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jueves, 11 de septiembre de 2014

RIBADEO "LA LLAVE DE GALICIA" (2): EL CAMPO DA VILA, LA CASA DO CONCELLO, LA TORRE DOS MORENO, EL PAZO DEL MARQUÉS DE SARGADELOS Y LA "ANTIGUA CATEDRAL RIBADENSE". AL SON DE LA DANZA "OS COCOS"

A Praza do Campo da Vila o Praza de España y Torre dos Moreno (Ribadeo)

Un hermoso parque rodeado de edificios notables es el Campo da Vila, actual Praza de España en Ribadeo, la "llave de Galicia" por el Camino de Santiago del Norte para aquellos peregrinos que cruzan la Ría del Eo o de Ribadeo por A Ponte dos Santos, gran viaducto sobre el estuario. Antaño, los caminantes de las peregrinaciones históricas hacían por las barquerías de Castropol y Figueras/As Figueiras, arribando a tierras gallegas tras desembarcar en el puerto de Porcillán, origen de la población, o bien remontaban el Eo río arriba hasta A Ponte Vella de Abres, paso a Trabada 

Los que escogían cruzar la ría, por entonces muchas veces una odisea en frágiles y zozobrantes embarcaciones, subían desde Porcillán por la Rúa Maior hasta salir de la vieja villa amurallada por la llamada precisamente Porta da Vila, una de las seis de la antigua cerca medieval que guardaba a la población y su puerto. Llegado el siglo XIX, y en un proceso que habría empezado en la centuria anterior, las murallas y otras estructuras defensivas fueron derribadas y en su lugar fueron construyéndose pazos y edificios notables, como los que dan a esta plaza, que ya en el siglo XVIII era un gran espacio de paseos y socialización en la salida hacia Mondoñedo, una de las capitales de las viejas provincias del Antiguo Reino de Galicia y sede episcopal desde los tiempos de los suevos y los britones

Es Campo da Vila es actualmente un hermoso parque al lado del Camino y que merece la pena visitarse, conociendo elementos tan notables como la Torre dos Moreno, edificio emblemático de Ribadeo por excelencia y símbolo de toda una estirpe de emigrantes

También la Casa do Concello, antiguo Pazo del Marqués de Sargadelos, figura destacadísima fundador de la fábrica de este nombre y una de las máximas figuras de la Ilustración, pazo que fue posteriormente la Casa de Casas, Banca de Casas o la Casa de Arriba. El consistorio vino aquí tras comprarse esta casona en la posguerra civil

El Camino en la Rúa Maior (Amando Pérez) y Praza de Abaixo: al fondo la llegada al Campo da Vila

La antigua Casa do Concello estaba justo detrás de la Torre dos Moreno, en la Praza de Abaixo, antigua plaza mayor del viejo Ribadeo que vemos a la izquierda, donde se celebraba el mercado y por donde sube desde el puerto la antigua Rúa Maior, actual rúa de Amando Pérez, esta de la derecha, que es por donde subían y bajaban del puerto gentes y mercancías, entre ellos los peregrinos, recién desembarcados, que ponían rumbo a la desaparecida Porta da Vila, para continuar ruta a Santiago, siendo por ello el Camino oficial del itinerario jacobeo, antaño calle principal de la villa, al igual que lo era esta plaza donde se celebraba el mercado y cuya entrada original era por esta calle y por la de la Santísima Trinidade, añadiéndosele un paso más acabando el siglo XVII hacia la rúa Villandrando. Tuvo a lo largo del tiempo diversos nombres, tal y como nos enteramos consultando el trabajo del Paseo polo casco antiguo de Ribadeo:

"Fue primeramente Plaza Mayor y Plaza principal. En 1812 se llamó de la Constitución, y once años más tarde, al imponerse la reacción fernandina, cambio este nombre por el de Plaza Real. En 1836 sufre un nuevo cambio la rotulada: Plaza de Isabel II. Este título continúa hasta 1869, en que por segunda vez, aparece el de Constitución, que sigue siendo el oficial, aunque el pueblo ha prescindido de él, adoptando el de Plaza d´abaixo."

La Casa do Concello fue emplazada aquí desde que a finales del siglo XVI se acordó construir una nueva consistorial, sustituyendo a la que estaba en Porcillán. En el siglo XVIII fue reformada dándole la base del aspecto actual y, como hemos dicho, en 1945 fue trasladada al Pazo del Marqués de Sargadelos. Al lado estaba la pescadería, derribada en 1848


La fachada se conserva intacta y en su planta superior está el balcón, un extraordinario trabajo de forja que fue realizado en la famosa Fábrica de Sargadelos por un precio de 3.580 reales. En el montante de la puerta del balcón y los lados, varios escudos


El escudo del Reino España y en medio el escudo de Ribadeo: la llave de oro simboliza su condición de entrada a Galicia y la estrella de plata su posición septentrional. En la parte inferior, las aguas simbolizan su tradición  portuaria y marinera


El escudo de Ribadeo se repite a ambos lados, el de la famosa llave de la puerta de Galicia. En Foros de Xenealoxía hallamos diversas explicaciones sobre esta misma base:
"En la historia portuaria de Ribadeo, que como heráldica llave de su escudo es puerta del mar, está el comercio marítimo y un pasado pesquero entre las que tuvo presencia no desdeñable la actividad ballenera."
"RIBADEO: Puerto de origen medieval, cercado con muralla para uso de fiscal (peaje de impuestos, entrada y salida de mercancías maritimas), más que muralla defensiva.. LA LLAVE DE ORO: En posición inclinada, simboliza su condición de la entrada a Galicia, LA ESTRELLA DE PLATA: Simboliza su situación septentrional."  

Efectivamente, aún acabando el siglo XVI se sabe que no había estrella en el blasón y la llave se ponía no inclinada sino en vertical. Un ejemplo se conserva en la cercana capilla de Santa María do Camiño, del año 1699


Mirando al antiguo Ayuntamiento, el viejo Cine Colón: se ha respetado el letrero pintado en la fachada. Antes estuvo aquí la casa propiedad del célebre Manuel Fernández Tablas, O Pataqueiro, a quien le dedica esta semblanza Martín Fernández en La Voz de Galicia con el título El Patatero, un emigrante pintoresco, amigo de las mujeres y de Ribadeo, publicada el 15-8-2021:
"El sueño emigrante del ribadense Manuel Fernández Tablas acabó en Montevideo el día en que facilitó a un mono fumador de su propiedad un cigarro que no le gustó. Lo había acostumbrado al tabaco de hoja y aquel día le suministró un ferriol. El macaco le dio dos o tres chupadas y, al ver que no era de los de su gusto, tiró la colilla encendida entre los miles de cachivaches grasientos que el ribadense tenía en su tienda de la calle Colonia. El incendio fue tan pavoroso que mereció una página y tres fotos en el número 74, del 3 de marzo de 1900, de la revista Caras y Caretas.

El fuego devoró al instante el mugriento rastrillo y el pobre mono, sujeto con una cadena a la cocina económica, se asó a la plancha entre horribles chillidos y brincos desesperados para huir de la quema. El suceso le costó a Fernández Tablas ?conocido allí como Cachivache, como su tienda- perder su negocio y diez mil pesos oro, y al Cuerpo de Bomberos, tres heridos por la explosión de latas de balas viejas que formaban parte de la inclasificable oferta del cochambroso mercado. 
 Fernández Tablas llegó al Uruguay en 1868. Tenía 21 años. Tras décadas de duro trabajo hizo una pequeña fortuna con la compraventa de trastos viejos que rescataba de casas y desvanes. Hoy diríamos que tenía el síndrome de DiógenesCaras y Caretas describe así su enorme covacha: «¡La caverna de Baco, los cambalaches de Arpagon, las vizcacheras todas vaciadas en una pocilga, nada de eso ni todo eso junto daría la más remota noción del negocio de Cachivache! Más que un comerciante fue un coleccionista de desperdicios, un arqueólogo de antigüedades desvencijadas». 
Al año siguiente del siniestro, le llegó la noticia de la muerte en La Habana de su hermano Florentino, en emigrante retornado y enriquecido. Y decidió regresar a Ribadeo para hacerse con la herencia y cuidar a su padre, ya mayor. Pero, antes, llenó Montevideo de carteles y pasquines que anunciaban su partida. El periódico El Siglo informó de su regreso en julio de 1902: llevaba veintitantos bultos ?con el pomposo letrero «Equipaje de mi empresa»-, a su hermana, una jaula y dos nuevos monos. En Ribadeo lo rebautizaron con el apodo familiar: El Patatero. Vivía con su padre y hasta su muerte en 1908 no heredó la casona que su hermano compró a los Lamas en la Plaza de Abaixo ?donde estuvo el Cine Colón- y que rebautizó como Palacio Florentino. 
Manuel era un tipo chocante, pintoresco, sandunguero. Tenía letreros por todas partes, gozaba con las fiestas y las mujeres, dormía en una hamaca. Su periplo ribadense es un sinfín de anécdotas. Murió el 5 de octubre de 1934 y dejó una manda: que la Banda Municipal acompañase su entierro interpretando bailables de moda… Al párroco Don Enrique Galúa no le pareció cosa seria y la autoridad municipal lo refrendó. Sólo autorizaron música fúnebre. Nunca entendieran al Patatero. 
El excéntrico emigrante de Ribadeo era, según Gamallo, hijo de Manuel Antonio Fernández, ebanista, que se casó el 16 de febrero de 1843 a los 22 años con Josefa Juana de Tablas, de 31. Tuvieron ocho hijos, seis varones y dos hembras: Florentino (1845), Manuel (1847) e Inés (1854) sobrevivieron; y Guillermo (1848), Ramón (1849), Rogelio (1849), Eudosia (1852) y Antonio (1853) fallecieron antes de los siete años. 
Inés, la menor, acompañó a su hermano Manuel cuando éste marchó al Uruguay en 1868. Cuando regresaron, años despues, en Ribadeo se decía, con segundas, que «pasaba largas temporadas en Sevilla» donde su hermano iba a visitarla. 
En Montevideo se ocuparon en el citado «cachivache», un término que la Real Academia Española define como “objeto que no sirve o está roto, instrumento o utensilio poco útil” pero que, en algún país de Hispanoamérica, sirve tambien para denominar un rastro, almacén de segunda mano, etc. 
El Patatero regentó uno en la céntrica calle Colonia de Montevideo, entre Magallanes y Gaboto, de 1875 a 1902. Allí acogía y comercializaba de todo: desde restos de camas viejas a paraguas rotos pasando por cuadros familiares, cajas de herramientas, viejos revólveres o violines y ropa usada… Todo entremezclado, desordenado, caótico. Sobre la azotea del local, por unos enrejados subían y bajaban un par de monos que eran toda una institución en la capital uruguaya. Se llamaban Pedrito y María y estaban amarrados a una larguísima y tintineante cadena. Eran la imagen de marca, el atractivo, un exitoso y concurrido reclamo publicitario del local. 
El Patatero era educado aunque extravagante. O no. El caso es que en 1901, cuando tenía 51 años, antes de dejar Montevideo ?donde vivió 33 años emigrado- publicó un anuncio con su foto que decía: «Montevideo, adiós. Se despide de todas Manuel Fernández Tablas. Adiós». 
 Su despedida -en puridad, sólo de las montevideanas- incluyó textos que él mismo pintó en las aceras de su barrio. Uno de ellos ?que dio a conocer Gamallo Fierros en un pregón de las fiestas de Ribadeo- decía: «Manuel Fernández Tablas se retira del negocio y se marcha a España. Saluda a todas las bellas cordoneras y les hace saber que, antes de partir, desea casarse con una rubia que lo acompañe a su patria». No tuvo éxito pues, según Las Riberas del Eo del 9 de agosto de 1902, llegó a Ribadeo sin más compañía que su hermana, los monos y el «equipaje» de su empresa… 
Era muy festeiro, sobre todo en Carnaval. Abría el balcón y colgaba de él dos trajes: uno de cura y otro de torero. Alguna vez mostró un tercero ?con alusiones fálicas- pero nunca lo exhibió en público… Sin embargo, su vocación de presentarse y mostrarse en rótulos y pancartas lo acompañó siempre. En 1911, con 64 años, distribuyó su retrato por la villa con esta leyenda: «Les saluda y desea un feliz año nuevo de 1911 Manuel Fernández Tablas». Fue uno de sus retratos más logrados, tal vez obra del fotógrafo y pintor Benito Prieto. 
En 1922 volvió a la carga. Como si quisiera dejar constancia de su evolución, informaba del «Verdadero retrato de Manuel Fernández Tablas a los 75 años de edad». Y a los 87 años, en 1934, consciente ya que el aire daba la vuelta, volvió a retratarse en otro cartel y otra foto que colocó por algunas calles: «Verdadero retrato del Patatero, Manuel Fernández Tablas, natural de Ribadeo en donde reside. Se despide de todas para siempre a los 87 años de edad». 
Murió al poco tiempo. Su lápida no pone, como la del cementerio lisboeta de Os Placeres «aquí xaz O Pataqueiro, muito a seu pesar». Pero debería ponerlo."

El edificio de aquel Palacio Florentino fue vendido posteriormente a Don Manuel de la Barrera, pereciendo en un pavoroso incendio, el cual fue "el más importante de nuestra villa", leemos en Ribadeo Historia y emigración, donde Pablo Vivín publica "Café de Seno" y "Barbería de Salvador Rodríguez", artículo dedicado a estos establecimientos que abrían sus puertas en los bajos del antiguo edificio anterior al cine, "propiedad de mi abuelo, lugar de famosas tertulias y que disponía además de mesa de billar. Era un lugar muy concurrido, ya que estaba en la plaza principal del pueblo. En un local anexo estaba dedicado a Barbería, la cual también era atendida por mi abuelo". Por su parte, Martín Fernández sigue indagando en la historia del lugar en este otro artículo, en el mismo periódico La Voz de Galicia, del 14-8-2021:

"Los padres de El Patatero, el ebanista Manuel Antonio Fernández y Josefa Juana das Tablas, tuvieron ocho hijos. El mayor -y uno de los tres que sobrevivieron- se llamaba Florentino y había nacido en Ribadeo el 2 de diciembre de 1845. Fue precursor, antecedente y, tal vez, inspirador del carácter estrafalario de su hermano Manuel, El Patatero. Los tres hermanos -Florentino, Manuel e Inés- emigraron el mismo año, en 1868. El primero a Buenos Aires y los otros dos a Montevideo. A Florentino le fue muy bien y veinte años después regresó enriquecido a Ribadeo.

Según Gamallo, el 2 de enero de 1891 compró a los herederos de Rita Lamas y Prelo una de las más céntricas y confortables casas de la villa, de 760 metros cuadrados, ubicada en el solar que años después ocupó el Cine Colón. Pagó por ella la entonces astronómica cantidad de 30.500 pesetas, cifra que hoy rondaría los 600.000 € considerando que el m2 en Ribadeo se cotiza a 765€… 
La mansión tenía planta baja, piso, desván y un gran patio con pozo. Los balcones eran de hierro forjado. Como buen indiano, Florentino gustaba de ostentar y lo primero que hizo fue dejar su sello en la antigua casa hidalga y sobre los balcones grabó la inscripción «Palacio Florentino». Así se sabía quién era el dueño y cuál su nivel. 
Tenía entonces el hijo del ebanista 46 años. Era un triunfador y quiso picar alto. Pretendió a Elisa Malvares Cancio, una fidalga con pazo y fincas en Cubelas, Reme y otros lugares. Pero lo rechazó: no mezclaba bien el tronío rural y el coche de caballos de ella con las dos largas y grasientas trenzas rubias de él que o le caían sobre los hombros o se enroscaban dentro de un sombrero de copa, colorido y con lamparones. Así que, frustrado e incomprendido, Florentino se marchó de nuevo, esta vez a Cuba, la isla hermosa del ardiente sol, la de las fogosas mulatas y el agua escasa… 
En Ribadeo los vecinos cuchicheaban que, en La Habana, el enriquecido indiano llegaba a estar quince días sin acostarse en una cama, que dormía al raso o en hamacas con morenas, que si patatín, que si patatán…. Total, sifilítico perdido. O, como disimulaban sus amigos, filatélico… deliraba y, para curarlo, le suministraron altas dosis de mercurio. Pero el metal se le concentró en los párpados que, con tal peso, le caían y le privaban la visión… 
Como las pulgas ya eran pocas, perdió un pie. Tenía la costumbre de andar siempre con botas altas y ceñidas. Y un día de lluvias tropicales y calor quiso sacarse la izquierda y tanto tiró y tiró que descolocó el tobillo. El galeno, cuando lo vio, dijo que estaba engangrenado. Murió el 15 de abril de 1901. Tenía 55 años... 
El Patatero regresó a Ribadeo el mismo año en que murió Florentino. Vivió con su padre que murió en 1908. Entonces, heredó y tomó el mandó. Arrendó las estancias del Palacio Florentino a Salvador Rodríguez, Vivín, a Antonio Gamallo y a otros negocios pues en la Plaza de Abaixo estaba el Concello y se celebraban mercados. 
En 1917 murió su hermana Inés y dos años después El Patatero subastó la mansión: «¡Un gran negocio!. El mejor que puede realizarse este año en Ribadeo es la compra del Palacio Florentino cuya subasta se celebrará el dia 8 de septiembre de 1919, de 11 a 12. Para informes, dirigirse al procurador don Emilio García, calle de la Trinidad, Ribadeo». 
Lo vendió a Carmen de la Barrera Rodríguez y ésta a Manuel de la Barrera que lo derribó para edificar viviendas pero hubo un incendio y acabó levantándose el Cine Colón. 
La vida del Patatero transcurría entre la excentricidad, los regalos y la chacota. Los niños le cantaban canciones y él les daba 15 o 20 céntimos. Imprimía vales y recordatorios entre el vecindario: «Vale por 50 céntimos que abonará al portador Manuel Fernández Tablas todo el mes de enero o el de San Juan por ser el santo de mi finada madre» o «Este año de 1929 tendremos en la Plaza del Campo una Gran Fuente de Adorno, mucho mejor que la que tiene Vegadeo en su Plaza, para lo cual nuestro anciano y amigo don Manuel Fernández Tablas gastará 2.000 pesos que conserva en el Banco y con ello hará un beneficio al pueblo y honrará su memoria». 
Se comunicaba mediante carteles: «Se precisa una joven sirvienta que reúna buenas condiciones y será premiada» (un vecino chungón puso “preñada”); «Se precisa persona atenta para acompañar a un anciano que desea le sirva de guía en sus paseos, además tendrá por obligación hacer comida para ambos y leerle diariamente lo que le mande. El interesado se llama Manuel Fernández Tablas, reside en Ribadeo, posee cuatro casitas de su propiedad y no tiene herederos forzosos. Percibirá quién le atienda 30 pesetas mensuales, ropa limpia y alimentación». A veces, andaba en coplas: «Don Manuel del Patatero/ tiene una mona pelada/ que la trajo de Sevilla/ cuando fue a ver a su hermana». Y si alguna compañía de teatro o varietés actuaba en el Teatro, los empresarios instaban a las artistas a decirle algo picante pues el público se reiría… 
El Patatero, sin duda alguna, era un guasón. No es seguro que la forma de recordarlo hoy le hubiera gustado mucho. O sí: un Cabezudo de los que salen en el Antroido lleva su nombre. 
Un personaje singular, de los más peculiares, que se recuerda en Ribadeo. Manuel Fernández Tablas. 
Florentino Fernández Tablas regresó de Argentina en 1888 para radicarse en Ribadeo, comprar la mansión de los Lamas y mostrar su triunfo… Pero dos años antes ya se había hecho notar: según dice Galicia Moderna en su edición del 30 de junio de 1886, organizó y pagó en Ribadeo un homenaje a la patata y a su introductor en A Mariña que, según él, era un antepasado suyo que, por esa circunstancia, generó el apodo de la familia, Os Pataqueiros. 
Según la revista, Florentino decía que había cultivado los primeros ejemplares «en un terreno contiguo a la dehesa real, en las inmediaciones del río San Martín, donde se conservan aún vestigios del muro que cercaba la finca que más tarde custodió de los rateros que pretendían privarle del fruto sin sazonar». 
La fiesta fue el 15 de octubre de 1886, día de San Isidro, con un programa que, según Las Riberas del Eo, consistió «en una hoguera en la que se asaron patatas para repartir entre los circunstantes», en el curso de un acto amenizado por gaita, tamboril y música. Al día siguiente, se repartieron las cantidades de tubérculos «que determinan los correspondientes vales distribuidos con antelación entre pobres de la localidad». 
Por la tarde, hubo «paseo en el Campo de San Francisco, donde tocó la banda popular y hubo voladores, y terminó la fiesta con un baile en el Salón Teatro por la noche». La fiesta era compañera de los Fernández Tablas, sin duda…"

Por esta antigua Rúa Maior continuamos hacia el lugar en el que estaba la Porta da Vila (puerta de la villa). Cuando se derribó en 1833 se emplazó la Torre del Reloj, con sus campanas, también derribada a principios del siglo XX y trasladada de sitio al Campo da Vila (donde asimismo llegó "a sobrar" como enseguida veremos). Los vecinos nos dicen que también aquí había una fuente, muy usual a la entrada y salida de las poblaciones, lugar además donde se celebraban los mercados de lienzos y legumbres. En ella estaba pintado el escudo de Ribadeo, se fijaban los bandos y demás papeles con anuncios y noticias de interés


En la fachada del antiguo consistorio que mira a la calle vemos la historia del lugar reflejada en esta placa de cerámica de Sargadelos, una de las muchas que señalizan las rúas, monumentos y lugares importantes de la población, jalonando todo el casco histórico. De su instalación da cuenta esta noticia de La Voz de Galicia, edición A Mariña, del 15-12-2017:
"Con el paso de los años la identidad de las personas que dan nombre a las calles o el origen de los topónimos del callejero van cayendo en el olvido. Para evitarlo, el Concello de Ribadeo ha tomado la iniciativa de colocar 32 placas con textos explicativos, reseñas redactadas por el cronista oficial, Eduardo Gutiérrez, con información de gran utilidad no solo para los lugareños, sino también de interés para los foráneos. El Concello anunció que la primera de las placas se descubrirá mañana sábado, a las 12.00 horas, en el inicio de la calle Ibáñez, en un acto que estará amenizado por la actuación de profesores de la Escola Municipal de Música de Ribadeo y en el que intervendrá el cronista oficial de Ribadeo.
La elección de cerámica de Sargadelos no es casual; al contrario, es un evidente guiño a la historia por la vinculación que Raimundo Ibáñez tuvo con Ribadeo, donde vivió y fue matado acusado de afrancesado. 
Las placas no se instalarán solo en calles, sino en otros lugares, como las murallas y otros con un marcado carácter histórico, donde se explicarán los episodios ocurridos: «Queremos que o conxunto histórico da vila se converta tamén nunha especie de museo vivo onde a xente poida deterse a admirar as imaxes recreativas dun pasado esquecido en moitos casos, xunto cunhas reseñas históricas de agradable lectura», manifestó el alcalde, Fernando Suárez. La iniciativa se complementará con la edición de folletos informativos en varios idiomas que se pondrán a la venta en la oficina de turismo."

La cuesta de esta antigua Rúa Maior, que viene subiendo desde el peirao o muelle de Porcillán se acaba aquí, en la antigua Porta da Vila, donde ahora hay un edificio de época donde abre sus puertas El Oviedo, "Barra Gallega Contemporánea y de Tapeo", situado enfrente de la Pulpería A Menchina, dos de las populares tascas gallegas que nos iremos encontrando en nuestro recorrido por el corazón de Ribadeo. Seguidamente y en esta misma banda derecha está la casa del médico Amando Pérez Martínez, cuyo nombre ostenta ahora oficialmente esta histórica Rúa Maior

Fuente: https://ribadeoxqsi.ribadeo.gal/des_local_rut_ilus_rua_amandoperez_cast

En la placa de la fachada, colocada en su honor en 1923, se lee este texto:
EN ESTA CASA NACIO Y MURIO
1859-1921
DON AMANDO PEREZ MARTÍNEZ
FUE MODELOS DE MEDICOS
Y GRAN AMIGO DE LOS POBRES
EL PUEBLO LE DEDICA ESTE HOMENAJE

Aquí a la izquierda de la calle un rectángulo en el suelo, nos indica el lugar en el que se encontraba la Porta da Vila. A consecuencia del crecimiento de villas y ciudades más allá de los recintos amurallados medievales, en los ensanches y ampliaciones urbanas del siglo XIX las murallas fueron derribadas, como esta en concreto. Aún no existía apenas sensibilidad por el patrimonio y cuando estos elementos caían en desuso se les consideraba un estorbo, además prácticamente una cantera pública, para sacar piedra destinada a nuevas construcciones


Una placa en el suelo rememora la desaparecida muralla y puerta. Además del asunto meramente urbanístico, las murallas simbolizaban los siglos del Antiguo Régimen, pues si bien en su momento sirvieron para hacer valer sus fueros y los derechos de sus gentes en la convulsa baja Edad Media, también perpetuaron los vasallajes señoriales cuando las pujantes villas cayeron en poder de la nobleza en el momento en que los reyes leoneses y castellanos, lejos de ampararlas como se comprometieron al otorgarles la preciada puebla, las emplearon como moneda de pago a las fidelidades de los señoríos feudales y de su apoyo en las guerras dinásticas al trono. En este contexto, no deja de llamar la atención el saber que, cuando se derribó, el Conde de Ribadeo, título de origen medieval dado a los antiguos señores de la villa, reclamó para sí los materiales de la muralla, pero no le fueron concedidos

Foto de Fernando Losada Rodríguez en Wikipedia

Las murallas se mantuvieron en pie pese a que se volvieron obsoletas a partir sobre todo de la generalización del uso de la pólvora, lo que obligó a la construcción de otros sistemas defensivos, como la construcción de fuertes y emplazamientos artilleros sobre la ría. Es más, desde su misma construcción en tiempos posiblemente de los primeros condes, sino antes, parece fue una cerca más simbólica, de límite jurisdiccional de la población, que protección verdaderamente eficaz. Aún así, las amenazas de flotas enemigas y de ataques por mar las hicieron continuar intactas (o casi) como fortaleza a lo largo de varias centurias, hasta que su uso y su existencia dejaron de tener utilidad práctica. Mismamente cuando el Ribadeo urbano se expandía fuera de esos límites jurisdiccionales absorbiendo espacios pertenecientes a las parroquias vecinas de Ove y Vilaselán


Esta puerta era, como decimos la salida al Campo da Vila, campo extramuros donde ya en el medievo y coincidiendo con el afianzamiento de la vieja puebla, los franciscanos erigieron sus monasterios, al lado del camino a Mondoñedo y fuera de las murallas, primero el de frailes y luego el de monjas. Luego, en el siglo XVIII, se hizo de este un espacio de socialización y paseos de la antigua población, donde la burguesía y los indianos fueron edificando, como nueva clase social de elevada posición, sus pazos, mansiones, casas y también viviendas de vecindad. como es el caso de este edificio porticado que da vista a la plaza, teniendo al final la iglesia parroquial de Santa María do Campo, que fue del antiguo convento de San Francisco de Ribadeo


Antiguamente los franciscanos buscaban establecerse en el entorno de las nacientes pueblas, villas y ciudades medievales, muchas veces en estos terrenos extramuros, en lugares cercanos a la población pero a la vez un poco apartados, como es este el caso, en el mismo Camino y ante la puerta principal de acceso a Ribadeo


Antiguamente y delante de la Porta da Vila, era este un gran campo abierto donde, además de entrar y salir de Ribadeo y se paseaba, se realizaban otras actividades, como jugar a los bolos (deporte que como en Asturias fue preminente hasta el siglo XX) o incluso hacer instrucción la milicia local. Luego, con el crecimiento urbano, tuvo Ribadeo aquí su particular ensanche, al ir ocupando estos terrenos fuera de la cerca o muralla los nuevos edificios y viviendas, al menos desde el siglo XVIII, pero cuyo precedente serían los antiguos monasterios


Uno de esos ejemplos sería esta casa blasonada que mira a la plaza, y que hace esquina con la rúa Villafranca del Bierzo, antiguamente rúa do Hospital, donde estuvo otro de los edificios del Ribadeo extramuros, el antiguo Hospital de San Sebastián, tal vez fundado entre los siglos XII y XIII al lograr Ribadeo la Carta Puebla. Esto dicen de él en Ribadeo y los peregrinos:
"Créese que este hospital tuvo su origen en una hospedería que hubo en Porcillán, destinada a peregrinos pobres, y la cual fue fundada, según unas anónimas Antigüedades de Rivadeo, en el mismo siglo en que fue descubierto el sepulcro del Apóstol Santiago.

El hospital estuvo establecido durante muchos años-hasta mediados del siglo pasado-en una casa que correspondía al nº 3 de la calle llamada hoy de Villafranca y antaño del Hospital.

A los peregrinos se les alojaba en las cuadras bajas del edificio, por espacio de 24 horas, dándoseles leña para hacer lumbre, paja para acostarse y una manta del país para cubrirse."


El Campo da Vila y Praza de España es en nuestros días un precioso parque, el Parque de San Francisco, advocación del antiguo monasterio, con buena zona verde, paseos y jardines en torno al que encontramos no pocos edificios y monumentos de interés. El Camino de Santiago sigue de frente hacia la iglesia parroquial de Santa María do Campo, antiguo santuario del extinto monasterio de San Francisco, pero nosotros vamos a desviarnos unos metros para conocer el parque y su entorno, pues va a merecer la pena


Así, primeramente, justo enfrente de las casas porticadas y casona blasonada por la que llegamos a la plaza, tenemos el busto dedicado a Dionisio Gamallo Fierros, experto en la biografía de la escritora Rosalía de Castro, uno de los máximos exponentes de la historia das Letras Galegas, nacido en Ribadeo el 25 de agosto de 1914, estudiando aquí sus primeras letras y luego en Lugo, pasando a realizar los estudios de Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, licenciándose en 1936. Luego acabó Filosofía y Letras en 1941 en la Universidad de Valladolid


Colaboró con periódicos y revistas como Ya, Arriba, Informaciones, El Español, La Estafeta Literaria y otras, y en 1945 fue profesor ayudante de Geografía e Historia en la Universidad de Santiago de Compostela, profesor de Literatura Española en los institutos Ramiro de Maeztu y Lope de Vega en Madrid, profesor y director del Instituto Laboral de Ribadeo y profesor en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Más adelante accedería al claustro de la Universidad de Oviedo. 


Además de Rosalía de Castro investigó en la obra de Manuel Curros Enríquez. Amigo de Dámaso Alonso colaboró con la Real Academia Española, y fue miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos. Falleció en Madrid el 16 de enero de 2000. En la actualidad un instituto de Ribadeo lleva su nombre


El Campo da Vila también era conocido como Campo de Santa María y Campo de San Francisco, y se dividía antaño en el Paseo dos Xastres, el Paseo dos Mariñeiros, el Paseo dos Homes y el Paseo dos Curas, reflejo de los estamentos sociales de la población. Aquí, en las inmediaciones lo que era conocido por los ribadenses de antaño como A Fortaleza y por donde pasaba el río Pipelo, se trajo la Torre del Reloj desde La Porta da Vila, nos dice el erudito local Pablo Vivín en su blog Ribadeo. Historia y emigración, añadiendo que se trataba de "un gran armatoste" que "prácticamente no realizaba casi ninguna función, solamente la de la hora, más bien además antiestética". Dado que tenía muchos detractores al final fue derribada, pese a que también contaba con algunos defensores. Circularon algunas coplas, como esta de Adolfo López García, relativas al asunto:
En la "Torre del Pipelo"
que a ninguna parte va
y es, como suele decirse
"ni chicha ni limonada"
Y como queda dicho
es la "Torre del Reloj"
que no pincha ni corta
y es un gran armatoste

De campo y torre recoge también esta información el estudio titulado Paseo polo casco antigo de Ribadeo del IES Dionisio Gamallo Fierros:
"Cuando toda ella estaba a erial y sólo servía para que los vecinos hiciesen ejercicios militares y jugasen a los bolos, llamábase o campo da vila. Después fue campo de Santa María y campo de San Francisco, según se hablase de la parte en que estaba la antigua iglesia o de la que existía en convento de los franciscanos

En 1870 el campo público era "el paseo de mayor recreación y estimación del pueblo"

Porque mucho lo perjudicaba (el ornato público) también, fue demolida a comienzos del presente siglo (siglo XX) la torre -famosa por su fealdad- que en el mismo campo había sido construida, conforme a los planos de dos Francisco Andina, para el reloj y las campanas que había sobre la puerta de la villa"


Al este de la plaza, esta línea de edificios porticados, O Cantón, está emplazada donde se alzaba un lienzo de la muralla. A la izquierda es la Torre dos Moreno, uno de los grandes símbolos de Ribadeo, casa de vecindad de impronta indiana cuya construcción, como toda esta línea de casas, se debe a dos hermanos, los Moreno, de ahí su nombre, indianos o emigrantes a ultramar. La fila de casas es también llamada por ello O Cantón dos Moreno


Los hermanos Moreno, Pedro María y Juan Moreno Ulloa nacieron en el barrio de Os Garitos y fueron bautizados en Ove, también concello de Ribadeo, a mediados del siglo XIX, el primero en 1840 y el segundo en 1845. Emigraron, como muchos de su generación a hacer las américas a Cuba y lograron hacer fortuna, invirtiendo buena parte de ella en diversas obras en beneficio de su tierra natal, como el camposanto o el instituto, entre otras, siendo nombrados estos indianos Hijos Predilectos de Ribadeo, donde, en 1911, encargarían la construcción de esta casa de vecindad que es una auténtica mansión de estilo entre modernista y ecléctico, es decir, mezcla de corrientes artísticas y arquitectónicas, estando su diseño y proyecto en manos del por entonces arquitecto de moda, el muy prestigioso Julián García Núñez, y del ingeniero Ángel Ardex. Esta es la ficha del edificio en la web de Hispania Nostra:
"La torre de los Moreno es una casa de estilo indiano, construida por Pedro Juan Moreno y Ulloa en 1915 y diseñada por el arquitecto Julián García Núñez y el ingeniero Ángel Ardex. De estilo ecléctico, se puede considerar un edificio modernista, con una estructura mixta de hormigón y hierro.

Esta edificación está considerada desde el año 1997 como un Bien de Interés Cultural dentro del catálogo de monumentos del patrimonio histórico de España.

Descripción:

La torre cuenta con diversos adornos, como alicatados, mármol, vidrieras, grecas, tejado con tejas de porcelana (cerámica vidriada) de color rojo o pilastras. La cúpula de la torre principal es sustentada por cuatro cariátides. La planta dispone de 950 m² y el solar, de 1050 m². Consta de planta baja, tres plantas de pisos y bajocubierta, la parte que sobresale de la torre principal. Se llevaron a cabo varias restauraciones parciales, que ahora solo garantizan que no avance más el deterioro del edificio.

El tejado que sostiene la cúpula se abre como los típicos de los cuentos de hadas en estilo centroeuropeo, al igual que el resto del tejado visible, que coincide con el vigente a principios del siglo XX en Cuba, lugar de emigración de sus primeros propietarios. Las galerías son de hierro fundido, coronado por tres arcos y con vidrios policromados.

Cuenta con tres escaleras y seis patios, asegurando la comunicación y la claridad en las dependencias del edificio. En cada planta hay dos viviendas, en las que están incluidas habitaciones principales, secundarias y de servicios, con alturas de cuatro metros.

La estructura básica es de hormigón armado, material nuevo en la zona en el momento de la construcción, por lo que su tratamiento no fue adecuado y la estructura sufrió mucho."

El solar había formado parte de las antiguas fortificaciones de la población, entre lo que fue la Plaza Mayor, ahora Praza de Abaixo y la nueva Plaza de España o do Campo, sin duda uno de los principales espacios de socialización de Ribadeo en la época. Su función era la de ser una casa de rentas, con inquilinos, resultando un extraordinario conjunto que es uno de los monumentos emblemáticos de la villa y que se ve desde varios kilómetros a la redonda. Así escribe del lugar de construcción Diego Rodríguez Paz, de la Universidad de Santiago, en su estudio La Torre de los moreno en Ribadeo. Un ejemplo singular de la arquitectura indiana en Galicia:
"La Torre de los Moreno se alza sobre un solar situado en la parte occidental y más elevada del antiguo recinto amurallado de Ribadeo13, entre la antigua Plaza Mayor –actual Praza de Abaixo14- y la nueva Plaza de España o del Campo. El pequeño espacio de la Praza de Abaixo fue el centro principal de convivencia ciudadana hasta el siglo XIX; desde entonces, este papel será asumido por la Plaza del Campo, situada ya extramuros. Antiguamente destinada a recinto ferial, poco a poco fue ganando carácter urbano, en especial cuando a finales del XVIII se modifica la traza urbana medieval, se remodela esta zona como alameda y paseo ajardinado, y se construye en sus inmediaciones el Pazo de Ibáñez –Marqués de Sargadelos-, edificio neoclásico que en la actualidad desempeña las funciones de Casa Consistorial"

Las antiguas murallas eran dos grandes muros, de diferente tamaño, con un foso entre ellas. En el lugar hubo dos torres, A Fortaleza, una derribada a mediados del XIX como hemos visto pero otra aún en pie, que era la mayor, conocida como Julia. Los Moreno decidieron respetarla incluyéndola en su proyecto, evitando los problemas que había tenido en su momento el comprador de la torre pequeña, cuando se llegó a pedir, infructuosamente pero se pidió, que fuese cedida al Concello. No obstante dado lo antiguo y poco cuidado de la estructura se vino abajo durante las obras de cimentación, en un terreno afectado además por el paso de un rego, el Pipelo. En su lugar se hizo un patrio ajardinado central. De aquella fortaleza leemos en Paseo polo casco urbano de Ribadeo lo siguiente:
"Alzábase a escasa distancia de la Iglesia de Santa María, y estaba formada por dos torres de planta cuadrada, unidas por una muralla de 17 varas de alto y 3 y media de grueso (vara, medida de longitud equivalente a 835 mm), que hacía un patio rectangular, en cuyos ángulos N. Y E. se levantaban las torres. Cercaba este conjunto una muralla más baja y menos ancha que la primera, y separada de ésta por un foso. El conjunto tenía 36 varas de frente por 26 de fondo. La entrada principal se abría en la muralla interior, y frente a ella, en la exterior, estaba la "puerta del Campo", que tenía acceso por una pequeña rampa. 
De las torres la más pequeña estaba destinada, en los buenos tiempos del condado, a habitación del alcalde mayor. La mayor, llamada vulgarmente Torre Julia, la destinaban a residencia de los representantes de los condes en el señorío, a cárcel y a depósito de armas y municiones. La cárcel estuvo primero en lo alto, y posteriormente en el sótano. En 1549 entra en funcionamiento una nueva cárcel en el Calexón da cárcel, después Travesía de la Paz. 
En 1840 el conde de Ribadeo, duque de Híjar, puso en venta la fortaleza, que fue adquirida en 20.000 reales por D. Antonio de Casas. Otro vecino, concejal, reclamó para Ribadeo la propiedad el viejo edificio. El ayuntamiento acordó que no había lugar a deliberar sobra la reivindicación de la fortaleza, y comenzó el derribo de ésta por su nuevo dueño. Cayó la torre pequeña. La torre que el vulgo llama Julia había sido denunciada como ruinosa en 1796. Años más tarde adquirieron la propiedad de la fortaleza y los demás bienes los acaudalados ribadenses, residentes en Buenos Aires, D. Juan y D. Pedro Moreno Ulloa. En 1916 fue derribada al hacerse los cimientos del llamado palacio de los Moreno."

Sobre una estructura de hormigón y hierro, en la Torre dos Moreno se muestra todo un esplendor de filigranas, mármoles, galerías, adornos y motivos ornamentales, columnas, grecas, vidrieras... destacando su torre principal, que domina la villa y la ría. Se dice que el arquitecto García Núñez se inspiró en modelos del modernismo catalán y del regeneracionismo castellano. El problema vino con que los constructores, poco habituados a tanta innovación, no cuidaron las técnicas ni los materiales, las armaduras se cuenta se trajeron por barco desde Bilbao en la misma cubierta, sin la necesaria protección, y para el hormigón se empleó arena de la ría, poco apta para la construcción y menos de esta envergadura, por lo que todo fue causa de problemas en su estructura


El citado erudito Diego Rodríguez Paz describe de esta manera la torre con especial mención a la muy llamativa estructura de su gran torre circular en la esquina, sin duda el elemento que la hace realmente sigular
"La Torre de Los Moreno es un edificio de perímetro irregular y estructura compleja formada por sótano, bajo, tres pisos, ático y cubierta con diferentes volúmenes. De sus tres fachadas, la principal es la que mira a la explanada de la Plaza de España, concretamente al espacio conocido como Cantón de los Moreno, desde el cual se accede al edificio a través de unos amplios soportales que se extienden a los inmuebles anexos. La fachada lateral corresponde a la calle Villandrando, junto al Pazo de Ibáñez. La transición entre ambos frentes se resuelve a través de un cuerpo torreado de planta circular. Por último, la fachada posterior pertenece ya a la Praza de Abaixo. Nuevamente una torre –aunque de menor tamaño- y un pequeño espacio ajardinado solucionan el paso entre ésta y la lateral. Hay que tener en cuenta el marcado desnivel entre el Cantón y la Praza de Abaixo, un hecho que tendrá consecuencias en la organización del edificio"

Por si la torre circular y esquinada fuera poco esta está rematada en lo alto por una impresionante y artística cúpula sostenida por cuatro cariátides, la cual maravilla a todos los que alzan la mirada


Las cariátides son elemento mitológico-artístico y constructivo de origen griego. Echamos mano de la Wikipedia que ofrece una muy completa explicación: 
"Una cariátide (griego antiguo Καρυάτις, plural: Καρυάτιδες) es una figura femenina esculpida, con función de columna o pilastra, con un entablamento que descansa sobre su cabeza. El más típico de los ejemplos es la Tribuna de las Cariátides en el Erecteión, uno de los templos de la Acrópolis ateniense en Atenas.

Su nombre está relacionado con la antigua ciudad de Carias (Καρυές), en Laconia, donde se celebraba una festividad de muchachas que danzaban en honor de Artemisa Cariátide​ Por otra parte, un relato de Vitruvio indicaba que siendo esta ciudad aliada de los persas durante las Guerras Médicas, sus habitantes fueron exterminados por los otros griegos, sus mujeres fueron convertidas en esclavas y condenadas a llevar las más pesadas cargas. Se las esculpe a ellas, en lugar de columnas típicamente griegas, para que estén condenadas durante toda la eternidad a aguantar el peso del templo"

Su recuperación para el arte y la arquitectura se produce en 1550 con el Renacimiento, cuando Jean Goujon, arquitecto y escultor de Enrique II de Francia, talló unas cariátides en el Louvre, las cuales sostienen la plataforma de los músicos en la sala de los guardias suizos, ahora llamada de las Cariátides, si bien él solo había conocido las del Erecteión gracias a inscripciones, sin haber visto las originales


Hijos de ultramar, los hermanos Moreno fallecerían en la Argentina, lejos de su querido Ribadeo, regresando sus cenizas, tal y como fue su deseo, para ser enterrados en el cementerio al que tanto contribuyeron en hacer realidad. Fue en el año 2005 gracias a los auspicios de la asociación vecinal O Tesón. Pablo Vivín explica estos avatares en Las donaciones de los Hermanos Moreno:
"Pedro y Juan Moreno Ulloa, nacidos en Ribadeo, concretamente en el Barrio de los Garitos y emigrantes en la Argentina, nunca se olvidaron de la Villa que lo había visto nacer y podemos decir que han sido generosos en lo que se refiere a donaciones. Sus negocios en el país austral le fueron prósperos, dedicados principalmente al campo, debemos destacar que en sus tierras de la Pampa, crearon un poblado, para que allí residieran los trabajadores de sus tierras y crearon su moneda propia, de esa manera todo el consumo que se generaba en el poblado, volvía repercutir en ellos.  
Mandaron construir su Palacio en Ribadeo, conocido como "Palacio de los Morenos" o "Torre de los Morenos", mandaron construir el Cantón ¿cuántas generaciones de niños jugamos en el? ; aportaron dinero para la compra de terrenos y construcción del Instituto; donaron el actual cementerio municipal y la construcción de la carretera que nos lleva hasta el. 
¿Qué pidieron a cambio?, poca cosa, que el día que falleciesen sus cuerpos fuesen enterrados en la Capilla existente en el Cementerio, donde destaca un crucifijo tallado en una sola pieza de mármol, digno de verlo (muchos ribadenses lo desconocen). 
Pasaron muchos alcaldes por el Pazo de Ibañez, desde la muerte de los Hermanos Moreno hasta que sus cenizas "regresaron a Ribadeo", tuvo que ser Balbino Perez Vacas, el alcalde que se encargara de hacer cumplir la ultima voluntad de los Hermanos Moreno. "

Pero por contra este edificio que recuerda su memoria en el nombre, la Torre dos Moreno, languidecería e iría abandonándose, aunque aún conservando todo su esplendor artístico. Al no tener descendencia directa pasó a varios herederos que se desentendieron de su mantenimiento. Declarado Bien de Interés Cultural, habrían de realizarse intervenciones en 1996, 1998, y 1999, llegando a tener que apuntalarse en el año 2011 para evitar su derrumbe y caída. Problemas para localizar a los propietarios, junto con otros a causa de inquilinos que no dejaban pasar a los técnicos demoraron estos trabajos largo tiempo. Si bien existen en marcha proyectos para rehabilitarla íntegramente, anunciándose la llegada de compradores, inversores, etc. de momento nunca parece que se lleven a cabo


Justo al lado hay otro muy notable edificio de sumo interés para Ribadeo, la Casa do Concello, antiguo pazo del Marqués de Sargadelos, cuya figura vemos en las escaleras del consistorio, que como hemos dicho se trasladó aquí en 1945. Fue en su origen un pazo urbano mandado construir por Antonio Raimundo Ibáñez  Gaston de Isaba, Marqués de Sargadelos máxima figura de la economía y la Ilustración, fundador de la renombrada fábrica de Cerámica de Sargadelos, que tuvo fundición, entre otras numerosas iniciativas comerciales, culturales y políticas. Muerto trágicamente en un linchamiento durante la francesada


El pazo fue construido por iniciativa de su fundador a finales del siglo XVIII sobre una construcción anterior de 1568 que estaría anexa al lienzo de la vieja muralla, como fue costumbre en las villas y ciudades amuralladas pasado el medievo. Se trata de una mansión de trazas neoclásicas que tenía huerta y jardines, sitos en los edificios actualmente aledaños que fueron construidos mucho después. Destacan sus balcones, forjados en las industrias del marqués


En los años 40 del siglo XX pasó por compra a ser la nueva sede consistorial. Antes había sido la Casa de Casas, Casa de Arriba o Banca de Casas, dada la actividad financiera de esta familia, de la que escribe abundantemente Pablo Vivín en Ribadeo Historia y Emigración:
"La «Casa de Casas» importante naviera ribadense, en la época del esplendor de la vela y su «Banca de Casas», también era conocida por «Casa de Arriba», antes de la Guerra Civil, debido a la situación de España y el nerviosismo de la familia Casas, llevo a la quiebra del banco , con las consecuencias perdidas de ahorros y propiedades de muchos ribadenses. Pasados los años, se supo, que la quiebra se hubiera podido evitar 
No hace mucho tiempo he localizado un manuscrito de un ribadense, perteneciente a una familia que tenia muchas vinculaciones con los Casas, y el detalla la vida diaria en la «Casa de Arriba». 
Algún día espero poder publicar dicho escrito, ya que es parte de la historia de nuestro Ribadeo, aunque hoy en día creo, que a casi nadie le interesa la historia de los Casas. De momento, voy a publicar algún párrafo aquí, por si es de vuestro interés. 
¿Cuándo estuve por primera vez en la casa de los Casas? Exactamente no lo sé pero debió ser en la tierna infancia, por que la recuerdo siempre. 
«Cuadro en relieve con barquitos de vela; fanales de música con molinos que giran; trenes pasan y balandras balanceándose en un mar de papel azul; una pajarera enorme con centenares de canarios y jilgueros; loros, papagayos; una catala filipina, un mono saltarín… son cosas que no se despistan fácilmente en la mente de un niño. Aparte de ello unos salones enormes que se me ocurrían misteriosos, con cortinados de damasco amarillo y muebles de caoba y roble de grandes dimensiones, arcones, bargueños, un gran piano de cola, una chimenea con sus bronces relucientes y encima de ella el retrato del bisabuelo atrayente y como embrujado, con una mirada fija que parecía venir del otro mundo, eran cosas todas que me impresionaban y hacían volar mi imaginación de niño. Probablemente estuve en la casa el año o años anteriores a la primera guerra mundial, en uno de nuestros viajes. Mi padre, ligado por vínculos familiares y afectivos a la tierra que le vio nacer, hacia frecuentes viajes que titulaba «de descanso» y en compañía de mi madre y hermanos, atravesábamos el Atlántico con relativa frecuencia» . 
«Terminada la guerra volvimos allí, con carácter definitivo y fue entonces cuando descubrí los personajes de aquella casa. Hasta entonces solo habían sido para mi figuras vestidas de negro que competían al hablar de loros y papagayos, que nos daban a mi y a mis hermanos bombones y galletitas y acariciaban continuamente nuestras cabezas». 
«Un tío anciano de mi padre, «tío Ramón», era un Indiano nacido en Ribadeo, como mi padre , y que acudía a pasar temporadas veraniegas. Hombre adinerado, de carácter afable y cariñoso que gozaba de mucho prestigio. Dadivoso con los pobres, el 31 de agosto día de su onomástica, repartía a manos llenas limosnas a todos aquellos que acudían a la puerta de su casa. Ese día era menester acompañarle a la Banca de Casas, para ayudarle traer las monedas de plata que necesitaba. Por el camino, todo el mundo saludaba al Indiano y cada tantos metros, nos deteníamos».

En las escaleras de la Casa do Concello nos encontramos con esta estatua de Antonio Raimundo Ibáñez Gastón de Isaba y Llano Valdés nació en la aldea de Ferreirela, concejo asturiano de Santalla de Ozcos, el 17 de octubre de 1749, donde está emplazado el Museo Casa Natal del Marqués de Sargadelos. Su bisabuelo Juan de Ibáñez Gastón de Isaba ya tuvo cargos importantes en el gobierno de la Junta General del Principado y su padre Sebastián era escribano del Ayuntamiento de Santalla.



De niño Ibáñez Gastón de Isaba estudió en la escuela del pueblo haciendo después Humanidades con los frailes del monasterio de Vilanova/Villanueva de Ozcos. Tenía veinte años cuando fue elegido administrador de la poderosa familia asturiana de los Rodríguez Arango y Mon, viniendo a ejercer su cargo en esta villa de Ribadeo, un importante puerto comercial donde se haría cargo de los negocios de la mencionada estirpe. En 1773 marchó a Cádiz en representación de sus administrados a vender diversas propiedades urbanas que los Mon tenían en la ciudad andaluza. Con el dinero que ganó en la operación compró aceite de oliva y vino, así como otras mercancías andaluzas que gozaban de gran demanda en el norte. Fletó un barco para transportarlas y logró iniciar un buen negocio con los beneficios conseguidos, haciéndose con un capital de 12.000 pesos que le permitió emprender por su cuenta nuevas iniciativas comerciales entre los puertos andaluces y levantinos con los asturianos y gallegos.


Antonio Raimundo Ibáñez Gastón de Isaba hizo asimismo carrera política y fue diputado por el Concello de Ribadeo, mientras realizaba otro gran negocio de importación comerciando directamente con las ciudades portuarias del Mar Báltico trayendo lino del norte de Europa. Con esta actividad los puertos de Ribadeo y Luarca/L.luarca alcanzaron un notable incremento de sus arribadas, al igual que varias industrias textiles de la comarca asturgallega. Pero es en 1788 cuando se ilusiona con su proyecto más ambicioso, la fábrica de hierro y acero de Sargadelos, en la parroquia de Cervo, concello de Viveiro, la cual empezó a funcionar en 1793 bajo la gerencia de Francisco Ritcher, oficial de Artillería, dando trabajo a casi trescientas personas no solo de la zona sino trayendo además a los mejores artesanos metalúrgicos del País Vasco, Cataluña, Francia e Inglaterra.


Para seguir de cerca la empresa, Gastón de Isaba, que además había sido nombrado en 1794 comisario de provincia de Marina, hizo construir un pazo en el lugar. La industria se completaba con talleres, hornos, almacenes, viviendas para los obreros, canales, presas y hasta establos para los animales de tiro, junto con un mesón con fonda. La leña para los hornos de la industria se extraía de los bosques del contorno y con saltos de agua en los ríos se daba fuerza a los ingenios hidráulicos de las máquinas de la factoría. Fueron sin duda los primeros altos hornos modernos de la historia de España. Para ellos cogía los afamados caolines de burela, material refractario de gran calidad que hizo que alguno de estos hornos aguantase décadas enteras para asombro de los técnicos ingleses que visitaron la fábrica


Al principio se fabricaron en Sargadelos aperos de labranza, artículos domésticos e industriales, herrajes y herramientas. El gobierno quiso comprar el factoría para unirla a las nuevas fábricas de municiones y armamento que se estaban levantando en Trubia y Oviedo/Uviéu (Asturias) pero no lo pudo conseguir, aunque Ibáñez Gastón firmó un buen contrato con el Ministerio de la Guerra para hacer munición y suministros para la artillería, llegando a tener la consideración de oficial superior del Real Cuerpo de Artillería.


Ahora, en lo mejor de su carrera empresarial, se animó a poner en marcha otras tres industrias, una de cerámica, otra de textil y una tercera de vidrio. Eran las Reales Fábricas de Sargadelos, instalándose entre los años 1804-06 y poniendo al frente de ella a Correira de Saa, técnico portugués que ya había demostrado su buen hacer dirigiendo la cerámica de Vilanova de Xía en San Antonio do Valle da Piedade (Portugal). Ponía en práctica los ideales de la Ilustración según los cuales cualquier persona tenía derecho a lograr sus máximos objetivos vitales sin importar el estamento social de su nacimiento, algo inaudito para la época. En 1807 salieron a la venta las primeras piezas de la que sería la famosísima Cerámica de Sargadelos y en ese mismo año comenzó el montaje de la fábrica de vidrio, pero su trágica muerte no le iba a dejar ver este proyecto hecho realidad. En 1808, cuando se tramitaba la concesión del título de Marqués de Sargadelos estalló el Motín de Aranjuez y a continuación llegó la francesada o invasión napoleónica.



Su vida empresarial, política y social, de un nivel poco visto en aquel entonces, fue sin duda alguna fundamento tanto de alabanzas como de críticas. Se ha escrito mucho sobre las causas reales de este dramático linchamiento, y casi hay opiniones para todos los gustos. Obligado como estaba a tratar con las más altas instancias del Reino, tal vez sus enemigos pensaron que era partidario de Godoy y por lo tanto afrancesado aunque cuando empezó la guerra con Francia tanto él como su familia se pusieron del lado de combatía a los franceses, uno de sus hijos luchó en Zaragoza y dos de sus yernos estaban movilizaos para hacer frente a las tropas de Napoleón.


Del Marqués de Sargadelos, como siempre se le conocería, se dice se llegó a donar sus caballos para emplearlos para tirar de los cañones. De nada le sirvió ante el encono de las enemistades labradas contra él. En enero de 1809 las tropas francesas ocuparon Ribadeo proclamando rey a José Bonaparte y las autoridades locales no plantearon oposición, siendo no obstante una táctica muy empleada para evitar represalias sobre la población civil. Una contraofensiva los echó de allí y tras un bombardeo de la villa los soldados napoleónicos se retiraron hacia Mondoñedo por miedo a un cerco. Entonces se dio uno de esos actos de violencia tan desgraciadamente comunes en todas las guerras. Ante un vacío momentáneo de una autoridad capaz, grupos de gentes se dedican al latrocinio o a las venganzas y cuentas personales. Era el dos de febrero de 1809 cuando una turba asaltó el pazo del Marqués y lo saqueó, linchando a Antonio Raimundo Ibáñez de una forma terrible y cruel. Su mujer murió a los pocos días de la horrible pena e impresión mientras una de sus hijas se dice se volvió loca. El cadáver estuvo abandonado en el lugar durante horas ofreciendo un tremendo espectáculo de escarnio, sin ropa y prácticamente descuartizado. Dos vecinos llamados Marcos Fernández y Fancisco Castro al fin se lo llevaron y fue enterrado secretamente en la iglesia del convento franciscano de Ribadeo.



El porqué gentes de la misma zona se aplicaron con tanta saña en este asesinato ha dado siempre pie a muchas conjeturas, unos afirman que fueron azuzados por la aristocracia y el alto clero que veía en las prácticas comerciales del marqués un peligro de la Ilustración frente a los intereses del Antiguo Régimen incluyendo un arribismo social de la cada vez más preponderante burguesía frente a la nobleza, así como la aparición del proletariado. Para otros autores la razón sería prácticamente la contraria, envidias y también quebrantos ante unos pretendidos abusos del Marqués que aspiraba precisamente a ejercer algún tipo de poder señorial en la zona, pues ya en 1798 había padecido el asalto por parte de 4.000 campesinos de sus fábricas en Sargadelos, siendo la primera vez que su vida corrió peligro por estas causas. No se excluye que entonces unos explotasen el descontento de los otros, (tal y como se puso de manifiesto en el proceso judicial abierto a posteriori) haciendo correr rumores como que las fabricas no iban a pagar los derechos de la leña, en competencia directa con las necesidades de la población local, fuesen el detonante de aquel asalto que posteriormente se repetiría diez años más tarde en el mismo domicilio familiar.

Cartel actividades verano 2023 del Museo Casa Natal Marqués de Sargadelos en Santalla (Asturias)

Ciertamente, pasado el momento de rabias, iras y revanchas, no se tardó en lamentar el inmenso error de esta salvajada y se repuso la memoria del Marqués de Sargadelos. Sus funerales de celebraron en la cercana villa asturiana de As Figueiras (Figueras) y su figura sería recordada con admiración hasta nuestros días, tal como la mundialmente famosa Cerámica de Sargadelos, existiendo asimismo una Asociación de Amigos de Antonio Raimundo Ibáñez que mantiene vivo su legado

Foto de Certo Xornal en Wikipedia

La escultura es obra del artista César Lombera, quien también hizo la de las famosas Dos Marías en Santiago de Compostela. A él le dedican esta crítica, sin firma aparentemente, de El Correo Gallego, sección Tribuna libre, de fecha 23-12-2017 y titulada Parafernalia. César Lombera, con motivo de la inauguración de una exposición de su trabajo en la capital gallega:
"ALGUNA VEZ tenían que encontrarse el barroco y el arte pop, sin embargo, quizás nunca nos hubiésemos imaginado que este encuentro se iba a producir en Compostela y a escasos metros de la catedral. Y es que, aunque inicialmente pudiera parecer lo contrario, son dos estilos que tienen mucho que ver entre sí, salvando las distancias temporales, las diferentes sociedades de cada momento y, sobre todo, los comitentes y mensajes a transmitir a través del arte.

La primera palabra que se me viene a la mente, pensando en esa explosiva unión entre barroco y arte pop es parafernalia y, a continuación, se me aparece la figura de César Lombera, cuya obra me gusta considerar pop (o neo-pop). No obstante, ya sabemos que las clasificaciones y categorizaciones en el mundo del arte, y máxime en el contemporáneo, siempre son relativas y, fundamentalmente, una excusa que buscamos los historiadores del arte para ir ordenando las distintas personalidades y procesos creativos de los artistas que suelen coincidir, en un sitio, en un tiempo determinado.

Conocí personalmente a César Lombera hace ya unos cuantos años, en 2010, cuando preparábamos la exposición Santiago, punto de encuentro en la cercana sede de la entonces Fundación Caixa Galicia de la Rúa do Vilar. Titulamos el primero de los ámbitos de aquella muestra que, a través de la historia del arte planteaba diálogos entre piezas diversas de las colecciones catedralicia y de Caixa Galicia, Sin escala, pretendiendo poner de manifiesto cómo, la alteración del canon clásico de belleza y proporción logrado no solo a través de la distorsión de tamaños, sino mediante el uso de figuras como las máscaras, consiguieron, en distintos períodos, hacerse un hueco en el ámbito artístico aportando momentos de subversión del orden establecido. Para ilustrar todo ello, se pusieron en diálogo, en la exposición, máscaras de Maruja Mallo y otras piezas, con las figuras del Coco y la Coca de la Catedral de Santiago, obra de César Lombera a partir de los modelos originales, realizados en 1660 por Mateo de Prado, que se encontraban en muy mal estado de conservación. Así mismo, César restauró, para la ocasión, las cabezas originales de ambas piezas que abren la nueva exposición de la Casa del Cabildo. En aquel momento tuve la oportunidad de visitar el taller de César en Catoira y de trabar un contacto que, en poco tiempo, se convirtió en amistad.

Luego, en 2011, llevamos a la exposición Ceremonial, fiesta y liturgia en la catedral de Santiago, celebrada en San Domingos de Bonaval, dos Gigantones de la catedral, con fotografías y grabados de los antiguos; y César Lombera realizó la maqueta de la Coca compostelana que también está presente en esta muestra; un trabajo de recuperación del patrimonio etnográfico y popular, en este caso de Compostela y sus fiestas tradicionales, que es uno de los apartados más destacables en la trayectoria artística de Lombera.

Pero, sin duda, la fama ha llamado a su puerta, sobre todo en Compostela, a través de dos obras de arte público expuestas en lugares de especial significación para los compostelanos: As Marías y la figura de Ramón del Valle-Inclán que, en el Paseo de los Leones, aun parece dispuesto a entablar conversación con el paseante. Qué decir de As Marías, una de las fotografías de la ciudad para millones de turistas y no tan turistas. En esta exposición, las primeras versiones de ambas obras, se asoman desde los balcones de la Casa do Cabildo, auténtica parafernalia barroca en plena Plaza de Platerías, mirando, desde un lugar privilegiado, la fachada catedralicia.

Junto a ellas, maquetas y otros personajes, como el Marqués de Sargadelos, que desciende azorado las escaleras del edificio, forman parte de ese universo pop autóctono con el que Lombera reivindica pasajes y personajes de la identidad local, incorporando un componente irónico que no tienen otras obras que estéticamente siguen una línea similar en el pop art español.

Esta ironía y sentido del humor ácido, características inseparables de la obra y figura de César Lombera, también están presentes, con mayor crudeza, en su serie Humor negro, que ocupa una de las salas del espacio expositivo, una denuncia de la responsabilidad que occidente tiene y ha tenido, por acción u omisión, en el continente africano.

Por último, hay que hacer referencia a Superficies mariñas "o meu grande amor, a miña gran paixó" nen palabras del autor, que busca e invita a descubrir, a través de sus piezas, el universo que se esconde bajo las aguas.

Enhorabuena al Consorcio de Santiago por el acierto al programar esta exposición monográfica sobre un gran artista que, nuevamente, ha conseguido, estudiando cuidadosamente la sede e integrándola en el discurso expositivo, crear varias escenografías (casi consigo hablar de Lombera sin referirme al teatro, donde tanto pintou e segue a pintar) que, desde la fachada telón por excelencia de Compostela, nos descubren su mundo creativo, resumido de forma magistral, en 2002, por Roberto Vidal Bolaño: De ahí que non me vencese a extrañeza cando foi quen de erguer ese monumento á cultura popular que son as Marías, nin creo que me vaia vencer agora, diante desta exposición que terá ademáis unha rotunda pegada teatral. En César, a relación entre escultura e teatro, son e serán sempre unha única cousa"

A la derecha de la Casa do Concello vemos la Aduana, símbolo de la actividad en importancia portuaria de Ribadeo, el cual sustituye a la antigua, la Aduana Vella, sita en el arranque de la Rúa Maior, al lado del puerto de Porcillán. Entre ambos edificios se extendía la tapia de los jardines de Casa de Casas, de los que también escribe Pablo Vivín:
"Altos muros de piedra impedían ver los jardines desde el exterior . Eran de mirto, con estanques de peces de colores, setos de flores, grandes palmeras, acacias, arboles exóticos, y pavos reales blancos y de colores. Una amplia balaustrada , permitía desde los mismos jardines contemplar el mar y los pueblos vecinos que bordean la Ria. En la parte posterior estaba ocupada por las dependencias del servicio, las cocheras y los depósitos donde se guardaban los granos de maíz, trigo y centeno de las rentas de la casa."

Es este inmueble en la actualidad el Departamento de Aduanas e Impuestos Especiales de la Agencia Tributaria de Ribadeo. Procedimientos y gestiones en aduana, impuestos medioambientales, vigilancia aduanera, embarcaciones de alta velocidad y estadísticas de comercio exterior. Enfrente, en el actual Parque de San Francisco y antiguo Campo da Vila estuvo la muy desconocida Catedral de Ribadeo, cuando esta aún naciente villa fue, durante un más bien breve periodo del medievo, sede episcopal de la diócesis de Mondoñedo, bien estudiada por el investigador José María Rodríguez en su libro La Colegiata de Ribadeo, título también de este artículo, publicado en el blog Ribadeando, al fecha 24-6-2009:
"La estancia de la Sede episcopal mindoniense en Ribadeo fue breve. Sólo 36 años. Los documentos de la época no nos dan cuenta de las razones que movieron al rey de León, Fernando II, a trasladarla desde Mondoñedo a Ribadeo. ¿Fueron razones de índole pastoral para situar la sede más próxima al occidente de Asturias, que desde la cuenca del Navia pertenecía entonces a la Sede mindoniense? ¿Fueron razones de orden económico-mercantil derivadas de la situación geográfica de la villa de Ribadeo? Lo único que dice el rey en el documento del traslado es que lo hace “para incremento de mi reino y servicio mío y de mi heredero”. 
Con la pérdida de la sede episcopal, Ribadeo se sintió herido de muerte. El fallecimiento del obispo don Pelayo, ocurrida en el año 1218, junto con la pérdida de la Sede dejó a la villa sumida en una gran orfandad. De los privilegios de que gozara con motivo de la estancia de la sede episcopal sólo quedaba, profundamente gravada en la gente, la imagen de santidad de su último y venerable obispo y una iglesia vacía, sin obispo que pastoreara a sus fieles, ni cabildo que cantara solemnemente el oficio divino en el coro de su catedral. El Padre Flórez, en su obra España Sagrada, escrita en 1764, describe los sentimientos del pueblo de Ribadeo con estas palabras: “La villa de Ribadeo se hallaba muy resentida de que le hubiesen quitado la Sede Pontificia: y cómo de una Iglesia Chatedral la redujeron a una parroquia desatendida”. 
Pero Ribadeo se resistió a aceptar su suerte y se reveló contra su triste destino. El concejo, haciendo valer los derechos adquiridos de haber sido sede episcopal, se dirigió al obispo don Nuño II y al Cabildo de Mondoñedo exigiendo que proveyesen a su iglesia de ministros. “Y hallándolo conveniente – continúa diciendo el P. Flórez – firmó don Nuño y su Cabildo una Concordia en lengua vulgar, en el año 1270, por la cual se obligaron a poner en Ribadeo un Canónigo y cuatro Racioneros de Mondoñedo, los cuales residiesen y autorizasen el culto en la Iglesia de Ribadeo”. 
El texto original de este documento de Concordia, que figura hoy en un pergamino que se conserva en el Archivo de la Catedral de Mondoñedo dice, entre otras cosas: “Et con este quatro razoeiros deuemos senpre a proueer y dum cooygo unde nos quesermos et qual nos quesermos”. Con estas solemnes palabras la catedral de don Pelayo quedó convertida en Colegiata y dotada con un cabildo compuesto por un canónigo y cuatro racioneros que ejercerían las funciones de Cabildo de la Colegiata de Ribadeo. Un título y un honor que Ribadeo ostentó hasta el año 1851 en que le fue suprimido por el Concordato de Isabel II. 
La Colegiata estaba situada fuera de las murallas, en el Campo de Santa María, así llamado por la dedicación de la catedral a la Virgen María, en las proximidades de la actual Oficina de Turismo. 
Pero, ¿cómo era la vieja Colegiata? Por los datos que aporta en su informe el perito que la describió antes de su demolición sabemos que la Colegiata era un templo de tres naves y de planta basilical. Tenía las columnas y el techo de madera y el tejado de losa. La capilla mayor y las dos capillas colaterales tenían arcos y bóvedas de cantería. La capilla mayor, formada por un arco de medio punto, tenía 46 pies de alto y 27 de ancho. La capilla mayor estaba separada de la nave por una verja de hierro y a ambos lados de la capilla mayor había dos púlpitos, también de hierro. El coro, que era de madera tallada y estaba situado en el centro de la nave como era usual en el medievo, estaba formado por veinte sillas de madera noble en la parte superior, reservadas a los canónigos y trece en la inferior para el clero bajo, con el facistol en el centro para sostener los libros corales que se usaban en el canto de las horas canónicas. De la situación del órgano en el templo no se tienen datos exactos. En la capilla lateral del lado de la epístola, dedicada al Ecce-Homo y a San Sebastián había un nicho rodeado de siete escudos, perteneciente, probablemente, a alguno de los condes de Villandrando. La capilla lateral del lado del evangelio estaba dedicada al Espíritu Santo. 
Aunque inicialmente contó sólo con tres capillas, con el tiempo fueron autorizándose más patronatos hasta llegar a poseer cinco capillas en siglo XVI. Se sabe que tenía, además, un claustro o atrio sin que haya constancia de su forma y situación. Su estructura poco tenía que ver con las formidables catedrales que estamos acostumbrados a ver. La brevedad del tiempo empleado en su construcción y los escasos medios económicos de que se disponía en aquellos tiempos para su construcción no permitían otras aspiraciones. Pero a pesar de su precariedad sobrevivió hasta el año 1777, año en que fue declarada en ruina, para ser demolida en junio del año 1788. Por desgracia, con su demolición se perdieron todos los escudos y blasones de los nobles patronos de las capillas, incluido el sarcófago del llorado y santo obispo don Pelayo. 
Desde el año 1777, en que había sido declarada en estado de ruina, el culto parroquial pasó a ejercerse en la capilla del Hospital de San Sebastián, en donde continuó desempeñándose, en situaciones precarias por falta de espacio, hasta el 1º de noviembre del año 1835, fecha de su solemne traslado, una vez exclaustrados los frailes franciscanos, a la vieja iglesia del convento de San Francisco, en donde aún sigue actualmente, después de haber sido totalmente reparada a principios del siglo XX."

Este sería el lugar de aquella antigua catedral-colegiata descrita en el libro de José María. Con motivo de su presentación, el redactor de El Progreso Pablo Villapol le realiza una entrevista que publica en este periódico el 6 de mayo de 2011 y de la que compartimos esta parte:
"ES ASOMBROSO pensar que a 50 metros del palacio de Ibáñez, actual consistorio de Ribadeo, ahora podría levantarse toda una catedral románica. No fue así por muchas circunstancias, a las que ahora se puede acceder con más facilidad gracias a un libro publicado por el ribadense José María Rodríguez en el que hace un repaso por la historia de aquella catedral.

¿Qué importancia tendría hoy la presencia de una catedral en Ribadeo? 

Creo que la tendría en dos campos, y mucha. Primero, porque se conservaría el título de colegiata, un título honroso para una villa o ciudad. Además, hay que pensar que en aquel momento aquel proyecto estaba calificado como uno de los mejores templos de Galicia según el arquitecto Quiñones.

¿Qué problemas se encontró esta catedral?

Fue hecha con mucha prisa, y eso fue siempre un problema. No había fondos para hacerla de otra forma y se hizo de madera para dar solución a un episcopado que en realidad no tenía base. Posteriormente, las visitas que se fueron haciendo al templo ya reflejaban claramente que se encontraba totalmente en ruinas. Llovía dentro.

Como sucedía en otras localidades y, sobre todo, en ciudades, ¿era la iglesia el centro de la vida social en Ribadeo también?

En la Edad Media, era prácticamente una sola unidad la vida civil y la vida religiosa. Los elementos civiles actuaban dentro de la vida religiosa de forma total, incluso nombrando cargos eclesiásticos. El propio Concello pagaba mucho de todo eso, bueno, en realidad era el pueblo el que lo pagaba.

¿Encontró cosas interesantes en su investigación?

Sí, encontré cosas importantes, por ejemplo yo ya sabía de la importancia del obispo Cebeira, pero supe más de la importancia para Ribadeo y su vida social. Dijeron que murió en olor de santidad y tuvo fama de santo durante siglos. La gente le rendía culto en su sepulcro y daban con la cabeza contra él para curarse. Luego se vio como algo inoportuno, se abrió el sepulcro y se vio que estaba corrupto, que entonces era la prueba que se hacía para ver si eran santos. Pasó lo mismo con el Bispo Santo, pero allí no se le hizo caso. Esto no era conocido ni en los ambientes normales, ni creo que tampoco en los ambientes cultos."


Más de una década después, es el escritor Rodrigo Cota quien publica para el mismo periódico El Progreso el muy ameno y pormenorizado artículo El Obispado de Ribadeo, en el que incide en esta página tan desconocida de la historia local:
"En el año de nuestro Señor de 1182, Fernando II de Galicia y León le compró a mi tocayo el conde Rodrigo la villa de Ribadeo por 1.500 maravedís de oro. Una pasta para la época. Su intención era trasladar allí la sede episcopal mindoniense. Para ello mandó ampliar la villa o más bien construir una nueva pegada al mar. Así la anterior pasó a llamarse Vilavella, nombre que conserva hoy como barrio incorporado a la actual ciudad. Se tiene conocimiento de líos entre obispados en Galiza, muchos. Competían por los fieles, por los ingresos vía impuestos y por los recursos que generaban jugosas rentas con explotaciones ganaderas y agrícolas. Los obispos tenían ejércitos y eran frecuentes los enfrentamientos, que nunca buscaban la conquista sino la supremacía, una mayor influencia territorial y de vasallaje y el favor de la Corona. Lo que ya escasean más son los cambios de sede. A lo largo de los siglos se han creado algunos obispados nuevos y alguno ha desaparecido, siempre obedeciendo a razones geoestratégicas, pero casi todos los obispados que existen hoy en nuestro país son los mismos que existían hace setecientos años o mil.

Por eso desde el primer día en Mondoñedo no debió gustar que le arrebataran el obispado, y más cuando, una vez construida la nueva villa con su puerto, buena parte del territorio anteriormente bajo dominio de Mondoñedo fue entregado a Ribadeo. Entre que se construyó todo aquello transcurrieron algunos años, no se sabe exactamente cuántos, pero sí existe constancia documental de que en el año 1206 ya se había trasladado la sede. Podemos suponer, si queremos, que no transcurrieron más de veinte años entre la compra de la villa al conde Don Rodrigo y la inauguración del obispado, ya que en 1199, Alfonso IX, sucesor de Fernando segundo, se refiere a Ribadeo como Mondoñedo, no por error o confusión ni asuntos de drogas: lo dicen algunas fuentes, en especial la muy fiable de Henrique Flórez, insigne cronista e historiador que vivió en el S. XVIII y que era muy cuidadoso con las citas y con las fuentes, hasta el punto de que transcribía en medio del texto los documentos que consultaba, lo que es un coñazo a la hora de leer porque los documentos originales que consultaba venían obviamente en latín. Ya podías haberte molestado en traducirlos, friki.

Bueno, el caso es que Ribadeo se convirtió así en sede del obispado que siguió llamándose mindoniense, para que quedara claro que se trataba del mismo pero en otro lugar, lo que tampoco debió hacer mucha gracia en Mondoñedo, pues no sólo les robaban el obispado sino hasta el nombre y el patronímico. Por supuesto sus razones tenían, pues semejante humillación no se ha visto ni se verá en Galiza.

Ribadeo permaneció como sede episcopal durante los tiempos del obispo Pelayo II, Pelayo o Paio de Cebeyra, que falleció en 1218, año en que su sucesor devolvió la sede a Mondoñedo, donde permanece a día de hoy. Cualquier interpretación sobre cómo un obispo pudo trasladar su sede desde el lugar designado por la Corona a otro arrebatado anteriormente por la propia Corona es conjetural, ya que eso no consta en ninguna crónica, hasta donde yo he podido comprobar, ni hay documento que explique las razones por las que el obispado volvió a Mondoñedo.

Es de suponer que Alfonso IX de Galicia y León, heredero de Fernando II, debió autorizar el nuevo traslado y podemos imaginar también que las presiones ejercidas desde Mondoñedo algún efecto tendrían. En todo caso debemos estar agradecidos a Fernando II, gracias a quien hoy Ribadeo es uno de los dos o tres lugares más hermosos del universo conocido. Él compró la villa, mandó construir en ella una nueva ciudad y un puerto que ahí siguen. Y todo ello lo hizo para montar ahí un obispado. El obispado habrá durado dos décadas o poco más, pero el resto ahí sigue aunque con ese aire indiano tan encantador. Es imposible saber cómo sería hoy Ribadeo de no haber ocurrido todo ello, pero sin duda sería un lugar muy diferente.

Yo es que a veces busco cosas de Ribadeo porque soy un enamorado del lugar, no por su famosa playa, que es muy impresionante, sino porque es una de esas ciudades perfectas en la que nada sobra ni falta. Así que me ofrezco a ayudar en la reconquista del obispado, si hace falta me presto a ejercer de ballestero, o de cocinero para la tropa, lo que sea. No es que tenga nada contra Mondoñedo, por supuesto, pero soy como una cabra que siempre tira al monte."

Hoy en día, en este antaño catedralicio lugar, en medio de la Praza do Campo, Campo da Vila, Praza de España, y Parque de San Francisco,  y mirando a los magníficos edificios de O Cantón, está el busto al ilustre Ribadense José María Alonso y Trelles Jarén, conocido como El Viejo Pancho, poeta y escritor gauchesco uruguayo, pero nacido en Ribadeo el 7 de mayo de 1857, de madre gallega, Vicenta Jarén, y padre asturiano, Francisco Alonso y Trelles, que era maestro en la zona de Navia y fue donde José María pasó su infancia y adolescencia estudiando Comercio


A los 18 años emigró a Argentina, viviendo dos años e Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, ejerciendo diversos oficios y publicando artículos en el periódico local. En 1877 marcha a Montevideo y enseguida a Tala, también en Uruguay, trabajando de contador en un almacén donde conocería a la hija del dueño, Dolores Riccetto. con la que se casaría en 1882. En ese tiempo fue apoyado por el maestro rural Joaquín Tejera, a quien había sido recomendado por su compañero de viaje Emilio Rodríguez. Gracias a Joaquín trabajó como funcionario del Correo de Tala y publicó en el periódico El Tala, propiedad del maestro


Tras casarse con Dolores se fue al vecino Brasil siendo tenedor de libros en una casa de comercio que no tardaría en cerrar, tuvo dos hijos y conoció al periodista y político federalista y antiesclavista Rafael Cabeda, con quien seguiría manteniendo relación epistolar tras regresar con su familia a Tala, donde sería socio de su suegro y estudiaría procuradoría y escribanía, participando además en diversas entidades de promoción como la Comisión Auxiliar de Tala o la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos. Organiza además un grupo de teatro, haciendo de director, escenógrafo, apuntador y autor de varias obras como Un drama en palacio, Caída y redención, Colón, Los Veteranos, Spion Kook, El falso Otelo, Pepiyp, Idilio fulminante y Jua el loco


 En 1894 funda el periódico satírico El Tala Cómico, del que fue director, escribiendo con seudónimos como Cáustico, Tácito, Ventosa o El, realizado numerosas críticas. Posteriormente saldría a la luz Momentáneas, que definía como una continuación del periódico, donde firmaría como El Viejo Pancho afirmándose como escritor de poesía gauchesca. Muchas de estas obras de El Tala Cómico y Momentáneas, en las que recogía la idiosincrasia de la población del lugar y de la zona interior de Uruguay, empezaron también a ser recogidas en la revista El Fogón de Montevideo y El Terruño, que popularizaron sus textos


En 1915 hace un compendio de estas y otras obras en su obra maestra Paja brava, consiguiendo gran repercusión y éxito de ventas y algunos de sus poemas gauchescos fueron cantados por Carlos Gardel con música de Américo Chiriff, cosa que también hicieron el cantautor Alfredo Zitarrosa y el compositor Eduardo Fabini escribió la música de sus poemas La güeya y Pa' ejemplo. Aquellos años, desde que en 1902 obtuvo la ciudadanía uruguaya, se dedicó a la política y entre 1908 y 1911 fue diputado del Partido Nacional, no sin cierta polémica relacionada con su nacionalidad


Dejando la política residió en Montevideo a causa de los estudios de uno de sus hijos, realizando luego un gran viaje a la tierra de sus padres y recorriendo Galicia y Asturias visitando a parte de su familia. A su regreso a Uruguay es homenajeado en la ciudad San José el 8 de Enero de 1922. Fallecería en 1924 en Montevideo tras larga enfermedad vinculada a la peritonitis. Este monumento, inaugurado en el centenario de su nacimiento, recuerda a este ilustre hijo de Ribadeo, ofrenda de los españoles residentes en Montevideo


Y en 2014, conmemorándose el centenario del nacimiento del ya mencionado y también ilustre Dionisio Gamallo Fierros, Pablo Vivín, librero y erudito de la historia de Ribadeo, desvela en La Voz de Galicia, a fecha 14 de septiembre, el vínculo que unía a estas dos personalidades literarias con el artículo Gamallo y El Viejo Pancho:
"En este año que se celebra el centenario del nacimiento de Dionisio Gamallo Fierros, de alguna manera tenía que rendirle un pequeño homenaje, por doble motivo, el principal por haber tenido la suerte de ser considerado por él como uno de sus amigos, amistad que heredé de mi padre, y otra por ser librero, ya que Dionisio era un asiduo de las librerías. 
Han sido muchas las horas de tertulias que he compartido con Dionisio, también he aprendido muchas cosas de nuestra historia local, las que me ha contado. 
De Bécquer, Rubén Darío, Clarín, Valle Inclán, fueron nombres que posiblemente escuchara por primera vez de la boca de Dionisio, cuando estaba con mi padre de tertulia en el «Estanco» y yo niño en medio de ellos. 
Con Dionisio con el paso de los años fuimos profundizando nuestras charlas. 
De esa amistad he notado que tenía una admiración especial hacia el poeta José Alonso y Trelles conocido como «El Viejo Pancho», el cual había nacido en Ribadeo y emigrado a la República Oriental del Uruguay como otros miles de gallegos. 
A «El Viejo Pancho» le dedicó muchas horas de estudios, publicó decenas de artículos, impartió conferencias y fue el principal organizador de los homenajes que se le rindieron al poeta gaucho en Ribadeo, en 1946 con motivo del descubrimiento de una placa en la casa que había nacido y en el año 1957 con motivo del centenario de su nacimiento. 
En el año 2007, con motivo de la visita de Paco Trelles a Ribadeo, nieto del poeta, me regaló el legado del poeta que tenía la familia en tierras uruguayas. Entre dichos papeles nos encontramos las cartas enviadas por Dionisio a la familia del poeta anunciándoles los homenajes; manuscritos del poeta; recortes de artículos de prensa de «El Viejo Pancho» y sobre él, poemas y artículos inéditos, 
Qué mejor forma de homenajear a mi amigo Dionisio, que con una exposición sobre «El Viejo Pancho». 
De Dionisio me acuerdo con frecuencia, por no decir todos los días; es imposible olvidarse de él, puedo decir que su espíritu, está presente en la librería. 
Cada vez que muevo un papel del legado de «El Viejo Pancho» me pregunto: ¿qué haría Dionisio si supiese que tengo todos estos papeles? Además de la pregunta también me imagino las respuestas. 
Lo que sí estoy seguro es de que estaría feliz con que esos documentos estén en Ribadeo y que la persona que los tenga sea uno de sus amigos, al mismo tiempo hijo de uno de sus mejores amigos. 
Gracias Dionisio por haberme brindado tu amistad y cuando pienso en ti, me acuerdo de «El Viejo Pancho» y viceversa."

Justo detrás de la estatua de El Viejo Pancho podemos ver la Oficina de Turismo de Ribadeo en la rúa Dionisio Gamallo Fierros, dedicada al escritor que estudió su vida. Más a la izquierda, en los bajos de un edificio al lado de la Aduana de Ribadeo, está el Albergue Río Eo, privado, inaugurado en 2020


Enfrente de la Oficina de Turismo sale además el tren turístico que durante los veranos recorre la población. Aquí delante de esta ofician precisamente se quiso construir una nueva colegiata entre los siglos XVIII y XIX, pero aunque comenzó, el proyecto no fraguó. De ello también escribe en gran José María Rodríguez Díaz en La construcción de la nueva colegiata de Ribadeo, que encontramos en Ribadeando:
"El paso del tiempo había dejado marcadas sus huellas en la vieja Colegiata, antigua catedral de don Pelayo. Su estado ruinoso, tantas veces criticado por los obispos en sus Mandatos con motivo de sus visitas a Ribadeo, hacía temer al concejo una desgracia. Ante la gravedad de tal amenaza, el concejo acordó encargar un informe sobre el peligro real de derrumbe. El resultado del reconocimiento era demoledor: decía que “el arco de la capilla mayor tiene una abertura de más de una pulgada, que las dovelas están desunidas y, en fin, que estando inclinados y podridos los pies derechos (columnas), si no se vino abajo todo, lo que podrá suceder cualquier día, es por la solidez del muro principal que tiene tres pies y medio de espesor”. Ante un informe tan demoledor el concejo acordó el traslado inmediato de la parroquia, previo el visto bueno del obispo, a la capilla del hospital de San Sebastián. 
Era el año 1777. En vista del estado “indecente, ruinoso y pobre” en que se hallaba la Colegiata, reunido en sesión solemne y extraordinaria, el concejo acordó incoar el expediente de reedificación de un nuevo templo e iniciar la tramitación de su expediente en Madrid. Para ello recabó la ayuda del obispo D. José Francisco Losada y Quiroga para que, en vista de la urgencia y grave necesidad que tenían de ella, apoyase ante el rey Carlos III tan justa petición, dada la escasez de fondos de la fábrica para hacer frente a la construcción de una nueva. 
Pero los años pasaban y la respuesta de Madrid no se llegaba. Y Ribadeo seguía sin fondos para la construcción de la Colegiata. Por ello, el concejo acordó pedir al Supremo Consejo Real de Castilla la concesión de un impuesto especial: un real de vellón por cada fanega de sal que se vendiese en los alfolíes de Ribadeo destinado a los gastos de reconstrucción de la Colegiata. La contestación del Consejo Real concediendo el arbitrio y facultando al concejo para poner otros, como de hecho hizo con el de los licores y aguardientes, no llegó hasta el año 1782. 
Con estas buenas noticias el concejo se puso manos a la obra. Se comenzó a extraer piedra para la obra de una cantera de la Villavieja y a gestionar la piedra de cantería que vendría de San Ciprián. Mientras tanto, el Consejo Real encargó los planos al arquitecto Quiñones, que presupuestó la obra en 230 000 reales. Pero estos planos no fueron del agrado del concejo a quien el templo diseñado por ese arquitecto pareció demasiado pobre y pequeño para el número de habitantes. Entonces, el Consejo Real encargó otros planos al arquitecto Machuca, más ambiciosos y elaborados. El presupuesto ascendía ahora a 750 000 reales. El nuevo templo diseñado era ahora magnífico, como correspondía a su rango de Colegiata y digno de la villa de Ribadeo. De orden dórico en el interior, toscazo en el exterior y jónico en su fachada principal, reunía una bella y armoniosa mezcla de estilos que haría exclamar más tarde al arquitecto Diego de Ochoa que “si se sigue con la magnificencia con que se ha principiado será el más magnífico que se encontrará en el Reyno de Galicia”. En 1788, desoyendo los consejos del arquitecto Machuca que en sus “Condiciones” recomendaba hacerla por administración, el concejo acordó efectuar la subasta de la obra. Una lamentable decisión, fuente de futuros problemas y de la que el pueblo, encabezado por Antonio Raimundo Ibáñez, se quejaría amargamente más tarde. La obra fue adjudicada al contratista Van-den y la dirección de la misma al arquitecto Ferro Caaveiro. En el mes de julio de este año de 1788 se procedió al replanteo de la nueva obra que, al revés de la Colegiata vieja que estaba orientada de sur a norte, se acordó situarla mirando hacia el oriente, con la puerta principal dispuesta hacia el noroeste. Y, por fin, comenzaron las obras. 
Pero, como la felicidad es efímera y engañosa, la suerte le volvió la espalda a Ribadeo. Después de tan exitoso comienzo, a partir de ahora se iban a suceder una serie de problemas y dificultades que impedirían llevar a buen puerto el proyecto. A partir de los primeros pasos de la construcción empezaron a llover las quejas, disensiones y reclamaciones sobre la forma de ejecutar los trabajos. El día 1 de septiembre los diputados del común se quejaron ante el alcalde de que no se estaban cumpliendo las condiciones de la contrata impuestas por el arquitecto Machuca, autor de los planos. Se quejaron, entre otras cosas, de que la cimentación estaba siendo mal ejecutada, pues la anchura de los cimientos no era la adecuada ni se estaba utilizando en las mezclas la arena de Dompiñor, tal como se había acordado en el pliego de condiciones. El alcalde dio cuenta inmediata de esta queja al arquitecto Ferro Caaveiro, para que informase al concejo sobre la veracidad de esta denuncia. 
Y mientras la construcción continuaba a ritmo muy lento, los desencuentros entre el concejo y el contratista y el arquitecto se sucedieron hasta que, finalmente, fueron despedidos de la obra y denunciados ante Consejo Real que los condenó a devolver lo percibido. 
Escarmentado el concejo, optó ahora por seguir la recomendación de Machuca. Contrató al arquitecto Diego de Ochoca para la dirección de la obra y a los aparejadores Vidal y Touriño, quienes empezaron por derribar lo construido y reforzar los cimientos para empezar de nuevo la construcción. 
Pero las obras seguían a ritmo muy lento. En su visita pastoral a Ribadeo, en el año 1803, el obispo D. Andrés Aguiar y Caamaño se quejaba del notable retraso de las mismas, pues la obra sobresalía aún muy poco de los cimientos y, “debido a su magnificencia, la ostentación de la planta, la seguridad y el buen aspecto de su arquitectura, necesita de algunos empujones para poder llevarla a buen término en el espacio previsto”. 
Pero los próximos acontecimientos jugaron en contra de la Colegiata y de Ribadeo. El año 1808 significó el final de tan ambicionado proyecto. Un proyecto al que, tanto el concejo como los vecinos de la villa, se habían entregado con ilusión y trabajo durante más de 20 años. Un proyecto que tantos sueños e ilusiones alimentó entre las gentes de Ribadeo y que le supuso grandes sacrificios económicos durante los 45 largos años que duró el impuesto dedicado a las obras. Un proyecto que, según reconocían arquitectos y obispos, hoy hubiera significado para Ribadeo gozar de uno de los mejores templos de Galicia, con rango de Colegiata. Pero las tristes consecuencias que jugaron en su contra, derivadas de la guerra contra los franceses, fueron decisivas. Los recursos económicos concedidos por la corona, que generaban los impuestos destinados a las obras de la Colegiata, fueron reclamados por los dos bandos en lucha para hacer frente a los gastos de la guerra. Y las arcas municipales quedaron exhaustas. 
En la visita pastoral que en el año 1831 hizo a Ribadeo el obispo D. Francisco López Borricón, se quejaba de las condiciones en las que se estaba ejerciendo la vida parroquial en la pequeña capilla del Hospital y de la paralización de las obras del nuevo templo del que decía que la obra “estaba elevada 5 varas sobre sus cimientos, en paredes solidísimas y columnas de la mayor firmeza, todo sobre una planta verdaderamente grande y majestuosa”. 
Pero con el abandono del proyecto la obra fue finalmente derruida. Las piedras sobrantes fueron a parar a la torre del reloj, al cementerio, al muelle de Figueirua y hasta al ferrocarril de Vilaodrid. Pasado el tiempo, en su lucha por conservar los antiguos honores y privilegios que tenía la villa y en vista de que se le había suprimido el título de Real Colegiata, el concejo, en un último esfuerzo por recuperar su honor y su gloria pasada, acordó dirigirse a S. M., la reina Isabel II, en fecha 23 de septiembre de 1852, solicitando la restauración del título y cuatro racioneros dotados para la villa. Una petición que sería ignorada. 
Un gran proyecto que acabó en un estruendoso fracaso y cuya inversión había ascendido a la suma de 900 000 reales de vellón, aproximadamente, lo que significó una enorme sangría para la villa, que tanto luchó, se esforzó y se desangró durante 45 años para tener una iglesia digna heredera y representativa de sus antiguos años de esplendor. 
Y es así como, después de tan variopintas y desafortunadas vicisitudes por las que pasó la obra de la Colegiata, acabaron esfumándose todos los sueños e ilusiones que tenían las fuerzas sociales y políticas del Ribadeo de entonces. Una historia, brevemente contada, que refleja todo el empeño que Ribadeo había puesto en conservar la Colegiata, como testimonio de los honores y las grandezas pasadas y de haber tenido una sede episcopal. Una esperanza truncada por causa de una guerra que acabó con sus esfuerzos y aspiraciones y se convirtió en uno de los mayores fracasos que la villa haya tenido en toda su larga historia, que no fueron pocos."


En la oficina podremos sellar nuestra credencial del peregrino e informarnos de alojamientos, lugares a visitar, tiendas, casas de comidas y de cuanto sea de nuestro interés


En el interior hay sala de exposiciones, paneles explicativos y por supuesto servicio de atención personal al público. No dejemos de pedir estos hermosos folletos con mapas del concello y del casco antiguo de Ribadeo, dibujados y con descripciones de sus monumentos y rincones de interés:




Aquí están Os Cocos, símbolo de Ribadeo y sus fiestas, dos muñecos de unos 3,50 metros de altura construidos y vestidos sobre un armazón de metal, antiguamente de madera, para ser transportados por personas metidas en su interior. Se sabe de ellos desde que en 1868 se registra una donación económica para hacerlos, como manera de promocionar las fiestas del Carmen, de aquella más importantes aún que las patronales de septiembre

Foto de Os Cocos de Ribadeo

Era la donación hecha por José María Iglesias, ocupándose él y su familia de su conservación, que pasó en 1895 a otra rama familiar, la de los Pico de Coaña. Así y a lo largo de 60 años Jesús Pico de Coaña y Fernández fue su mayor conservador, llegando a ser llamado Pai dos Cocos, siendo él además quien bautizaría al coco varón como Marqués (o Presidente) da Atalaia, colocándole la medalla que aún conserva


Foto de Os Cocos de Ribadeo

Tras el fallecimiento de Jesús pasaron al cargo de Ramón Fernández, ayudado por José Luis García Fernández Choli, y Manuel Sanjurjo. En nuestros días es el Concello el encargado de su mantenimiento y cuidados

Foto de Os Cocos de Ribadeo

La tradición dice que se trata de una representación de un matrimonio real que existió en la época, de elevada posición social, pero no hay nada que lo acredite a ciencia cierta. Esa es la razón que vayan siempre elegantemente vestidos, sobre todo A Coca, mostrando además en su atuendo los cambios de la moda. Algo más sobrio es O Coco, si bien en el siglo XIX gastó uniforme de almirante, pasando luego a traje civil y ceremonioso, llegando a encargarse tela a Nueva York para confeccionarle un frac de una sola pieza


Foto de Os Cocos de Ribadeo

Fueron muchos los bailadores de Os Cocos que con su danza dan la bienvenida a las fiestas, requiriéndose fuerza y maña para pasearlos por las calles y estar atentos a posibles golpes y al viento. Especialmente hábil era el recordado Serrano Vello, que le hacía bailar pasodobles al Coco

Foto de Os Cocos de Ribadeo

Las cabezas de cartón piedra fueron sustituidas por unas más ligeras de plástico, pero los originales se guardan como un preciado elemento del patrimonio de Ribadeo. Y así, Os Cocos, con sus hijos los cabezudos, salen en San Roque (16 de agosto) y en las patronales de la Virgen del 8 de septiembre, para recibir y saludar a las gentes, acompañados por las gaitas. Hasta hace poco, al tumbarlos para guardarlos, eran despedidos por los niños al grito de !Morréu papá! ¡Morréu mamá!
 
Os Cocos de la Praza de San Roque

Una reproducción de Os Cocos en metal podemos verla en la actualidad, desde el año 2004, en la cercana Praza de San Roque, "dando la bienvenida a los visitantes de Ribadeo", al ser actualmente acceso rodado principal, o de los principales, de la población desde la Autovía del Cantábrico (A-8). Son obra de César Lombera, quien también hizo la del Marqués de Sargadelos que vimos en las escaleras de la Casa do Concello, que había tenido polémica, de ahí que el redactor de La Voz de Galicia, J. Alonso, titule la noticia de su instalación Tras el marqués, los "cocos", publicada el 2-9-2004:
"Tras la polémica suscitada en Ribadeo con la instalación de la primera de las estatuas obra de César Lombera, en la que reproduce la figura del Marqués de Sargadelos, ayer se estrenaron las dos últimas imágenes encargadas al escultor: el coco y la coca de Ribadeo, los gigantes que desfilan cada año y desde hace décadas en las fiestas. Las figuras resultan sorprendentes. Son reproducciones al natural, de cuatro metros de altura, realizadas en chapa de acero naval, aluminio y bronce, que han sido ubicadas frente a la capilla de San Roque. Ayer tanto el alcalde de Ribadeo, Balbino Pérez Vacas, como el gerente del Plan de Dinamización Turística, Juan Luis Erice, se mostraban exultantes con el resultado final, en conjunto, que ofrecen las tres estatuas, que han supuesto una inversión de 34.000 euros. César Lombera, su autor, también estaba satisfecho de su obra. Los cocos son reproducciones fidedignas de las imágenes originales, no de las actuales, que a su vez son una réplica de las primeras. Para reproducirlas, Lombera se sirvió de material fotográfico y de las primeras cabezas de los cocos, que aún se conservan. «Es un trabajo complicado, por la fundición en sí y en especial por la construcción de los ropajes, que son de chapa de acero, de un grosor considerable, que se debe doblar y adecuar para hacer las formas de los vestidos», manifestó ayer César Lombera, quien valoró positivamente su trabajo: «Me parece bien. La reacción de la gente que estaba por allí y de los que llevan tradicionalmente los cocos, me hace pensar que estaban satisfechos» A la hora de realizar las estatuas se barajaron muchas posibilidades, pero finalmente se decantaron por reproducirlas a tamaño original: «Era lo lógico, porque lo novedoso de este tipo de escultura es que son de las primeras que reproducen gigantes, figuras lúdicas y festivas, a las que se les da trascendencia al extremo de hacer un monumento para la posteridad. El coco y la coca van a estar permanentemente en la calle de Ribadeo». César Lombera también se pronunció ayer respecto a la polémica suscitada en torno a su imagen del Marqués de Sargadelos: «Es un buen síntoma, porque la figura no pasa desapercibida. No me extraña, porque no es sólo en Ribadeo donde ha surgido polémica por obras mías, pero entiendo que es fruto de la primera impresión, de la sorpresa inicial que produce en algunos. No quiero ser profeta, y no sé dónde acabará el tema, pero por lo que he oído y visto hoy, creo que la polémica está superada. Las reticencias que pueda haber son producto de la novedad, pero poco a poco todo vuelve a su cauce». Así Lombera concluye su trabajo en Ribadeo: «Estoy realmente contento de lo que he hecho. El Concello ha hecho una apuesta muy fuerte, al hacer estatuas de personajes actuales, que se intregan en el paisaje urbano y que con el tiempo pasarán a formar parte del mismo», concluyó. Los cocos de Ribadeo, el coco y la coca, volverán a desfilar por las calles el martes, dentro de la programación de las fiestas patronales, y por primera vez coincidirán con sus colegas de metal."
Foto de Os Cocos de Ribadeo

La tradición de sus hijos o acompañantes, los cabezudos, comenzó en 1898 con el Chulo y la Chula, el Señorito y la Señorita quizás alguno más del que no hay constancia. En 1948 aparecen otros personajes como Popeye y El Gordo y el Flaco, la Señora, y varios más. Los citados siguen pero otros fueron descartándose y desapareciendo con el paso de los años. A finales de los años 80 se incorporó Manuel O Pataqueiro, célebre personaje popular ribadense del que hemos hablado en la entrada de blog correspondiente a la primera parte del Camino de Santiago por la villa de Ribadeo. Os Cocos llegaron incluso a tener su propio cronista oficial, Xusto Barreiro Martínez, descendiente de la familia que los donó



Siguiendo la calle desde la Oficina de Turismo pasamos enfrente de la Farmacia-Botica de Pedro Díaz. Seguidamente están el Café Breoghán y El Nido de Robin, en la esquina en la que llegaremos al convento de Santa Clara, fundado en el siglo XIV, hacia 1366, uno de los dos conventos franciscanos de Ribadeo junto con su predecesor, el de San Francisco, este desamortizado y actual iglesia parroquial de Santa María do Campo





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