiquísimo, sin duda basado en un paso natural por las laderas de los montes y colinas que caen a la ría. Se sostiene que es anterior a que existiesen, al menos configuradas como tales, con sus fueros y pueblas, las actuales villas ribereñas, donde se establecería un paso regular de barcas ya en la baja Edad Media, así como se fundarían hospitales, en el sentido de hospedaje, para pobres y peregrinos


Este camino, sustituido en tiempos por la actual carretera N-640, que pasa unos metros más abajo ofrecía la oportunidad de remontar la ría unos kilómetros más al sur, en Abres, donde es mucho más estrecha (Ría de Abres) y existía un viejo puente, A Ponte Vella. Aún después de existir el servicio regular de lancheiros entre ambas orillas el camino siguió utilizándose ampliamente: el paso en barquería solía ser gravoso e incluso, aunque en ocasiones los peregrinos pudiesen estar exentos, casi siempre muy peligroso, las embarcaciones solían ir atestadas de gentes, caballerías, ganados, siempre expuestas a las corrientes, no siendo extraños caídas, ahogamientos, zozobras... por los que muchos seguían prefiriendo el trayecto a pie, no solo peregrinos sino arrieros y viajeros de toda índole


Divisamos el estuario del Eo hasta la villa de A Veiga/ Vegadeo, cuyos puentes de la carretera y del ferrocarril veremos perfectamente. Antes de ellos también allí hubo servicio de barqueros, no en vano en el lado gallego está Porto (nombre también del puente de la carretera y dividido entre Porto de Arriba y Porto de Abaixo), reminiscencia del antiguo puerto de lanchas, muelles que antaño también tuvieron usos comerciales

Sobre los puentes vemos Miou, por donde sigue el camino, cayendo al valle del Rego del Outeiro y subiendo luego a las alturas del Monte de Parga, en concreto por la ladera izquierda del Pico do Caxigo (309 m), que vemos más allá


Sigue la bajada. Aún existe  en estos lugares la memoria del paso por esta vieja ruta de la diligencia que comunicaba Asturias y Galicia, con diferentes paradas de postas para cambiar los caballos, una de ellas radicada precisamente en Vilavedelle

Vilar. A lo lejos a la derecha el Pico do Caxigo y a la izquierda el Pico del Fulgueiral (312 mts.)


Vilar, casa con cabazo, este de los de paredes laterales de listones de madera con espacio entre ellos para la entrada del aire


Bajando por Vilar tenemos enfrente, al sur, el Pico Cabaleiro (228 mts.)


Otra precisa casa con cabazo


Vamos a detenernos aquí un instante


Y es que al fondo, una construcción en la ladera de enfrente ha de llamar nuestra atención


Se trata de un soberbio pero arruinado palacio con capilla propia, dedicada a San Franciso, en medio de una finca campera abajo, que llevábamos viendo desde un tramo más atrás. Popularmente se la llama A Casúa o A Casoa y es solar de los Pérez de Castropol, construcción de 1765. Allí nació, se enamoró y murió Rosa Pérez Castropol y Avella Fuertes, más conocida como La Searila e inmortalizada en un poema de amor que narra un suceso tan real como propio de la época del romanticismo que le tocó vivir.


Vilar y Río de Seares son dos núcleos prácticamente unidos. Mientras bajamos no dejamos de ver el palacio, en medio de una gran finca. Tiene vivienda, caballerizas y capilla, y según nos acercamos a él iremos recordando aquellos aconteceres


Río de Seares y a lo lejos A Casúa, centro de aquellos amores que parecen sacados de una historia propia del mencionado romanticismo, tantas veces trágico, que imperaba precisamente en los mismos años que ocurrieron esos sucesos: la historia de La Searila, de la que hablaremos prontamente, pues todos estos rincones fueron escenario de su historia


Río de Seares recibe este nombre porque abajo va a desembocar a la ría el río de este nombre, Seares, topónimo también de la parroquia


A la izquierda una parra en una vieja construcción de piedra


Otro hermosísimo cabazo a la derecha. Fijémonos en el puente de piedra al que sube la escalera, bajo el que se ve un paso a lo que parece un almacén, bodega o establo


El cabazo cuenta también con los clásicos picos en el tejado tan característicos en muchas construcciones tradicionales de la zona. Fijémonos también en su decoración


Llegamos a la carretera local CP-3, doneo acaba el pronunciado descenso, tomamos la dirección de la izquierda sobre el pequeño valle formado por el río de Seares que como dijimos da nombre al lugar y va a desembocar al estuario


Allí nos desviaremos a la derecha, por el puente sobre el río, que llega a formar también una pequeña ría, El Fondón o Ría de Seares


En ruta a Presa, nuestra siguiente referencia poblacional y geográfica



Tras bajar nos toca ahora subir junto a esta fila de castaños, al lado ya de la finca del palacio


Mirando atrás, tenemos una buena vista de la bajada a Río de Seares desde Vilar que acabamos de dejar atrás


Adelante, un hermoso tejo. El teixo que cierra los muros de la gran finca de A Casoa o A Casúa es también otro hito emblemático de esta apasionante historia que contamos haciendo camino, árbol mágico símbolo de la vida, la muerte y la eternidad desde la más remota noche de los tiempos


Y es que ahora pasamos justo encima del recitado palacio de A Casoa o A Casúa, donde nació Rosa,  La Searila, el 14 de junio de 1814, hija de los señores de la casa, Pedro Pérez Manuel Castropol y Rafaela Abella


Con veinte años Rosa conocerá a Antonio Cuervo, magistrado de la veigueña localidad de Piantón, se dice que un día que ella estaba jugando con sus pies desnudos en un arroyo fue cuando se conocieron. Se entabló conversación y pronto se enamoraron en un romance imposible pues las familias de ambos estaban seriamente enfrentadas. Se veían a solas y a escondidas en cabañas y parajes recónditos, amoríos que culminaron en una boda secreta y bastante enigmática según la partida y documentación conservada, el día 8 de mayo de 1835


Poco después Antonio Cuervo ha de partir, pues fue nombrado gobernador civil de A Coruña, es entonces cuando además de la distancia física se suma la provocada por el estallido de la guerra carlista, dificultando notablemente el contacto entre ambos, y Rosa, embarazada, falleció en el parto aquel otoño de 1836, angustiada sin duda por todo el cúmulo de circunstancias adversas de su situación, que agravaron su ya delicada salud (padecía tisis desde tiempo atrás), pues además todo el asunto de la boda salió a la luz pública a raíz de su embarazo y enfermedad


Antonio, enterado de la gravedad del problema cuando su mujer agonizaba, emprendió el galope, reventando varios caballos y atravesando incluso los campos de batalla, teatro de operaciones de los carlistas del general Gómez, logrando llegar pero únicamente para visitar la tumba. Es entonces cuando enloquece, abre el sepulcro y se abraza al cadáver, cortando un mechón de los cabellos y llevándose una rosa de la ofrenda floral. Retiróse luego al solar familiar, donde se encierra tras abandonar todos sus cargos


 Durante varias noches ronda el cementerio, luego atempera sus ánimos y escribe el famoso poema a su amada, del que hemos de decir existen varias versiones. Se dice compuesto en noviembre de 1936, si bien fue cantado, con música compuesta para ello, por toda la comarca asturgallega, impreso en hojas de las que existen más de veinte ediciones, además de infinidad de copias manuscritas, por lo que hay importantes variaciones:

Solitaria mansión del sepulcro.
Solo en ti mi esperanza se encierra.
Que, perdido mi amor, es la tierra.
Un abismo de mal para mí.
Negro abismo, que ahoga implacable
En un mar de tristezas mi alma.
¡Qué de Dios la piedad me de calma!
¡Ay, Searila, reuniéndome a ti!

Un profundo clamor en mi pecho,
Que te llama y evoca constante,
Sin que pueda acallarlo un instante
De mi vida angustiada y febril.
Espantosas tinieblas me cercan
Y entre ellas venirte a mi veo.
¡Fantasía! ¡Ilusión del deseo!
¡Que, ay, Searila, no vienes a mi!

Cuantas veces gozosa conmigo,
Embargada de amores suaves,
Escuchaste el cantar de las aves
En las dulces mañanas de abril!
Poco tiempo duró nuestra dicha,
¡Y cuán presto acabó mi fortuna!
Pues no quiero tampoco otra alguna
¡Ay, Searila, viviendo sin ti!

Pavorosa visión yo recuerdo
Cuando trémula tú me decías
Que en fatídicos sueños veías
De tu tumba la lápida abrir.
Del destino, cruel anticipo,
Que alejaba de mi la alegría,
Se cumplió la fatal profecía,
¡Ay, Searila, pues vivo sin ti!

En tus brazos morir, ¡qué consuelo!
Conmovida otra tarde dijiste,
¡Infeliz! Y siquiera me viste,
Expirando apartada de mí.
Niña aún y tan sola muriendo,
¡Cuán amargo el morir te habrá sido!
Sin oír el acento querido!
¡Ay, Searila, anhelado por ti!
De la vida en el último aliento
Tu tristísima voz me llamaba.
¡Desdichado de mí! ¿Dónde estaba
Que a tu angustia no pude acudir?
Por los campos buscando tu huella
Yo corrí con frenético empeño,
Y hoy, perdido, paréceme un sueño,
¡Ay, Searila, que viva sin ti!

Yo corrí desalado y ansioso
Por caminos que incendia la guerra,
Y al llegar, ¡ay de mi!, bajo tierra,
Yerta, inmóvil, sin vida te vi.
A la luz de la lívida luna
Tu belleza, que intacta aún estaba,
Con pupila sin fuego miraba,
¡Ay, Searila, posándose en mí!

De tu yerta cabeza, la seda
Yo corté con mi trémula mano
Y tus sienes de hielo, en vano,
Con mi llanto y mi beso encendí.
Entre flores, mi Rosa, una rosa
Con su pompa y sin par lozanía,
Roto el féretro yo te veía,
¡Ay, Searila, mirándome en mí!

Tu recuerdo mi alma devora,
Y hasta el fondo taladra mi pecho,
Sin poderme sentir satisfecho,
Que apetezco cual nadie sufrir.
Lo apetezco y la vida me enfada,
Y así más me consumo y me mato,
Pues no quiero me acuses de ingrato
¡Ay, Searila, si vivo sin ti!

Abomino de vida sin cielo,
Donde ver de tu sol los fulgores,
Que risueñas no alegran las flores
Cuando el alma se siente morir.
Y alegrarme jamás yo no puedo
Ni pagarle al amor más tributo,
Ni otras glorias la mundo que el luto,
¡Ay, Searila, que llevo por ti!

Sola ahora y por todos dejada
En el lecho sin fin de la muerte,
Pues no hay nadie que aquí venga a verte
Si no viene tu amante infeliz.
Soledad a tu lado es mi vida,
Que sin ti toda vida es desierto;
No respiro, mi ser está yerto,
¡Ay, Searila, si no es junto a ti!

Navegando, la pálida luna
Por la bóveda inmensa del cielo,
Que comprende parece mi duelo
Y no quiere como antes lucir.
De la noche durante el silencio
Tu sepulcro besando acompaña
Y en tristeza profunda me baña,
¡Ay, Searila, velándote a ti!

Mustia ahora la frente doblada
Sobre el pie de la lápida fría,
Yo te espero ¡oh mortal agonía!,
Como el ángel que mira por mí.
Yo te llamo, el momento se acerca,
Que en el cielo, felices y amantes,
Nuestras almas se junten como antes,
¡Ay, Searila, pues muero por ti!


Del parto nació una niña, Claudia María, pero como si la tragedia no cesase murió justo un día antes de su primer cumpleaños, el 29 de octubre de 1837. Antonio Cuervo no se volvió a casar y se mostró públicamente de luto  hasta que falleció el 2 de abril de 1890. Dispuso se le enterrase con su capa negra y años más tarde, al abrirse sus restos, aparecieron en ella el mechón y la rosa que había sacado de la tumba de La Searila.


No cesó del todo el halo dramático del suceso ni cien años después, pues cuando escritores asturgalaicos quisieron rendir homenaje en el centenario de la Searila, el acto hubo de suspenderse al estallar la guerra civil, habiendo de esperarse hasta 1955 para celebrar tan sentido y emotivo reconocimiento. El escritor Jesús Evaristo Casariego escribe así de ello en la revista Fotos el 14 de mayo de ese año: 
"Un grupo de escritores y artistas asturianos, atento a las inquietudes del espíritu y al recuerdo de los valores literarios y sentimentales de su región y de España, se prepara para evocar un bello y trágico episodio de la historia intima de Asturias. Un episodio verídico que encarna y representa, quizás como ninguno otro de la vida real, los grandes ideales, las pasiones, la exaltación y la sensibilidad toda del romanticismo. y ello, en estos tiempos de preocupaciones materialista y técnicas, tiene un alto valor y constituye un acontecimiento no m u y frecuente.

Ocurrió el hecho que se va a conmemorar entre los años 1835 Y 37, que son los años más representativos del movimiento romántico español.: los años del pistoletazo de Larra, del estreno de «El Trovador», de la revelación de Zorrilla. de la publicación de «El Pirata», de Espronceda...

El escenario de este suceso estuvo en los campos melancólicos del occidente de Asturias, al pie de los grandes bosques del Principado, sobre la orilla de la mar verdeazulada -que ciñe con blanca cene- fa de espuma la cinta esmeralda de la costa. Un ambiente ya en sí típicamente romántico como un cuadro Parcerisa o Villamil o un grabado de Robret o de Doré. Porque en, Asturias la naturaleza es romántica, verde y grandiosa, como los paisajes de un poema de Ossián. Los hechos ocurrieron así:

Es Seares un pueblecito ameno y pintoresco del, concejo de Castropol cerca de la línea del Eo, esa lírica línea de agua que une y separa a un tiempo a Galicia la dulce de Asturias la brava. y en Seares vivía por aquellos años un matrimonio de hidalgos bien acomodados que habitaba una casona blasonada con honores de palacio campesino.

Eran don Pedro Pérez Castropol y su mujer doña Rafaela Abella, Fuertes, gentes de abolorio que procedían de claros linajes de Luarca. Tuvieron dos hijas. Una de ellas casó con uno de los hijos del Marqués de Santa Cruz; la otra, doña María Rosa-nacida en 1814, fue la protagonista de esta extraña y emocionante historia.

Doña María Rosa fue una mujer de belleza realmente tan deslumbradora que conmovió con ella a, toda la comarca. Era, por , antonomasia, “la bella de Seares”. ”la Searila”, muy codiciada por los mayorazgos de la región. A los veinte años la simpar y noble doncella se enamoró de un galán vecino, hidalgo del cercano solar de Piantón, del Concejo de Vegadeo, llamado don Antonio Cuervo y Castrillón. Él era letrado, y magistrado de gran porvenir. pues, pese a su juventud. de veintitantos años, había sido ya Fiscal de Audiencia y Gobernador de provincia (Jefe Político se les 11amaba entonces). Don Antonio y doña Rosa se conocieron en plena naturaleza, un día de verano. Ella estaba junto a un arroyo, jugando con los lindos piececitos desnudos en el agua. El pasaba jinete en un caballo tordo de ojo vivo y cabeza acarnerada. Fueron, al principio, unos a m o r e s contrariados y novelescos, con señales en los balcones y citas en las cabañas de los leñadores y carboneros, hasta que terminaron al fin en una boda secreta que se celebró en una ermita próxima’. Luego vino el perdón de las familias y la gozosa luna de miel.

Doña Rosa y don Antonio se amaron muy románticamente, con toda exaltación que el estilo de la época sabía poner en estos eternos lances del amor. Pero él tuvo que partir para una ciudad próxima de cuya provincia era Jefe Político, y la Searila se quedó sola, mirando los caminos verdes por donde se fue y había de volver su amor. Corría el año 1836 y eran días difíciles y sangrientos para Asturias. Las tropas carlistas del invicto Gómez batían a los liberales, tomaban a Oviedo por asalto, constituían los batallones legitimistas del Principado y, con las hileras de sus boinas coloradas, marcaban una huella sangrienta y gloriosa por los valles y los picachos de aquella agreste topografía.

En el otoño de 1836 doña Rosa-enferma hacia tiempo de tisis, que es la enfermedad típica que idealizó el romanticismo murió al dar a luz una niña, que tampoco la sobrevivió. Al saber su mal y con esperanzas de encontrarla todavía viva, don Antonio corrió sin temor a los .peligros de la guerra. Fue un viaje desesperado, una carrera desalada. Cerca de cuarenta leguas por malos caminos, en los que reventó cuatro caballos. Pero cuando llegó, un atardecer de noviembre -el mes romántico por excelencia-, su amada yacía bajo un mármol del cementerio aldeano de Seares. Entonces, furioso, desesperado, en pleno delirio, como un personaje de Byron o de Young, como el coronel Cadalso, se fue aquella noche al cementerio, abrió la tumba, abrazó el cuerpo de la esposa y le cortó un mechón de sus cabellos. La tradíción local le recuerda desesperadamente poseído en un diálogo imposible y macabro con el cadáver de la bien amada, bajo una luna que envolvía en mantos de tibia luz los cipreses .ojivales del camposanto, como si fueran centinelas o espectros.

Pero la estampa romántica y trágica no terminó ahí. Don Antonio, enloquecido de dolor, renunció a sus cargos, a su porvenir, y se encerró en la casona solariega. Allí compuso una bellísima «Elegía a la amada muerta», "A la Seari1a", "A la bella de Seares". Son unos versos largos y angustiosos, de cuidada retórica, que bien pueden tomarse como típicos de un estilo poético dominante en la época. En estas páginas se reproduce la versión más autorizada del poema.

El fúnebre poeta solía recorrer enloquecido los campos y las playas por donde antes paseara su amor triunfante, pero ahora salía solo y de noche, como una fantasma pavorosa, recitando sus versos y accionando como si increpase a los árboles, a las olas, a la luna, que habían sido callados testigos de su dicha. Así vivió de una manera desesperada y delirante años de agonía y dolor hasta que fue a unirse en «el más allá» con la Searila inolvidable.

Es lástima que esta historia real no hubiese sido conocida por alguno de los grandes poetas o novelistas de la época. ¡Qué drama o qué novela romántica hubiesen podido componer con ella!

Pero el pueblo no olvidó la tragedia vivida ante sus ojos. Los versos de la Searila corrieron de boca en boca y fueron aprendidos-deformados-por el pueblo, que los cantó como un romance. Durante más de un siglo la letra de una «Searila», popularizada’ con música del país, fue dicha en las romerías, «esfoyazas» y «filandones» y ha pasado a ser hoy día pieza de eruditos y folkloristas.

Todos estos hechos ciertos, históricos, comprobados por la investigación erudita, suponen una acumulación tal de los tópicos del mundo romántico como pocas veces habrá tenido lugar en un suceso de la realidad: Amor pasión, destino contrariado, abandono, soledad, nostalgia, tisis, muerte, desesperación, desenterramiento, luna, ruinas, bosques, paisaje verde, mar rumoroso y fondo de pueblo que sirve de coro a la tragedia y- llora las desdichas de los protagonistas, cantándolas con voz quejumbrosa de salmodia. Ni uno solo de los ingredientes de aquella literatura especialísima que creó el romanticismo faltan en esta historia de la Searila.

En 1936 algunos escritores y artistas asturianos pensaron conmemorar el centenario del episodio y del poema. Pero la , guerra llevó sus inquietudes por derroteros más perentorios y realistas. Como un siglo antes, Asturias volvió a encenderse con las boinas coloradas y las hogueras de la guerra española, y ahora, veinte años después. Los escritores del Principado y de la antigua provincia gallega limítrofe de Mondoñedo, tan vinculada en las Asturias, van a recordar y perpetuar la memoria de la Searila-historia, leyenda, poema-con un sencillo monumento y un libro, que dejará perenne testimonio de esta trágica historia, representación pura y acabada del romanticismo asturiano y español de una época tan distante y distinta a la nuestra en formas de vida, sensibilidad y cánones estéticos" 
Por ello, si a la belleza de este paisaje unimos la percepción de estar caminando por los mismos vericuetos que protagonizaron los encuentros de tan intensos y secretos amantes, nuestra sensación de andar por un lugar tan mágico y especial se incrementa notablemente, emocionando nuestros sentimientos peregrinos a cada paso que damos

A lo lejos, al otro lado de la ría, ya en Galicia, vemos unos montes muy significativos: a la derecha el Pico Axilde (509 m) y su cima gemela el Monte de San Fernando (508 m) y más a la izquierda A Paleira (445 m), que se alzan sobre el valle del Río Grande, a su derecha, paso del Camino Norte desde Ribadeo, y sobre el de Sante, en Trabada, paso del Camino Histórico del Norte, a la izquierda. Ambos se unirán en Mondoñedo


 Y seguimos andando, en llano, por la ladera de A Retorta, bajo El Pico Cabaleiros


A nuestra derecha se extienden más prados de pasto en bajada hacia la ría, con las junqueras y esteros de O Fondón y A Xunqueira en la orilla gallega ocupando buena parte del estuario. Arriba están los pueblos de Vilausende, A Curuxeira, O Río da Veiga y Porto de Arriba. 


Abajo vemos la carretera N-642 en la vertiente gallega, y aquí mismo la N-640 en la orilla asturiana
En la parte asturiana hay una isla, El Castelo, donde los hermanos Galantión desguazaban barcos pesqueros de madera


Llegamos ahora a otro barrio de Seares, A Casía


A Casía dispone sus casas en esta ladera del Pico Cabaleiros, dando vista a las marismas de A Xunqueira y O Fondón. Muy en la lejanía, más allá del Pico Axilde y A Paleira vemos la Serra da Cadeira, paso de este Camino Norte Histórico de Trabada a O Val de Lourenzá en la ruta a Mondoñedo. Su máxima altitud es A Órrea (596 mts.)



Desde A Casía vemos las marismas de A Xunqueira y O Fondón, que se inundan con las mareas altas. Al fondo Porto de Arriba en Galicia, altos de O Couxo y más atrás O Xardín (218 m) y As Pedreiras (283 m)


A Casía extiende sus casas, una a cierta distancia de otra, desparramadas mayoritariamente a lo largo del camín real, bajo el Pico Cabaleiro


Casas viejas y casas nuevas


Todas sobre la ría, esta preciosamente restaurada


Continuamos de frente


Al lado de este césped cerrado con maroma marinera


Y llegamos así al lugar de El Marco, otra hermosa atalaya natural


Otro buen lugar para contemplar el paisaje


Huertas y pastos con unas vistas magníficas


Arboledas sobre el camino


Este itinerario coincide en este tramo con el sendero de gran recorrido GR E-9, la Senda Costera del Cantábrico


Vamos ahora a mirar hacia el norte


Pues se ve bien la villa de Ribadeo, por donde va el otro camino, tras pasar A Ponte dos Santos, bien por la variante de Tapia, bien por Figueras/As Figueiras


Ribadeo con la Praia dos Bloques, antiguo solar de carpinteros de ribera, y el puerto de Mirasol


Bifurcación: seguimos de frente por el camino principal, el de la derecha, en llano


Y salimos de El Marco al pasar junto a este caserón


En ruta a Presa; seguimos en la parroquia castropolense de Seares


Vista de la zona sur de la ría. Aquí abajo estaba el Muelle Novo, que tuvo gran actividad hasta mediados del siglo XX. Era en la práctica el puerto o muelle de Vegadeo/A Veiga, si bien aún en términos de Castropol


En el año 2007 se construyeron la nave e instalaciones de Astilleros del Eo, empresa fundada por Álvaro Platero, de Astilleros Gondán, y uno de sus trabajadores, José Eugenio Platero


Se construyen barcos pesqueros y de recreo de fibra. Así recoge la noticia Daniel Gayoso para La Voz Galicia el 1 de agosto de ese año 2007:
"En unos días comenzarán las obras de construcción de la nave industrial que la firma Astilleros del Eo S.L. ubicará en la zona portuaria del sur del concejo de Castropol, muy cerca de Vegadeo. 
Esta empresa, que lleva varios meses desarrollando su actividad, ha sido formada por el actual director de los Astilleros Gondán, Álvaro Platero, y un trabajador de esta firma, Jesús Eugenio Pérez. El objetivo del proyecto es la construcción de barcos pesqueros y de recreo en fibra, una especialidad poco habituales en la zona y que supone una novedad en la ría 
Uno de los copropietarios de la empresa, Jesús Eugenio Pérez, destaca que de este astillero podrán salir otro tipo de embarcaciones, como patrulleras o barcos para prácticos. «Llevamos ya tiempo trabajando en Brul y ahora necesitamos acercarnos a la costa. Tenemos previsto iniciar las obras de la nave en breve para empezar en enero a hacer algún barco», destaca Pérez (...) 
El regidor municipal, José Ángel Pérez, espera que esta inversión redunde en beneficios para el concejo y para el resto de la comarca. «Esta infraestructura potenciará la necesidad de que se drague la ría con más frecuencia y calado. Tenemos trabajando en el concejo los Astilleros Gondán, los astilleros Pachos, que se encargan de embarcaciones de madera, y ahora mejoraremos la especialización con astilleros del Eo y sus barcos de fibra», afirmó el regidor socialista 
José Ángel Pérez afirma que no cree que este tipo de embarcaciones necesiten un dragado profundo, ya que calan poco, pero destaca que el objetivo del ayuntamiento es dragar parte de esa zona para instalar una serie de pantalanes para pequeñas lanchas"

Más allá, los dos puentes sobre la ría. En primer término el puente ferroviario, que fue inaugurado el 22 de junio de 1968 al abrirse el tramo Viveiro-Vegadeo de esta línea Ferrol-Gijón que tardó casi un siglo en completarse

Y en segundo el de la carretera, A Ponte de Porto, llamado Príncipe Alfonso (futuro Alfonso XII) en honor del hijo de Isabel II, bajo cuyo reinado se construyó, poniendo fin al servicio de barquerías existente en el lugar. Fue inaugurado con una solemne fiesta el 14 de agosto de 1863, tocando las bandas de música veigueña y ribadense. El Ayuntamiento de Vegadeo/A Veiga gasto 729 reales en voladores y se instaló en pleno puente una carpa para agasajar con un banquete a las autoridades, pero a causa del viento hubo se ser trasladada a Noveledo. 150 años después, el 15 de agosto de 2013, se celebró una fiesta popular conmemorando el aniversario


Antaño viajeros y peregrinos también cruzaban aquí, pues las antiguas lanchas habían de recorrer un trecho más corto y más resguardado de las corrientes para pasar a Galicia en Porto de Abaixo, pero muchos preferían seguir hacia el paso más seguro de A Ponte Vella en Abres, o incluso seguir más al sur, yendo hacia la ciudad de Lugo


Enfrente otra vista de Porto de Arriba



Abajo, en la orilla, hubo ensenadas como A Caleyía y El Pradín, donde aprendían a nadar los niños veigueños, así como una antigua cerámica o tejera


Frutales y campos, un verdadero vergel y un paisaje de ensueño


Andando unos metros más seguiremos reconociendo nuevos rincones e historias de esta ría


Abajo, al lado del Muelle Novo, son los muelles de El Talín y A Casía. Entre 1930 y 1955 se cargaba aquí madera en barcos con destino sobre todo a Avilés y Gijón/Xixón. Eran barcos generalmente de casco de madera de los que el investigador Antonio Cuervas-Mons rescata algunos nombres en sus obras: Espiñeira, Gaviota, Rosario, Edurne, Lisardo, Río Candín, Adela, Punta Arbazal, Conchita, Magdalena, Kengue, Sofía, o el Castroalén, el mayor de todos con sus 1.500 Tm y casco de hierro, que también tenían los barcos Cromo, Recalde y Titano. Igualmente estaban los veleros Veiguela e Industrial 


La línea de muelles ribereños se extendía hacia el río Suarón, que desemboca en el Eo a la izquierda de la foto, entre los dos puentes. Eran los de El Caleiro, Veiguela, Vijande o de Maseda y el Muelle del Comercio. así como el de El Fondrigo, hoy desaparecido

El citado puente de A Ponte de Porto o del Príncipe Alfonso  fue minado en la Guerra Civil pero no llegó a ser volado, aprovechando las tropas sublevadas de la primera columna gallega para pasar por él el 30 de julio de 1936 y tomar la población, mandadas por el comandante José Ceano, que topó cierta defensa de carabineros y milicianos asturianos leales a la República

Más lejos vemos los meandros del Eo en su estuario por A Xunqueira, Os Valiños y O Empalme con Fornelo más arriba, parroquia de  Couxela, al sur del concello de Ribadeo. Dominan la escena los mencionados montes de A Paleira, Pico Axilde y San Fernando


Estamos en Presa, bajo  El Pico A Pruida


Presa fue antaño famosa por un telar que dejó de trabajar en 1920


En 1935 un viajero se sorprendió al ver como los caminos se alfombraban de estrume, esto es, plantas del monte y hierba, con la idea de que al pisarlo se deshiciese convirtiéndose en abono


Esta es Casa Prim, fácil de identificar por un detalle


En lo alto y sobre el camino hay una hornacina


Y en la hornacina un Cristo de piedra del año 1861


Al otro lado de la casa un hermoso cabazo


Paredes laterales de madera y arriba tejado de pizarra rematado en sus aristas con teja. Los picos, clásicos en buena parte de la arquitectura de la comarca, son piedras más o menos picudas o cilíndricas puestas en vertical


El Camino se estrecha un poco entre viviendas y cobertizos


El camín real va saliendo de Presa en esta curva delante de un gran caserón


Caminamos bajo el Chao da Pruida, El Pico Cabaleiros y El Pico de Rubióu


Estas casas solitarias son el lugar de El Río


Aquí la carretera realiza una curva a la derecha. Fijémonos en las rayas blancas y rojas pintadas en la pared de la derecha que señalan el sendero de gran recorrido o GR


Atrás queda El Río. Más rayas rojiblancas en un poste


Y estos son los mojones de la ruta xacobea. Caminamos ahora en recto y llano, hacia un bosquete: El Buseve


A la izquierda una fuente


Banco para sentarse y espacio de suelo enlosado en la Fonte Buseve, de piedra, y bien recuperada y restaurada


Al lado el abrevadero y una Cruz de Santiago


Es de las instaladas en 1993, con la promoción del primer xacobeo, por el artesano Jesús Trabadelo de A Caridá, capital del concejo de El Franco


La cruz marca el camino


Poco más allá casa y cuadras de El Buseve


Son las últimas del concejo de Castropol


Curva a la izquierda


El Muelle Novo abajo a nuestra izquierda, con la nave del astillero


Vista del estuario al norte: al otro lado de nuevo O Fondón y sus marismas


Y en la distancia Ribadeo. A la derecha la boca de la Ría de Seares o del Fondón


Vamos a entrar ya en el concejo de Vegadeo/ A Veiga, por las casas de Mareo y A Pruida, bajando inmediatamente a la villa capital concejil, cuyos edificios se extienden ya ante nosotros, a lo largo de la ribera asturiana del Eo y hacia la vega formada por los ríos Suarón y Monjardín en su desembocadura, donde se asienta la población, que fue ganando espacio a los cursos fluviales y las marismas desde el siglo XIX.






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